Tiempos de decisiones ¿Quién para la de dos?
Edgar Hernández Premio
Nacional de Periodismo
| 30 marzo de 2015
Tribuna Libre.- En 1986 cuando
Fernando Gutiérrez Barrios llega a la gubernatura veracruzana bien sabía que
solo sería por dos años.
El secretario de
Programación y Presupuesto, Carlos Salinas de Gortari, empujado por su padre,
don Raúl Salinas Lozano y con la asesoría de don Fernando, quien visionó con
toda antelación que este joven de ideas neoliberales y con ganas de cambiar la
forma de gobernar sería el elegido del presidente Miguel de la Madrid, le
entregó la preparación correspondiente en la más absoluta discreción y
secrecía.
Como debe ser la
política.
Cual don Corleone,
el hábil veracruzano lo preparó para la lucha por el poder “la política la
hacen los hombres no las damas de la caridad”, sus consejas eran de cara al
brutal desgaste del gobierno sumido en la corrupción tres sexenios atrás.
Encuentros
privados y cada martes una tarjeta amarilla que portaba cual tesoro Juan Manuel
Abal Medina, era puesta sobre escritorio del esmirriado Carlos Salinas.
Ya desde Caminos y
Puentes Federales don Fernando venía trabajando con un staff de experimentados
políticos sobre el proyecto de Salinas sin descuidar el solar jarocho desde
donde le operaban Dante Delgado, Ramón Ferrari, los chavos representados por el
“pollo” Pérez Fraga, el sabio Eduardo Thomae y el Willy. Rebeca Arenas, desde
el DF, también participaba. Pancho Mora enriquecía, don Paco Berlín asesoraba
en lo jurídico y Pepe Robles se la jugaba con el hombre.
En esa tesitura el
político que sabía los secretos de los políticos “la política marea y a los
tontos enloquece”, quien tenía no un archivo secreto en su casa que pudiera ser
saqueado por los enanos enemigos, sino una mente brillante, a su arribo al
Palacio de Gobierno de Xalapa, reunió a su grupo de interés, buena parte
colaboradores del gobierno ya que todos los huevos no los tenía en una sola
canasta.
Ahí ante Dante,
Jorge Uscanga, Raúl Ojeda, Poo, Augusto Ponce, Méndez de la Luz, Córdoba Lobo,
García Mercado, Guillermo González Díaz, Susana Torres y Dionisio Pérez Jácome,
entre otros, planteó para su reflexión y aportación de ideas, cuál sería el
camino que escogería su efímero gobierno.
“¡O nos vamos por
un gobierno de obra pública o por uno de papel periódico en donde prime la
política!”, planteó.
Solo dos obras,
acaso tres, de relevancia deberían distinguir a su gobierno: la carretera a
Alto Lucero, demanda añeja, el CEM y de manera incipiente el Colegio de
Veracruz, no más.
Todo lo demás
sería política y más política utilizando la más poderosa herramienta para el
ejercicio del poder, los medios de comunicación.
Corriendo el
gobierno y ya con el destape encima, un año antes, el gobernador Gutiérrez
Barrios –siempre discreto, siempre institucional, impecable no solo en el
vestir, sino en el modo de expresión política (la forma es fondo) se planteó
para sí mismo el proceso sucesorio de Veracruz de la mano de un legado que
todos los días construiría “tal vez no soy el más inteligente, pero sí el más
tenaz”.
Siempre
respetuoso, institucional y forjado en el frio acero de la disciplina militar y
política –capitán retirado y autodidacta de la política que sale del Colegio
Militar para incorporarse al equipo de seguridad del presidente Miguel Alemán-
empezó a tejer ese entramado sucesorio.
Ello de tal suerte
que ya para cuando Salinas quedó como presidente electo y recibió la formal
invitación para incorporarse al gabinete como Secretario de Gobernación,
consultó “¿Quién dispone quede en Veracruz, señor Presidente (electo)?”
Fernando Gutiérrez
Barrios, el segundo hombre más poderoso del salinato –al arranque- recibió por
respuesta: “¡Usted es el responsable de la plaza, así que usted me responde por
Veracruz!”.
De meses atrás don
Fernando ya se lo había planteado consigo mismo sobre quien lo sustituiría, por
quien decidirse “a quién elegir como sucesor que es el acto más importante de
todo gobernante”, decía. “Es un acto de reflexión que se debe tomar en la
soledad”, apuntó en sus memorias solo platicadas, nunca escritas.
Así con la
antelación política inició un sondeo de opinión –las encuestas no existían-
para recoger el pulso de la opinión veracruzana. Para ello acudió a los más
influyentes columnistas del momento –cuyos nombres se obvian en este espacio-
para que expresaran el propio sentir de la clase política y los grupos de
poder.
Antes, empezó a
sondear entre los de su clase, el PRI, los presidentes municipales, los líderes
regionales, los veracruzanos del DF y desde luego hurgar el
comportamiento político de los aspirantes en sus anteriores responsabilidades
públicas. Cero meterse con la vida privada que aun cuando les sabía todo era en
tema que no utilizaba como arma de destrucción.
Raúl Ojeda Mestre
y Dante Delgado Rannauro arrojó el primer muestreo.
Don Fernando
siempre había simpatizado con Fernando Córdoba Lobo, pero sus devaneos lo
perdieron; Fidel y Miguel Angel estaban muy atrás de la fila sobre todo para
don Fernando que era un ortodoxo; Manuel Ramos Gurrión era de otra línea y
Porte Petit nomás no penetraba en Veracruz.
Así se inicia la
disputa, la puja donde Raúl y Dante sacan a relucir sus mejores armas. Finanzas
contra política; política contra finanzas, ambos con reglas de juego.
No se podía meter
la mano al cajón.
Eso estaba
prohibido, menos para fines personales o propagandísticos. “Tomar dinero
público es delito. Pídamelo y se lo doy”, decía a sus colaboradores este
caballero de la política quien jamás profirió palabra altisonante alguna, jamás
puso apodos a nadie, nunca oso tutear salvo a sus cuatro amigos y a Dante por
lo chavo que estaba. Todo mundo le hablaba de usted salvo Luis de la Barreda y
Armando Félix Contreras, compañeros de arma del Colegio “cuando tienes el poder
debes de mantener distancias”.
Para este hombre
hoy despreciado por el poder después de haberle servido por más de cuatro
décadas, la institución era lo más importante “cuando representas a tu pueblo
siempre debes de estar acompañado por la bandera, el escudo y la imagen
presidencial, son los símbolos de la república”.
Don Fernando decía
que en política siempre hay que estar, siempre.
No te puedes
despegar y ya cuando estés adentro no salgas. “Yo, perdonando la inmodestia,
soy como la humedad… ya dentro para sacarme va a estar difícil”, por ello el
día en que a Salinas se le deshizo el país en sus manos por ese afán
reeleccionista –que don Fernando lo impidió con sus admoniciones juaristas- se
retiró del aparato para siempre.
“¡Con el aparato
no te puedes pelear, el aparato mata!”, decía.
El aparato,
sin embargo, lo mató.
Pero retomando, en
la víspera de la toma de posesión del presidente Carlos Salinas, a sucederse el
primero de diciembre de 1988, el gobernador Fernando Gutiérrez Barrios llamó a
su secretario de Gobierno para informarle que “el señor presidente ha tenido a
bien depositar en sus manos la más alta responsabilidad que se puede conferir a
un ciudadano que es gobernar a su pueblo”.
Luego el protocolo
de la visita de Dante al presidente de la república, la trasmisión del poder y
Ojeda Mestre al olvido.
La historia
quedaba escrita.
Tres décadas
después los tiempos cambian, la forma sin embargo, se sigue manteniendo. Para
la sucesión del 2016 y el 2018 y las que sigan sucediendo si el PRI se mantiene
en el poder, habrán de prevalecer en un marco de respeto institucional, la
disciplina y una necesidad de “cambio no para dejar de ser, sino para ser
mejores”.
“¡No sabe usted
como añoro Veracruz. El contacto con la gente, el no depender de una red
telefónica en donde por más alto rango que tengas sigues siendo un burócrata.
Cómo me hubiera gustado servir a Veracruz los seis años, pero en política no es
lo que uno quiere, sino lo que la circunstancia determina”, dijo don Fernando
antes de morir.
Tiempo al tiempo.
Pequeñeces:
Doy las más
cumplidas gracias a los periodistas veracruzanos (a los verdaderos) que me
llamaron para solidarizarse con motivo de la violación de mi vida privada
tras el asalto y robo de archivos y computadoras de mi casa, acompañado de
sospechoso vandalismo y destrucción de bienes; mi agradecimiento a la prensa
nacional y redes sociales que hicieron eco; a los políticos y funcionarios que
me llamaron; a mis amigos y vecinos, así como a directores y dueños de diarios
para los cuales colaboro.
Gracias,
gracias… ¡la vida sigue!..
Pd.- Con
motivo de la semana mayor esta columna dejará de escribirse la siguiente semana