A
propósito de los usureros de la salud y la falta de seguridad social efectiva
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Lenin
Torres Antonio| 01 marzo de 2018
Tribuna Libre.- La economía en México es salvajemente
capitalista, porque genera una riqueza desmesurada a unos cuantos, y la inmensa
mayoría de sus habitantes son de ese 55.5 millones de pobres o de una
incipiente clase media que a duras penas llega a fin de mes para solventar sus
necesidades más apremiantes. De ahí deviene ese panorama de pobreza extrema,
rezagos en casi todos los indicadores sociales, educativos, culturales, y la
terrible violencia que vivimos. Particularmente me quiero referir a la falta de
empleos, que, si los hay, no son bien remunerados y se caracterizan por ser
precarios y sin la más mínima seguridad social médica, es decir, prestaciones
irrisorias y pésima asistencia sanitaria que es pedir demasiado, esto provoca
una terrible indefensión y angustia y trae consecuencias graves a los
ciudadanos que los ponen entre la vida y la muerte.
En pocas palabras, los mexicanos no vivimos
un mundo feliz, ni se vislumbra a corto plazo un tiempo en que ésta realidad
cambie, más pensando en la decadencia del Sistema Político Mexicano y la falta
de liderazgos eficientes y honrados. Así de cruda y triste es la mexicanidad de
estos tiempos, antes era un parte del folclor cultural la afrenta a la muerte,
y el juego con la otredad, hoy somos otredad y somos muerte.
El cineasta Buñuel incluso hizo una estupenda
película en México, Los olvidados, donde escenificaba esa otredad de los
barrios de la capital, la pobreza mezclada con los exabruptos de violencia, y
el Jaibo era la excepción, no el lugar común, hoy vemos como los jaibos pululan
por doquier, y el surrealismo mágico de Buñuel se convierte en realidad
cotidiana. Escapar es imposible, nuestra patria es la tierra que pisamos, el
agua que bebemos, el aire que respiramos, y seguro quisiéramos muchos cambiar
su realidad por otra, donde soñar en un mejor mañana sea posible en base al
trabajo y al comportamiento inteligente y solidario. En base a una salud mental
que nos permitiera reconocer que los intereses de las mayorías son más
importantes que de las minorías enfermas y corrompidas. Aun así, se vale pensar
en un mañana diferente.
Me he referido en muchas ocasiones,
principalmente cuando he escrito textos que se refieren a la geopolítica y a
los intereses macros, por cierto, también enfermos y perversos, sobre mucha
gente que no debieron morir, principalmente los niños, que en medio de esas
guerras fratricidas y provocadas por intereses geopolíticos mueren impunemente
y son canallescamente llamados “daños colaterales”. Muerte de gente inocente
que nos causan indignación pero que desafortunadamente no podemos evitarla. El
poder no está en mano de esa configuración abstracta y obsoleta que denominamos
Estados Democráticos, sino en ese uno 1% que ni siquiera sale a votar ni es
visible. Lo público se ha vuelto una marioneta de una mano oculta que tiene
todo el poder del mundo para hacer y deshacer. Aun así, el mundo sigue inmerso
en un falso discurso y conceptualización de lo que es la naturaleza pública de
lo humano. Platón y Rousseau han muerto ahora si definitivamente, y Nietzsche
surge de sus cenizas para decirnos: ¡ya vieron lo que los ascetas han hecho del
mundo!, ¡humanos demasiados humanos, nunca pudieron construir otra gramática!
Hace unos días vi el documental SICKO de
Michael Moore donde desvela otra forma de salvajismo capitalista a expensa de
la salud de los norteamericanos, las confesiones terribles que hacían algunos
arrepentidos del sistema de seguro médico de los EEUU, donde narran cómo para
aumentar sus bonos y estímulos económicos, con diversos argumentos, aunque casi
siempre con el “que el tratamiento es experimental”, rechazaban infinidad de
solicitudes de atención y tratamiento médico, y condenaban de esta forma a
sufrir o la muerte a miles de ciudadanos norteamericanos. En éste macabro
sistema de estímulo a la productividad, los mejores trabajadores de los seguros
médicos serían quienes tuvieran el registro de más rechazos de solicitudes.
Dantesca y perversa confesión, pero así de cruda describían la realidad del
sistema de seguridad médica de los estadunidenses. En cambio, en Francia,
Inglaterra o Canadá, por hablar de otros países con diferentes Sistemas de
Salud, la asistencia sanitaria es gratuita y eficiente.
Aquí cuesta hablar del Sistema de Salud de
los mexicanos, puesto que lo único de que podemos presumir es de las “vacunas
gratuitas a nuestros niños”, de ahí en fuera, todo el Sistema de Salud está
colapsado en relación a la demanda que rebasa la capacidad del Sistema de
Salud, un presupuesto insuficiente para la salud de los mexicanos. Hay, pero no
hay, salud pública.
Al respecto quiero relatarles un dialogo
sobre el tema de salud que tuve con par de buenos amigo, y describirles la
realidad cruda y dura del sistema de salud privada y pública de la inmensa
mayoría de los mexicanos: el caso de uno de ellos que particularmente lo
lamenté inmensamente, al morir su esposa por la negligencia y falta de atención
eficiente y profesional; y fundamentalmente por no tener seguridad social
médica. Situación que no nos alejan demasiado de lo que describe Moore en su
documental sobre el sistema de salud de los estadounidenses. Estaremos hablando
de “los muertos que no debieron morir”.
Una fin de semana me llamó mi amigo Sísifo,
muy de mañana, antes que pudiera reaccionar y responder a su saludo, me comenzó
a narrar lo que había pasado respecto a la atención médica urgente que estaba
requiriendo para su esposa: me dice que al ir a liquidar la cuenta para
llevarse a su esposa a casa en la clínica donde fue atendida, y al preguntar
por el monto de la cuenta, le salieron con otra mucho mayor de la que el médico
que atendió a su esposa le había dicho, casi cuatro veces su valor, y que le
pareció un abuso de la clínica, por lo que pidió que le desglosaran el monto
cobrado. Para su sorpresa, al ver el desglose, vio que cada utensilio,
medicamento o servicio era cobrado con un valor superior al normal, es decir,
si una gasa te cuesta en la farmacia 3 pesos, esa misma gasa le era cobrado 10
veces su costo normal, y así con todo lo demás, es decir que no había un
tabulador que respetaran de precios oficiales, y, por ende, inferimos que cada
institución privada de salud cobra lo que le venga en gana. Siendo su plus de
ganancia siempre estratosférica, y no regulada por ningún control
gubernamental.
A partir de ahí mi buen amigo, además un tipo
inteligente, cuando menos a mí me consta, y yo, comenzamos una plática en torno
al problema de Servicio Sanitario que viven los mexicanos, y el colapso que
viven las pocas instrucciones de salud pública con que cuentan, y los abusos de
las clínicas privadas que se han vuelto inalcanzables para la mayoría de los
mexicanos. Me dice, ahí se me fueron mis ahorros, expresando su enojo y, pero
también que no tuvo otra opción más que acudir a una clínica privada porque en
la pública de seguro su esposa estaría debatiéndose entre la vida y la muerte.
Pensando en los que no tienen un ahorro, y
que son la mayoría de los mexicanos, concordamos que se ven obligados a acudir
a los atiborrados y deficientes servicios públicos de salud, aun coincidimos
que la mayoría muere en el intento, con una automedicación, algún paliativo
dado por el médico de la cuadra, o simplemente aguantando hasta que la tormenta
pase, si es que pasa y no muere. Hablando de las mafias, no dudamos que están
en todos lados, y que en la salud privada hay grandes mafias que hacen lo que
quieran, son unos auténticos intocables usureros de la salud.
El siguiente caso que les contaré no es
afortunado como el de mi amigo Sísifo, quien cuando menos sin ahorro y sin lana
ahí tiene a su esposa vivita y coleando. A mi amigo Prometeo realmente vivió la
indecencia de un Sistema Social ausente y un abandono de la institución a la
que sirve. Se combinaron para su trágico duelo, la pérdida de su amada esposa,
pobreza, negligencia, y víctima de un Estado incapaz de garantizar buena salud
a su pueblo.
Un día su esposa se levanta sintiéndose
enferma con síntomas de un ligero resfriado, situación que no ameritaba más que
responder buscando un buen analgésico, algún antigripal y expectorante, como es
costumbre y regularmente hacemos los mexicanos; unos par de días después, la
situación de su esposa no cambia, y se ven obligados por la falta de recursos
económicos, y Seguridad Social Medica de él, ir al hospital público más
próximo, aunque eso de decir “más próximo” no implicaría, decir que contaba con
varias opciones de hospitales públicos, puesto que en la ciudad que habita sólo
hay dos, pese a ser un municipio de más de 424,755 habitantes. los dos
sobrepoblados y con carencias evidentes tanto de personal médico especializado
como de medicamentos, camas, y otros utensilios básicos.
Su amada esposa entra al hospital público en
una situación moderada, aun comía con regularidad, platicaba, es decir, que con
un buen diagnóstico, y un buen tratamiento saldría en pocos día, pero no fue
así, sin médicos especializados, dado la cantidad de pacientes que atienden a
diario que rebasan a los pocos que hay, y sin un tratamiento oportuno de
antibióticos, puesto que se negaban a suministrárselo, pasando un par de días
su salud empeora, dejando de comer, comenzando a debilitarse, hasta que le
declaran una neumonía que su cuerpo ya no pude resistir y fallece.
Estoy totalmente convencido, porque viví de
cerca la situación de mi amigo, que su esposa no debió morir, y no tan sólo por
ser una mujer joven, sino porque con un buen diagnóstico de un especialista y
un buen tratamiento, y un lugar higiénico, seguro su esposa no hubiera muerto.
Pero murió por no tener mi amigo Prometeo Seguridad Social Medica de su trabajo
en la UPAV, pero murió por no tener recursos económicos para ir cuando menos
con los usureros de la salud privada, pero murió por la falta de un Estado
capaz de garantizar servicios de salud de calidad a sus ciudadanos, pero murió
por gobernantes insensibles y corruptos que sus intereses personales están por
encima de los intereses públicos, por la simulación y el abandono de una clase
política enfrascada en una lucha por el poder visceral, por una sociedad y
pueblos sumisos y cobardes, por el individualismo y el egoísmo que han
sepultado la solidaridad y la racionalidad, porque el hombre universal está en
franca decadencia, porque el yo sustituyó al nosotros.
Decía en un anterior texto que la pobreza
cuestiona la legitimidad, legalidad y viabilidad del Estado democrático,
también “un muerto que no debió morir” cuestiona la racionalidad del hombre y
su civilidad.
Todos somos Sísifo y Prometeo, pues todos
cargamos sus tragedias al ser nuestros hermanos, nadie se salva, la
corresponsabilidad en la construcción de nuestros espacios públicos la cargamos
todos en el hombro, como también la viabilidad del hombre como raza humana.