Crónicas Urgentes…A propósito del actual patético papel de nuestras universidades públicas y del importante papel social que deberían tener
Lenin
Torres Antonio | 18 septiembre de 2018
Tribuna Libre.- Los fines de la educación se debaten entre
“la formación académica” o “la formación de hombres de bien”, el primero
implica una visión capitalista salvaje, la cual deja sin un compromiso ético la
apropiación de saberes, esto ha traído graves consecuencia en la historia de la
humanidad, podemos constatarlo principalmente en el pasado siglo y principios
del que vivimos, todavía nos preguntamos la legitimidad del uso de la energía
atómica con fines bélicos, y recreamos las imágenes de las ciudades japonesas destruidas
y los miles de muertos a finales de la segunda guerra mundial, así como el
genocidio judío con todo lo que daban las cámaras de gases para ejecutar lo más pronto la “solución
final”, que provoca la insistente pregunta, ¿el hombre se hizo con un conocimiento
para la autodestrucción?, particularmente creo que todo saber implica una
responsabilidad social, y que todo saber tiene que estar al servicio de
coadyuvar a un mundo mejor; el segundo fin, resulta inescrutable e inapelable,
todo saber debe servir a formar hombres de bien, a preparar a los hombres para
vivir de manera armoniosa y constructiva en la polis (ciudades), a domeñar las
pulsiones agresivas y sexuales, y a generar hombres éticos, la ética a un lado,
enfrente y atrás de la episteme. Esta última postura no es tan sencilla, pues
entrañaría hacer funcionar dos naturalezas distintas para un mismo fin, la
ética que implicaría a subjetividad, y la episteme que implicaría un proceso
desprovisto exactamente de esa subjetividad, tendríamos que pensar de otra
forma la naturaleza humana, legitimar la subjetividad como real, y eso real
como racional.
Aun así, los intentos de acompañar al proceso
de construcción de todo saber de una ética es cosa común en nuestros tiempos,
aunque, a decir verdad, esos intentos quedan en simples protocolos de buenas
intenciones que jamás se cumplen, el debate de Antígona contra Creonte siempre
es un intento fallido de incorporar esa subjetividad, esa Singularidad a lo
Universal, o cuando menos a lo que creemos que es esa Universalidad. Aun así la
historia del hombre es la historia de sus guerras, de sus pulsiones, de sus
debates internos, de su rebelión constante contra el sentido común y la
cultura; la ética, así como el superyó se alimentan de esos ríos subterráneos
que se deslizan en nuestras vidas psíquicas sin darnos cuentas, la voluntad
como dice Schopenhauer se hace con el servicio de la razón.
Pero seguimos insistiendo que vivimos el
mejor de los mundos posibles, que la ética debe estar en consonancia con la
política y aún con la episteme pura y dura, y que Antígona tiene el derecho de
ser escuchada, así como “Los motivos de Luz”
de ser desvelados para no decir que simplemente es un “acto de locura
inocente”, desde esa misma locura hay responsabilidad aun en el mismo “acto de
locura”, no hay perdón al “equivocarte” y llamarle por otro nombre al ser
“amado”.
Buscar que dos naturalezas diferentes y
“contrarías” se hagan escuchar y convivan, es decir hacer que “el hombre ético”
esté presente en “el hombre epistémico”, que “el cuerpo” se haga escuchar y no
sea relegado por las coordenadas conceptuales de la “razón/mente”, o que la
subjetividad sea real como real sea la racionalidad, nos llevaría a una larga y
ardua investigación aun inconclusa. Lo que sí sabemos son las consecuencias de
una episteme desprovista de ética, no basta con que el general nazi nos diga
que cumplió órdenes y con su deber, o que el militar estadounidense que apretó
el botón para hacer caer las bombas atómicas sienta patriotismo y que argumente
que salvó vidas de sus hermanos de armas a cambio de la muerte de miles de
japoneses, no nos basta que el castrense se limpie su bota de la sangre de un
congénere al reprimir una protesta estudiantil o popular, y se vaya a casa a
comer como si nada hubiera pasado, no nos basta construir juicios a partir de
intereses geopolíticos del imperio sobre una “Venezuela dictatorial y
antidemocrática”, donde “no se respetan los derechos humanos”, no nos basta
elegir a un gobernantes en base al hígado y la pasión, siempre hay un plus no
incorporado que nos deja siempre en un lugar contradictorio y sin un futuro
prometedor.
Esa insistencia me lleva al lugar donde ese
debate ocurre que son nuestras instituciones educativas, principalmente
nuestras Universidades.
Aún recuerdo como a finales de la década de
los sesentas y setentas, principalmente las Universidades Públicas eran
protagonistas del debate social y político, y cómo éstas eran reprimidas
violentamente por el poder factico del Estado, y cómo los estudiantes Universitario
asumía su papel con heroicidad y el martirio con convicción ideológica, aquí
estamos hablando de un extremo de los fines de la educación, puesto que había
una apropiación de la eticidad, Antígona irrumpía sin pretender dialogar, y
querían sustituir al “poder del Estado” por el “poder de la Masa”, una época
tristemente subjetiva. La complejidad de conciliar los extremos sin que se
toquen no es un debate reciente ni fácil como les dije, ese punto medio
aristotélico es un punto ontológicamente y epistemológicamente imposible. Pero
aun así insistimos, quizás en ese debate, en ese punto ontológicamente y
epistémicamente imposible esté la gramática equivocada de la naturaleza humana,
y el intento de describirla y definirla.
Claro no es cosa inocente como a partir de
ese papel social e ideológico insospechado de las Universidades Públicas, hubo
por parte de “los que verdaderamente mandan” en el mundo, la implementación de
geopolíticas de pacificación y dogmatización del papel de las Universidades
públicas, y el debate se clausuró, y se impuso una visión del papel de las
Universidades como recintos para dotar de conocimientos y formar profesionales
especializados (ejemplo, Especialistas del tornillo del alerón del ala
izquierda del avión XZ2000001).
A partir de ese histórico momento el papel de
las Universidades Públicas y privadas fueron claustradas y limitadas a los
coloquios y simposios hedónicos, a incentivar un sentimiento clasista de
superioridad como las élites intelectuales para que se dedicaran a “su deber”
que es generar conocimiento y saberes, dejando a un lado la construcción de un
espíritu crítico, en otras palabras, las Universidades y los intelectuales y
académicos fueron manipulados y comprados. Más ahora cuando vemos como ese
mundo del saber ni siquiera es real sino virtual, esquizofrénico, un link te
lleva a otro link y así al infinitum.
Aun aceptando eso imposible, la verdad es que
el papel social de las Universidades públicas, incluso las privadas, debe
replantearse, la ficción ya no da para más, y la gramática se le ha hecho
demasiado grande la experiencia humana, es ahora no de volver a las ideologías,
como lo dije, eso sería regresar al dogma y a una Antígona perversa y ávida de
poder. Las masas deben racionalizarse y educarse para la crítica efectiva e
inteligente, la ideología queda bien que siga sepultada, es un extremo
peligroso al que no debemos volver jamás. Nos queda pues, principalmente por la
situación in extremis que vive el mundo, la era del silencio, el vacío, la
estupidez, y el descaro del 1% que domina el mundo, que ni siquiera tiene
buenos modales para continuar robando y siendo dueño del mundo, la crítica
social activa, dejar de vivir el mundo virtual.
Es pues penoso ver cómo, en nuestro caso, una
Universidad Pública icono de ese papel activo, la UNAM, de ese pasado que les
hablé, verla ahora hacer marchas contra el porrismo, y lo peor ser noticia
nacional, esto nos lleva a situar ese acto como un síntoma de la decadencia de
la sociedad mexicana. Y aquí nuestra Universidad Veracruzana en el pasado
reciente, hacer una gran movilización popular para defender su presupuesto, al
grito de guerra “Todos somos UV”, esto nos dice también, de la indefensión de
las Universidades públicas, y el triste papel que desempeñan en la actualidad, ostracismo
puro y duro, silencio, junto al tambaleante lugar privilegiado dentro de las
clases sociales en que las situó “los que verdaderamente mandan”. Retornar el
papel activo critico social de las Universidades resulta una pieza esencial si
queremos aspirar a un mejor futuro para nuestros pueblos.
Quién más puede contribuir a que las
políticas públicas sean inteligentes y eficaces, quién más puede contribuir a
la planeación del desarrollo de nuestra sociedad, quién puede opinar con
sabiduría de los temas urgentes de la agenda nacional, violencia, seguridad,
pobreza, economía, marginación, educación, etc., sino son nuestras
Universidades Púbicas, incluso las privadas.
Desde aquí un exhorto a que salgan del
ostracismo y el silencio, la revolución del mañana no vendrá de las masas
populares, vendrá de nuestras Universidades públicas, de nuestras Instituciones
educativas, ahora no desde el debate subjetivo de las ideologías, sino de la
racionalidad moralizada por buenas nuevas costumbres y una nueva gramática
sobre el hombre.
Septiembre de 2018