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octubre 30, 2016

El Baldón: Extrapolar de Veracruz a México

José Miguel Cobián | 31 octubre de 2016
Tribuna Libre.- Cuando escuchábamos a Miguel Ángel Yunes en campaña denunciar las complicidades para saquear al estado de Veracruz, muchos pensamos que todo era parte de la guerra sucia de las campañas políticas.   Hoy hemos aprendido que hay que tomar en serio lo que el gobernador electo de Veracruz afirma.  Tal parece que no es un político como los demás.  Hasta ahora, todo lo que ha dicho se ha visto reflejado fielmente en la realidad.   Si así sigue, va a pasar a la historia moderna del estado, como el primer gobernador que cumple cada cosa que ofrece, y que además no miente, sino que siempre afirma lo que tiene comprobado y verificado.

Muchos sospechaban lo que sucedía en Veracruz, pero dudo que alguno tuviera idea de la magnitud de lo que estaba sucediendo.  Hoy se entiende la razón por la cual no había obra pública, no había medicinas, la atención médica siempre dejó mucho que desear por falta de recursos, la atención en los desastres naturales era prácticamente inexistente,  los avances en seguridad pública (dónde los hubo) siempre fueron a paso de tortuga.  En fin. En Veracruz se replicó lo que acostumbra cualquier gobernante, pero sólo que fue llevado a extremos pocas veces vistos en la historia del país.

De inmediato un Sonorense refunfuña, y exige que a Sonora se le dé su lugar en el podio de los estados saqueados por sus gobernantes en turno.  El caballero de Coahuila exige que a ellos los tomen en cuenta, porque han tenido el privilegio de contar con dos sexenios dirigidos por gobernadores de apellido Moreira.   De repente el mexiquense nos recuerda que ellos han sufrido al grupo Atlacomulco desde hace ya varias generaciones, y por ello les corresponde el primer lugar.   El joven de Quintana Roo nos recuerda que ellos ya tuvieron un gobernador que además de saquear era narcotraficante.  De Nayarit salta un ciudadano afirmando que ellos ya reeligieron a un alcalde que confesó públicamente haber robado, ¨ pero poquito, porque no había mucho ¨.     Un joven de Fortín de las Flores nos recuerda que ellos tuvieron un alcalde reconocido públicamente como saqueador con orden de aprehensión y un tesorero en el penal de Amatlán, pero de todas formas votaron en la siguiente elección por el mismo partido político. 

Esto se vuelve una algarabía, porque de todos los municipios salen gritos y resultados similares. Si hubiera alguno que no se queja, resulta que ni se nota entre tantos exigiendo formar parte del salón de la fama de la infamia.    De repente todos se ponen serios, porque un muchacho se levanta y dice: ¨Yo soy mexicano y no voy a hablar de un estado o un municipio, sino de mi país¨   Nos dice que dará un botón de muestra de cada sexenio nada más.   La Casa Blanca de Peña, la Estela de Luz de Calderón, la biblioteca Vasconcelos de Fox, el Fobaproa de Zedillo, el hermano incómodo de Salinas.   Se disculpa por no recordar detalles del gobierno de De La Madrid, pero nos recuerda que fue tan gris, que es como si no hubiera habido gobierno esos años.  De José López Portillo la colina del Perro.  De Echeverría sus devaluaciones.    A partir de ese momento nadie lo deja continuar. Hay un ambiente de tristeza y desazón en todos los presentes.  Nadie dice esta boca es mía, porque si algún despistado quiere defender a un partido político, siempre le mencionan a algún militante que no fue sancionado, ni señalado ni expulsado por dicho partido político, salvo cuando ya fue inevitable.    Al final se corea con singular alegría aquélla divertida modificación del lema de campaña de José López Portillo, que quedó convertido en ¨La Corrupción somos todos¨

Una vez más la indignación.  No es cierto eso, habemos muchos mexicanos honestos, que quizá hemos sufrido alguna mancha de la corrupción, pero eso no es lo mismo a estar brutalmente enlodados o haberle causado tanto daño a la nación.   Muchos que queremos que este país cambie.  Que sea un lugar digno para nuestros descendientes, que sea una tierra de oportunidades para el desarrollo de cada hijo de esta tierra y de aquéllos que lleguen de fuera.    México tiene todo el potencial para que en una generación se eleve el nivel de vida hasta equipararlo con los países europeos avanzados.   Tan sólo hace falta un cambio en la cultura.  Cambiar ética en lugar de corrupción.  Respeto en lugar de abuso.   Apoyo en lugar de daño.   Algo tan sencillo como cambiar paradigmas.

Este cambio de paradigmas tendrá que venir de un líder.  Por eso AMLO que tiene tan buen olfato político juega con el lema de ¨Honestidad Valiente¨.     No hay consenso sobre si será AMLO quien inicie el verdadero cambio que México necesita, o si saldrá del partido de la gente decente que siempre habla de valores, aunque en el gobierno federal no los han demostrado plenamente, pero podría surgir de allí un líder que pusiera el ejemplo y de arriba hacia abajo combatiera la corrupción y la impunidad.  El PRI tiene el problema de que no se lo creería la sociedad. Su imagen tan deteriorada y tan dañada por actos propios y por la propaganda en contra no le da para encabezar ese cambio.   También podría ser un independiente, salvo que sería muy complicado iniciar dicho cambio, con un congreso que no sea afín y sin un equipo de gobierno propio, pues no es lo mismo la experiencia (para bien o para mal) que tienen los integrantes de los partidos políticos en cuestiones de gobierno, que llegar con gente nueva que no tiene idea de cómo funciona el sistema, y que aunque sea limpia y de buenas intenciones, cometerá muchas fallas mientras aprende y quizá el tiempo sea demasiado largo para que la población lo acepte de buena gana. 

La realidad es que en 2018 será muy difícil que ese mexicano llegue al poder legitimado, ya que acorde a la dispersión del voto que hoy se observa, podrá ser presidente quien obtenga un 30% de los votos, con un estimado de 60% de votantes del padrón (+-5%) es decir con 18% de los votos del padrón se elegirá al próximo presidente de México y eso no permite una legitimidad como para lograr grandes cambios, con un congreso pulverizado y sin gobiernos de coalición, ya que no están contemplados en la ley.   Es decir, seis años más de lo mismo hasta que la clase política se ponga de acuerdo y el pueblo de México abra los ojos.


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