José
Miguel Cobián | 25 julio de 2018
Tribuna Libre.- Por un lado las buenas nuevas de una
inversión pública proyectada por quinientos mil millones de pesos, que va en
siete ejes: La construcción del nuevo
aeropuerto de la ciudad de México, que se ensombrece ante la posibilidad de
someter a consulta popular un tema que compete a técnicos y especialistas,
salvo que el resultado sea orientado desde la cúpula del poder, en el sentido
de que sea la iniciativa privada (Carlos Slim y compañía) quienes lo terminen y
con ello generar enormes ahorros para el gobierno federal, aunque después no se
tengan los ingresos correspondientes a dicha obra.
El proyecto del desarrollo para el Istmo que incluye el corredor
inter-oceánico golfo-pacífico, de Coatzacoalcos a Salina Cruz, con carretera de
altas especificaciones, vías férreas paralelas y modernización de ambos
puertos, lo cual puede ser un enorme detonante de actividad económica y riqueza
a lo largo de esos 300 kilómetros, y
traer beneficios por muchos años al país.
Aprovechado también el desarrollo de las dos zonas económicas especiales
en ambos puertos. Creo que esta es una
de las más afortunadas ideas que se llevarán a cabo en los próximos seis años.
La
construcción del tren maya, que irá de Cancún a Tulúm, Bacalar, Calakmul y
Palenque, va a detonar la actividad turística en esa zona, moviendo y
distribuyendo el turismo de Cancún y la riqueza que conlleva al resto de la
zona maya. Detonante de inversiones y
de riqueza en una zona eternamente olvidada.
Cómo también han sido olvidados los estados de Oaxaca y Guerrero dónde
se construirán con mano de obra local trescientos kilómetros de caminos
rurales, los cuales además de comunicar, generan también progreso económico y
bienestar social.
Hoy vivimos en la era de la información, una manera de volver más
igualitaria una sociedad es permitir oportunidades iguales de comunicación y
conocimiento, lo cual se logra en parte llevando internet a todo el territorio
nacional, incluso las comunidades más olvidadas. Sin duda otro gran acierto de la próxima
administración en el combate de la desigualdad.
Una deuda social enorme para muchas poblaciones más allá de la ciudad de
México que es la única que ven los gobernantes en turno, es la reconstrucción
de las viviendas de los damnificados del sismo del 19 de septiembre
pasado. Construcción y más
construcción, área económica que tiene un efecto multiplicador en el resto de
la economía nacional.
Y
por último, pero no por ello menos importante, mejorar el entorno citadino de
quienes viven en zonas marginadas que podemos llamar verdaderos guetos en los alrededores de las zonas turísticas,
zonas fronterizas y zona metropolitana de la ciudad de México. Sin duda todos son proyectos detonantes de
actividad económica y de urgente resolución para reducir las diferencias entre
los que tienen y los que no tienen.
Sin embargo, también hay oscuros en lo que va desde el triunfo de Morena
y lo que se ha declarado a la fecha. Por
ejemplo la inasistencia de AMLO a la cumbre de Vallarta, dónde hubiera sido la
figura principal y cuya presencia era esperada por todos los jefes de estado. Ausencia que todavía no ha sido explicada,
pues se esperaba que iniciara lazos con sus futuros pares, para beneficio de la
economía del país.
Muchos analistas piensan que mover las secretarías de estado es labor de
titanes, por las resistencias propias de una burocracia que ya tiene su vida
hecha en la ciudad de México. Habrá
madres que trabajan y no deseen abandonar a sus familias, hijos adaptados a sus
escuelas, sindicatos poderosos defendiendo lo que consideran es el interés de
sus agremiados. Quizá la solución
intermedia que no será lo prometido, sea mover sólo a las cabezas y dejar a la
burocracia en la cdmx, pero eso no sería descentralizar la administración
pública.
El
despido de los empleados de confianza en un 70% también genera dudas, así como
la baja en salarios. Bien sabemos los
mexicanos que un buen porcentaje de empleados de confianza son aviadores y
recomendados, pero también sabemos que unos cuántos son los que llevan en sus
espaldas el peso de la administración pública, y que en los sindicalizados no
siempre se encuentra la disposición de realizar un trabajo ligeramente distinto
al que su base implica. Así que se
corre el riesgo de despedir a gente valiosa, pues las órdenes se cumplen, y
sustituirlos por gente que pueda se capaz o incapaz, o simplemente no llenar esos huecos y tratar
de echar a andar al personal sindicalizado, acostumbrado a una rutina sin
grandes responsabilidades. También
será una gran oportunidad para quienes de verdad desean servir a México, pero
esperarán sueldos equiparables a las responsabilidades que asuman, y eso parece
que no vendrá. Grave situación que no
se le ve salida óptima en el corto plazo.
La
baja de salarios se ha comentado como que si alguien no quiere hacer un
trabajo, hay cien que desean su puesto aunque sea con un menor salario. Y es verdad, salvo que habría que evaluar si
de esos cien, hay uno que tenga la misma capacidad, y conocimiento el que se
va. Incluso suponiendo que tenga la
misma capacidad, el país tendrá que pagar en tiempo la curva de aprendizaje, la
cual puede salir más costosa. Quizá la
solución sea analizar caso por caso, por parte de los nuevos titulares, pero eso
no será posible, ante un gobierno urgido de dar resultados en el corto
plazo. Resultados que no se darán en
el combate al crimen organizado o en crecimiento económico, así que habrá que
darlos en otros temas, mientras se avanza en este par de grandes retos.