* Saña inaudita * El robo no encaja *
Crimen pasional o para hacerlo pasar como pasional * ¿Qué debía Claudio
Martínez? * 26 puñaladas y la supuesta mutilación genital * Renato
y Jonás Rodríguez, arreglo en lo oscurito * Amenazas a Ciro Félix *
Mónica Robles y Joaquín Caballero acorrientan al PRI * Que pase la
desgraciada * Fidel y “Shakira”
Mussio Cárdenas | 25 junio de 2013
Tribuna Libre.-Tan carismático
como oscuro, tan sencillo como ostentoso, Claudio Martínez fue un pastor
cristiano de severas contradicciones, santo para unos, héroe para otros,
decepción para unos más, hasta que una mañana insospechada dejó la vida en un
ataque brutal, cosido a puñaladas, su cuerpo inerte en medio de un charco de
sangre.
Murió de manera
por demás violenta, hecho añicos, tasajeado por el filo de un arma blanca,
agredido, insultado, presa de la venganza, el resentimiento y el rencor.
Esa mañana —lunes
17—, por quien era y por lo que representaba el líder de la Comunidad de Dios,
se sacudió la esfera religiosa y la sociedad de Coatzacoalcos.
Claudio Martínez se
hallaba en su hogar, una fastuosa mansión de la colonia Petrolera. Iniciaba su
jornada sin advertir su trágico fin. Pasadas de las 7, por lo menos tres
individuos irrumpieron en su hogar. Sometieron a su esposa Luz Margarita
Enríquez Reyes, quien supuestamente se hallaba en la cocina. La ataron y ahí la
dejaron.
Accedieron a la
recámara. Ahí lo hallaron. Por las huellas dejadas en sus muñecas, amoratada la
piel, se infiere que dos de los sujetos lo tomaron de los brazos. Por lo menos
uno más comenzó a picarlo con un cuchillo, a herirlo con saña, sujeto el pastor
a una interminable tortura, al tiempo que Claudio Martínez, como podía, hacía
por su vida.
Entre un griterío,
según la versión filtrada por agentes ministeriales y paramédicos de la Cruz
Roja, campearon los reclamos, expresiones de reproche en que se aludía a una
conducta que distaba de la coraza moral que suele distinguir a un ministro
religioso.
Minutos después,
Claudio Martínez exhalaba su último aliento. Le habían asestado 26 puñaladas
—otra versión refiere que fueron 36—, algunas de ellas en la espalda; una más
en la frente, casi entre ceja y ceja; otras en la ingle, que dio pie a la
especulación de que había sufrido mutilación de sus genitales, cercenados el
pene y los testículos; la más grave en el cuello, que le cortó la vena yugular
hasta precipitar el desangramiento. Las fotografías del muerto y de la escena
del crimen son un auténtico espectáculo dantesco.
Hacia las 9 de la
mañana, llegó a la mansión del pastor la empleada doméstica, Evangelina
Martínez Porfirio. Al ver a la pastora Lucy en la cocina, procedió a desatarla
y retirarle la mordaza que le impedía gritar. Llegó a la recámara de los niños
y ahí estaba el cuerpo de Claudio Martínez. Le informó a su patrona que estaba
en un charco de sangre y ésta hizo una llamada a la Cruz Roja.
Sin vigilancia, no
se sabe si existían cámaras para registrar en video cualquier movimiento
extraño. Inicialmente se dijo que Lucy Enríquez advirtió que dos hombres
cubiertos del rostro la sorprendieron en la cocina. Ahora se sabe que eran por
lo menos tres atacantes.
Deslizada como una
primera hipótesis, la versión del robo se vino a tierra por razones
elementales: no robaron nada.
Lujosa, ostentosa,
la vivienda está atestada de objetos de valor. Pudiendo disponer de relojes,
joyas, de los autos, un deportivo y una camioneta Mercedes, todo quedó ahí. Una
versión que circula en el medio judicial advierte que en el interior del hogar
había varios fajos de billetes, presumiblemente millones de pesos, de los que,
al parecer, nadie dispuso.
Quizá por ello,
con la palidez que acostumbra imprimirle a sus palabras, el procurador Felipe
Amadeo Flores Espinosa, en visita relámpago a Coatzacoalcos, ofreció una
conferencia de prensa tan solo para leer un comunicado, sin aceptar preguntas.
Ahí dijo, la tarde del crimen, que se investigaba el robo como principal móvil,
sin descartar otras líneas. “No quedará impune”, dijo como presagio de que ya
valió el caso, signo clásico de la pesadilla duartista.
Montado en la saña
y en el odio extremo, aquello fue un crimen pasional o fue hecho aparecer como
un crimen pasional. De Claudio Martínez los matones no querían sus bienes, su
dinero, sino su vida, arrancada a golpe de sangre. Fueron por él y lo
masacraron.
Especialmente
cuidada, la investigación ministerial apenas tiene unas cuantas fisuras.
Cerrados los canales de información, con cuentagotas los datos que se publican
en la prensa, se ha propiciado especulación y afanes morbosos.
Insólito es, por
ejemplo, que 48 horas después del crimen, la testigo clave, la hoy viuda Lucy
Enríquez, no había declarado ante el Ministerio Público, desdeñosa con el
citatorio que se le remitió para comparecer la tarde del lunes 17. Se le
respetó el luto, el dolor y se le dejó atender el sepelio, aún a sabiendas que
se violaba el procedimiento.
Diversos correos
electrónicos, suscritos incluso por ciudadanos que se asumen creyentes,
llegados al correo de este reportero, reclaman por qué Lucy Enríquez no pide
justicia como sí lo hacen los integrantes de la Comunidad de Dios.
Textualmente, dice
uno de ellos, recibido a la medianoche del miércoles 19:
“Inexplicable la
actitud de la esposa de Claudio Martínez, quien se rehusa a declarar de cómo
murió su esposo el lunes pasado en el interior de su casa.
“¿Por qué la
“pastora” Luz no quiere declarar? ¿Por qué anda tan tranquila, y no pide que se
investigue la muerte de su esposo, Claudio?
“¿Por qué no clama
justicia como nosotros lo hacemos?”.
Advierten un
operativo para bloquear la investigación ministerial, presiones a la
Procuraduría de Veracruz, incluso amenazas “para que Luz Margarita no declare”.
“Por qué las
autoridades no la obligan a declarar”, se cuestiona.
Por lo pronto,
Cash Luna, líder máximo de la Comunidad de Dios, afamado predicador
guatemalteco, ya dibujó la suerte de su iglesia. Instó a sus feligreses a
seguir al lado de su pastora, Lucy Enríquez, “una magnífica predicadora,
magnífica persona, una gran madre y una gran esposa. Por lo tanto hay que
continuar para adelante esta obra”.
Pastor
controvertido, Claudio Martínez fue para un sector de sus feligreses un santo
que los salvó del pecado, que los libró del alcoholismo, que los alejó de una
vida de odio y les enseñó el camino de la salvación espiritual.
Otros lo vieron
como producto de la mercadotecnia, falso profeta que vivía inmerso en el culto
la personalidad, su imagen y la de esposa en anuncios espectaculares, en
camiones urbanos, en su horario de televisión, en videos, con movimientos
estudiados, como si fuera Cash Luna en el cuerpo de Claudio Martínez, con
sonrisa fresca, pulcramente vestido.
Ostentoso, no era
el pastor que reduce su vida a una condición de humildad, como en la que se dio
la vida de Jesucristo. Su mansión millonaria y sus autos lujosos, hicieron
palidecer a los adinerados de Coatzacoalcos. Pudo construir a todo lujo una
sede para su Comunidad de Dios, entre cuya feligresía se hallan empresarios y
políticos, y trascendía que lo que fue Medicentro, un hospital malogrado de los
años 80, sería el nuevo templo. En unos cuantos años, Claudio Martínez
desarrolló un potencial económico que provocó el recelo de muchos, cristianos,
católicos y no creyentes.
Hay otras
historias en el archivo, su trato personal, sus gustos, sus afanes, sus
obsesiones, los daños colaterales que dejó en el camino, donde ahora escudriña
la autoridad judicial para hallar la causa y robustecer la hipótesis del crimen
pasional, si es que fue pasional.
¿Y si no lo es?
Archivo
muerto
¿Qué impacto
tendrá, políticamente, el crimen del pastor Claudio Martínez? ¿Qué partido y
qué candidato a la alcaldía habría asegurado un buen cúmulo de votos de un
sector de los cristianos? ¿Cuántos pastores habrían comprometido su apoyo al
panista Gonzalo Guízar, que es de la religión pentecostés, y cuántos con el
priísta Joaquín Caballero, como ocurre en cada elección y que luego se traducen
en obras y exención de impuestos municipales? Son preguntas que en las altas
esferas del gobierno de Veracruz se evalúan a raíz del asesinato del guía de la
Comunidad de Dios… De humo le ha pasado a la oposición la relación non-sancta
entre Jonás Rodríguez Salinas y Renato Tronco Gómez. Jonás salió chispado del
consejo distrital de Coatzacoalcos Urbano por su nexos con el ex alcalde
Marcelo Montiel, y ahora en el distrito Coatzacoalcos Rural es la oreja, los
ojos y los labios de Tronco, el candidato a diputado por la Coalición
PRI-Verde-PANAL. Cuentan sus amigos que apenas llegó Jonás Rodríguez al
distrito Coatzacoalcos Rural, Renato dispuso de 100 mil grandes para que el
enlace con el IEV estatal, o sea don Jonás, le filtre toda la información
electoral que le permita neutralizar al PAN y al PRD. Y el PAN y PRD ni
impugnan, ni se inmutan, ni saben si están vivos… Consigna criminal: Que Ciro Félix
Porras ni se pare por ciertas colonias de Minatitlán: puede saber cuándo entra,
pero no se sabe si saldrá entero de ahí. Repudiado por ser un cero a la
izquierda, pero sobre todo por la estela de corrupción, cinismo y arbitrariedad
de su madre, la ex alcaldesa Guadalupe Porras David, el joven Ciro ha
encontrado un clima hostil donde va tratando de pepenar el voto que lo haga
diputado local por Mina. Harto delicado, el asunto ya es tema de las áreas de
inteligencia del gobierno federal, sobre todo desde el día que quemaron posters
con la imagen de Cirito. Cosecha lo que Lu-pilla mayor sembró… Por lo menos
tres errores tácticos de Mónica Robles de HILLMAN y Joaquín Caballero Rosiñol:
traer a Coatzacoalcos a Laura Bozzo; contratarla para que hable de mujeres
golpeadas, y cobrar las entradas. Laura Bozzo representa corrientez y
vulgaridad, y sólo falta que a medio show grite: “que pase la desgraciada
candidata” o le llame “putita” a alguien del público que haya tenido que vender
su cuerpo para hacerse de unos pesos; tocar el tema de la violencia en el
matrimonio es tácitamente retratar la vida de alguna candidata, masoquista
pura, fanática de las felpas que le propina el marido. Traer a Laura Bozo —“Que
pase la desgraciada”— y hacerlo oneroso, cobrable, deja ver en Mónica Robles de
HILLMAN y Joaquín Caballero que lo suyo no es la misericordia ni el sacrificio
por los demás. El tema de la mujer golpeada suena en Mónica Robles de HILLMAN a
obsesión insuperable, atadura al subconsciente… Contoneaba el cuerpo, sacudía
la cadera, se anudaba la blusa dejando al aire el ombligo y la estrecha
cintura. Había lanzado el reto: “Bailo mejor que Shakira”. Y le pidieron que lo
demostrara. Inició la música, tomó el ritmo y comenzó a agitar el cuerpo. Fue
dejando literalmente sin habla a todos. Ocurría el show en la casa del entonces
alcalde Marcelo Montiel, allá por el año 2004, anfitrión del candidato a
gobernador, Fidel Herrera Beltrán. Seguía una pieza y otra y otra. Y así, sin
hacer ruido, conminados sutilmente a irse, se fueron retirando los comensales.
Al final, sólo quedaron dos. Presumir que bailaba mejor que Shakira era una
osadía, pero la trigueña valía lo que decía. Y finalmente lo capitalizó…