* Policías, cómplices del narco * Jóvenes
entregados a la mafia * Felpa al gober en la prensa nacional * 17
días y nada * “Crueles” llama el fiscal a medios * Cruel es la
desaparición forzada * Yunes Linares deja el Congreso * La
pederastia, El Chapo y Elba Esther * Los tacos del túnel sumergido
* “Ponte a trabajar”, le dijo Duarte a Mónica Robles.
Mussio Cárdenas Arellano | 29 enero de 2016
Tribuna Libre.- Evitable,
totalmente evitable, la tragedia de Tierra Blanca evoca Iguala, describe la
brutalidad de la corrupción policíaca, la mecánica del levantón y el secuestro,
la terrible suerte de cinco jóvenes entregados al crimen organizado y de
quienes nada se ha vuelto a saber. Es el Ayotzinapa de Javier Duarte.
Brutal es también
la felpa que se lleva el gobernador de Veracruz, a mansalva el fuego mediático,
condenado y vapuleado en la prensa estatal y nacional, pues su policía, la que
presumía de tener los estándares de preparación y solvencia, es criminal y
opera para la delincuencia.
Dos semanas van.
Son 17 días. Desde aquel lunes 11, cuando los cinco jóvenes transitaban de
Veracruz a Playa Vicente, su lugar de origen, y al pasar por Tierra Blanca
fueron interceptados por una patrulla policíaca, detenidos, llevados a un
destino incierto y puestos en manos de los malosos, Javier Duarte protagoniza
el escándalo.
En Veracruz se
repite la tragedia de Ayotzinapa, la de los estudiantes de la Normal Isidro
Burgos, en Iguala, Guerrero, que hace año y medio cayeron en manos de la
policía de aquel lugar siendo entregados a los Guerreros Unidos, la banda de
narcos que tiene el control del lugar.
Aquellos 43
normalistas no aparecen. Dice la historia oficial que los mataron y los
quemaron para no dejar huella. Documentó la Procuraduría General de la
República el lugar del crimen. Halló restos, ceniza, huesos, y los envió a
analizar. Sólo uno de los casos dio positivo.
Nada de eso creen
sus familiares. Nada de eso cree una buena parte de los mexicanos, suspicaces
ante la explicación oficial, aferrándose a un imposible, a la idea de que aún
vivan.
Tierra Blanca, en
voz de analistas nacionales, es la reedición de Ayotzinapa, el Ayotzinapa de
Javier Duarte, donde la policía, igual que en Guerrero, detiene a los jóvenes;
se los lleva; los entrega a los narcotraficantes, y nada se vuelve a saber.
Tierra Blanca es igual.
Dice Denise
Maerker, en Punto de Partida, en Televisa, que Tierra Blanca “revela la
realidad alarmante: son cientos de desaparecidos en ese estado que no han sido
esclarecidos, y en muchos de ellos los testimonios coinciden en señalar que en
el plagio participaron policías estatales. Todo apunta en Tierra Blanca a que
no es un hecho aislado”.
Hay una pieza
clave: Marcos Conde Hernández, delegado de la Secretaría de Seguridad Pública
en Tierra Blanca. Sus elementos perpetraron el levantón. Este criminal había
levantado a ocho jóvenes que jugaban futbol en Cardel, el 1 de diciembre de
2012, aunque la cifra es de más de 30 desaparecidos en ese lugar.
Este criminal
encabezaba los levantones en Úrsulo Galván, donde ocho policías fueron
llevados, el 11 de enero de 2013, y no se les volvió a ver. Impune, Marcos
Conde tiene un protector: el secretario de Seguridad Pública, Arturo Bermúdez
Zurita, quien obvia todo, quien lo sostuvo como su delegado en Tierra Blanca
pese a haber reprobado los exámenes de control y confianza. Apto, pues, para
delinquir, no para garantizar la seguridad de la población.
¿Cuántos crímenes
hay en la conciencia del policía del duartismo? ¿Cuántos otros jefes policíacos
actúan así? ¿Cuántos levantones y desapariciones, entregas al crimen
organizado, han permitido Javier Duarte y Arturo Bermúdez?
En La Razón,
señala Pablo Hiriart:
“La desaparición
de cinco jóvenes en Veracruz, a manos de la Policía Estatal, nos recuerda que
los gobiernos que no hacen la tarea de certificar a sus cuerpos de seguridad
lanzan a la calle a potenciales asesinos con charola.
“Veracruz ha sido
reiteradamente omiso en su obligación de certificar a sus policías. Fidel
Herrera no le hizo caso a Calderón y Javier Duarte no le hace caso a Peña
Nieto.
“Unos señores
feudales que han puesto a ese estado extraordinario como el segundo con más
desapariciones forzadas en el país.
“Ahora que vienen
las elecciones para renovar el gobierno local, el PRI se apresta a pedir el
voto para continuar en el poder estatal.
“Se necesita tener
la cara muy dura para ostentarse como la mejor opción cuando se ha puesto a esa
entidad como la segunda en el país con más desapariciones forzosas.
“El PRI de
Veracruz está como el PRD de Guerrero y su policía: los campeones nacionales de
desapariciones de personas.
“¿Así quieren
conservar el poder? ¿Qué no haya alternancia?
“Ya comenzaron a
rastrear y excavar. Salen y salen cadáveres que no son los suyos.
“Cadáveres en
entierros clandestinos. Es decir, producto de homicidios cometidos por grupos
criminales o por la Policía”.
Dice Alejandro
Hope, analista en temas de seguridad, en El Financiero:
“Un grupo de
jóvenes es detenido ilegalmente por la policía. Acto seguido, son entregados a
un grupo criminal. No vuelven a ser vistos con vida. Suena familiar, ¿no? Suena
a Iguala, huele a Iguala. Salvo que, en esta ocasión, sucedió en la costa
contraria, en el estado de Veracruz, en el municipio de Tierra Blanca. Y
resulta que la policía en cuestión, la que detuvo y desapareció a los jóvenes,
no es una corporación municipal. Se trata de la policía estatal.
“Este incidente
tiene potentes implicaciones para el debate en curso sobre el llamado Mando Único
y la propuesta, presentada en 2014 por el presidente Enrique Peña Nieto y
avalada recientemente por la Conago, de eliminar todas las policías
municipales.
“El incidente de
Tierra Blanca no es el primero de su tipo en Veracruz. En agosto de 2013, su policía
estatal se vio implicada en la presunta desaparición de 20 personas en Atoyac,
una pequeña comunidad rural en el centro del estado. La respuesta a ese grave
hecho fue la negación, no una investigación, y mucho menos el fortalecimiento
de los controles internos.
“En buena parte de
la geografía nacional, los gobernadores mandan sin contrapesos, sin oposición
legislativa eficaz, con débiles controles judiciales, con organismos autónomos
en la ley y cooptados en los hechos. Veracruz es un ejemplo casi inmejorable de
ese despotismo estatal, pero ciertamente no es caso único”.
María Elena
Morera, de la asociación Causa Común, exige la renuncia de Arturo Bermúdez:
“Los mismos
policías hicieron esto. Son criminales con placa. ¿Y de quién es la
responsabilidad?, es del secretario de Seguridad Pública de Veracruz que tiene
al 35 por ciento de su policía estatal reprobada y estos policías están en las
calles.
Además el 34 por
ciento de los mandos están reprobados y los tienen trabajando. Estamos
exigiendo que se vaya el secretario de Seguridad Pública”.
Guillermo Valdés,
ex director del Centro de Información y Seguridad Nacional (CISEN), toca el
tema:
“Otra tragedia
evitable: la desaparición de cinco jóvenes en Playa Blanca, Veracruz, a manos
de la policía —esta vez la estatal de esa entidad— para que —muy probablemente—
sicarios del crimen organizado los desaparecieran (a la fecha se desconoce el
paradero de los jóvenes). A esta historia hay que agregarle la deplorable
reacción del gobernador Javier Duarte minimizando el problema, pues, según él,
en su estado a la policía le salen bien 99 cosas y solo una le ha salido mal,
esta desaparición forzada.
“¿Se le puede
creer al gobernador que a su policía estatal le salen bien 99 de cada cien
asuntos cuando las cifras oficiales registran que 2 mil 273 elementos de los 7
mil 200 con que cuenta la policía estatal (31.5 por ciento) no aprobaron los
exámenes de control de confianza y siguen en activo, como los siete que
cometieron la desaparición forzada? ¿Se le puede creer cuando la última
evaluación de Causa Común —ONG dedicada a darle seguimiento a la calidad de las
policías estatales— reportó que la policía estatal veracruzana no realiza
evaluaciones de desempeño de su personal; que solo 717 policías habían sido capacitados
y que no es una institución transparente?”.
Tierra Blanca le
cae en el peor momento a Javier Duarte. Su desastroso gobierno se vuelve una
pieza criminal en el escenario de corrupción que fomentó el fidelismo cuando
permitió que Veracruz se convirtiera en el santuario Zeta, agravado cuando su
sucesor dejó actuar a los Golfos y a Cártel de Jalisco, vía la complicidad del
aparato policíaco.
Tierra Blanca es
el Ayotzinapa de Javier Duarte en plena debacle electoral, fracturado el PRI
por el golpeteo a los Yunes rojos, el regateo por la candidatura, la disputa
con Los Pinos por imponer condiciones, la mitomanía del gobernador, con el
alarde de que Peña Nieto le había concedido ser el dedo elector.
Tierra Blanca es
el Ayotzinapa de Javier Duarte porque aquí también actúa la policía, levanta
jóvenes, los entrega al crimen organizado y desaparecen para no volver a ser
vistos más.
Tierra Blanca es
el Ayotzinapa pese a que Javier Duarte vocifere que los policías traicionaron a
su patria y su uniforme, frase trillada que ya antes había pronunciado su
fiscal, el intratable Luis Ángel Bravo Contreras. O sea, un guión teatral para
exculparse.
Pudo ser evitable
la tragedia si la policía estatal no fuera el vínculo entre el gobierno de
Javier Duarte y los delincuentes que disponen de la vida de los jóvenes.
Pero no. Lo suyo
es la desaparición forzada.
Archivo muerto
Van 17 días. Da
palos de ciego “Culín”, el fiscal Luis Ángel Bravo Contreras, que la mañana del
martes 26 había ofrecido que “en dos horas” habría resultados sobre la
investigación y búsqueda de los cinco jóvenes desaparecidos en Tierra Blanca.
48 horas después, la incertidumbre sigue. Van 17 días y hace el oso el cachondo
de Motita cuando envía a sus sabuesos a Vicente, poblado del municipio de Acatlán
de Pérez Figueroa, Oaxaca, rodean un domicilio, llevan bolsas negras por si
hallan cadáveres y hacen suponer que ahí están los jóvenes entregados al Cártel
Jalisco Nueva Generación. Pasan la horas y nada. Genera con sus palabras
expectación. Deja correr la especulación. Gusta del juego siniestro “Fisculín”,
porque nada hay como que todos lo observen, le requieran información, la dé a
retazos y al final cuente sus mil historias que carecen de veracidad. Por la
noche del martes habían soltado dos medios de comunicación, Radiover y Noreste,
la versión del hallazgo de los cuerpos. Se indigna el fiscal. Los acusa de
crueles, de irresponsables, de faltos de profesionalismo. Y horas después, el
parto de los montes. No hay cadáveres. Lo que hallaron fue a siete personas
supuestamente dedicadas a la pornografía infantil y en las bolsas negras
depositan el material probatorio. Errar en una información no es cruel, si
acaso falto de profesionalismo. Cruel es la desaparición forzada que practica
la policía duartista. Cruel es el juego de palabras y la incertidumbre en que
“Culín” mantiene a los familiares de los cinco jóvenes. Eso es cruel… Acusado
de todo, denostado por sus enemigos, acribillando él al duartismo y a la
fidelidad, Miguel Ángel Yunes Linares ya dejó la Cámara de Diputados. Fue
aprobada su licencia y se enfila a registrar su precandidatura al gobierno de
Veracruz, primero por el PAN y luego lo hará por la alianza con el Partido de
la Revolución Democrática. Oficializará su registro el domingo 31 y con ello
estará a un paso de concretar la postulación que tanto dolor de cabeza le causó
a su acérrimo rival, Fidel Herrera Beltrán, hoy cónsul de México en Barcelona,
y al gobernador Javier Duarte de Ochoa, para los que promete persecución y
cárcel. Le van a imputar de nuevo la pederastia, su mano represora contra
perredistas, la embestida contra los encuerados de los 400 Pueblos, la primera
fuga del Chapo Guzmán, un boquete financiero en el ISSSTE, sus ligas con Elba
Esther Gordillo, sus nenas. Y a ver cómo evita que muchos lo manden al diablo…
Desborda cinismo Javier Duarte. Festeja que el túnel sumergido bajo el río
Coatzacoalcos quede concluido antes que deje el gobierno de Veracruz,
supuestamente en octubre. Caminaba este miércoles 27 desde Villa Allende hasta
Coatzacoalcos, siendo la primera vez que se concretaba ese trayecto. Se ufanaba
el gordobés y se mofaba de quienes auguraban que quedaría la obra para el
próximo microgobernador. Vergüenza debía darle. Su gobierno no lo concluye; lo
tuvo que entregar a Carlos Slim, quien adquirió una buena parte de las acciones
de la constructora española FCC y a cambio de ampliar a 45 años la concesión,
invertirá mil millones de pesos para darle fin a los trabajos. Una vergüenza
que hayan transcurrido 12 años, se hayan registrado actos de corrupción, que
por cierto nadie menciona, ni se sabe aún qué peces gordos se llevaron la
millonada, obvio Fidel Herrera, obvio Javier Duarte, obvio Theurel, obvio José
Guillermo Herrera, obvio Zarrabal. No todos realizaron el recorrido completo
por el túnel. Javier Duarte, Tomás Ruiz, los ejecutivos de la empresa, los
diputados comparsa, Mónica Robles y Rafael García Bringas, sí. A la prensa no
la dejaron ver todo, pues son grandes los rezagos, faltan acabados y en su
interior había un calor infernal, pero en octubre, cuando ya hayan pasado las
elecciones, será inaugurado. Hubo taquiza, que Javier Duarte no probó; hubo
champán que no se bebió sino hasta después, como si la obra ya estuviera
concluida y hubieran cortado el listón e iniciado el paso de vehículos.
Faramalla pura, anuncio mediático y electorero, como si con tal show los
coatzacoalquenses fueran a votar por el PRI. Al final, cuando se iba, se acercó
Mónica Robles, la diputada succión. Tocó la espalda del gordobés. Volteó y seco
le espetó: “Ponte a trabajar, ponte a trabajar”. Ella apenas hablaba. “Ponte a
trabajar”, le reiteró. Ahí la dejó. Abordó la camioneta y se fue. Con él iba el
alcalde Joaquín Caballero Rosiñol, blanco de los desfogues de Mónica Succión de
Hillman. Frío el gobernador con la legisladora. Y cómo no, si acababa de votar
contra la ley antiaborto, como lo ha hecho contra otras iniciativas del
desgobernador. Ingrata, pues si no se hubiera colgado del gordobés, no sería
legisladora…