Jorge Arturo Rodríguez | 05
mayo de 2016
Tribuna Libre.- Aquí vamos
–¿hacia adónde?-, con más campañas, dispendios, promesas y mentiras de
candidatos a la gubernatura y a la diputación local ante una población hasta la
madre pero necesitada de un pedazo de lo que caiga o al menos de una ilusión
que sabe incumplida de antemano pero le anima a seguir esperando. ¡La dichosa
esperanza! Aunque ya lo dijo Horacio que las muchas promesas disminuyen la
confianza, los mexicanitos jodidos aún no entendemos. Siempre dando otra
oportunidad y hundidos en el “Dar el beneficio de la duda”. Una vez está bien,
pero más de dos es pendejez.
Lo dijo bien José
Luis Sampedro: conseguir un pensamiento libre en la sociedad actual es difícil
porque la democracia está pervertida y secuestrada. ¿Por quiénes? En su
artículo “¿Demócratas?”, Pedro Salmerón Sanginés escribió: “En tres breves
momentos México se ha acercado a la democracia: 1861-1863, 1911-1913 y
1997-2003. El primero fue preparado por el Constituyente de 1856-57, ahogado
por la intervención francesa y sobrevivió formalmente de 1867 a 1877. El
segundo fue asesinado junto con el presidente legítimo y cientos de mexicanos,
y no lo pudo restaurar la convención revolucionaria de 1915. El tercer ensayo
lo fueron matando los poderes fácticos y se cerró con el fraude electoral de
2006. Fuera de esos paréntesis, hemos vivido bajo el autoritarismo puro y duro
o la democracia ficción”. (La Jornada/3-05-16).
Aunque Jorge Luis
Borges haya dicho que la democracia es una superstición muy difundida, un abuso
de la estadística, van unos datos publicados en Nexos (noviembre
2015). Respecto a la situación política, 4 de 10 dicen que es preocupante
(41%) y 1 de 6 que es peligrosa (17%); 2 de 3 que va a empeorar o seguirá igual
de mal (63%).
El interés en la
política, como precondición para la participación ciudadana informada, es bajo:
sólo 7% dijo interesarse mucho por ella y 38% dijo estar algo interesado. El
nivel de interés y la importancia que le adjudican los ciudadanos a la política
aumenta con su nivel educativo.
El primer síntoma
de que hay un severo desencanto con la política en México es la percepción de
que ésta contribuye a mejorar la vida de los mexicanos: en 1959 57% lo creía y
en 2014 sólo lo cree 23%.
La confianza que
los ciudadanos tienen en que los partidos representen sus intereses se ve
mermada por las opiniones mayoritariamente negativas que tienen de ellos: 7 de
10 opinan que sólo sirven para dividir a la gente (72%) y que no sirven para
nada (68%). La apatía que sienten los mexicanos con los partidos y las
instituciones políticas no debe confundirse con la falta de deseo de participar
en la vida pública de su comunidad: 7 de 10 piensan que es importante consultar
a los vecinos antes de tomar una decisión que la afecte (72%).
El desencanto con
el gobierno y su consecuente falta de legitimidad son evidentes en los altos
porcentajes de ciudadanos que creen que cumple poco o nada con sus funciones:
resolver los problemas sociales (65%), vigilar la seguridad de las personas
(62%), propiciar el desarrollo de la economía (60%) e impartir justicia (54%).
Ahí ‘ta. Esta vez
no me pongo pesimista. Simplemente vean a su alrededor. En estos tiempos de
campañas electorales, es urgente andarse con cuidado y repensar nuestro voto y
no creamos todo. Acuérdense que el elector goza del sagrado privilegio de votar
por un candidato que eligieron otros, ¿o no, Ambrose Bierce?
Por lo pronto ahí
se ven.