Aquiles Córdova Morán | 21 diciembre de 2012
Tribuna Libre.- El agresivo cáncer que padece Hugo Chávez
Frías, Presidente de la República Bolivariana de Venezuela y, sobre todo, la
última intervención quirúrgica a que fue sometido en La Habana, Cuba, al
parecer de una complejidad y peligrosidad tales que la convierten en caso único
en la historia de la oncología mundial, han agudizado la polarización de la
opinión pública de su propio país, de América y del mundo entero, dejando ver
muy claro cómo piensan las élites más poderosas del planeta, y qué reclaman,
por su lado, las grandes masas oprimidas, explotadas y cada vez más
depauperadas de la tierra. Las primeras rezan para que la vida del Presidente
Chávez se extinga lo más rápidamente posible, las segundas imploran porque
viva, y viva muchos años, en buen estado de salud y con su característica
voluntad de seguir adelante al lado de los desamparados.
Pero, ¿por qué la política y la figura del
Presidente Chávez han trascendido con tanto vigor y simpatía mucho más allá de
las fronteras de su patria? ¿Cuáles son las razones ciertas, comprobables y
profundas de que los oprimidos y marginados de toda América Latina vean en él
una fundada esperanza de un futuro mejor en caso de que su ejemplo cunda por
todo el subcontinente? Lógicamente, las primeras y más visibles de estas
razones tienen que buscarse en lo que ha hecho y logrado en su propio país, en
Venezuela; y para conocer en firme algo de esto, no es muy aconsejable basarse
en lo que han dicho y dicen el propio Presidente Chávez y sus seguidores, pues
automáticamente surgiría la objeción clásica: eso es propaganda y lavado de
cerebro, pues no hay político ni gobernante sobre la tierra que hable mal de sí
mismo, ni hay sátrapa o dictador que no cuente con un nutrido y bien pagado
coro de aduladores. Recurriré, pues, al testimonio insospechable del sociólogo
norteamericano James Petras quien, en un brillante y objetivo análisis de las
recién pasadas elecciones presidenciales en las que Chávez aplastó con más de
diez puntos porcentuales de diferencia a su contrincante de derecha Henrique
Capriles, nos proporciona un material inapreciablemente valioso y adecuado al
respecto.
“Cuando
se produjo la primera victoria electoral de Chávez en 1988 -dice Petras- la
economía y la sociedad venezolanas llevaban casi
un cuarto de siglo cayendo en picado, con
corrupción generalizada, inflación galopante, disminución de la riqueza y
aumento de la deuda, delincuencia, pobreza y desempleo.” Hubo protestas
masivas a finales de los ochentas y comienzos de los noventas que “culminaron
con la masacre de miles de habitantes de
los suburbios, un fallido golpe de Estado y una desilusión general con el
sistema político bipartidista. Se privatizó
la industria petrolera; la riqueza del petróleo hizo medrar a una élite
empresarial que iba de compras a la
<>, invertía en apartamentos en Miami, acudía a
clínicas privadas para estiramientos faciales e implantes mamarios y
enviaba a sus hijos a escuelas exclusivas para asegurar la transmisión
intergeneracional del poder y el privilegio. El país era un baluarte del proyecto norteamericano para el Caribe,
América Central y del Sur. Venezuela estaba polarizada socialmente pero el poder político era monopolio de dos o tres
partidos que competían por el apoyo de las diversas facciones de la élite
gobernante y de la embajada norteamericana.” Cualquier parecido con nuestra
realidad es, naturalmente, pura coincidencia.
Así recibió el país el presidente Chávez, pero ¿qué ha
ocurrido desde entonces? La clave del triunfo de Chávez, sostiene Petras, fue
“mantener la atención en los temas socioeconómicos: los programas de sanidad y educación universal, el enorme plan de
viviendas públicas puesto en marcha, los supermercados subvencionados por
el Estado, la mejora del transporte público en las áreas más densamente
pobladas”. Durante su campaña “Chávez hizo hincapié en sus enormes logros
sociales, una década espectacular de
crecimiento elevado, disminución de las desigualdades (el índice más bajo de
América Latina) e índices muy elevados de satisfacción popular con el
gobierno”. Suma y sigue: “A pesar de la delincuencia y de la ineficacia y
corrupción de los funcionarios, la era
Chávez ha sido un periodo extremadamente favorable para la clase baja y los
sectores empresarial, comercial y financiero. Y este año, 2012, no es
ninguna excepción. Según datos de la ONU,
el índice de crecimiento de Venezuela (5 %) es superior al de Argentina (2 %),
Brasil (1,5 %) y México (4 %). El consumo
privado ha sido el principal promotor del crecimiento gracias al incremento de
los mercados de trabajo, del crédito y de la inversión pública”. ¿Está claro ahora por qué Venezuela reza y
llora por la salud del Presidente Chávez?
Pero dije que no sólo ellos sino toda América Latina, y
la explicación la da Petras en pocas palabras: “Chávez está con América Latina, se opone al imperialismo norteamericano allá
donde se manifieste y es un defensor incondicional de la autodeterminación y de
la integración latinoamericana”. Y sintetiza así la visión nacional y
continental de Chávez: “…reclama un
aumento de la titularidad pública de los medios de producción y de consumo,
un incremento del gasto social en
programas asistenciales, una mayor
participación popular en las instituciones locales, una política exterior independiente basada en
una mayor integración latinoamericana, un aumento de la fiscalidad progresiva,
la defensa de la sanidad pública y programas educativos gratuitos y la
propiedad pública de la producción petrolera” [JAMES PETRAS, RED VOLTAIRE /
NEW YORK (EEUU) / 10 DE OCTUBRE DE 2012. Todas las cursivas son mías, ACM].
A todo esto hay que sumar algo muy importante: para su
“Revolución Bolivariana” Chávez no está llamando a las armas, ni a la
“dictadura del proletariado”, ni al “partido único”, etc., puntos débiles del
viejo socialismo que aprovechó a su sabor la propaganda imperialista durante la
guerra fría, sino sólo a una verdadera y auténtica democracia, es decir, una
democracia que ofrezca proyectos de país realmente alternativos, claramente
diferenciados respecto a lo que se propone y ofrece a los intereses populares y
a los legítimos intereses de la propiedad y la inversión privadas, acompañadas
de medidas precisas que garanticen su realización en el terreno de los hechos.
Además, y de modo infaltable, también la libre, consciente y organizada
participación popular a la hora de elegir la mejor oferta política. Todas las
organizaciones modernas que buscan cambios de fondo a la situación actual, pero
que saben bien cuales recursos, métodos y vías para lograrlos han sido
descartados por la historia misma, ven con gran simpatía y esperanza el audaz
experimento venezolano que encabeza el Presidente Chávez y ruegan por su pronto
y cabal restablecimiento. El Movimiento Antorchista Nacional es una de ellas.