* Con hoteles que registran lleno total, la fiesta
carnestolenda se consolida como un epicentro de algarabía jarocha.
* “Es una oportunidad para mostrarle al mundo cómo somos”:
Javier Duarte
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Tribuna Libre.- En un ambiente colorido,
bullicioso y marcado por una desbordante alegría, miles de veracruzanos y
visitantes nacionales y extranjeros fueron testigos de la algarabía jarocha del
Carnaval de Veracruz 2013, en su recorrido a lo largo del boulevard Manuel
Ávila Camacho.
Familias que llegaron lo
mismo en camión que en taxi o auto particular, descendieron a la calle, al
pavimento que retumbaba con los primeros golpes de percusiones intermitentes de
grupos que empezaban a congregarse; tomaban su sitio, se preparaban.
Hombres y mujeres de medios
de comunicación llegaron con micrófonos, cámaras fotográficas y de video, a
buscar a los protagonistas para obtener la información que genera el evento; un
funcionario de turismo apenas y se ve entre un radial de brazos extendidos y
disparos de los flashes.
Una turista con sombrero
azul y bordes blancos narra su experiencia en el Carnaval a periodistas que la
entrevistan. “Venimos seis, entre amigos y familiares, cada año venimos y
siempre nos la pasamos bien… ah sí, los jarochos son hospitalarios;
definitivamente sólo Veracruz es bello”, asevera con una voz que brota entre
dos mejillas rojas, sudorosas, y eso que apenas son las 10 de la mañana.
La calle, una vía a seis
carriles que serpentean junto al inigualable mar, es ahora un río de pelucas
multicolores, atuendos de hombres de la prehistoria, reinas, princesas, lentes
descomunales con armazones de arcoíris que reducen, en apariencia, los rostros
sudorosos de quienes los portan; es el Carnaval, el ánimo de fiesta que perdona
la extravagancia; días de risa y baile.
La hotelería no puede
recibir un huésped más. Los centros de hospedaje son un venero de hombres y
mujeres, niños que a la carrera salen a la calle en busca de su asiento. Boleto
en mano, se apresuran a la puerta que les permitirá el acceso a la diversión.
En grupos, elementos de la
policía vigilan el paseo, orientan a los fuereños que buscan algo, o que tratan
de encontrar a algún familiar en un punto determinado. La música no cesa. La
gente canta a ritmo de salsa, guaguancó, reggaetón, o lo que suene. El asunto
es cantar y reír.
Imponentes, integrantes del
Ejército Mexicano y la Marina Armada de México, impávidos vigilan. Los ojos van
de derecha a izquierda sin que la cara siquiera se mueva un milímetro, atentos
para resguardar el orden, y dispuestos para tomarse una foto con la jovencita
que, nerviosa, les solicita la imagen. ¡Clic!, y la sonrisa de agradecimiento.
A su llegada, el Gobernador
es recibido por la gente ¡Duarte, Duarte!, gritan por todos lados. Sonríe en
medio de los destellos provenientes de las cámaras. Sonriente toma su lugar. El
paseo es bullicioso, la gente termina de apostarse en sus asientos. Ahora sí,
literalmente la fiesta inicia.
Las comparsas y los carros
son todo un tema de ingenio, por los materiales con que fueron hechos, sus
colores, letras, y también son un reto a la gravedad. Las enormes plataformas
se balancean de derecha izquierda por el fragor del baile, pues una guaracha
insuperable le pone ritmo al paseo. La gente baila en sus gradas, chifla, anima
a los bailadores, se rocían la cabeza con agua fresca para continuar con el
paseo, que al menos se prolongará por tres horas.
El calor aumenta, la gente
lo goza. Los paramédicos, atentos a cualquier llamado de emergencia, hasta el
momento reportan saldo blanco. La gente disfruta y el sol, que no perdona,
parece que también quiere gozar del baile. Las nubes desaparecieron. El cielo
es azul profundo, y el sol, un astro que da ardientes gritos amarillos.
Han pasado decenas de carros
alegóricos y un rostro famoso se deja ver desde lo alto. Es un artista de
televisión. En este paseo, los asistentes pudieron captar imágenes de Sebastián
Rulli, Ninel Conde, Pedro Sola, Marisol, quienes no dejaron de bailar y de
saludar a sus adeptos. Ellos, respetuosos, agitaron la mano hacia el palco de
Honor. Gustoso, el gobernador Javier Duarte, responde al saludo.
Las comparsas despertaron el
ritmo hasta de los más escépticos. Algunos jóvenes reacios al baile acabaron
cediendo ante el colorido curvilíneo de hermosas mulatas cubanas que
arrebataron el calor y dejaron en su lugar suspiros profundos de varones que, a
la primera, activaron el celular y la cámara para tomarles fotos.
Las chicas también tuvieron
oportunidad de captar imágenes de algunos fornidos que, aunque no bailaron,
hicieron alarde de su musculatura; el sol no los reblandeció. La comparsa
continúo su camino, al igual que los gritos de júbilo.
Momentos antes, el
Gobernador había dicho: “Esta es una oportunidad para que el mundo conozca cómo
somos: alegres”, y el Carnaval es apenas una muestra de lo que son los
veracruzanos: un pueblo que sabe reír y cantar.