Tribuna Libre.- Siempre que salgo de vacaciones trato de
hablar con la gente local para conocer cómo viven. Hoy sufrí al escuchar a uno de los empleados
del bar, en el hotel en el que logré conseguir un espacio en mi tiempo
compartido en la Riviera maya. Te
cuento para que te indignes como yo y sepas como tratan a nuestros compatriotas.
Todo comenzó con que quise aprovechar la hora feliz, pues la bebida más
barata cuesta ciento cuarenta y cinco pesos y es un ¨daikiri¨ de sabores,
mezclados con dos onzas de ron Bacardí blanco.
Preferí esa bebida porque el día anterior pedimos mi esposa y yo un
cocktel con vodka y nos lo hicieron con uno que cuesta ochenta pesos la
botella. Así que pensando en la
seguridad de mi hígado preferí el licor Premium que representa el bacacha
blanco.
Preguntando sobre las propinas me entero de que ya están incluidas en el
precio, pero resulta que de ese quince por ciento de propina que nos cobran, el
siete por ciento se reparte entre los meseros y el ocho por ciento restante se
lo lleva el hotel. ¡De la propina! ¡Abusivos a morir!.... y eso es apenas el
comienzo. Porque si algún gringo se
emborracha y luego no quiere reconocer la cuenta, entonces la tiene que pagar
el cantinero, ¡Aunque el gringo sí la haya consumido! ¡O el mexicano! Que también los hay. Y eso a pesar de que en el bar hay cámaras
vigilando las 24 horas de día y también auditores vigilando la operación de
éste bar, de todos los del hotel y de todos los restaurantes.
Resulta que además de ser carísimos los alimentos y las bebidas, si
alguien rechaza una bebida o un platillo, se lo cobran a su personal a precio
de venta. Ojo, cabe resaltar que muchos propietarios de hoteles son mexicanos,
así que ni siquiera podemos acusar a los extranjeros de venir a explotar al
mexicano, pues son los mismos mexicanos los que abusan.
El
colmo fue cuando platicamos de las elecciones.
Me comenta el entrevistado (que no sabía que estaba en una entrevista)
que tiene que sacarle foto a su voto, y como su sindicato está afiliado al PRI,
si no muestra la foto de su voto a favor de ese partido, entonces pierde la
plaza, pues el sindicato solicita que lo despidan y por contrato está obligado
el hotel a hacerlo sin indemnización.
Aprovechando las reformas a la ley federal del trabajo, además de tener
salarios de hambre en una zona cara como es ésta, también sufren de la
terminación periódica de su contrato.
Como los hoteles ya saben que temporada el turismo no viene, eso provoca
que los meses de menos ocupación, los trabajadores pierdan sus empleos. No crea usted que les dan vacaciones con
salario reducido. ¡No, eso no! ¡La casa jamás pierde!. Simplemente los corren, hasta que hay
ocupación suficiente para volverlos a contratar.
También sufren penas económicas si no cumplen con los protocolos de
atención al cliente, mismos que establece el propio empleados a su gusto. Y para vigilar que se cumplan, envía a sus
auditores disfrazados de clientes, para observar el desempeño de sus propios
trabajadores.
Me
platicaba que cada botella tiene que rendir cierta cantidad de tragos, y si por
error, resulta que el último trago es de menos de dos onzas, entonces esa
última copa también se la cobran a quien sirve los tragos.
Con todo lo anterior me queda claro que los hoteles ganan en todo,
incluso en la explotación de sus propios empleados. Los
administradores hacen un presupuesto, definen cuánto le van a ganar a cada
botella, que por cierto se paga con el primer trago que de ella sirvan, y si lo paga el cliente o el empleado, eso es
irrelevante. Además es el gran negocio,
pues los precios están todos en dólares, pero como si estuviera uno hospedado
en uno de los mejores hoteles de la unión americana. Todo carísimo. Por poner un ejemplo, tres panuchos bien
servidos cuestan ciento ochenta y cinco pesos.
Una cerveza cuesta ochenta pesos, siempre y cuando no sea artesanal,
porque esas cuestan ciento cuarenta pesos.
Me
queda claro que estos hoteles son para gente muy rica o para extranjeros, a
quienes por cierto se les hacen un poquito caros, pero no demasiado. Sin embargo, lo que más indigna es que con
la complicidad de las autoridades, de los propios líderes sindicales y de los
dueños de los hoteles, en lugar de generar riqueza en los lugares dónde se
instalan, estos grandes negocios lo son para los propietarios, mientras que los
mexicanos que proporcionan los servicios, su cara amable, y todo el trabajo de
atención al turismo, son tratados de la peor manera, con miles de reglas, con
salarios muy bajos y con abusos.
No
sé que me indigna más, si que les quiten parte de sus propinas, o que los
obliguen a votar por un partido político.
Por cierto, como el gobierno es panista, ya hay sindicatos afiliados a
este partido y el juego es el mismo.
Entregar foto del voto, y si no se vota por el PAN pierden su
trabajo.
Que tristeza que nos cuenten que las reformas estructurales han servido
para hacer más competitivo al país, cuando en realidad han servido para abusar
o saquear aún más al país. Cada día que
pasa más me convenzo de que las oligarquías trabajan de común acuerdo para
abusar del resto de los mexicanos.
¡Urge un cambio de rumbo! Si
tienes conciencia, seguro que lucharás por ese cambio en las urnas.