México, D.F. | 25 abril de 2015
Tribuna Libre.- Todas las mañanas,
todos los días las noticias con las que se despiertan los mexicanos están
caracterizadas por las acciones que no tienen mayores consecuencias. Las
amenazas, la intimidación, la arbitrariedad, los ataques, los secuestros, los
actos de corrupción, los asesinatos son cosas a las que casi nos hemos
acostumbrado, actos que sencillamente no son castigados.
Esta idea se ha arraigado de tal manera en la mente de los mexicanos, que está a punto de convertirse en parte de la idiosincrasia de una sociedad que ha dejado de creer en la justicia del Estado.
Esta idea se ha arraigado de tal manera en la mente de los mexicanos, que está a punto de convertirse en parte de la idiosincrasia de una sociedad que ha dejado de creer en la justicia del Estado.
La falta de
seriedad, la indiferencia y el doble discurso político, han generado que la
impunidad se convierta en el único protagonista permanente en la vida del país,
un ciclo que parece interminable, que ha convertido a México en el escenario
perfecto para que ahora las mayores aspiraciones de progreso para algunos
sectores de la población, sean ocupar un cargo público -el que sea-, o
convertirse en parte del crimen organizado, a fin de cuentas, para muchos
ciudadanos, es lo mismo, salvo a algunas extraordinarias excepciones.
El panorama en el
país es gris. México se caracteriza por tener memoria a corto plazo, eventos
históricos donde brilla la justicia por su ausencia. Y esta es una de las
principales causas por las que México junto con Filipinas, Colombia, Turquía y
Rusia, están en la lista de las naciones con los más altos índices de
impunidad.
De acuerdo con el
Índice de Impunidad Global, México debe atender dos principales causas de
impunidad: – La funcionalidad del sistema de seguridad; es decir, no se
necesita invertir más recursos en el número de policías, sino en los procesos
que garanticen la eficacia de los que ya existen. – La estructura del sistema
de justicia.
En este sentido,
el Índice “retrata perfectamente los esfuerzos gubernamentales de crecimiento
del cuerpo policial en México, 355 policías por cada 100 mil habitantes,
cifra que se encuentra muy cerca al promedio de la proporción de policías
que es de 332 por cada 100 mil habitantes”. Pero en caso de
los cuerpos policíacos es más un tema de ética que de número.
El análisis
realizado por la Universidad de las Américas (UDLAP) y el Consejo Ciudadano de
Seguridad y Justicia del Estado (CCSPJP), reveló que la calificación de México
fue de 75.7, y se ubicó sólo por debajo de Filipinas, que tuvo un
porcentaje de 80, mientras que Colombia ocupó el tercer lugar con 75.6.
Aun cuando se han
tratado de implementar diversos programas para combatir la impunidad, la verdad
es que se trata más de un problema funcional, pues es innegable que la
impartición de justicia se ha convertido también en un tema de poder político y
económico.