José Miguel Cobián | 28
julio de 2014
Tribuna Libre.- A muchos pequeños empresarios nos tiene muy
molestos la reforma fiscal, y esto porque a pesar de lo que se hable de
simplificación administrativa, ahora tenemos más complicación para atender lo
que la ley fiscal solicita que hagan los mexicanos.
Estoy
de acuerdo en que la mayoría de los mexicanos, ¨hacíamos como que pagábamos
impuestos y el gobierno también hacía como que los aplicaba en beneficio de
nosotros¨. Pero la realidad es muy
distinta. Lo asalariados de este país
cargaban sobre sus espaldas el 48% del gasto público proveniente de ingresos
fiscales. El resto, las empresas, los
profesionales, los técnicos, etc., prácticamente no pagábamos impuestos.
La
reforma fiscal, no fue tan grave desde el punto de vista del evasor fiscal,
como la aparición de la ley contra el lavado de dinero, que a fin de cuentas,
considera como dinero ¨sucio¨, cualquier dinero que no provenga de sus ingresos
fiscales declarados. Esa ley es la que
verdaderamente reduce un poco la evasión fiscal, pues ahora, los grandes empresarios
no podrán mover sus millones libremente, y tendrán que escoger entre pagar
impuestos o correr el riesgo de que les roben ese dinero que sólo podrán tener
bajo el colchón y en efectivo.
Hasta
aquí, desde el punto de vista de justicia tributaria, está muy bien que cada
vez haya menos mexicanos posibilitados de no pagar impuestos. Todos deberíamos de pagar, y con ello,
deberíamos también tener mejores servicios públicos.
Y
aquí es dónde el inicio de mi aplauso al secretario de hacienda, se reduce a la
nada. Mientras el Sr. Videgaray cumple
con su función de manera excepcional, pues su obligación es recaudar más dinero
para las arcas públicas, y vaya que lo cumple a cabalidad. (Las cifras de
recaudación muestran en general incrementos significativos). Nos falta la otra parte de la ecuación para
que todos vivamos felices.
Esa
parte es la que le corresponde al gobierno en turno, municipal, estatal, o federal, y desgraciadamente, allí seguimos
sin el mínimo control. Los medios de
comunicación están llenos de información de presidentes municipales que usan
las arcas públicas como si fueran particulares, con sueldos muy por arriba de
lo que ganarían si trabajaran en el sector privado o en sus empresas, y si a
eso le añadimos que en los gobiernos estatales y federal, también observamos
una actitud patrimonialista de lo público, nos damos cuenta de que tener
siervos que paguen muchos impuestos, sólo sirve para empobrecer más a un país
ya de por sí en crisis económica.
Los
servicios que proporciona el estado son una broma. O acaso usted considera que la cobertura
universal de salud es verdad, o que la seguridad pública que le proporciona el
estado es la mínima en una sociedad civilizada. O quizá piensa usted que las
carreteras, caminos y calles son los que merecemos dado el importe de lo que
pagamos por ellas. Y así, siga usted. La procuración de justicia sigue siendo
una anécdota y no una realidad. El poder judicial sigue siendo subastado al
mejor postor. Los ciudadanos no tenemos
ni siquiera un organismo íntegro que vigile la actuación de los servidores
públicos, lo cual convierte a la corrupción, a la impunidad y al apropiamiento
de recursos públicos en deportes nacionales.
Entonces,
quizá el hecho de que ahora paguemos más impuestos genere el resultado ansiado:
Que nos convirtamos en ciudadanos, y comencemos a exigir nuestros derechos, los
bienes y servicios que proporciona el estado tendrán que ser de calidad. Ya no más bacterias en los quesos que
consumen nuestros hijos, ya no más irresponsabilidad y despotismo en el trato a
cualquier mexicano.
Esta
sería una opción, un primer escenario en el cual todos saldríamos ganando. Pero parece un sueño utópico, porque los
ciudadanos no exigimos, vemos la corrupción e impunidad como algo inherente a
la naturaleza del mexicano, vemos la tranza como virtud y la practicamos tirios
y troyanos con singular alegría. Esto
nos lleva a una segunda opción: La de un país sumiso, hundido en la pobreza,
con una clase media cada vez más pequeña, y con sectores cada vez más grandes
de la población apenas subsistiendo, en línea con un enorme incremento en la
violencia social y el atacarnos los unos a los otros. Mayor sumisión y mayor riqueza para las
clases altas.
El
tercer escenario, es que ante la desesperación de las masas, algunos huyan al
extranjero, pero ante el cierre de la frontera norte, el país será cada vez más
una olla de presión dispuesta a estallar, pues esa presión, la social, hará que
volvamos otra vez a épocas de violencia que considerábamos superadas. Una nueva revolución, la posibilidad de que
algunos estados del norte se separen de los Estados Unidos Mexicanos, formando
una república independiente, y quizá un violento conflicto social, similar a la
revolución de 1910.
Hasta
dónde vamos a llegar, en mucho depende de las políticas del gobierno, pues no
basta con buscar crecimiento económico (el cual no hemos logrado 2.4% fue la
última estimación conocida para 2014).
Lo verdaderamente importante es lograr una sociedad más equitativa,
dónde los que más tienen no tengan tanto, y los que tienen nada o muy poco,
logren tener muchísimo más.
Y
para ello, habrá que aplicar la ley, no sólo a los contribuyentes, cautivos o
no, sino también a aquéllos que malgastan y malbaratan el dinero de los
contribuyentes.
Por
último, un aplauso a nuestros genios financieros, quienes seguros de la
absoluta nula memoria y ausencia de capacidad de análisis del pueblo de México,
se aprovechan y deciden que ahora, un
mexicano que gana un salario miserable, tendrá que aportar impuestos para que
los grandes beneficiarios de la corrupción en CFE y en PEMEX gocen de sus
pensiones vitalicias de decenas o miles de pesos…
Paradojas
de nuestro kafkiano país… Mejor hubiera sido investigar si son beneficios
obtenidos por el sindicato de manera ilegal y proporcionar ingresos
equivalentes a los de todos los mexicanos.
Pensión igual para todos debiera ser la opción, y vería usted el
esfuerzo por elevar las pensiones de todos, no nada más de unos cuantos
privilegiados.
Pero
no, no pasará nada, y usted y yo, y sus hijos y los míos y sus nietos y sus
bisnietos y demás descendientes, tendrán que pagar las pensiones por un millón
de millones de pesos a CFE y PEMEX, ya que las empresas no lo pueden pagar, y
en lugar de declararse en quiebra, por obra y gracia de nuestros diputados
federales, le pasan esa deuda al país, al convertirla en deuda pública.