* Respuesta a los 500 intelectuales y
artistas * Dos semanas antes de la ejecución, Segob alertó *
¿Omisión de la Fiscalía, CEDH y CEAPP? * Salvador Abreu y los poderes
apócrifos * Los Vidal se inconforman * ¿Qué hay en los terrenos de
Grupo Ortiz? * Abisac y Marissa, dos casos * El marcelismo puede
esperar.
Mussio Cárdenas Arellano | 21 agosto de 2015
Tribuna Libre.- Más jodido no
podía estar. Humillado, requerido judicialmente, escucha Javier Duarte,
pasmado, que la Secretaría de Gobernación buscaba a Rubén Espinosa en el DF
para protegerlo por las amenazas recibidas en Veracruz.
Segob alertó a la
Fiscalía de Veracruz, a la Comisión Estatal de Derechos Humanos, a las
organizaciones que presuntamente defienden a los periodistas. Les pedía que
contactaran con el fotoperiodista, que se acercaran y que ayudaran a
incorporarlo al mecanismo de protección a comunicadores.
Sabía, pues, el
aparato duartista que el gobierno federal tenía en sus registros a un
periodista de nombre Rubén Manuel Espinosa Becerril, cuyo exilio se precipitó
por las amenazas, el hostigamiento, el asedio, el espionaje, la vigilancia
cuerpo a cuerpo a manos de los esbirros del gobernador de Veracruz.
Y lo supo dos
semanas antes que al fotoperiodista, colaborador de Proceso y Cuartoscuro, de
la agencia AVC, lo ejecutaran en un departamento, el 401 del edificio marcado
con el número 1909 de Luz Saviñón, en la colonia Narvarte, del DF, la tarde del
31 de julio.
Con Rubén Espinosa
murió la antropóloga, activista social y productora cultural, Nadia Vera Pérez;
la maquillista Yesenia Quiroz Alfaro; la colombiana Milena Virgina Martín,
identificada inicialmente como “Nicole” o “Simone”, y la empleada doméstica
Alejandra Negrete Avilés.
Da así un vuelco
el crimen de la Narvarte, con una revelación insólita, fuera del guión que
había tejido el gobierno de Miguel Ángel Mancera Espinosa, el fabricante de
culpables desde que era procurador en el DF.
Mancera, su
procurador Rodolfo Ríos Garza y todo el aparato judicial, centraron el caso en
las hipótesis del robo y la droga. Filtran información a medios de comunicación
afines, sembrando de minas el caso, así sea violando la secrecía ministerial,
soltando detalles y generando corrientes de opinión cuyo propósito ha sido
criminalizar a las víctimas, propiciar que se diga que tenían malas compañías,
que eran drogadictos y prostitutas, y que si fueron asesinados, se lo merecían.
Así se conducía la
Procuraduría capitalina, sin atender la hipótesis de que a Rubén Espinosa lo
hubieran asesinado por su trabajo periodístico, por las fotografías en que
revelaba la brutalidad policíaca contra movimientos sociales, la represión
contra manifestantes, el caso de los ocho alumnos de la Universidad
Veracruzana, agredidos a mansalva por un grupo parapolicíaco, presuntamente al
servicio del secretario de Seguridad pública, Arturo Bermúdez Zurita, que los
tundió a golpes con bates de beisbol, palos con clavos, machetes y armas
largas, la madrugada del 5 de junio.
En el haber
periodístico de Rubén Espinosa se hallaba aquella otra madrugada, la del 13 de
septiembre de 2013, cuando un grupo policíaco desalojó la Plaza Lerdo, frente
al palacio de gobierno, en Xalapa, a punta de macanazos, golpe de escudo,
bastones eléctricos, balas de goma y armas. Echaba de ahí a maestros y
defensores de derechos humanos que protestaban contra la reforma educativa.
Los largaba para
permitir que dos días después Javier Duarte diera el Grito de Independencia.
Reprimir para consumar la gesta cívica.
Nada de eso
atendía la Procuraduría mancerista. Repetía que no se descartaba ninguna línea
de investigación. Pero en los hechos, y en sus actuaciones judiciales, y en el
expediente, ni remotamente se seguía la pista de la ejecución por el trabajo
profesional de Rubén Espinosa y, por supuesto, menos las amenazas que lo
hicieron huir de Javier Duarte.
Apenas y atendía Mancera
la protesta de periodistas, intelectuales, artistas, defensores de derechos
humanos, ciudadanos colombianos que exigían que no estigmatizara a Mile
Virginia Martín, de quien la Procuraduría del DF filtraba que era
narcomenudista y que fue el objetivo de los sicarios, previa violación,
estrangulamiento y finalmente el tiro de gracia.
Varió la
indiferencia cuando 500 intelectuales, periodistas y artistas, directivos del
PEN Internacional, una de las agrupaciones más influyentes a nivel mundial,
instaron al presidente Enrique Peña Nieto a centrar a investigar las amenazas a
Rubén Espinosa.
A eso siguió el
editorial de New York Times que pidió a Peña Nieto “repudiar” las advertencias
que hacía Javier Duarte a los periodistas, cuando dijo “Pórtense bien” y llamó
a los comunicadores “manzanas podridas”.
Respondió Peña
Nieto. Lo hizo a través del subsecretario Roberto Campa Cifrián, quien dijo que
los delitos contra los periodistas constituyen atentados contra las libertades
de toda la sociedad.
Mal para Javier
Duarte. Pero le iría peor.
Revela ahora la
Segob que dos semanas antes de la ejecución de Rubén Espinosa había establecido
comunicación con la Fiscalía de Veracruz, la Comisión Estatal de Derechos
Humanos, organizaciones defensoras de los periodistas, a las que les pidió
acercaran al fotoperiodista con la intención de que se acogiera a los
mecanismos de protección.
Campa lo refirió
así en entrevista con Milenio Televisión:
“Se estableció
comunicación de inmediato con las instancias locales, con la Procuraduría de
Veracruz, con la oficina de Derechos Humanos de Veracruz, con las instancias
federales, y también establecimos comunicación con las organizaciones
defensoras de periodistas para advertir que habíamos encontrado esta situación
y para pedirles que se acercaran al periodista para que se incorporase al
mecanismo”.
Eso ocurrió dos
semanas antes. No hubo resultados. El 31 de julio, Rubén, Nadia, Yesenia, Mile
Virginia y Alejandra fueron asesinados en la Narvarte. Según la hipótesis de la
Procuraduría del DF, los mataron tres individuos que perpetraron un robo.
Extraño robo pues dejaron teléfonos celulares, computadoras y hasta la tarjeta
de circulación del vehículo en el que huyeron.
La versión es
descabellada. Y peor: según la Procuraduría, los tres rateros eran novios de
Mile Virginia y Yesenia. Ello, malabaristas y viene viene. Ellas prostitutas.
Novios que según el único detenido, pagaron por tener sexo con ellas.
¿O sea?
Campa agregó:
“(Las
organizaciones) nos dijeron que lo estarían buscando (a Rubén Espinosa) para
tenerlo en el mecanismo y desafortunadamente sucedieron estos hechos”.
Si algo andaba
mal, ahora está peor. Que se sepa, nadie buscó a Rubén Espinosa. Oficialmente
no ha habido una postura, ni de la Fiscalía General, ni de la CEDH, ni de la
Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas. Hubo
omisión.
De ahí que sean
citados como parte de la investigación, Javier Duarte; el secretario de
Seguridad, Arturo Bermúdez Zurita; el presidente de la CEDH, Fernando Perera
Escamilla, y la presidenta de la CEAPP, Benita González Morales.
No se sabe si
movieron un dedo por Rubén Espinosa. Todo indica que no. Fue omisión y hoy el
fotoperiodista está muerto.
Grave predicamento
para Javier Duarte, para su pandilla, para la CEAPP. Si hubieran actuado, si
hubieran tenido un mínimo sentido de humanidad, el crimen de Rubén Espinosa se
habría evitado.
Tendrán que
acreditar a quién recurrieron, qué familiares, amigos o compañeros de trabajo
fueron consultados para conocer el paradero del fotoperiodista y qué respondió
Rubén Espinosa a la intensión de Segob de incorporarlo al mecanismo de
protección.
Ha servido la
presión internacional. PEN Internacional, PEN America Center, los 500
intelectuales, periodistas y artistas, el New York Times, dimensionaron el
crimen y obligaron al presidente a no ser cómplice pasivo del gobernador de
Veracruz, a repudiar las advertencias de Javier Duarte.
Si se trata de
salvar el pellejo, Enrique Peña Nieto salva el suyo, no el de Javier Duarte.
Mancera puede
seguir con la pista del robo y la droga. Ahora se sabe que la pista de las
amenazas apunta a Veracruz. Y que es la más sólida.
Vuelco insólito
que tiene a Javier Duarte a un paso de la renuncia.
Más jodido no
podía estar. Lo humillaron. Lo hicieron declarar, así haya sido pactado, una
farsa, pero lo requirieron judicialmente. Y luego la respuesta peñista a los
500 intelectuales, la presión mundial, en que categoriza los crímenes contra
los periodistas como atentados contra las libertades de todos los mexicanos.
Faltaba algo.
Revela Segob que pidió a dependencias del duartismo localizar a Rubén Espinosa.
Nadie reportó nada. Quizá ni lo buscaron. Hoy está muerto.
Dos semanas pasivo
el duartismo. Los sorprende el crimen. Y tres semanas después se acogen al
silencio, callan, suponiendo que nadie diría nada. Error.
Segob le imprime
otro cariz al asesinato del fotoperiodista: omisión fatal.
Estaba mal Javier
Duarte; ahora está peor.
Archivo muerto
Su nombre,
Salvador Abreu Herrera. Detentó poderes notariales, realizó operaciones
inmobiliarias, concretó venta de tierras. Don Salvador Abreu, administrador de
la Cruz Roja de Coatzacoalcos, amigo de muchos, la sonrisa para todos, paseaba
por los juzgados y por el Registro Público de la Propiedad. Concretó
operaciones diversas sobre tierras que fueron de Mario Vidal Rivera. Sus
herederos, vía la apoderada legal, Irasema Marinka Vidal Aguirre, sostienen que
el poder de Salvador Abreu fue y es apócrifo. “Nunca se le otorgó poder de
ningún tipo, ni por mi señor padre Mario Vidal Rivera, como de mi señora madre,
Rosa Aguirre Marinque”. Corresponde el comentario a un oficio cursado al
Registro Público de la Propiedad de Veracruz por haber falseado información a
un juez federal en torno al estado que guardan los inmuebles propiedad de la
familia Vidal. Caso explosivo porque los desarrollos inmobiliarios cercanos a
la Universidad Veracruzana carecen de sustento jurídico, gracias a los
trafiques de notarios, empresarios vivales, funcionarios corruptos y jueces sin
escrúpulos. Salvador Abreu, quien detentara poderes notariales con el que
concretó una operación de más de 10 hectáreas, era el administrador de Suites
Mohill, entonces propiedad de los notarios Juan Hillman Jiménez y Francisco
Montes de Oca López... ¿Qué hay en los terrenos propiedad de Grupo Ortiz, calle
y área verde incluida? Cuentan los vecinos de la colonia Ampliación López
Mateos, en la entrada a Coatzacoalcos, que infinidad de chatarra, retazos de lo
que algún día fueron tráilers, torton, camiones de rediles, todo lo que circula
por las carreteras y autopistas del sur del país. ¿Cómo llegaron ahí? Ese es el
misterio... Una incapacidad médica le permite a Abisac Sosa no asistir al DIF
de Coatzacoalcos. Y qué bien. Su condición física no se lo permite. Ahí realiza
tareas de prensa y nutre de información al sistema de comunicación del
ayuntamiento joaquinista. En lo político, sin embargo, tiene claro, definido y
sin una duda, su lealtad al marcelismo. Se le vio en Xalapa, el miércoles 12,
en el Teatro del Estado, atestiguando la toma de posesión de Víctor Rodríguez
Gallegos como nuevo líder del Movimiento Territorial del PRI en Veracruz. Así,
incapacitada y todo, Abisac Sosa fue a cumplir con su obligación política. En
tropel acudía el marcelismo a la entronización, con aires de imposición, del
operador más cercano a Marcelo Montiel, su dueño. Fueron muchos, no así la
subdirectora de Comunicación Social, Marissa Cabrera Férez, cuya presencia
nadie habría extrañado ni añorado pues esa oficina camina sola, cada quien en
lo suyo. Abisac tiene bien puesta la camiseta de su equipo político; Marissa ni
idea tiene de qué es eso...
twitter:
@mussiocardenas