Ángel Rafael Ramírez Alarcón | 30
noviembre de 2015
Tribuna Libre.- En el marco del Primer Coloquio Nacional de
Filosofía organizado por la Asociación Filosófica de México realizado en la
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo en 1975, Enrique Dussel,
Francisco Miró Quesada, Arturo Andrés Roig, Abelardo Villegas y Leopoldo Zea,
quienes sostenían diversas concepciones filosóficas, coincidieron en la
importancia de suscribir la Declaración de Morelia «Filosofía e Independencia».
Han pasado cuarenta años desde su publicación y por ello consideramos
importante realizar un nuevo balance del quehacer filosófico actual de América
Latina y el Caribe. Es por este motivo que damos a conocer la presente
declaración.
I. La globalización
La “globalización” es un concepto que se ha
utilizado en diversos sentidos: por un lado, alude a la multiplicación y
aceleración de las transacciones comerciales y financieras propiciadas por la
utilización de las nuevas tecnologías en la actual mutación del sistema
capitalista; por otro, se experimenta una intensa emergencia de múltiples tipos
de comunicación local y global que han modificado las nociones de espacio y
tiempo, pero también implica una miríada de migraciones y desplazamientos de
personas de los países ubicados en el sur a los del norte. La causa de este
último fenómeno es que todo este proceso ha sido dominado por una política
económica que ha ampliado y profundizado la brecha entre ricos y pobres, así
como entre los grandes países desarrollados y los países que han sido
mantenidos en el subdesarrollo y la dependencia. Este proceso se ha repetido al
interior de los últimos, creando inmensas concentraciones de habitantes en las
ciudades, en detrimento del campo.
Es igualmente imperativo nombrar el impacto
violento y destructivo producido por paradigmas que repiten una lógica
neocolonizadora e imperiocéntrica, dañando principalmente a diversas comunidades
vulnerables de nuestros territorios: indígenas, afro-descendientes, pobres,
mujeres, miembros de la comunidad LGBT y de la diversidad sexual, migrantes,
así como un amplio espectro de comunidades subalternas, desplazadas y
arrebatadas de sus derechos básicos.
Algunos de sus resultados son: el
insoportable incremento de la pobreza; la deformación de las culturas; la
superficialización de las visiones del mundo por el dominio del mercantilismo
promovido mediante múltiples formas de enajenación a través de los medios
masivos de comunicación.
Por estas y otras muchas razones, en este
Coloquio se estudió críticamente, y, desde diferentes perspectivas, el fenómeno
de la globalización y la descolonización, buscando alternativas teóricas
discursivas y prácticas en donde se luche en contra de los efectos nocivos de
estos procesos y se defienda el bienestar humano y planetario.
II. El neoliberalismo
Mediante la globalización se ha tratado de
justificar el modelo neoliberal, basado en la privatización de todas las
relaciones humanas, como una forma de propiciar el desarrollo de
los pueblos. Se ha insistido, como ocurre en
muchas partes del mundo, en que se requiere poner a disposición de las grandes
transnacionales los bienes nacionales; las industrias básicas; el agua;
servicios como la salud, la educación, y otros. Este modelo ha sido impuesto
por las grandes agencias financieras como el FMI (Fondo Monetario
Internacional) y el BM (Banco Mundial) y guías del desarrollo como la OCDE
(Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). En buena medida,
un destacado número de países han sido inducidos a adoptar dicho modelo e
impulsar una serie de políticas que buscan ajustarse a esas tendencias. La
prioridad es atender a las necesidades de los grandes países altamente
tecnificados, así como de las grandes transnacionales. Los países que siguen
dichas direcciones se limitan a promover la subordinación y la dependencia,
dejando de lado sus propios intereses y las características y necesidades de
sus pueblos. Afortunadamente algunos países del Caribe, de centro y sur de
América han buscado una solución propia de carácter progresista, pero no dejan
de estar sujetos a estas presiones globales.
En gran medida, problemas como el tráfico de
drogas y armamentos; los conflictos políticos, étnicos y religiosos; las
migraciones desde los países pobres y la protección del medio ambiente, son
problemas generados por el llamado nuevo orden neoliberal y se han configurado
en las nuevas amenazas a la paz y la seguridad internacionales. Si se prefiere,
como acertadamente señaló Frei Betto: «Vivimos en un mundo desequilibrado por
la desigualdad social, la devastación ambiental, la discriminación étnica y
racial. Un mundo hegemonizado o, si se quiere, globocolonizado por la prepotencia
del capital, la idolatría del mercado, la hipnosis colectiva inducida por
medios de comunicación que no se interesan en formar ciudadanos, sino
consumistas». En este contexto la filosofía en América Latina y el Caribe
frente al desafío del crecimiento de la pobreza y la desigualdad, resulta un
instrumento necesario para comprender, interpretar y plantear propuestas
alternativas para modificar esa compleja realidad.
III. Función crítica de la filosofía
Entre los aspectos centrales sobre los que
debe operar la ética y la política en América Latina y el Caribe, se encuentra
la cuestión de la pobreza, pues en diversos países gran parte de la población
vive (desde las categorías socioeconómicas) en condiciones de pobreza y extrema
pobreza. Condiciones que son consecuencia de las dinámicas
histórico-estructurales del modelo de desarrollo capitalista en la región. Pero
a esa pobreza se le identifica no únicamente como una realidad abstracta,
teórica y estadística. También tiene un submundo de rostros e historias
frustradas e incompletas, ante la insatisfacción de bienes básicos materiales y
culturales. La pobreza es una de las versiones de la desigualdad social, que se
manifiesta en la diferenciación de oportunidades de todo tipo, tanto en el
sustrato de clases o grupos sociales, como a nivel individual.
En esta dirección, nos hemos de preguntar
sobre el papel que juega la filosofía en esta realidad latinoamericana,
respondiendo que la filosofía tiene una función crítica de esa realidad
histórica, así como una función propositiva de colaborar en la formación de
sistemas sociales diferentes que anulen las condiciones de deshumanización. La
filosofía ha propuesto nuevas concepciones sobre la justicia, y recientemente
en contra de lo que no puede ser tolerable por injusto. Si la filosofía no
lleva a cabo el ejercicio de filosofar sobre la realidad, entonces, ¿sobre qué
piensa? El objeto de la reflexión filosófica es también, con la ayuda de las
ciencias sociales
y las humanidades, escrutar las causas de la pobreza
y desigualdad y visualizar soluciones. Por ende, resulta tarea urgente para la
reflexión de la filosofía en nuestra América responder a la emergencia
humanitaria de millones de personas y pueblos de nuestra región y el mundo. De
igual forma, una de las ramas principales de la filosofía es la ética que
implica el análisis de sus relaciones con la política. Es uno de nuestros
deberes combatir la perniciosa tendencia actual de desarrollar una política sin
ética, aunque siempre se pretenda esconder tras ideologías como las un pseudo
bien común o las de un “bienestar para todos”, cuando lo que se busca, en el
fondo, es solamente el poder para enriquecerse. La política, en uno de sus
aspectos, es el diseño de una estrategia para el cambio, pero requiere estar
fundada en una ética que implique una verdadera lucha por erradicar la pobreza,
la desigualdad, la opresión y la injusticia.
IV. La marginación de las humanidades y de la
filosofía en la educación
En las últimas décadas, se ha observado una
tendencia hacia la marginación de las humanidades y dentro de éstas, una
eliminación de la filosofía en la educación. Organismos tan importantes como la
OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico) han propiciado,
a través de sus programas educativos una prioridad de lo tecnológico y lo
mercantil en la Unión Europea, América del Norte y América Latina, entre otros
grupos de países. El menosprecio de las humanidades y la filosofía en la
educación formal e informal es un hecho muy grave, ya que priva a los
individuos y las comunidades de recursos teóricos para poder comprender el
complejo mundo en que vivimos y para proponer soluciones de justicia para los
graves problemas que afectan a la humanidad. Como lo propone la UNESCO
(Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la
Cultura) a través del libro, La filosofía, una escuela de la libertad, la
filosofía debe ser enseñada a los niños, los adolescentes y los adultos, para
que puedan contribuir a la construcción de un mundo mejor. En el siglo XX y lo
que va del XXI, hemos conocido avances extraordinarios en el orden
científico-técnico, pero también tragedias inauditas como la Segunda Guerra
Mundial, el holocausto y el lanzamiento de la bomba atómica en Hiroshima y
Nagasaki; la destrucción despiadada de antiguas civilizaciones del Medio
Oriente y los actos injustificables de terrorismo en contra de personas
inocentes en Occidente.
Existe una explotación irracional de los
recursos naturales y humanos; el aire que se respira en las ciudades y el agua
de los ríos y mares están siendo contaminados; se han realizado maravillosos
descubrimientos en la genética que pueden prevenir enfermedades, pero también
existe la amenaza latente de la clonación de seres humanos. La comunicación,
gracias a la internet, es vertiginosa y acerca a los seres humanos, sin
embargo, también puede aislarlos y enajenarlos. Es por todo esto que los
ciudadanos requieren urgentemente de la filosofía, ya que ésta les permitirá
encontrar un horizonte de sentido para su existencia. La filosofía es la única
disciplina que hace a las personas tomar conciencia de sí mismos y del mundo en
que viven y al mismo tiempo, comprometerse con las mejores causas de la
humanidad. Por esta razón, en nuestra América la filosofía debería ser
enseñada, de manera eficaz para elevar la conciencia de todos los ciudadanos
hacia un mundo más justo y plenamente democrático.
V. Filosofía y Teología de la Liberación
Nadie puede negar que actualmente la
exclusión se muestra como más injusta y creadora de más víctimas aún que la
explotación y que la globalización, promovida por la ideología neoliberal –que
se autoproclama “pensamiento único”– parece dejar menos fisuras para
alternativas que la Guerra Fría de otro tiempo. Es en este contexto que la
propuesta de la Filosofía y la Teología de la Liberación como crítica de las
ideologías que se oponen a la emancipación económica, política y cultural, no
sólo goza de una indiscutible actualidad, sino que ahora más que nunca se
vuelve una exigencia. Pues su opción teórica y ético-política por los pobres se
concretiza en una opción por los excluidos, sean pueblos, grupos sociales o
personas, los cuales representan hoy la mayor parte del mundo global y de
América Latina.
La «liberación» humana integral -de todo el
ser y de todo hombre y mujer, sobre todo de los pobres, oprimidos y excluidos–
como tema de reflexión, como actitud existencial y política y como práctica
histórica, teórica y filosófica, es hoy más necesaria y urgente que nunca.
De ahí que permanezca como necesaria una
reflexión desde y sobre la liberación, que –en forma interdisciplinar– sea al
mismo tiempo: radicalmente crítica –abarcando integralmente a la persona, la
sociedad y la realidad histórica actuales–
Por lo demás, la opción por los empobrecidos
y excluidos (víctimas históricas) es universalmente humana, ya que se trata
precisamente de la opción por lo humano integral ante la globalización de la
deshumanización y de la indiferencia, y sigue siendo hoy un instrumento útil
para desenmascarar la historia de justificaciones para la marginación y para
dinamizar un pensamiento movilizador de prácticas sociales liberadoras.
La beatificación del arzobispo Óscar Arnulfo
Romero este 23 de mayo del 2015, tiene un poderoso simbolismo para toda la
región e incluso para el mundo entero. En pocas palabras, se puede decir
actualmente, que bajo el pontificado de Francisco, la Iglesia católica recupera
la preocupación por los grandes temas que afectan a la humanidad.
En los años setentas, la teoría de la
dependencia, la pedagogía de Paulo Freire, la obra de Franz Fanon
(particularmente Los condenados de la tierra); el nuevo impulso de la
literatura latinoamericana y la Teología de la Liberación, fueron los
antecedentes principales de la Filosofía de la Liberación. La Teología de la
Liberación fue censurada, porque se consideraba que algunos de sus defensores
estaban demasiado cerca de la doctrina marxista y de los movimientos políticos
de extrema izquierda. Sin embargo, hoy en día también se ha visto una
recuperación de la Teología de la Liberación, principalmente en las figuras de
Gustavo Gutiérrez y Leonardo Boff, lo que permite una nueva formulación de la
opción por los pobres planteada en Medellín en la Conferencia Episcopal
Latinoamericana de 1968.
Ante este escenario, se plantean las
siguientes cuestiones: ¿de qué manera se puede desarrollar un nuevo diálogo
entre los creyentes y los no creyentes en torno a la cuestión social en América
Latina? ¿Qué participación deberían tener los creyentes en el diálogo
democrático de sociedades cada vez más secularizadas, como las de América
Latina, y en el marco de estados laicos? ¿Se puede pensar en la formulación de
una nueva Teología y una Filosofía de la Liberación más allá del final de la
Guerra Fría? Y en términos más amplios: ¿cuál es el rol que pueden jugar la
Filosofía Latinoamericana en el plano nacional e internacional a partir de las
cuestiones anteriores? Y, ¿de qué manera se puede efectuar un nuevo diálogo
democrático crítico en América Latina?
VI. La filosofía de los pueblos originarios
La Filosofía Latinoamericana se ha
normalizado como actividad reflexiva de carácter inclusiva, por lo que ha dado
cobertura a la recuperación del pensamiento de los pueblos originarios. El
despertar de la autoconciencia de éstos se viene sustanciando como su
filosofía, constituyéndose en uno de los aportes de mayor relevancia en el
enriquecimiento de la filosofía mundial.
Amparados en diversidad de documentos, donde
se condensa su proverbial rebeldía, los pueblos originarios han asumido su
propio pensamiento en confrontación con diversas expresiones del indigenismo.
De modo que su filosofía la sustentan mediante la crítica radical a las
consecuencias negativas de la civilización occidental, desde una perspectiva anticapitalista
y descolonizadora.
Entre los principios de esta corriente de
pensamiento destacan la autonomía, la identidad, el comunitarismo y su
concepción sobre la naturaleza. Las consecuencias de dichos principios
constituyen los fundamentos de su proyecto societario, codificado en países
sudamericanos con la expresión del buen vivir.
La praxis de tales principios son los aportes
de la filosofía de los pueblos originarios para forjar nuevas relaciones
sociales y propugnar la formación de un nuevo ser humano, con espíritu
comunitario en la promoción de relaciones armónicas con sus semejantes, con la
naturaleza, con el mundo y con el cosmos, regida por los valores de su vida
cotidiana como el comunalismo; el respeto a la dignidad; el amor a la
naturaleza y a sus saberes; la rectitud; el cumplimiento a la palabra
comprometida; la promoción de la espiritualidad; la justicia; la libertad; la
paz: «entre los individuos como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno
es la paz», y la solidaridad.
Todo esto se puede igualmente considerar de
las comunidades latinoamericanas que tienen raíces en el África bantú.
VII. La pluralidad de la filosofía
latinoamericana
Para terminar, y repitiendo lo ya dicho al
comienzo de esta Declaración, no podemos olvidar los nuevos movimientos
sociales que también luchan por la liberación en el horizonte del género con el
feminismo, en el de la raza con la afirmación de una América Latina de color;
de los movimientos populares, de la tercera edad; de la niñez empobrecida, de los
barrios marginales de las grandes urbes, del clásico movimiento obrero y
campesino, de la conciencia ecológica creciente, de la defensa de los derechos
humanos en favor de las víctimas de la violencia de Estados neocoloniales y de
muchos otros movimientos que sería largo enumerar.
La crítica situación por la que atraviesan
los países latinoamericanos ha propiciado que un importante grupo de filósofos
haya priorizado ciertas temáticas como las mencionadas, sin embargo,
consideramos necesario que todas las interpretaciones filosóficas tomen también
a su cargo la problemática mayor para que pueden contribuir al enriquecimiento
de sus planteamientos y soluciones.
Finalmente, nos sumamos a las personas e
instituciones internacionales que han condenado y exigido el esclarecimiento de
las desapariciones forzadas y asesinatos de líderes obreros, campesinos,
indígenas, estudiantiles, periodistas, etc., así como la violación
de los derechos humanos, hechos estos que
atentan contra la dignidad de los pueblos de nuestra América.
México,
D.F., 26 de noviembre de 2015
Firman: Enrique Dussel Ambrosini, Gabriel
Vargas Lozano, Alberto Saladino García, Adalberto Santana Hernández, Amalia X.
López Molina, Pablo Lazo Briones Lazo, Juan Carlos Casas García, Ángel
Francisco Méndez Montoya, Juan Carlos Scannone, Pablo Guadarrama González,
Diego Irarrazaval, Carmen Bohórquez, Ambrosio Velasco, Francesca Gargallo
Celentani, Dejan Mihailovic Nikolatevic, Miguel Romero Griego, Juan Manuel
Contreras Colín, Francisco Castro Merrifield, Natalio Hernández, Gustavo
Escobar Valenzuela, Pablo Ruiz Murillo, Manuel Bolom Pale, Diego Muñoz Ortíz,
Rubén Betancourt García, Carolina Flores Langarica y otros más.