José Miguel Cobián| 27 febrero de 2013
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Tribuna Libre.- En México muere tanta gente por culpa de los
propios mexicanos, como por problemas del crimen organizado. Estamos tan
distraídos con las últimas reformas, los últimos proyectos, el último chisme…
que hemos dejado de percibir la realidad de nuestro país, y nos hemos
convertido en consumidores de la última noticia, apáticos e irresponsables,
además de manipulados. Siendo corresponsables de nuestro destino y del de la
Patria.
¿Cuántas muertes podríamos evitar? ¿Cuánto
sufrimiento inútil podríamos eliminar de México? Y lo peor es que usted y yo somos tan
culpables como los gobiernos y gobernantes a quienes señalamos con dedo
flamígero, sin asumir nuestra propia responsabilidad.
Si los gobernantes no hacen lo que deben, el
pueblo debe de exigirles que cumplan.
Pero cuando no hay pueblo, sino una manada de seres humanos sin
conciencia de la realidad, no hay quien les exija nada, y hacen de las suyas,
convirtiendo el servicio público en el principal acto delictivo del país.
Muertos por mala planeación de carreteras. Muertos
por falta de señalización. Muertos por
falta de mantenimiento. Y por favor,
cuando lea muertos, considere también heridos, mutilados, lisiados… vidas
desgraciadas hasta el fin de sus días.
Vamos a un hospital público, llámese clínica
de salud, IMSS, ISSSTE, e incluso a los servicios del seguro popular, y nos
encontramos con que los servicios ofrecidos no son los otorgados. Para una mujer embarazada, estar en urgencias
con una hemorragia, se convierte en un asunto de vida o muerte para ella y el
producto, y así pasan horas, sin que se le pueda asignar una cama. Un paciente que requiere una operación de
cáncer de próstata, se resigna a observar el transcurso del tiempo, mientras su
mal avanza, esperando espacio para análisis preoperatorios y posteriormente,
que se cuente con recursos materiales y humanos para ser operado, con la
esperanza de que todavía puedan salvarle la vida. Otros pacientes oncológicos, enfrentan la
realidad de que para ellos no hay los medicamentos específicos y de última
generación, sólo disponibles en la capital del país, o en provincia pero para
pacientes especiales. Todos ellos,
sufren y pierden salud o vida, por falta de eficiencia en el trabajo de uno o
muchos funcionarios, que hacen lo que quieren ante un pueblo-manada.
En la vía pública, cualquier peatón está
expuesto a sufrir todo tipo de accidentes, ante obstáculos puestos por
particulares, o dejados por servidores públicos, como tornillos salientes en el
lugar dónde hubo un poste, o un agujero en la calle, que no tiene correcta
señalización nocturna, o lo que a usted se le ocurra. Y no pasa nada, nadie corrige nada, nadie
aplica la ley. Mientras tanto, sí pasan
muchas cosas, accidentes cotidianos, que implican luxaciones, muletas, yeso, o
incluso ataúdes en casos extremos. Pero
eso no importa, no hay ciudadanos que exijan que las cosas sean mejores en su
ciudad, solo una manada de seres humanos.
Cotidianamente estamos expuestos a la
corrupción y abuso de autoridades que representan la seguridad para los
mexicanos, desde el humilde policía municipal, pasando por el ministerial, el
policía federal, los de la PGR, etc. En
todos los casos, es público que no cumplen con su función, sino que viven del
abuso y la extorsión pero no pasa nada.
Lo mismo aplica a las instituciones de aplicación y procuración de
justicia, los ministerios públicos y juzgados, en los cuales, el imperio de la
ley es una utopía, y en dónde se trafica con la justicia al mejor postor. Sólo se salvan los tribunales federales. Gracias al mexicanísimo ¨way of life¨ (forma
de vida), no pasa nada, todo sigue igual y mientras, el país que heredamos a
nuestros hijos es más salvaje e incivilizado que nunca.
Y que decir, del bien común, bien de todos, o
como le quieran llamar, hasta los manifestantes (en manada) tienen más
privilegios que el ciudadano común y corriente. Ellos pueden tomar
instalaciones, bloquear accesos y vías de comunicación, y ningún gobierno se
atreve a aplicar la ley, con el pretexto de no ser represivo. Claro, con la manada no son represivos, lo
son con todos y cada uno de nosotros en particular, allí sí, la represión y el
abuso están a la orden del día. Resulta
increíble que así nos traten nuestros empleados, esos que reciben un sueldo
para servirnos, para servir al público, por eso se llaman servidores públicos.
Sin embargo, en nuestro país el servidor
público llega al puesto para servirse, y para sentirse superior a cualquier
ciudadano, pues se convierte en autoridad, olvidando el origen de su cargo, que
proviene de la voluntad directa o indirecta de los ciudadanos…. ¡¡¡¡¡Ha!!!!!,
me olvidaba, en México hay muy pocos ciudadanos… existimos
muchos miembros de la manada, nada más.