José Miguel Cobián | 24
junio de 2014
Tribuna Libre.- Leo
y veo con mucho agrado los comentarios que surgen tanto del Obispo Patiño en la
región de Córdoba, como en el semanario ¨Desde la Fe¨ el principal órgano de
difusión de la Iglesia Católica en México.
En ambos casos se observa una iglesia militante, una iglesia
comprometida con México, y cuando menos, en las declaraciones, preocupada por lo
que sucede en el país y cómo mejorar la situación.
¨Desde la Fe¨ pone el dedo en la llaga en
cuanto a la jerarquía de los problemas del país. Habla claramente de la
corrupción y la compara con un ¨deporte nacional¨. El lugar que le da a su
combate (o más bien a la falta de combate a la corrupción), permite comprender
la importancia que no sólo los católicos, sino todos los mexicanos debemos de
darle a los dos temas que corroen el tejido social del país: La corrupción y la
Impunidad. Bien por este editorial.
La
corrupción todos sabemos que existe, desde aquél que entrega una mordida para
acelerar un trámite, hasta el que entrega un porcentaje del contrato con que
salió beneficiado por alguna dependencia del sector público, o los negocios
ilícitos al amparo del poder. Enumerar los casos de corrupción en los que se
puede ver involucrado un mexicano y sobre todo, el daño que le causa la
corrupción en cada acto de convivencia entre gobierno y particulares o en las
relaciones de los mismos particulares exige un libro con un tamaño similar al
Quijote de Cervantes.
¨Desde
la Fe¨ señala con dedo acusador al sector público, y su falta de auto
vigilancia, en particular reclama que en campaña Enrique Peña Nieto ofreció
combatir la corrupción y a la fecha no vemos el mínimo avance al respecto. Y aquí como en todo, se puede aplicar una
cita bíblica: ¨se observa la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio¨.
Los
que hemos tenido la suerte de acceder a información privilegiada, sabemos de la
enorme amistad que existe entre jerarcas religiosos y políticos poderosos.
Conocemos de primera mano los acuerdos en privado, ¨en lo oscurito¨ que se llevan a cabo. No
sólo previo y durante las campañas políticas, sino también a lo largo de los
ejercicios de gobierno. Y me explico:
Los gobiernos sobre todo estatales y federales
buscan siempre la no agresión de parte de la jerarquía religiosa (no
sólo la católica), y así ofrecen apoyos y amistad a Cardenales, Arzobispos y
Obispos (y uno que otro cura con influencia en la población), a cambio de no
recibir críticas, de que no se azuce a la población en contra de malas
políticas del gobernante, e incluso de recibir críticas suaves en sus
publicaciones y sermones o prédicas.
Pero
es también conocido en México que la propia Iglesia Católica tiene en su seno
muchos casos de encubrimiento, complicidad, corrupción, violaciones a las leyes
humanas y al derecho canónico, y sin embargo, no pasa nada.
Se
sabe de agrupaciones religiosas (para no hablar exclusivamente de la Iglesia
Católica), que le lavan el cerebro a sus files, e incluso se ha sabido de casos
en los que la desmedida ambición, ha provocado pérdidas de patrimonio, pues
algunos fieles venden hasta su casa habitación, para dársela a Dios (entiéndase
a sus pastores y ministros pues Dios no toma dinero en sus manos), ante la
promesa de que ¨Lo que le dieres a Dios, Él te lo multiplicará diez
veces¨.
Tiene
toda la razón el semanario ¨Desde la Fe¨ en reclamar un combate real a la
corrupción e implícitamente a la impunidad, en el seno de los tres niveles de
gobierno y los tres poderes. Falta que se ponga el ejemplo con la misma mano
dura que debiera de existir afuera, para que en el propio seno de la Iglesia
Católica se combata la corrupción y la impunidad. Impunidad que es de todos
conocidos ha ejercido desde el Cardenal Norberto Rivera protegiendo a su
sobrino, y muchos obispos protegiendo a sacerdotes que han cometido diversas
faltas tanto del fuero común como del fuero eclesial.
Cambiando
de tema, llama la atención que Arturo Jaramillo Palomino delegado provincial de
Veracruz Norte del Supremo Consejo de México, (Uff, que nombre tan largo),
mezcla verdad con mentira en sus declaraciones al visitar Córdoba, a un
congreso masónico de grados filosóficos.
Jaramillo
afirma que las reformas han perjudicado a los mexicanos y que la mayoría no
está de acuerdo con ellas. Afirmación que es muy fácil conceder. Y hasta aquí podemos decir que habla con la
verdad. En la segunda parte de su
afirmación sobre las reformas estructurales, afirma (sin probar) que las
reformas son impuestas desde el extranjero. Es decir, deslinda a los mexicanos
que abusan de los mexicanos, para definir que los mexicanos somos buenos
(todos) y que los extranjeros son los malos que nos imponen todo. Como si México fuera menor de edad, y
fácilmente influenciable.
Esa
historia de que todo lo malo que le pasa a México viene del extranjero, es la
mejor justificación para la irresponsabilidad histórica, el chambismo y la
mediocridad que ha caracterizado el desarrollo de nuestro país.
Para
quien esto escribe está muy claro que los mexicanos somos los responsables de
nuestro propio destino. Buenas o malas, las reformas estructurales las propone
y las aprueban mexicanos. No hay órdenes exteriores. Y si hubiera presiones,
que cobardía aceptarlas en perjuicio del pueblo de México. Incluso si hubiera amenazas para aprobarlas,
los mexicanos hemos demostrado que podemos luchar y vencer, hasta a las
potencias. No olvidemos que Juárez luchó
contra Francia y Maximiliano por defender la soberanía de México, y eso en
contra del Emperador Maximiliano quien fue nombrado por la logia escocesa de
Veracruz masón grado 33 a días de haber llegado a Veracruz.
Así
que si hay sometimiento es de mexicanos. No debemos eludir nuestra
responsabilidad histórica asumiendo que los malos son los extranjeros y los
buenos los nacionales. México es de los
mexicanos y nosotros tomamos nuestras decisiones, asumimos los costos y los
beneficios de actuar o no actuar, e incluso de asumirnos como responsables de
nuestro destino, o simples espectadores de lo que supuestas potencias
extranjeras deciden por nosotros.
Estamos en el siglo XXI, hay que hacer avanzar en nuestras cabezas doscientos
años de historia transcurridos.