José Miguel Cobián | 11 diciembre de 2015
Tribuna Libre.- ¿A quién le creemos? Parece que en México los especialistas en
comunicación estratégica han decidido dedicarse al ruido en lugar de dedicarse
al mensaje, de tal manera que llenan la información de un ruido tal, que ya
nadie escucha el mensaje, y mucho menos se tiene una idea clara de que es lo
que se quiere comunicar… Incluso, pasa algo mucho peor, ya no se sabe a quien
creerle.
Siempre nos encontramos varias versiones de los hechos, y todo se
resuelve en cuestión de fe. Es decir, el ciudadano común tiene que decidir a
quién creer y en quién creer. El
problema es dramático para una nación que debe de enfocar sus esfuerzos en su
propio desarrollo, pero tal parece que todos tenemos una agenda particular, por
lo cual lo único que importa es que esa agenda se cumpla, sin importar si su
cumplimiento nos lleva a la desgracia, a la desunión, a la anarquía o a algo
peor.
Pondré algunos ejemplos y verás amable lector@ que coincidirás
conmigo. Comencemos con lo más reciente,
el asunto de las pensiones del ISSSTE que inciden en todos los trabajadores del
estado. Los economistas saben que el
problema de las pensiones es grave desde hace cinco sexenios, es decir, desde
hace treinta años, y nadie le había metido mano, hasta que se configuró la
figura de ahorro para el retiro y poco a poco se va desinflando el problema en
el IMSS, aunque ahora el problema lo tendrán todos y cada uno de los futuros
pensionados, pues su pensión será insuficiente, pero cuando menos ya no será un
problema económico nacional.
Ahora le toca el turno a los trabajadores del estado, esos que todos
sabemos reciben mejores salarios, prestaciones y jubilaciones que el resto de
los mexicanos. Ahora también a ellos les cambian el esquema para ubicarlos en
un nivel similar al resto de la población. Dejando su futuro en manos de una
afore privada, que podrá incrementar, reducir o conservar su patrimonio, lo
cual definitivamente los afecta, pero era ya urgente, pues el monto de la deuda
de pensiones es superior al monto del producto interno bruto de un año de
nuestro país. Es decir es impagable, y
no podemos caer en ¨default¨ como el que provocó la crisis de Grecia. Muchos salen lastimados, con una medida que
era y sigue siendo necesaria.
Sin embargo vemos a los priístas y panistas defender el cambio de
legislación a capa y espada, mientras que la izquierda se solaza en criticar la
medida también sin tregua. En ambos
casos, quieren usar la reforma como un arma política para obtener votos en la
próxima elección, pero de ninguno de los bandos escuchamos un análisis serio,
que primero reconozca la urgente necesidad de dicha reforma y en segundo lugar,
que encuentre mecanismos para paliar sus efectos. Lo mismo pasó cuando se crearon las afores,
nadie dijo toda la verdad, ni nadie mintió totalmente, sólo se dijo lo que
convenía a cada parte.
Apenas ayer Recibí un correo electrónico de un ¨Congreso Nacional
Ciudadano¨, que supuestamente intenta cambiar a México, e invita a más y más
ciudadanos a unirse a sus filas. Me
interesé en el asunto, y me dediqué a leer sus propuestas, muchas de las cuales
es imposible no estar de acuerdo con ellas, pero de repente encontré una serie
de propuestas populistas, del tipo de dejar de pagar la deuda externa, y
entendí que son personas sin el mínimo conocimiento de las consecuencias para
el país de dicha medida. Para efectos prácticos no somos ni siquiera
autosuficientes en la producción de alimentos, y si no somos considerados
socios serios en el concierto de naciones, nadie nos va a vender
alimentos. Suena muy bonito dejar de
pagar la deuda externa, pensar que la deuda surgió por los intereses
imperialistas, y que por ello hay que desconocerla, pero no tienen ni idea de
las consecuencias para el país y sobre todo el sufrimiento para la población,
pero no les importa, buscan engañar incautos y obtener algo de poder y algo de
dinero de su organización. Y no hay
quien les diga que están equivocados.
Es el caso de algunas propuestas de AMLO, definitivamente son muy
buenas, incluso gracias a él hay pensión para adultos mayores, y en su administración
el D.F. que estaba a punto de colapsar en sus vialidades, encontró nuevos
medios y vías de movilidad. Sin embargo,
mucho de lo que maneja en su plataforma política es demagogia pura, pero como
toda demagogia es atractiva para el sector de electores que lo sigue a sol y
lluvia. Tampoco allí hay una discusión
seria de sus propuestas, y todo parece que se debe a que el elector no quiere
propuestas realizables, sino esperanzas aunque no se puedan cumplir, para poder
después mentarle la madre a sus gobernantes.
En el caso de los funcionarios públicos escuchamos en sus discursos
optimistas siempre las mismas palabras vacías que nadie cree, pero tampoco
nadie se atreve a desmentir. Escuchamos
que vamos muy bien (por cierto la economía mexicana está sorteando bastante
bien el temporal, comparada con toda Latinoamérica), pero ese bienestar no es
parejo en todo el país, ni lo sentimos en nuestros bolsillos los que vivimos
por estos lares del golfo de México. Y
seguimos el ritual eterno de escuchar a los funcionarios mentir mientras
nosotros cumplimos con nuestra parte de simular (cuando estamos delante de
ellos) que les creemos, y señalándolos con dedo flamígero (a sus espaldas).
Hoy escuchamos al grupo que investiga el asesinato de los 43 que en el
basurero de Cocula no hubo humo en el cielo ese día y noche. Pero luego nos
enteramos que sólo hubo un satélite que no tenía capacidad para distinguir
detalles menores a 250 metros cuadrados, y un techo de nubes que hacía
imposible distinguir el humo. Leemos
el informe de los expertos que encontraron restos de un incendio
(independientemente de que haya sido para incinerar los cadáveres), y luego el
propio experto el grupo independiente que dice que si hubo incendio pero que no
pudo desaparecer los cadáveres, para luego enterarnos de que el propio grupo
independiente dice que su propio experto esta equivocado en base a una sola
foto de un satélite sin la suficiente resolución. Pero también sabemos que la
PGR los busca en otros estados como Puebla, y uno se pregunta ¿a quien le creo?
¿Por qué si alguien en la PGR mintió no se le ha procesado? ¿Qué va a pasar con
los detenidos? ¿La confesión de tantos que coinciden en lo mismo fue real o
inventada? Entonces la única certeza que
tenemos es que ni el gobierno, ni los asesores de los padres son confiables en
o que dicen e informan.
El Abad de la Basílica Schulemburg dijo que Juan Diego no existió y
que por ello no podía ser canonizado. El
obispo que supuestamente recibió el ayate jamás lo reportó a la Santa Sede,
pero informaba hasta el monto de las limosnas de cada día, minuciosamente. Por otro lado se canoniza a Juan Diego (lo
cual implica que sí existió o que la Iglesia nos mintió), y luego vemos cambiar
la imagen de un indio azteca a un españolizado mestizo una vez que logró su
categoría en los altares. ¿A quien le
creo? ¿Quién me dice la verdad? A fin de
cuentas cada quien cree lo que desea. Y
esta bien, en cuestiones sobrenaturales es lo correcto, cada quien debe creer
lo que guste sin intentar obligar a otro a tener sus mismas creencias, y mucho
menos lastimarlo, rechazarlo, discriminarlo, ofenderlo o matarlo por tener
creencias diferentes.
Pero en el caso de los asuntos del país, los mexicanos debemos de
buscar la Verdad, exigirla de nuestras autoridades. Como país no podemos
avanzar si seguimos siendo el país de los dos Méxicos, el que nos pintan las
autoridades y el que vemos de manera cotidiana.
No podemos seguir fingiendo que vemos lo que no existe en nuestra
realidad, pues así jamás cambiará, y no podremos mejorar nuestro destino ni el
de las futuras generaciones.
Tenemos la costumbre de aceptar la mentira y la simulación igual que
aceptamos la corrupción e impunidad, como una parte común y normal de la vida
cotidiana de México. Sin embargo esa actitud de aceptar lo inaceptable, de
simular creer lo increíble, es lo que nos tiene en el más absoluto atraso en
nuestro incómodo tercer mundo. Los
países avanzados, esos que merecer llamarse civilizados (ojo, no incluir a USA
pues esos son bárbaros), son países en los cuales la sociedad en general
rechaza eso que tanto he criticado hoy: SIMULACIÓN, MENTIRA, IMPUNIDAD,
CORRUPCIÓN. Nuestros cuatro jinetes del
apocalipsis.