*La
vida de una joven extremadamente alegre, que amaba a su familia, fue sesgada de
tajo con un nuevo feminicidio.
Tribuna Libre.- Sheila Moreno Sánchez amaba a su familia,
pero sobre todo a sus sobrinos. Era una joven bonita, alegre y llena de ganas
de vivir, que ejercía su libertad, pero cuya vida fue cortada prematuramente
bajo el aspecto de un crimen que cada vez afecta más a las mujeres en Veracruz:
el feminicidio.
Sheila tenía 21 años cuando fue encontrada
sin vida en el campo deportivo Narciso Mendoza; el hallazgo de su joven cuerpo
sólo fue posible porque unas personas que jugaban fútbol aventaron lejos una
pelota y esta cayó cerca del cadáver abandonado entre el pasto crecido. Apenas
este 4 de mayo iba a cumplir los 22.
Para cuando fue localizada, la descomposición
ya había afectado sus facciones y apagado cualquier rastro de belleza, así como
la sonrisa de su rostro: la muerte fue imbatible. Ella, desaparecida desde el
miércoles —aunque no se puso denuncia por el hecho— calzaba unas sandalias de
tiras plateadas y tenía las uñas pintadas de rojo; también llevaba pantalones
cortos que terminaron enrollados sobre sus rodillas y su blusa rayada estaba
abierta, mientras que el busto apenas era cubierto por un sostén de color
crema.
Su cuenta de Facebook se actualizó tras el
reconocimiento de su muerte, quedando su perfil como un recuerdo de su memoria.
Ahí, la joven exponía su amor por la vida, la libertad bajo la que se regía,
directa y alegre, expresiva y amigable.
Ella era muy atenta con sus amigas, a las
cuales constantemente decía cuánto las quería; bromeaba como cualquier joven,
pero sobre todo tenía un profundo amor hacia sus sobrinos, reconoce su hermana,
Cindy Moreno y su padre, Olegario Moreno Jorge.
El señor Olegario cuenta que Sheila salió de
casa muy joven, al cumplir los 18 años. “Fue un golpe duro, como padre no
quieres que se vayan tus hijos”, pero la joven demostró sus ganas de
independizarse, de buscar aires de libertad; de hecho, sus tatuajes hacían
referencia a eso: un búho en la muñeca derecha, un hada en la espalda junto con
unos pájaros y un colibrí en el pecho con el nombre de su sobrino.
Su último domicilio era en la colonia Puebla,
atrás de la Cruz Roja. Su hermana Cindy narra que Sheila acabó la preparatoria
en el Cecytev y que se ganaba la vida como empleada de mostrador en tiendas de
ropa en el centro o vendiendo zapatos por catálogo.
La muchacha gustaba de convivir con sus
amigos y solía poner frases de canciones en su Facebook, especialmente de
música salsa —las clásicas— así como compartía publicaciones sobre ortografía y
literatura, admitiendo muchas veces que no sabía algo, pero que acababa de
aprenderlo.
También destacaba que uno de sus perfumes
favoritos era ‘La vie est belle’, de Lancome, tanto así que en el apartado de
“presentación” de la red social incluyó el nombre del perfume como una frase,
además de los nombres de sus sobrinos.
“Cuando era chiquita, Sheila quería ser
maestra”, dice Cindy. Pero las circunstancias cambiaron con el paso de los
años. Olegario, su padre, admite que la falta de la madre de las niñas podría
haber sido un factor que motivara a Sheila a dejar el hogar a tan corta edad;
su mamá está en Tijuana y ni siquiera pudo venir al sepelio.
La última vez que tuvieron contacto con la
joven de 21 años fue el martes por la noche, vía Facebook, pues su teléfono se
había descompuesto y sólo tenía uno pequeño para hacer llamadas y mensajes. Las
hermanas platicaron como siempre, alegres y bromistas, sin imaginar que esa
sería su última conversación.
El viernes a las 5 de la tarde las amigas de
Sheila se comunicaron con Cindy y le dijeron que ella no había regresado a la
vivienda que compartían. Habían salido el martes en la noche a un bar en la
colonia Juárez y lo último que sabían es que ella había abordado un taxi.
“Fíjate que Sheila no aparece desde el miércoles en la madrugada”.
Cindy trató de no preocuparse demasiado,
pensando que quizá su hermana estaba bien, que pronto daría señales de su
paradero. Pero a las 8:15 de la noche le volvieron a hablar: “Están
transmitiendo en vivo que encontraron a una muchacha muerta”. Su hermana
trataba de pensar que no era ella, aunque algo dentro de sí, le decía lo
contrario.
En el campo deportivo Narciso Mendoza, la Policía
no le permitió el acceso, pero a cinco metros del cuerpo, se hizo evidente que
era ella, su Sheila. La joven alegre y risueña, la bromista, la que decía lo
que sentía, estaba ahora con los sueños apagados bajo la forma más cruel de la
violencia de género: el feminicidio.
La muchacha no tenía heridas de bala como se
difundió en redes sociales y su familia cree que ella fue asesinada en otro
lugar y que su cuerpo sólo fue dejado ahí. “Parecía como si le hubieran
arrancado la oreja, por eso tenía un huequito”, explican, al parecer, a causa
de un golpe contundente.
“Queremos justicia, que no se olvide, que no
quede impune todo eso que está pasando”, exige la familia de Sheila Moreno.
“Podría haber sido cualquier mujer”, reconocen y agrega Cindy que ella, como
mujer, sí tiene miedo de salir de noche en Agua Dulce.
Si tuvieran la oportunidad de decirle algo,
no le reclamarían sus ansias de libertad ni el haber ejercido su vida como
decidiera, pues tenía todo el derecho; “le diría que la quiero mucho”, concluye
su hermana, mientras que el llanto se hace inminente, lágrimas de amor
fraterno, de ese que trasciende las barreras de la vida y la muerte.
Sheila no debió morir así; ninguna mujer
debería morir así. El asesinato de esta joven se suma a una importante lista de
muertes de mujeres, desde jóvenes hasta octogenarias, en los últimos cinco años
en el municipio de Agua Dulce; la mayoría de los casos no están resueltos y en
los que se identificó al agresor, este huyó.
Ahora la joven yace en el panteón de los
jubilados, luego de un funeral sencillo en la colonia Díaz Ordaz, en un taller
mecánico de su familia. "El mundo es más bonito cuando se comparte con
alguien, el dolor es menor cuando alguien te hace sonreír, las cosas son más
fáciles cuando se tiene amor. Somos más fuertes cuando nos sentimos especiales,
amados por alguien. Vamos más lejos cuando alguien sujeta nuestra mano y cree
en nosotros”, escribió Sheila el 11 de mayo del 2017 en su Facebook, que ahora
almacena sus recuerdos, intangibles, pero sensibles, como el última memoria de
una joven para quien la vida era bella.