Ciudad de México. | 23 septiembre de 2017
Tribuna Libre.- Nayeli Martínez duerme en una casa de campaña
desde el martes. Su edificio, el 4 A, no se cayó, pero presentó daños tras el
movimiento. Ella vivió un lustro atrás en el 1 C, donde ahora hay cuerpos y
personas atrapadas, y se sorprendió con lo que pasó.
La joven alcanzó a dejar el 4 A para ser
testigo, en tiempo real, de la catástrofe. “El edificio duró 5 segundos. Se
derrumbó, no hubo oportunidad de que saliera nadie’’, dijo.
La madrugada de este 22 de septiembre pasó
entre el frío y la lluvia, pues no puede ingresar a su domicilio, pero tampoco
puede irse. “Tenemos que estar al pendiente de nuestras cosas. Hay mucho
ratero, hay mucha gente abusiva’’, aseguró.
Martínez mandó un mensaje, también, a los
políticos:

Nayeli caminó cerca de los escombros segundos
después de la tragedia. Ahí, a un costado de una avenida importante en la
Ciudad de México, la gente empezó a llegar a mover piedras. Entre ellos estaba
Ernesto.
ACABABA
DE PASAR EL ANIVERSARIO
Ernesto, de 71 años, habló para este texto
con una guayaba en la mano. Se la dieron los voluntarios y aún no pretendía
comérsela. Él vive en una casa que comparte territorio con el multifamiliar.
Escuchó el golpe, vio polvo y quiso ayudar.
“Me agarró en la cocina. Mi hermana andaba ya
abajo, y le pregunté: ‘¿Qué pasó?’. Le informaron de la caída. Su vivienda
aguantó.
“En un principio sí estuve ayudando ahí, un
poquito. Ya había gente arriba’’, contó. Luego, en la noche, ya no lo dejaron
pasar. No tenía casco ni herramienta. Ahora ronda entre el caos, esperando que
terminen las labores (para bien).
El hombre conocía a sus vecinos del 1 C.
“Compartió’’ con ellos los aniversarios de la unidad, los cuales se “festejan’’
cada septiembre. Y se apunta entre comillas porque la celebración era sin
celebración. Espera de noche en una banca, la que está frente al refugio del
cansancio de Julia, maestra de universidad que lo perdió todo.
“ERA
UNA LICUADORA”
“¿Te cuento esos momentos? Fue el
Apocalipsis. No hubo manera de prevenirse. Se soltó con todas sus fuerzas.
Cuando yo alcancé a correr 10 metros para llegar a la puerta, fue imposible
salir. Era estar adentro de una licuadora. El ruido. Todas las cosas de adentro
empezaron a volar, todo, todo […]. Te aturdía’’, contó Julia, quien estaba en
la torre vecina de la que se cayó en el conjunto urbano, a un costado de
Calzada de Tlalpan.
“Cuando el edificio se desplomó, fue como si
hubieras metido hielo a una licuadora. Fue, de verdad, impresionante’’, narró
Julia. Al abandonar el edificio, una cortina de polvo dejó ciega a la mujer. No
pudo ver nada ni a nadie en los primeros instantes. “Parecía que me habían
echado un costal de arena’’, dijo.
Con ella viven su hija y su esposo, pero
ellos estaban en la escuela y trabajo. Tuvo que salir por su propio pie y pasar
a centímetros de personas atrapadas, sus vecinos. “En ese momento no piensas.
Los vecinos estaban callados. Nadie daba crédito a lo que había pasado’’,
lamentó.
Desde ese instante esperó en un banco ubicado
al otro lado de la avenida. Aguardó a su esposo, quien venía caminando desde
Barranca del Muerto, en la delegación Álvaro Obregón, y a su hija.
La entrevistada no aguantó las lágrimas
cuando recuerda que mucha gente se quedó sin casa y ahora pasa las noches en
los albergues, o bajo la lluvia.
– ¿Qué les dicen las autoridades?
– Hay versiones encontradas. Hay los que
dicen que se tienen que demoler los edificios, hay los que dicen que sí tiene
solución. No tenemos un peritaje serio hasta ahorita.
Julia sintió el temblor ahí mismo. Gabriela,
su vecina, también lo percibió, pero a la distancia, en su oficina.
“GABY’’
SE QUEDA
Gabriela salió a trabajar el martes. Pasó por
la unidad habitacional y la vio intacta por última vez. La mujer conocía a
“casi todos’’ los del 1 C. Al volver a casa, ya sin sol, halló tristeza y
esperanza, dijo ella.
“Gaby’’ ahora deambula por la zona. Café en
mano y suéter para el frío. No quiere irse, siente que debe aguardar, pues no
estuvo presente durante el sismo de 7.1 grados que golpeó a México.
“Quieren hacer demolición, pero los edificios
(señaló a los de la orilla) están en perfectas condiciones. El Gobierno miente,
miente terriblemente, hay muchos muertos’’, apuntó.
A los días los tacha de “agotadores’’. Y es
que hay que “aguantar porque hay lluvia, aguantar porque hay calor, porque hay
gente todavía debajo de los escombros. Hay que aguantar porque los vamos a
sacar. Y no vamos a permitir que el Gobierno derrumbe nada. Tal vez ellos
tienen mucho dinero y no se dan cuenta, pero somos trabajadores de corazón,
somos mexicanos. Sólo diré que hay más mexicanos buenos que malos’’, terminó.
RUBÍ Y
SU MENSAJE
Rubí Valencia sí vivía en el 1C, ahora
derrumbado, pero no estaba adentro. Se salvó. Ahora duerme en casa de su
hermana, pero vigila la zona, pues, aseguró, la rapiña comenzó.
“Han robado cosas, documentos, objetos de
nuestro edificio colapsado. Y no sé en qué momento lo hacen. No nos dejan
pasar, pero es importante que se sepa’’, denunció.
“Es lamentable, no se debe de permitir. A
nosotros como vecinos, como damnificados, no nos dejan acercarnos, obviamente
por el peligro, pero ¿por qué sí a los que se llevan las cosas? Finalmente yo
no sé si las autoridades nos vayan a apoyar económicamente, con un espacio para
habitar, no sé. El Delegado [Valentín Maldonado] no se ha acercado, parece que
mandó gente, pero él no’’, concluyó.
LAS
ESTRELLAS DE TAXQUEÑA
Y llegó la tercera noche al multifamiliar, y
la tercera madrugada. Y los edificios siguieron igual. Castillos de naipes,
frágiles. Y llegaron las estrellas, pero las nubes y su lluvia impidieron
verlas. Y Coyoacán durmió vulnerable, pero no devastada. La gente siguió
ofreciendo tortas, guisados, cafés y hasta masajes para evitar la tensión.
Y llegaron las estrellas de la tercera noche.
Y los vecinos de Taxqueña durmieron bajo estas. Expuestos. Pendientes de cifras
inexactas.