* Anaya
ataca y hiere * Meade, gris * El Bronco, el mochamanos * Margarita no tiene con qué * Un circo llamado debate * López Obrador: lo suyo no es debatir * Amado: candidatura perdida * Corpi Lara: más que una agresión, un
atentado * Tronco: el panismo simula
quererlo * Rocío Nahle: el desaire de
los colonos
A
quemarropa, la frase hiere: “Es una farsa tu historia, Andrés Manuel”.
Mussio Cárdenas
Arellano | 25 abril de 2018
Tribuna Libre.- Y el Peje no reacciona, ni refuta, ni
increpa. Queda pasmado, atolondrado, sacudido por las tres, cuatro, cinco
sentencias lanzadas por Ricardo Anaya Cortés, el candidato de la derecha, el
panista que habla de engaño y complicidad mientras lo incendia el fuego
mediático y el asedio de la PGR por triangular recursos públicos y por el
lavado de capitales, por los moches y su vida de oropel.
A centímetros de él, acicateado por su rival,
nada dice López Obrador. No invoca las virtudes del que siendo humano puede
equivocarse y rectificar, o perdonar, o enmendar, o hacer amigo a su enemigo
hasta construir su nuevo proyecto de país con las fuerzas que en el pasado
lejano, sus días en el PRI, se confrontó hasta tener que andar por los caminos
de la oposición.
Pega Anaya en lugares tan comunes que AMLO,
mínimo, debió intuir: que si los artífices del Fobaproa, los autores del fraude
bancario que el pueblo pagó, son hoy parte de su dream team; que si su origen
es priista, líder del PRI en Tabasco cuando Carlos Salinas de Gortari comenzaba
a despegar; que si Bejarano recibía dinero ilegal y sigue operando en Morena;
que si su gobierno en el entonces DF estuvo marcado por la inseguridad, el
homicidio, el secuestro.
Pega Anaya porque Andrés Manuel lo dejó
suelto. Ligado al priismo, su cuna, pudo invocar las rupturas históricas, los
deslindes, los quiebres en los sistemas políticos que dan paso al movimiento
popular, suscribiendo nuevos pactos y acuerdos, aun echando mano de quienes
habrían sido sus verdugos en otros tiempos. Pero no refutó.
Aquello no fue un debate. Fue circo. Fue
show.
Trabados en la descalificación, se pierden
los proyectos, las ideas, la fórmula que rescatar la paz, para revertir la
violencia, para enfrentar la corrupción.
Debatir es algo más. Sirve para contrastar la
oferta de uno y otro candidato, el cómo acabar con el baño de sangre, las
ejecuciones, el secuestro, las diversas formas de criminalidad. Pero ahí, en el
encuentro de los candidatos presidenciales, los planteamientos son estériles,
inconsistentes, evasivos.
Margarita Zavala siguiendo la guerra contra
el narco emprendida por su esposo, el ex presidente Felipe Calderón.
Anaya y Meade reforzando la estrategia de
inteligencia, el desmantelamiento de los cárteles, reforzando las políticas
para atender las causas que llevan a los jóvenes a buscar su destino en las
drogas, y de ahí a integrarse a la cadena del narcotráfico.
López Obrador persiste en su proyecto de paz
marca, la amnistía que según él es perdón sin olvido. Habráse visto semejante
ignorancia. Amnistía es olvido, y el olvido extingue sanciones y cura heridas.
Y ahí se la arman al Dios Peje. Perdón a los
criminales es impensable, es aumentar el dolor de los familiares de las
víctimas.
Perdón a los criminales es pactar con capos y
sicarios, los artífices del dolor de cientos miles.
Así lo niegue López Obrador, así aclare que
lo suyo es sólo un planteamiento para explorar la vía del diálogo, así acuñe su
frase, que en realidad ni es suya: “no se puede combatir violencia con
violencia”, Anaya, Meade, Margarita y El Bronco lo tunden a placer. Y El Peje
no tiene con qué responder.
No hay estadística que salve a quien vive en
otra dimensión. AMLO exhibe sus logros en materia de seguridad cuando gobernó
el Distrito Federal. Muestras cartones con cifras. Y compara sus números con
los del gobierno federal, los de Fox y los de Calderón. Y presume la
efectividad.
Anaya lo confronta. Las cifras reales son
distintas, y López Obrador no tuvo el éxito que le hicieron creer.
Anaya da la puntilla: una fotografía de la
macro manifestación en el DF protestando por el alza en el secuestro.
Otro tópico, el de la corrupción, le da armas
a López Obrador. Anaya y Meade, y hasta Margarita Zavala, representan al PRIAN.
Y ahí está la razón de la debacle mexicana.
PRIAN se ha comido cada pedazo de México.
Prolifera el negocio y no el bien social. Si López Obrador citara los nombres
de los corruptos y describiera cómo han lucrado con el poder, el debate de
domingo 22 habría sido interminable.
Ahí, el dueño de Morena los destroza. A López
Obrador no le han podido probar nada ilegal y él sí los fustiga, les recuerda
la corrupción del salinismo, del foxismo, del calderonismo, del peñismo.
En ese punto del debate, Anaya y José Antonio
Meade se tocan, se hieren, se embisten sólo para dejar la imagen que no se
confabularon para hacer trizas al Dios Peje. En el fondo es una maquinación.
Ahí, cada uno tiene su historial.
Carga Anaya con los “moches” —la comisión
inmoral por incluir obras en el presupuesto de la Federación— cuando pastoreaba
a los diputados del PAN y el escándalo por la nave industrial en Querétaro, por
la que la Procuraduría General de la República indaga a quienes le vendieron el
predio y luego le compraron el área construida, el lavado de dinero, la
evasión.
Anaya refuta y muestra que a él un tribunal
le dio la razón y lo dejó más limpio que cuando empezó este show.
Meade cumple con pronunciar el refrán de la
honestidad, habiendo sido alfil de un régimen marcado por la corrupción. Y
Anaya le muestra la fotografía cuando partía el pastel con el ex gobernador de
Chihuahua, César Duarte Jáquez. Vaya contradicción.
Y luego lo insta a atender “las siete de
siete”: Odebrecht, la estafa maestra, los desvíos en Sedesol, el socavón en
Morelos, César Duarte, Javier Duarte y Roberto Borge, la tríada de gobernadores
que asaltaron el erario.
Le faltó citarle que hay una Casa Blanca. Y
hurgar en el origen de esa Casa Blanca, en los presuntos ahorros de la esposa
del presidente, Angélica Rivera, en la promesa de venta que no cumplió, en la
empresa inmobiliaria que supuestamente la vendió. Un insulto de 86 millones de
pesos.
Todos contra AMLO, golpeado y menguado, el
dueño de Morena vive su peor debate en 12 años. No le fue tan mal frente a
Felipe Calderón, en 2006, ni ante Enrique Peña Nieto en 2012.
Lo masacra Ricardo Anaya cuando cita el libro
“El Fobaproa, Expediente Abierto”, de la autoría de López Obrador, en el que
describe el fraude bancario que terminó pagando el pueblo. Y le recuerda que
dos de sus artífices, Miguel Ángel Navarro y Alfonso Romo, son parte de su
círculo de poder. Navarro aspira a ser senador por Nayarit; Romo será su jefe
de gabinete si gana la elección presidencial. Polvos de aquellos pillos.
Anaya pega con el pasado priista de AMLO. En
sus años mozos fue cabeza del PRI en Tabasco y en los días en que Carlos
Salinas de Gortari descollaba, López Obrador seguía ahí.
Tira un dardo más: Manuel Bartlet, el
intendente del fraude electoral, al que se le cayó el sistema en la elección de
1988, el verdugo de Cuauhtémoc Cárdenas, hoy es el líder de Morena en el
Senado. Y le muestra la fotografía de Bartlet y Salinas.
Y la frase letal: “Es una farsa tu historia,
Andrés Manuel”.
Le falla a López Obrador el lenguaje
corporal. Sonríe poco. Clava la mirada en la inmensidad, ajeno a todo. Mira con
incredulidad, con una expresión de desgano. Endurece el gesto.
Conminado a definirse honesto, lo hace. Y
entonces viene la burla de Jaime Rodríguez, El Bronco, el candidato de las
firmas falsas, el candidato independiente sólo por decisión el Tribunal
Electoral del Poder Judicial de la Federación, el de la locura de cortarle la
mano a los que roban.
Nada como la estampa de López Obrador al concluir
el show. Se va en silencio. Toma sus cartulinas, las guarda en un portafolios,
da la espalda, baja del estrado y se retira con paso lento.
Su estampa es la de un hombre que huye,
apabullado, destrozado.
Habría de decir en un video, una hora después,
que le hubiera gustado responder a Anaya, “muy hablantín, farsante e
hipócrita”.
Y refirió:
“Me hubiese gustado responder a otras
mentiras —apuntó—, sobre todo del candidato del PAN, que habló de que cuando
fui jefe de gobierno bajó la inversión en la Ciudad (de México). Puras
mentiras, fue cuando más inversión hubo en la ciudad. Inclusive inversión
extranjera”.
¿Le hubiera gustado responder?
Debió hacerlo. Pudo hacerlo. No lo hizo. ¿Por
qué?
Nunca antes se le vio así.
Archivo muerto
¿Culpa del OPLE, de Yunes o fuego amigo?
Súbitamente, Amado Cruz Malpica queda al aire, sin candidatura a diputado local
por Coatzacoalcos, su reelección. Su registro fue anulado por el Órgano Público
Local Electoral de Veracruz por no apegarse a la norma, por ser postulado por
Morena, del que es militante, en un distrito que la coalición del
pejepartido-PT y Encuentro Social determinó tenía mano el PES. De inmediato,
Rocío Nahle —que manda más que el líder estatal de Morena, Manuel Huerta— situó
ahí a un incondicional, el doctor Roberto Ramos Alor —“Breaking bad”—,
suscitando la polémica, gestando un conflicto que habrá de ahondar las
diferencias en Morena. Según su mecánica de selección de candidatos, después de
Amado Cruz Malpica el que mejor punteó fue el famoso vendelotes, Salvador Cueto
Sosa, el que invade terrenos o los compra pero no los paga y luego su hija, la
regidora Fabiani Cueto, pugna y puja para que el ayuntamiento apruebe su
regularización. Cueto debió ser postulado, no Ramos Alor. Si Cruz Malpica no logra
revertir en los tribunales la decisión del OPLE, el siguiente round será
protagonizado entre el recomendado de Rocío Nahle y el cuestionado vendelotes.
Morena acusó que la decisión del OPLE fue motivada por el gobernador Miguel
Ángel Yunes, pero al interior del pejepartido y en el círculo cercano a Amado
hay la certeza de que la tenebra fue obra de Rocío Nahle, lideresa del Grupo
Barbarazo, pues todo lo destruye… Agredido, infamado, Rodolfo Corpi pone a
prueba la justicia en Veracruz. Acusado de mapache electoral, sin serlo,
enfrentó en la elección de agente municipal de Villa Allende a una horda sin
freno, la de Javier Prot Cabrera, golpeado a placer, cercado por una banda de
rufianes y por ciudadanos que reaccionaron al escuchar un embuste vil, la imputación
de que había atropellado a una mujer embarazada. Sobre Rodolfo Corpi Lara,
diputado local suplente de Morena, se volcó una turba demencial, azuzada por
Javier Prot, una runfla que agredió primero a uno de sus acompañantes y luego,
cuando abordó su vehículo y huyó, le lanzaban otros autos sobre su carrocería,
hasta recibir el impacto de una roca mayúscula sobre la ventana del conductor y
en la cabeza de Corpi. Lo suyo no fue casual. Fue una venganza por un hecho
ocurrido en la elección de alcalde, en 2017, cuando un miembro de los Prot fue
aprehendido, trasladado a Xalapa, enfrentado a la justicia, imputándosele
portación de armas y otras cosas más. De Xalapa aquel Prot regresó
transformado. Se fue priista y regresó panista. Lo de Corpi no fue un incidente
electoral. Hay una línea a seguir, la del intento de asesinato. Y hay un nombre
clave, el que ejecutaría la acción. Ya lo sabe quien lo tenía que saber… Qué
iluso es Renato Tronco. Sólo él podría suponer que el panismo lo hará diputado
federal, que el panismo tiene algo con qué competir, que el panismo lo podría
ayudar. Jalan parejo unos, los no panistas, y jalan en contra los del partido
del bien común. Tronco, con su negro historial y tufo a muerte, sabe que de
vencer en las urnas el 1 de julio será diputado y algo más: candidato natural a
la alcaldía de Coatzacoalcos. ¿Cómo, pues, el panismo le allanaría el camino a
la gloria? ¿Cómo la infame operación política, sus cuadros en tareas
electorales, podrían empeñarse para que el sombrerudo de Las Choapas terminara
comiéndoles el pastel? De labios hacia fuera, el panismo pregona que Renato
Tronco va que vuela a la diputación federal por el distrito de Coatzacoalcos,
pero en sus adentros se fragua el vacío, la ausencia, el día que hay que votar.
Tronco habla, ofrece créditos blandos, programas de ayuda a madres solteras o
en condición de pobreza, y hay quienes se dejan prender. Pero el panismo, que
ya gusta de la traición, da línea: con Yunes Márquez para la gubernatura de
Veracruz y con quien sea, menos con Renato, por la diputación federal… Sola y
desangelada, Rocío Nahle siente de nuevo el silencio y la ausencia de los que
deben darle el voto. Llegó a Manantiales, en el poniente de Coatzacoalcos, y
eran más los que iban con ella: Ricardo Ahued Bardahuil, su compañero de Morena
con el que quiere llegar al Senado; con Tania Cruz, aspirante a diputada
federal, y un puñado de adeptos, entre ellos el director de Atención a
Discapacitados en el ayuntamiento de Coatzacoalcos, José Juan Ríos, más ellos
que el conglomerado que los debía vitorear. Su imagen circula en las redes,
Rocío sonriente, en la toma cerrada. A distancia se ven unos cuantos, y de los
colonos, nada. Cuadras adelante, el PAN-PRD-Movimiento Ciudadano acompaña a
Renato Tronco. Las gráficas muestran un evento más nutrido. Su operación
electoral es infame y lo único que salvaría a Rocío Nahle es el voto a ciegas
por López Obrador y por Morena…