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septiembre 26, 2015

Y un año después, los 43 siguen desaparecidos y el Gobierno de México se queda sin respuestas

*Analistas y observadores dicen que la “verdad histórica” mostró incapacidad o falta de voluntad del Estado mexicano para impartir justicia.


México, D.F. | 26 septiembre de 2015
Tribuna Libre.- El servidor público de mayor jerarquía inculpado por la violencia que derivó en la desaparición de 43 estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa es José Luis Abarca, el Alcalde de Iguala depuesto y hoy preso acusado por delincuencia organizada, homicidio y secuestro. Pero el informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI), en más de una ocasión, menciona que durante las casi tres horas que duraron los ataques –en nueve puntos diferentes–, representantes de los tres niveles de Gobierno tuvieron información sobre los hechos.

Una de las principales fuentes, de acuerdo con el documento titulado “Investigación y primeras conclusiones de las desapariciones y homicidios de los normalistas en Ayotzinapa”, fue el Centro de Control de la Policía Estatal, o C-4, lugar que describe como “una estructura de coordinación y comunicación en la que están presentes representantes de la Policía Estatal, la Policía Federal, la Policía Municipal y el Ejército” y que, esa noche, dice el reporte, estuvo operando, recibiendo reportes y, en gran medida, llamadas que pedían “ayuda” para la población.

Desde las 17:59 horas de ese día, dice el documento, el C-4 de Chilpancingo reportó vía telefónica a la Policía Estatal con sede en Iguala sobre la salida hacia esa ciudad de dos autobuses Estrella de Oro con estudiantes normalistas, los cuales realizarían actividades de boteo y de toma de camiones previas a la marcha del 2 de Octubre a la Ciudad de México; actividades, dice el reporte, que fueron también monitoreadas por el C-4 de Iguala.

“Los normalistas que llegaron a la Central fueron también monitoreados por estas instituciones a través del C-4. Además, miembros del Ejército en sus declaraciones ante la PGR señalan la vigilancia y la información que tenían sobre ellos. Tanto el teniente JG, como el comandante JRP señalaron la fluida comunicación establecida mediante el C-4, en la que se iban monitoreando los movimientos de los normalistas”, dice el documento.

“Por ejemplo, según el teniente JG, aproximadamente a las 21:00 horas el responsable del C-4 por parte de los militares, el sargento C, informó que los normalistas habían ido a la Central de Iguala, tomado autobuses y lanzado piedras, información proporcionada también al comandante del Batallón 27 y a la Zona militar 35. El comandante Rodríguez también declaró que estaba al tanto del robo de autobuses en la Central y del destrozo en un autobús. A través de ese sistema, el resto de las fuerzas policiales señaladas estaban al tanto de esos movimientos”, agrega.

El grupo de expertos acreditó no sólo el monitoreo de las actividades de los estudiantes por parte de las diferentes fuerzas armadas de los tres niveles de Gobierno, sino también la presencia de éstas, al menos “observando”, en escenas de ataques que terminaron con la desaparición de los estudiantes.

“Además de la policías municipales de Iguala y Cocula que fueron los directos agresores, en las dos escenas de Juan N. Álvarez y el Palacio de Justicia de donde fueron detenidos y desaparecidos normalistas, hubo presencia de agentes del Ejército, de la Policía Federal y Ministerial en distintos momentos. Tras la detención de los normalistas una patrulla del Ejército visitó la comisaría de barandilla donde aparentemente habría sido llevado un grupo de normalistas detenidos, y posteriormente la misma patrulla se dirigió al Hospital Cristina donde se habían refugiado un grupo de normalistas sobrevivientes y uno de los heridos graves”, dice el apartado titulado Presencia de agentes de diferentes fuerzas de seguridad o Ejército que observan los ataques.

“Diferentes testigos señalan la presencia de Policía Federal en el escenario del Palacio de Justicia en dos momentos diferentes y también de Policía Ministerial según los normalistas, otros testigos y policías municipales; de Policía Ministerial en el escenario de Juan N. Álvarez, según algunos policías ministeriales; y agentes de Inteligencia del Ejército en el escenario de calle Galeana (salida a Juan N. Álvarez) y del Palacio de Justicia, según reportes y declaraciones de miembros del Ejército; de Policía Ministerial en el escenario de persecución a normalistas en la Colonia Pajaritos, según el testimonio de dichos sobrevivientes”, agrega el mismo apartado.

En el subtítulo “Tiempo en que se desarrolló la acción”, el GIEI destaca la “coordinación” entre los perpetradores que permitió sumar al menos dos cuerpos policiales de dos ciudades distintas (Cocula e Iguala) en diferentes lugares: “Tuvo cerca de una hora de duración en cada lugar y se llevó a cabo de forma coordinada y simultánea, a veces incluso con la participación en los dos lugares de los mismos agresores, una parte de los cuales se dirigieron a reforzar el escenario del autobús, detenido frente al Palacio de Justicia. Testigos señalan la presencia de Policía Estatal y /o Ministerial en ambos escenarios, y una Patrulla Ministerial en la persecución posterior en la colonia Pajaritos y colonia 24 de febrero de un grupo de sobrevivientes”.

El documento también plantea que los integrantes del 27 Batallón de la Secretaría de la Defensa Nacional tuvieron conocimiento de que los jóvenes normalistas fueron detenidos por la Policía Municipal de Iguala y, también, que no estaban en la comandancia.
“¿Qué hicieron con esta información? ¿Qué acciones urgentes tomaron? ¿Informaron en ese momento a las más altas autoridades del Estado? ¿Qué instrucciones recibieron? En caso contrario, ¿Por qué no informaron? ¿Por qué manejaron información restringida en el C4 esa noche? –cuestiona el reporte–. Estas eran parte de las preguntas que el GIEI deseaba hacer a los miembros del 27 Batallón y son parte de las indagaciones que hasta la fecha no ha realizado la PGR”.

¿FUE EL ESTADO?

La aparición de elementos policiacos municipales como perpetradores directos en la masacre de estudiantes normalistas de Guerrero evidenció, una vez más, la participación de diferentes fuerzas del Estado mexicano en la comisión de hechos criminales. Una consigna acusando al sistema de instituciones de aplicación de la ley apareció en octubre de 2014 en el Zócalo, durante una manifestación a un mes del crimen: “Fue el Estado”.

Un año después, el GIEI documentó no sólo el monitoreo y la presencia de agentes armados de los otros dos niveles de Gobierno en diferentes puntos que terminaron con la desaparición de los normalistas, sino también, y como ha sido ampliamente difundido en los medios, la desviación de la investigación de la Procuraduría General de la República. Una de las principales deficiencias de esta indagatoria, de acuerdo con los expertos internacionales, es la afirmación de que los 43 víctimas fueron incinerados masivamente en un basurero de Cocula por un grupo del crimen organizado.

“Si la consigna y la afirmación de que fue el Estado se refiere concretamente a los asesinatos, a los atentados con armas de fuego, las persecuciones y la desaparición forzada de 43 personas, entonces lo que esa afirmación exige es justamente una revisión detallada de todos esos niveles de complicidad, porque la versión oficial es justamente que ‘fue el narcotráfico, el crimen organizado’, pero los hechos no apoyan esa tesis, salvo que el Estado sea el principal grupo de crimen organizado y narcotráfico”, dice el periodista John Gibler, cuya investigación en Iguala encontró, antes que el GIEI, la existencia de un quinto camión con estudiantes que fue borrado de la investigación de la PGR.


“Pero, otra vez, no hablamos de una cosa espontánea, o posiblemente resultado de una confusión de identidad, porque hay demasiada complejidad y coordinación en el operativo de los hechos; es decir, nueve diferentes escenarios, muchas horas, diferentes corporaciones de policía, tienen que platicar entre ellos en persona, por radio, por teléfonos porque hay ataques simultáneos en diferentes partes de la ciudad y fuera de la ciudad. O sea el grupo armado que disparó contra Los Avispones estaba en posiciones de tiro esperando un camión a 15 kilómetros de la ciudad; (quiere decir que) tenían órdenes. Yo entrevisté a uno de los sobrevivientes que me dijo que escuchó textual, después de muchas ráfagas, decir uno a otro, afuera del camión ‘ya la cagamos comandante, son futbolistas’. Eso, ¿qué implica? Que había una orden de atacar a normalistas, pero cuando se dan cuenta de que era un equipo de futbol hasta ellos mismos dijeron ‘la cagamos”, agrega el autor, cuya investigación es un nuevo libro que recoge los testimonios de los sobrevivientes, testigos, estudiantes y familias de los 43 desaparecidos. (SinEmbargo).

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