José Miguel Cobián | 06
Diciembre de 2014
Tribuna Libre.- Los mexicanos no tenemos mucha idea de las
reglas de convivencia social, pero las que suponemos o consideramos como
ciertas, las defendemos a capa y espada, llegando a extremos ofensivos cuando
alguien comete lo que consideramos una falta, en lugar de una corrección
inteligente y amable, como se acostumbra en los países civilizados... Claro, tengo muy claro que México no es un
país civilizado, antes de que alguien me reclame al respecto.
Hoy tuve una situación que raya en lo
divertido si no la consideramos como algo cotidiano de nuestra sociedad. En un cruce de uno por uno, estaba una bicicleta
tipo triciclo, y una camioneta detrás de ella.
Yo estaba enfrente, y me correspondía permitir el paso a uno de los
vehículos enfrente de mí. En mi lógica,
una bicicleta tipo triciclo, vale lo mismo que una motocicleta, una bicicleta
normal o un automóvil. En la lógica de
la conductora del vehículo que estaba enfrente de mí, parece que no es así.
Lo interesante de la historia, es que acorde
a lo que yo consideraba correcto, y respetando el uno por uno, dejé a la
bicicleta tipo triciclo con área de carga al frente, pasar por el lugar en
mención y de allí arranqué mi vehículo pues la base del uno por uno es que pasa
uno de allá y luego uno de acá, y como para mí el de allá había sido la
bicicleta triciclo, le tocaba al de acá que era yo.
Curiosamente la señora que manejaba la
camioneta detrás del triciclo es conocida mía, y me hizo señas como si fuera yo
un extraño, reclamando que era su turno.
Yo que había avanzado un trecho, consideré la posibilidad de estar
equivocado y me detuve, no sin antes señalarle por el parabrisas, que acababa
de pasar el ¨uno¨ de su lado, en la persona del hombre de la bicicleta
triciclo.
Las cosas no hubieran pasado a mayores, pero
al momento de cruzar junto a mí, yo bajé la ventanilla para saludarla, y lo que
recibí fue un comentario de su acompañante diciendo: ¨a como eres pendejo
Cobián¨. Me molestó mucho el comentario del joven, a quien en ese momento
consideré más pendejo que yo, porque no entendía que el uno por uno es uno y
otro, no dos de un lado y uno del otro. Y de inmediato le grité: ¨bájate puto, dímelo
en mi cara¨. Lamentablemente o para
bien, la señora conocida al volante de la camioneta, no se detuvo sino que
continuó su camino, y yo me quedé con el entripado, pero también con la duda de
quién había sido el causante del desaguisado.
Llamé por teléfono al delegado de tránsito
local y le pregunté, sin explicar el motivo de mí duda. El delegado me dio la razón a mí, al
explicarme que una bicicleta, una motocicleta, una bicicleta-triciclo, etc.,
tienen el mismo valor como vehículos como un automóvil o un camión. Es decir, en el caso de una bici y detrás de
ella un auto, pasa la bici, se cede el paso, y luego pasa el automóvil. De ahí, obtuve la satisfacción de saber que
en realidad, el pendejo era el joven y la señora simplemente desconoce las
reglas de tránsito, pero ambos defendieron algo que consideraban correcto. Pero, el comentario del jovencito, impropio,
considerado como falta de respeto pudo provocar un daño mayor en una circunstancia
sin la menor importancia.
La
moraleja que obtuve, es que así como hoy, en muchas ocasiones las personas
defienden de una manera agresiva algo que consideran correcto sin saber que es
incorrecto, por ignorancia o desconocimiento de las leyes y reglamentos. Siempre es importante que haya una
autoridad que defina quién tiene la razón y quien no la tiene. Una situación
intrascendente puede pasar a convertirse en tragedia si en ninguna de las partes cabe la prudencia. El joven seguramente quiso quedar bien y
sentirse caballero andante en compañía de la señora, sin saber que su
comportamiento vial era equivocado. Y en
mi caso, harto de estar manejando en medio de un tráfico insoportable, no tuve
la paciencia de soportar la pendejada de un pendejo, cuando en México, todos lo
somos en algún momento y todos estamos rodeados de ellos…
Comprendo a los traileros que pelearon contra
maestros que bloqueaban una carretera, y no sólo eso, me extraña que no haya
habido muertos y más violencia, pues ante la situación de hartazgo de la
población, ya pocos son los que aguantan abusos ya sea de la autoridad o de
otros ciudadanos. Esta situación me
hizo ver también que ante la falta de procuración y administración de justicia
en México, es normal que cada quien busque hacer justicia por su propia mano,
al no existir un árbitro o mediador que resuelva los conflictos entre
particulares, ya que las procuradurías y los juzgados están podridos de
corrupción. Y sobre todo, como una
chispa puede provocar que un joven le falte al respeto a una persona mayor a
quien conoce desde hace años, y que esa persona mayor esté dispuesta a partirle
la cara a un joven a quien conoce desde hace años, por esa misma falta de
respeto. Lo cual muestra que la
tolerancia no es una virtud en nuestra sociedad, ni tampoco los valores y el
respeto a los demás.
El hecho en sí no tiene la menor importancia,
salvo lo que refleja de nuestra propia sociedad. Pues no es un hecho aislado,
sino que ese tipo de actitudes existen continuamente en las relaciones
sociales, personales y de negocios en México.
Lo que antes era arreglado con una sonrisa condescendiente, y un
comentario en privado, hoy puede llegar hasta el derramamiento de sangre y violencia,
pues la situación económica, política y social nos tiene a todos al borde (no
de un ataque de nervios), sino de la más absoluta desesperación, al ver que día
con día, todo empeora, en lugar de mejorar.
Me dirás que porque comparto la
historia. Primero para que el joven la
lea y sepa quién fue el pendejo, y en segundo lugar para que sepa que consideré
su comentario e investigué si tenía él o yo la razón, y en tercer lugar para
que los automovilistas sepan que cualquier vehículo que ocupe un espacio en el
arroyo (calle), cuenta para el uno por uno, más allá del criterio personal o la
costumbre de cada aldea de este país.