Tribuna Libre.- En términos de las elecciones presidenciales
de este año, el candidato priista Jose Antonio Meade Kuribreña es un manojo de
problemas estratégicos. Para analistas consultados, su paso lento en las
encuestas se debe a su estrecho vínculo con la administración peñanietista y el
PRI. Desde que fue seleccionado como
precandidato presidencial, consideran,
Meade Kuribreña debió buscar deslindarse del Presidente Enrique Peña
Nieto. Pero no lo hizo y por ello, antes del arranque de la campaña
presidencial, llega entre el tercero y el segundo lugar en las encuestas, muy
alejado de quien encabeza hasta hoy las preferencias electorales: Andrés Manuel
López Obrador.
Su problema es que no convence al ciudadano
común. Aunque tampoco a los priistas, que sólo lo apoyarán cuando tenga fuerza
suficiente para ponerse al tú por tú con López Obrador, observan los
especialistas. ¿Y qué puede hacer para enfrentar su eminente fracaso? Guerra
sucia y aguardar que las viejas usanzas y artimañas de la estructura priista
rindan efecto, coinciden.
SinEmbargo realizó el ejercicio que hoy
presenta, interpelando politólogos, analistas del discurso y directivos de
casas encuestadoras quienes opinaron, con base en un mismo cuestionario, acerca
del impacto del Presidente Enrique Peña Nieto en las propuestas de campaña de
los tres principales aspirantes presidenciales: Andrés Manuel López Obrador
[“Juntos Haremos Historia”], Ricardo Anaya Cortés [“Por México al Frente”] y
José Antonio Meade Kuribreña [“Primero México”]. El lunes tocó el turno a
Anaya, ayer a AMLO y hoy se cierra con el análisis sobre Meade.
A Jose Antonio Meade Kuribreña le tocará
bailar con la más fea en el proceso electoral de este año. El abanderado
presidencial del Partido Revolucionario Institucional (PRI) tendrá tres enormes
retos a vencer: superar la mala imagen del Presidente Enrique Peña Nieto y del
partido fundado por Plutarco Elías Calles; generar un discurso propio que lo
desmarque de EPN, además de convencer a los priistas de que él es el “bueno”,
es decir, que puede ganar la carrera presidencial y que por tanto merece ser
apoyado, plantearon en entrevista especialistas consultados por SinEmbargo.
El problema es que Meade no logra separarse
de la sombra tricolor que oscurece su imagen, coincidieron los especialistas. Y
un indicador oportuno son las encuestas más recientes, según las cuales, el
tecnócrata con más de 20 años de experiencia al servicio del Gobierno federal
se ubica en la tercera posición, o empatado en la segunda con Ricardo Anaya
Cortés, pero con una diferencia muy amplia detrás del puntero: Andrés Manuel
López Obrador (AMLO).
Entre enero y marzo de este año, cuatro
encuestas –Consulta Mitofsky, Buen Día & Laredo, El Financiero y
Parametría– le dieron entre 16 y 19 puntos porcentuales de preferencia. Por su
parte, AMLO y Ricardo Anaya Cortés tienen promedios de 33.4 y 24 por ciento,
respectivamente. Sin embargo, refirió Bloomberg el pasado 23 de marzo, Meade ya
empató a Anaya con 24 puntos, lo que deja a ambos candidatos 18 puntos por
debajo de AMLO.
Pero Jose Antonio Meade, además, se encuentra
entre la espada y la pared.
De acuerdo con Enrique Toussaint, politólogo
de la Universidad de Guadalajara (UdeG), el abanderado priista no sólo “tiene
el papel más difícil por ser el candidato oficial, o el candidato del
Presidente”, sino que su situación se complica porque “tiene que jurar, de
alguna forma, lealtad al Presidente de la República que lo eligió” y, al mismo
tiempo, “tiene que hacer también un discurso que lo separe de Peña”.
El
lento avance de Meade, no obstante, tiene una explicación básica.
“Cuando un Presidente está mal valorado, al
candidato de su partido le hace daño, le quita puntos. Y también, cuando a un
Presidente le va bien, al candidato de su partido no necesariamente lo
favorece. Simplemente no le resulta carga negativa; lo deja tablas. Eso sucede
en todo el mundo […]. Y si a esto le añades la muy mala imagen del partido del
Presidente, que trae un orden de rechazo de cerca del 80 por ciento, te indica
que partido y Presidente le hacen un enorme daño al candidato”, explicó a
SinEmbargo el doctor Rubén Aguilar Valenzuela, portavoz de la Presidencia de la
República durante el sexenio de Vicente Fox Quesada [2000-2006].
De acuerdo con las cifras del think tank
estadounidense Pew Research, el 72 por ciento de los mexicanos encuestados dijo
repudiar al Revolucionario Institucional. En el caso del Presidente Peña Nieto,
el 69 por ciento manifestó su rechazo.
Pero Meade, oficialmente, no es priista. Sin
embargo, destacó Toussaint, “nadie ha comprado la idea de que Meade es
completamente distinto a Peña Nieto y al priismo. ¿Por qué? Porque fue un
funcionario muy importante de su administración”. Entre 2012 y 2017, fue
titular de tres Secretarías de Estado: Relaciones Exteriores [2012-2015],
Desarrollo Social [2015-2016] y Hacienda [2016-2017].
“Es más, si fuera priista estaría mucho más
arriba en las encuestas”, confió el analista de la UdeG. Y esto se debe a que
el PRI, o mejor dicho Enrique Peña Nieto, al momento de elegir a Meade como su
delfín cometió un error estratégico, que es, según Toussaint, que los priistas
nunca están con el “mejor” sino con “el bueno”, que son dos cosas distintas
aunque a veces pueden coincidir, pero no siempre.
“Porque cuando los priistas dicen ‘el bueno’
tiene intrínseca la palabra ‘triunfo’. De eso todavía Meade no logra
convencerlos. Los priistas no es que no estén votando por Meade porque no los convenza
o no sea priista. El problema es que Meade todavía no le demuestra a los
priistas que pueden ganar. Cuando Meade se posicione como quien puede vencer a
AMLO, entonces podrá cohesionar a los priistas”, añadió el especialista.
Más allá, el plomo tricolor que hunde a Meade
es tan pesado, que a pesar de que el 43 por ciento de los mexicanos dice estar
dispuesto a votar por un candidato sin importar el partido que lo abandera, de
acuerdo con cifras de la casa encuestadora Demotecnia de las Heras, Meade no
pasa del tercer lugar. Demotecnia también refiere que el 83 por ciento de los
connacionales encuestados opinó que el próximo gobernante debe representar un
cambio.
Para Rodrigo Galván de las Heras, director de
Demotecnia, lo cierto es que “a los priistas les pusieron a un candidato
antiestablishment [o antisistema] pensando que los negativos de Peña es el PRI.
¡Y es al revés! En estos momentos los negativos del PRI son Enrique Peña
Nieto”. Por eso, por el estrecho vínculo entre la administración peñanietista y
el ciudadano Meade, “no hace ‘click’ el candidato con la gente que va a votar
por él”, coincidió el directivo.
RESCATANDO
AL CIUDADANO MEADE
En la opinión del doctor José Fernández
Santillán, analista político de Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores
de Monterrey (ITESM), “la ideología de Jose Antonio Meade Kuribreña no es otra
que el neoliberalismo, punto”. Y en la actualidad, aunque no está negando al
Presidente Peña, “sí está negando su origen y su verdadera naturaleza” como
tecnócrata.
“Él se está presentado como un ciudadano que
no es priista. ¡Y no es cierto! Es un tecnócrata del equipo de [Luis] Videgaray
[Caso], de Francisco Gil Díaz, Pedro Aspe… De todos ellos quienes han mal
gobernado este país y lo han llevado a que tengamos la mitad de la población en
pobreza y un puñado de familias enriquecidas y controlando el dinero en este
país”, señaló.
Como colaborador eficiente y consciente de
los gobiernos anteriores, Meade se ha visto envuelto en escándalos de
corrupción. No es señalado de ser la mente maestra u operador de las
corruptelas. Empero, es visto como alguien que solapa, que permite la corrupción,
coinciden los especialistas.
Casos como el desfalco de “Juntos Podemos” y
la llamada “estafa maestra” de Hacienda y del priista César Duarte Jáquez,
salpican a Meade. Y como coincidieron Toussaint y Santillán, “aunque él puede
decir que es muy puro, muy casto, que nunca ha cometido un acto de corrupción,
hay muchos casos de corrupción que inician en la Secretaría de Hacienda y
parece que él cerró los ojos frente a esas posibles desviaciones”.
Entonces,
¿qué puede salvar al “candidato de acero”?, se les pregunta.
Su alternativa, coincidieron los analistas,
es la guerra sucia y aguardar que las viejas usanzas y artimañas de la
estructura priista rindan efecto –llámese cooptar el voto, tácticas de
desinformación y desprestigio, uso faccioso de las instituciones, etcétera–.
“Estamos en un escenario que podría denominar
como de guerras de maquinarias de facto o de lodo”, comentó el politólogo
Enrique Toussaint, quien refirió que “José Antonio Meade entiende que no tiene
credibilidad y por tanto, si quiere competir, tiene que ensuciar a los otros
dos. Pero sobre todo, al primero que tiene que ensuciar es a Ricardo Anaya,
porque si quiere competir contra Andrés Manuel [López Obrador], primero tiene
que derrotar a Anaya. Creo que el PRI juega a la estrategia de ‘no te hagas
bolas, todos somos iguales. Y como todos somos iguales, por lo tanto sigue
votando por el que siempre votas [el PRI]’”.
UN
FRACASO ANUNCIADO
Octavio Paz alguna vez mencionó que el
Sistema Político Mexicano es medio azteca por la estructura piramidal del
poder, en donde el Presidente, por un lado, llegaba hasta la cúspide para
dominar; y por el otro, una vez que no servía, era sacrificado y desechado como
carroña. Y en esta tradición decimonónica, todo nuevo Presidente debía negar o
“traicionar” a su antecesor.
En términos de estrategia, según los
analistas consultados, desde que Meade fue ungido como el candidato
presidencial del PRI, debió de haber iniciado un proceso de distanciamiento del
Jefe del Ejecutivo Federal. Sin embargo no lo hizo y ese barco ya zarpó. Los
cinco, ocho o diez puntos que Anaya le saca de ventaja en las preferencias
electorales es, en su opinión, una barrera que quizá no supere -aunque nada
está escrito aún-.
Las
contradicciones, en cambio, cuajan en su discurso político.
El abanderado del PRI propone reparar los
problemas heredados por la administración peñanietista: la corrupción, a través
de la fiscalización y el fortalecimiento de la capacidad de las autoridades; la
inseguridad, manteniendo el combate frontal y mejorando los recursos de
información e inteligencia -como el Sistema Nacional Anticorrupción, por
ejemplo-; la endeble economía familiar, a través de políticas públicas como la
atención a grupos vulnerables, generar oportunidades con visión de género, mejorar
las condiciones de vida de la gente del campo, innovación en ciencia y
tecnología, educación, entre otros; además de mejorar las reformas
estructurales y trabajar a partir de ellas.
Meade “ha tratado de tener un discurso más
crítico de los casos de corrupción”, explicó Enrique Toussaint a este diario
digital. El problema es que utiliza este discurso cuando su partido y el
Presidente son objeto de sospecha de corrupción –llámese Monex, Soriana, OHL,
Higa, Odebrecht, la “casa blanca”, entre otros–. Y por otro lado, Meade dice
que va a trabajar sobre las reformas de Peña Nieto, a quien además elogia.
Apenas en diciembre del año pasado, mencionó
en Twitter que “Hoy #México tiene un mejor presente y futuro gracias a un
liderazgo claro @EPN @PRI_Nacional” (sic).
“Esta posición de jugar medio al cambio y a
la continuidad siempre te lleva a fracasos. Así lo intentó hacer Josefina
Vázquez Mota en 2012 y lo mismo le pasó. Es decir, cayó a un tercer lugar muy
muy lejano. Entonces, por ese lado, Jose Antonio Meade tiene una labor de
equilibrios que es muy compleja”, expuso Toussaint. La labor de Meade “era
imposible porque querían pintarlo como algo nuevo, como algo distinto pero que
en la práctica lo que hacía era defender todo el estatus quo y todo el sistema”.
Según los especialistas, no importa lo que
Meade haga o diga. Va a entrar por un oído y a salir por el otro porque no es
un asunto de propuestas, sino que, para el ciudadano promedio, un hombre como
Jose Antonio Meade participó en el Gobierno de Peña Nieto. Y tratándose de uno
de los gobiernos más corruptos en la historia del país, es poco creíble que
pueda hacer una agenda de regeneración nacional, coincidieron.
Ulterior a estas fallas estratégicas, la
doctora Francisca Robles, especialista en Análisis del Discurso de la Facultad
de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
(UNAM), mencionó que “lo que le ha fallado es la convocatoria a grupos sociales
de otro origen”.
Al ciudadano Meade lo apoyan ciertos grupos
vinculados al poder, como lo son las organizaciones vinculadas al PRI –CTM,
CROC, CNOP, etcétera–. Pero de acuerdo con Robles, “no ha buscado acercamiento
con los grupos alternativos como organizaciones no gubernamentales o de la
sociedad civil”. Entonces lo que le falta es “tener representatividad
ciudadana, o bien, una imagen encausada con las causas ciudadanas”.
Esta falta de integración hace que su figura
no despegue, aseguró la académica de la UNAM.
“Entonces los ciudadanos no pueden tener un
referente ciudadano si se excluye de los problemas ciudadanos. No se ha metido
ni siquiera en [temas de] la Ciudad de México, que es la que habita. Ya mucho
menos en otras ciudades al interior de la República”, concluyó, Robles.