José
Miguel Cobián | 25 abril de 2017
Tribuna Libre.- El deporte nacional en México es culpar a
los gobernantes de todos los males, pasados, presentes y futuros. Además de esperar que Estados Unidos venga a
poner orden en nuestra casa, algo que los propios americanos se han encargado
de demostrar en la vida real, que no esta dentro de su agenda de interés.
Los mexicanos somos menores de edad, incapacitados y discapacitados
funcionales en aspectos de democracia, pero luchamos día con día por
convencernos a nosotros mismos que somos ciudadanos con pleno derecho pero
inimputables en cuanto a nuestros errores de selección y posterior desinterés
por los asuntos públicos.
Como ya estarás molesto y en contra de mi opinión, paso a explicar las
razones de mi aseveración: En principio,
piensa un poco ¿quien es el culpable de no seleccionar el perfil adecuado para
que nos gobierne? El elector acude a las
urnas para validar la elección o selección previamente realizad de candidatos
en cada partido político. Hasta hace
poco, era la única opción. Hoy podemos
tener candidatos independientes, que no lo han sido en general porque vienen
representando los intereses de alguien, pero la posibilidad existe y la
ciudadanía (si existieran ciudadanos) podría organizarse y elegir a alguien
verdaderamente independiente y que represente sus intereses (los del pueblo y
de los pocos ciudadanos) en lugar de representar los intereses de un partido o
un grupo político.
Cada vez que hay elecciones, la gente lo toma como si fuera un partido
de futbol, que no tuviera mayor trascendencia para un estado un municipio o
todo el país. Se escucha y se lee
apasionamiento, en lugar de razonamiento.
Además de muchos intereses económicos que participan por su propio
beneficio y no el bien de común. Los
ciudadanos ( y el pueblo menos) no han comprendido la ventaja de las
candidaturas independientes, que han sido ocupadas en su mayoría por excluidos,
resentidos, e incluso por los propios partidos políticos para contar con
candidatos aliados al suyo, o bateadores emergentes, que puedan recibir el
apoyo del partido para ganar la elección simulando ser independientes, pero
representando los intereses de un partido político.
Para muestra un botón, las últimas elecciones de Veracruz se
convirtieron en una guerra entre dos grupos de poder, por un lado la dupla
Fidel-Duarte, y por la otra Miguel Ángel.
A fin de cuentas se eligió a uno de los grupos de poder, por cansancio y
rechazo al otro grupo. Pero… ¿fue lo mejor para Veracruz? ¿Había una mejor
opción? Si me preguntan a mi, diría que
si pudo haber habido una mejor opción en algún independiente, si éste hubiera
surgido de la búsqueda de ciudadanos y entre ciudadanos por el que pudiera
representar los intereses de Veracruz, más allá de los intereses de un grupo o
facción.
De
cualquier manera el pueblo veracruzano eligió, y Miguel Ángel tiene que
enfrentar los problemas de su administración, o cuando menos eso pensamos. Sin
embargo, los hechos demuestran una muy aplaudida venganza política y la
búsqueda de la reelección vía su hijo en el 2018. Reelección que no sería mal vista si se
observa una mejoría en la administración pública y sobre todo una mejoría en la
vida de los Veracruzanos… recordemos que no sólo de noticias y propaganda vive
el hombre. También requiere seguridad,
salud, educación, empleo, bienestar, etc.
Los ciudadanos permitimos que continúe la gran farsa de los gastos de
campaña. Esos gastos que no se
transparentan por ley, y que no permiten aportaciones privadas de manera legal
en monto suficiente. Lo cual permite
la impunidad en el tráfico y compra de votos, que curiosamente todos los
partidos políticos sin excepción practican alegremente. Una muestra más de la irresponsabilidad de
los escasos ciudadanos existentes, y del absoluto desinterés del pueblo
veracruzano por los asuntos que le competen, pero que no le interesan,
distraído en lo cotidiano, en el futbol, la fiesta religiosa, el chisme
cotidiano, es decir, lo normal para un pueblo con el nivel de educación cívica
del nuestro.
Todo lo anterior ha generado un divorcio entre el pueblo y sus
gobernantes. La población asume
sabiamente que sus gobernantes son corruptos, y por lo tanto no están
legitimados para ejercer el poder público ni aplicar la ley. Esto se refuerza día con día gracias a los
escándalos que se destapan gracias no solo a al deshonestidad de los
funcionarios públicos sino también a su ineptitud para ¨robar sin que los
cachen¨. Todo esto provoca en los
mexicanos mayor desaliento, y sobre todo la convicción de que ninguna autoridad
merece el mínimo respeto, ya que el rencor y el hartazgo contra de ellas crece
día con día.
Conjuntar lo anterior con esa minoría de edad, que hace creer que la
solución vendrá de algún caudillo o salvador de la nación, termina en malas
decisiones a la hora de votar, anular el voto, o negarse a acudir a la urna el
día de la elección. Los mexicanos
esperan que otro les resuelva sus problemas, fruto de una educación religiosa
en la cual Dios es responsable de todo, y cada ser humano es responsable de
nada.
Hay políticos que con sabiduría y sagacidad han entendido a la
perfección esta mentalidad del mexicano y se ofrecen como los salvadores de la
Nación, con soluciones sencillas de entender pero muy difíciles de
aplicar. Aprovechando la ignorancia y el
desinterés del pueblo por los asuntos públicos, ofrecen acabar con la corrupción
de un plumazo y con eso resolver todos los males de México, cuando no es tan
fácil, ni sencillo, ni rápido.
Recordemos a Fox con sus quince minutos para resolver el problema del
levantamiento en Chiapas.
Como el mexicano no comprende problemas básicos de aritmética elemental,
ni posee un nivel mínimo de comprensión de lo que lee, estos políticos se
aprovechan de eso, y ofrecen resolver la situación crítica de cada votante, con
una solución resumida en cinco o diez palabras.
Explican el qué (el problema) claramente, pero jamás explican el cómo
(la solución), pues ésta es demasiado compleja, incluso para que el propio
político mesiánico la entienda y la pueda aplicar.
Que no se interprete que estoy describiendo únicamente a López
Obrador. Que si bien es la
representación máxima del político simplista y mentiroso, no es el único. Cada gobernador elector hoy en funciones,
cada presidente municipal, el propio presidente de la república, cada diputado
local, cada diputado federal, y cada senador caben también en la misma
categoría, aunque con distintos niveles, pues en este país no se puede ganar
una elección si no se promete lo que no se puede cumplir. Otra muestra más de la minoría de edad
cívica de los mexicanos.
El
caso extremo es el de Layin, quien públicamente reconoció que robó poquito la
primera vez que fue alcalde, porque no había mucho dinero disponible en la
tesorería, (ojo, no porque fuera nada más un poco ratero, sino porque no había
más para robar) y aún así resultó electo nuevamente para el mismo cargo y hoy
aspira a ser gobernador de su estado.
Todo esto a pesar de que todo el pueblo sabía y hoy toda la nación lo
sabe, que era financiado por el narco.
En
resumen, México y los mexicanos tenemos los gobernantes que nos merecemos,
porque votamos por ellos, porque los elegimos, porque permitimos que otros
selecciones previamente a aquéllos entre los que tendremos que escoger, porque
no asumimos nuestro papel de ciudadanos y una vez electo el funcionario no le
exigimos que cumpla lo que ofreció ni lo denunciamos cuando no cumple, ni le
generamos un problema y un caos político de tal magnitud que se vea obligado a
renunciar, y todo, porque no sabemos, no entendemos o somos muy comodinos… Además de tener la memoria muy corta, y no
entender para que sirve una elección y mucho menos saber que significa y para
que sirve ser ciudadano.