* La candidatura no es obsesión * El fallido
encuentro con Duarte * Los amigos presidenciables * Encarcelar y
que devuelvan lo robado * Yunes Linares revira * Sus bienes y sus
cheques * Javier Duarte y el reclamo de los acreedores
* COFISUR: el fiscal, las cuentas, el embargo que no llegó
Mussio Cárdenas Arellano | 10 septiembre de 2015
Tribuna Libre.- Visita cada mesa
Pepe Yunes y a todos dice que la gubernatura no es obsesión. Si se da bien. Si
el presidente Peña lo bendice, bien. Si los astros se alinean, bien. Pero,
reitera, no es obsesión.
¿Qué exige el
presidente? Quiere ganadores, no candidatos, no aspirantes sin lustre ni
obsesivos sin remedio, que garanticen y no compliquen, que enfrenten el reto de
una elección y un reto todavía peor: rescatar a Veracruz del caos financiero y
la violencia.
Habla y gesticula
el senador. Lo escucha el que puede, unos en corto y otros a la distancia.
Habla de sí mismo, de su proyecto hacia la gubernatura, de Javier Duarte, de
Héctor Yunes, de los amigos de la juventud que hoy son presidenciables, del
Veracruz en quiebra, de la tozudez del gobernador, de las señales que no
interpreta, del 2016 que será la madre de todas las elecciones, del discurso
encarcelador de Miguel Ángel Yunes.
Otras no las dice
Pepe Yunes Zorrilla. Esas corren entre versiones de reporteros y columnistas,
de analistas y directores de medios, unos duartistas otros antiduartistas, que
ese día —agosto 25— se congregan en la quinta Los Alcatraces, en Cinco Palos,
municipio de Coatepec.
¿Valía la pena
reunirse con Javier Duarte? Videgaray aconsejó que sí. Era la tercera solicitud
del gobernador. “El presidente quiere opciones”, habría expresado el secretario
de Hacienda. “Y si Pepe Yunes se resiste no es opción”.
Y llegó el
encuentro. Sería en el DF. Luego el senador veracruzano lo movió al rancho San
Julián, en Perote, el rancho de la familia. Y ahí se habló del desastre
financiero, de la obra cumbre de Javier Duarte, torcido lo que estaba derecho,
enredado lo llano, turbio y oscuro lo que parecía claro.
¿Fue
contraproducente sentarse y hablar con un gobernador que pretende vetar? Yunes
Zorrilla ofertó las llaves del reino. Se abría Hacienda. Se abría Banobras.
Asomaba el crédito salvador, mejores plazos, mejores tasas de interés, la
renegociación para darle tregua a Veracruz, pagar menos cada año y refinanciar.
Javier Duarte fue
desleal. Hablaron los hechos. Difundía el duartismo que ahí se fumó la pipa de
la paz, irrelevante el rescate financiero de Veracruz, o mejor dicho, que se
haría como hasta ahora, con el sello duartista, con la marca del dispendio, sin
variar el rumbo.
Al cuarto día Pepe
Yunes respingó. La deuda es lo crucial. No son los 44 mil millones que dice el
gobernador sino más, mucho más, quizá los 80 mil millones de los que hablan los
académicos de la Universidad Veracruzana y el ex diputado federal panista, Juan
Bueno Torio.
Con las tripas en
la mano, el berrinche en la piel, Javier Duarte dio las gracias sin clase. No
en una llamada privada, no en diálogo en corto, sino en conferencia de prensa,
impolítico, a los cuatro vientos, aquejado por su caos interno. Gracias al
senador pero de hundir a Veracruz me encargo yo.
Se encoge de
hombros Pepe Yunes. Qué más da. Por lo menos el intento se hizo. Cumplió para
ser opción. Quien se resistió fue el gobernador. La puerta de Hacienda quedó
cerrada.
Los amigos de Pepe
Yunes —José Antonio Meade, Luis Videgaray, Ernesto Cordero— son eso, amigos de
toda la vida, amigos fraternos, amigos de juventud, amigos del ITAM. Los de
Héctor Yunes —Don Beltrone y Alfredo del Mazo— son amigos políticos, amigos de
escritorio, amigos de oficina de gobierno.
Pepe Yunes y sus amigos
se dispensan trato personal, jornadas interminables en la casa y con la
familia, las vacaciones en Perote, que es decir Xalapa, Veracruz, Boca del Río,
Coatepec y toda la región. O la visita con esposa e hijos.
“Es otro nivel,
otro tipo de amistad”, dice el senador Yunes Zorrilla.
Obvia la
reflexión. ¿Y la de Héctor Yunes con Beltrones y Del Mazo? Amigos en tareas
partidistas, amigos en Fonacot, amigos donde los ponga el PRI o el amigo del
amigo. No es amistad personal.
Dos de ellos,
Meade y Videgaray, serán finalistas en la sucesión presidencial, amigos del
presidente Enrique Peña Nieto, uno en Sedesol y el otro en Hacienda, uno en la
política social y el otro donde se capta el dinero y se dispensa a granel.
Sea Pepe Yunes o
Héctor Yunes, sobrino y tío, senadores ambos, la elección de 2016 es un volado,
quizá una tumba. Nunca un escenario tan adverso. Nunca tanto rencor social.
Nunca tanto repudio a un gobernador insensato, a un tirano esférico, a un
financiero irresponsable, a un acosador de la prensa crítica, al represor de la
protesta social, al magnánimo encubridor de la pandilla fiel y al artífice de
la impunidad próspera.
Ser candidato no
garantiza el triunfo en las urnas. Quiere el PRI gobernar cuando ha sido el PRI
quien ha acabado con Veracruz. Fidel Herrera inició la quiebra, Javier Duarte
la consumó. El PRI es corrosivo y el PRI seguirá siendo corrosivo. Es la lógica
popular.
Admite Pepe Yunes.
Es el peor escenario, con una deuda moral abrumadora, testigos todos del saqueo
inmisericorde, obsceno, descarado; de la soberbia del duartismo y del cinismo
cuando esgrime que debo no niego, pago no quiero ni puedo.
¿Qué discurso ha
permeado? El de Miguel Ángel Yunes Linares, el diputado federal panista que
promete por encima de todas las cosas encarcelar a Javier Duarte y a su
pandilla. Es el discurso que sacude a la sociedad, que emociona a la plebe y a
los doctos, a la oposición y hasta a los priístas.
Es el discurso con
el que se identifica el electorado, el que ya ganó su voto, el que sacia el
morbo, que invita a la rebelión, que incita al castigo.
Pepe Yunes no
puede ir con un discurso más terso, conciliador. Si lo hace, como Héctor Yunes,
no gana un voto. Y así lo advierte.
Vale el discurso
que promete cárcel para Javier Duarte. Lo demás no cuenta.
Sea Meade o
Videgaray, no quieren a un amigo candidato al gobierno de Veracruz en 2018. Lo
quieren en la gubernatura en 2016 y que comience a operar por dos años, que
alinee alcaldes, que someta diputados, que haga amarres con la oposición.
Aún así, dice Pepe
Yunes que lo suyo no es obsesión. Si se da, bien. Si no, se remite al DF, hace
política en el altiplano, se une al proyecto de sus amigos, los
presidenciables.
¿Se alinearía con
Héctor Yunes? No vacila el senador por Perote en expresar la afirmativa. Ese es
el acuerdo, dice. Es la palabra y la palabra se honra.
¿Y Héctor Yunes se
disciplinaría si no le toca? Pepe Yunes se vuelve una incógnita. Dice que sí
pero con tufo a duda. Es el acuerdo, reitera, creyendo convencer, mientras unos
ríen y otros niegan.
Un día después
—agosto 26— José Antonio Meade se encamina a la candidatura presidencial. Peña
Nieto lo nombra secretario de Desarrollo Social.
Se alinean los
astros para Pepe Yunes. Meade pasó por el gobierno panista de Vicente Fox como
director de Banrural, activando un proyecto que no cuajó en el PAN. Siguió con
Felipe Calderón, siendo secretario de Energía y Hacienda, sin partido, sin
mayor compromiso que el institucional.
Llegó Peña Nieto y
de entre todo el panismo, sólo a Meade proyectó. Primero fue Canciller y hoy es
secretario de Desarrollo Social, la plataforma de Luis Donaldo Colosio para la
malograda candidatura presidencial en 1994.
Algo sabría Pepe
Yunes. Ese día, en Cinco Palos, hablaba de su amistad, de Videgaray, de los
tiempos de universidad, de sus familias, de las vacaciones, del trato
frecuente, de una relación, con Videgaray, con Cordero, con Meade, que va más
allá de la política.
Ese día sonreía
mientras contaba que si se da Veracruz, bien; si no, no pasa nada. Se va al DF
a hacer política, a esperar los tiempos, a trabajar con el equipo al que se
debe, a cuajar la gubernatura cuando los astros quieran.
Hoy, le queda
claro, el discurso es cero tolerancia. Sin ello no hay nada. El discurso es
carcelario. Quienes delinquieron en el duartismo deben pagar. Quien los
protegió y alentó —Javier Duarte— irá a la cárcel. Quien provocó la quiebra de
Veracruz debe enfrentar la ley y regresar lo robado.
Quizá sólo lo
encarcele de palabra, para cosechar votos, para saciar el morbo de los
electores, para colmar los afanes de venganza. Ya en el poder es otra cosa. La
memoria popular es volátil. La sociedad olvida pronto.
El discurso es
carcelario como el del Yunes azul; la suavidad equivale a derrota.
Archivo muerto
Días agrios los de
Javier Duarte. No deja el escándalo por la masacre de la Narvarte, la ejecución
del fotoperiodista Rubén Espinosa, y ya se inmola en nuevos fuegos. Lo agobia
la deuda, los acreedores, la infamia contra los adultos mayores, el conflicto
financiero con la Universidad Veracruzana, los maestros que retan a que paga o
no hay Grito de Independencia, la embestida del empresariado que exige saber
qué diablos hizo con el impuesto del 2 por ciento a la nómina, los que toman
oficinas públicas, los que bloquean carreteras, los que lo acusan en los medios
de comunicación, los que reclaman por los desaparecidos, los que exigen
terminar con el baño de sangre. Cada mañana, al despertar, imagina que la
pesadilla terminó. Pero la pesadilla no es sueño; es su realidad. Es una
hoguera de la que pudo librarse si se hubiera retirado a tiempo, cuando la
bomba de tiempo se activó, no cuando la bomba le estalla en las manos... Ahora
fue Yunes Linares. Responde el diputado federal panista a la imputación de la
pandilla duartista, los 20 legisladores enviados a acusarlo de desvío de
recursos del ISSSTE en el tiempo que fuera su director, de enriquecimiento
inexplicable. Les dice que por lo menos tres de los bufones de Javier Duarte
—Adolfo Mota, Edgar Spinoso y Tarek Abdala— se escudan en el fuero; que la
Auditoría Superior de la Federación nunca le observó por irregularidades en la
adquisición de medicamentos en sus días como titular del ISSSTE; que su
situación patrimonial es pública. “No tengo cuentas de cheques, inversiones, acciones,
bonos, efectivo, metales, ni nada similar ni en Indonesia —dijo— ni en Estados
Unidos, ni en ningún país del mundo; en México tengo sólo cuenta de cheques, no
soy propietario de los lotes 9 y 10 de la manzana 261 del Fraccionamiento Costa
de Oro, en el Municipio de Boca del Río ni de ningún inmueble en el
Fraccionamiento Rincón del Conchal, Municipio de Alvarado”. Agregó: “México y
Veracruz requieren Diputados Federales comprometidos con el cambio. No se viene
a la Cámara de Diputados a defender intereses de bandas o camarillas como la
que gobierna Veracruz desde hace casi dos sexenios”. El siguiente capítulo son
las nuevas denuncias contra Javier Duarte y contra cada uno de los integrantes
del pull de payasos legislativos del gobernador... Félix Jácome era pieza
clave. Halló bienes, cuentas, dinero y muchas cosas más el polémico MP. Había
con qué resarcir el daño a los ahorradores defraudados de Cofisur. Habló y se
salió del guión. Y lo pagó. Fue llevado a Veracruz y ahí, donde el crimen
organizado convive con el poder, donde la ley se tuerce a diario, se quedó. De
los bienes de Cofisur no volvió a saberse, ni a hablarse, cancelada la
posibilidad del embargo para garantizar el pago. Bienes, cuentas, dinero
terminaron siendo repartidas entre quienes urdieron el fraude y quienes lo
encubrieron. Eran los días en que la fidelidad le marcaba el ritmo a Veracruz,
alentada la inversión en financieras y cajas de ahorro, promovida por la
familia política en pleno, por Marcelo, por Joaquín, por funcionarios de la
misma Secretaría de Hacienda. Hoy Cofisur tiene otro destino. La nueva demanda
obligará al gobierno federal a cubrir el pago de más de 20 mil millones de
pesos, superior al caso Ficrea. Y en esa demanda está señalada la omisión y el
dolo de la Procuraduría de Veracruz, deliberado el silencio, sucio el
expediente, fraguado todo para no darle un centavo a los ahorradores
defraudados, Fidel y Duarte hasta el cuello...
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@mussiocardenas