Crónicas Ausentes… A propósito de la revolución moral que vive México, y las condiciones sine qua non para lograr la cuarta transformación de México
Manual
para un comportamiento ciudadano critico constructivo más allá del dogma y una
sana oposición política
Héctor
Orlando Carmona Sánchez
Tribuna Libre.- Restituir la Normalidad de la funcionalidad
Institucional del Estado Mexicano no significa la cuarta transformación de
México, ni mucho menos un cambio de paradigma de la rex pública (cosa pública).
Lo que sí está ocurriendo, y lo encabeza inteligentemente nuestro presidente de
la república, es una Revolución Moral y de Esperanza, y eso hay que señalarlo,
Revolución de la Ejemplaridad en el proceso de restituir la normalidad perdida
de la funcionalidad Institucional del Estado Mexicano.
El flagelo con que se resume esa inoperancia
de la normalidad de la funcionalidad de las Instituciones del Estado Mexicano
es y era la Corrupción, que se hizo formar parte de nuestro inconsciente
colectivo, de nuestra cultura, “el que no tranza no avanza”. Sin embargo, también
fue permeando todas las esferas de la vida pública, hasta llegar a convertirse
en un metalenguaje que operaba sobre el poder público, y que legitimaba, de
cierta forma, el uso personal de los mecanismos de poder y de las
instituciones, volviendo inoperante el estado de derecho y el buen
funcionamiento de las Instituciones.
Es necesario el diagnóstico monotemático, a
saber, que la corrupción” tiene que extirparse de la vida institucional y
social, y del poder público de México. Aunque esto no sea suficiente para
hablar de una Cuarta Transformación, puesto que para que haya una verdadera
Cuarta Transformación en México debe haber un rompimiento con el moldeo
económico neoliberal, y se debe presentar una nuevo modelo social, político y
económico, y fundamentalmente, la propuesta de una nueva noción de Estado y
Nación; creemos que estamos en ciernes de hacerlo, porque México se encuentra
atrapando, como la mayoría de los países del mundo, en el sistema económico
neoliberal capitalista, que por si en su esencia no es justo, por lo que es una
contradicción pensar que desde un modelo neoliberal capitalista, donde el
Mercado no está regulado ni construido para la justicia social, y cabalga
libremente imponiendo los precios de los productos de forma ad hoc, especulando
de manera forma virtual con la economía y el valor de los productos del
mercado, se puede pensar que ocurra una cuarta transformación que implique la
justicia social, la libertad y la igualdad, y principalmente, el
fortalecimiento de la democracia.
No hay que olvidar que el sistema neoliberal
se sienta sobre un sistema de explotación donde unos cuantos países detentan
todas la riquezas y el resto son explotados de una u otra manera; ya sea
sirviendo para producir la materia prima adquirida a un costo por debajo de su
precio real, ya sea para ser el lugar donde se instalan las empresas
trasnacionales para explotar la mano de obra barata de esos países y generando
capitales “golondrinos” que jamás se quedan en esos países y sirvan a su
desarrollo, además que causan severos daños al mercado interno y al medio
ambiente de forma irreversible.
En ese sentido, para que realmente México
transite hacia una Cuarta Transformación implicaría un posicionamiento osado
que no puede ser más que retomar una posición política, económica y una nueva humanística social, esto
implicaría que la Revolución Moral y de la Ejemplaridad que encabeza el
gobierno del Estado Mexicano asumiera una posición ideológica y económica donde
el Estado con esa ejemplaridad pudiera regular y detener el abuso y la
especulación de ese mercado global, para que se evitara que no hubiera esa
clase de exabruptos y contradicciones en un país donde unas cuantas familias
siguen detentando todo el poder económico, incluso político y social, y la gran
mayoría de los mexicanos paulatinamente se deslizan hacia la pobreza.
Es innegable que aparte de una posición
ideológica radical y realmente de izquierdas el Estado Mexicano debe asumir una
crítica al modelo global que ha fracasado y sólo ha servido para construir un
mundo más injusto e inseguro, y apostar por una Revolución de la
Representatividad como le he llamado, y fundamentalmente, hacia una refundación
o regeneración del poder público a partir de la reconversión de la república y
el pacto federal incorporando al Municipio como el elemento más importante de
la república, es decir, construir una República Municipalista.
Paradójicamente, nos encontramos exactamente
en una especie de confusión epistémica en torno a la caída de la Clase Política
que había ejercido el poder público por más de 8 décadas que nos ha llevado a
ésta severa crisis social, económica, y de seguridad que vive México, y el
relevo asumido abrumadoramente por la urnas de una nueva-vieja Clase Política
que intenta marcar una diferenciación radical a través de una excesiva auto
denominación que nos corresponde con la realidad y el proceso histórico que
vive la sociedad mexicana.
Es así que las expectativas que la sociedad
mexicana ha depositado en esa relevo debe ser prudente y sometido a un análisis
más exhaustivo, primero, entendiendo lo que corresponde al contexto elemental
de Restitución de la Funcionalidad Institucional del Estado Mexicano que es lo
que se está intentando hacer, y consolidar una revolución moral necesaria para
no regresar a las viejas prácticas corruptas que gangrenaron la vida
institucional de México, y la exigencia de construir esa idea de nación más
acorde a las condiciones demográficas, de la representatividad y la psicología
social con que debe tratarse el tema de la regeneración del poder público, y fundamentalmente, el proceso de transición
conceptual y epistémica hacia la verdadera democracia y la real política.
Esto implica situarse ante el contexto
político e histórico que vive México desde una posición crítica constructiva,
dejando el dogma y la inercia de las pasiones para abrirse a nuevo campos
teóricos sociales y político que permitan reconfigurar la episteme de lo
público.
Si miramos atrás de forma simple, el pasado
reciente nos puede arrojar una realidad pública que difícilmente podríamos
aceptar que así sucedía, e incluso que todavía sucede pese a los esfuerzos
titánicos y a veces en la soledad que hace el presidente Andrés Manuel López
Obrador.
Aberrantemente, ese metalenguaje, que
señalábamos más arriba, operaba independientemente de los intereses públicos, y
manipulaba las Instituciones que el Estado Mexicano construyó para organizar la
vida social y pública. Esto trajo, sumando también un relevo generacional de
esa vieja clase política que dejó llegar al poder a una generación de políticos
sin escrúpulos y sin oficio político que destruyeron “el equilibrio del poder”;
atentando así contra el ecosistema que había permitido mantener a esa vieja
clase política en una homeostasis idílica que duró varias décadas.
Sin embargo, el resto del país, los
ciudadanos de a pie, se mantendrían sumergidos en una terrible crisis
económica, en donde la única certeza era el decremento del poder adquisitivo y
que impactó en el aumento de la pobreza y pobreza extrema.
A todo lo dicho, podemos sumarle lo que ha
dado el tiro de gracia a los mexicanos, la terrible crisis de seguridad y
violencia que vivimos. La cual tiene que ver fundamentalmente con la
obsolescencia y la caducidad de muchas de las Instituciones públicas, no tan
solo las encargadas de la administración social, sino también, las
instituciones de procuración de justicia, el poder legislativo y ejecutivo.
En suma, podríamos decir que todo ese
conjunto se tradujo en una crisis democrática que no permitió aprovechar las
fortalezas de una sana e inteligente vida política, que permitieran haber hecho
de nuestro México, con sus riquezas naturaleza, culturales, sociales y humanas,
un país del primer mundo, de vanguardia y progreso. En otras palabras,
podríamos decir que llanamente las Instituciones públicas y sociales dejaron de
funcionar como deben de ser o como es, ni si quiera el aparato conceptual de la
anterior política se puso en marcha y permitió que las instituciones
funcionaran como debían ser, en un deber ser simple, que cada quien debiera
haber hecho lo que debió ser y cada institución, entre ellos el estado, la
iglesia, la familiar, las instituciones políticas, las instituciones morales,
debieron operar con esa normalidad que implicaba la organización la administración
de la res publica.
México dejó de funcionar como un Estado
Institucional y lo que nosotros terminamos viendo era la impronta de la praxis
fuera de la ley de los grupos de poder, también llamada “clase política”, que
utilizaron las instituciones para sus intereses personales, para sus deseos de
grupo, para ello, construyeron una estructura piramidal para el control del
poder público, posibilitando en contubernio el robo de las arcas públicas,
pirámide de poder depositada en un solo hombre cada seis años, quien durante
esos seis años ostentaba absolutamente todo el poder, anulando la división de
poderes y la funcionalidad institucional.
Como lo comentamos más arriba, como un factor
determinante para la caída de esa vieja clase política, el papel de auténticos
delincuentes rapaces el relevo generacional que puso a un grupo de políticos
improvisados, sin experiencias, incapaces, y proclives a la corrupción, a la
ligereza y la vanagloria, que finalmente provocaron el hartazgo de los
mexicanos, y precipitaron la caída de esa vieja clase política, y la pérdida
del poder público en las urnas, y permitieron que llegara a gobernar nuestro
actual presidente de la república Andrés Manuel López Obrador.
Una vieja clase política que era realmente
una asociación delictiva que se reorganizaba cada seis años, profesionales en
el arte del engaño y el arte del equilibrio, se ponían de acuerdo para
satisfacer sus propias necesidades personales, sus propias ambiciones, sus
propios intereses, y, por otra parte, permitían que operara una serie de
complicidades que venían desde arriba hacia abajo, de tal suerte, que el
equilibrio se mantenía a expensa de un pueblo mexicano empobrecido y vejado.
Pero insisto que no basta Restituir la
Normalidad Institucional al Estado Mexicano, y que eso no significa una
alternativa para el desarrollo económico, el desarrollo político, y humano para
optimista que se está en el camino correcto para resolver los graves problemas
que padece la sociedad mexicana, puesto que nos sitúa ante un peligro, primero
que la carga de la ejemplaridad está en los hombros de un solo hombre, una sola
persona, sin una estructura humana que hablen el mismo lenguaje y prediquen con
el ejemplo, y por el otro lado, no contamos con una oposición constructiva e
inteligente, y una ciudadanía crítica y consciente.
Está reflexión que hacemos no va a encaminada
a quitarle mérito al gran esfuerzo de nuestro ejemplar presidente de la
república Andrés Manuel López Obrador, pero como hemos dicho, en ocasiones,
parece que está sólo, gritando en el desierto de individualismos, egoísmos, y
avaricias, donde no es escuchado y entendido, que la construcción de los
espacios públicos es un asunto de corresponsabilidad.
Hay que reconocer que existe un peligro
latente, que la cargar de esa transformación -tan anhelada de los mexicanos-
esté en los hombros de un solo hombre; pero esto no debe ser así, ya que
debemos acelerar la transformación con la incorporación de los hombros de
todos.
La salud de la vida pública mexicana
implicaría exactamente la renuncia a esa única visión de la realidad que nos
han impuesto el sistema neoliberal dominantes que ha acrecentado las
desigualdades y la pobreza, en volver a problematizar y a debatir sobre la
naturaleza humana, y fundamentalmente, hasta donde ha llegado el proceso de
alienación y dominio del sistema imperial global que ha sometido a una injusticia radical a las sociedades de nuestros pueblos a nivel
mundial, por lo que el problema no es que no haya que comer, alimentos,
riquezas en este mundo, y en nuestras
latitudes, el problema está en la especulación de las riquezas y la
distribución inequitativa a partir de ese sistema político mundial excluyente.
Lamentablemente, si continuamos con esa misma
visión neoliberal millones de mexicanos continuarán condenados a la pobreza,
desde la cuna hasta la tumba; siendo éste es el síntoma fatídico de nuestros
tiempos, una “solución final” puesta en marcha a partir de la segunda guerra
mundial, la auto legitimación del imperio
a través de esa única gramática, y sus reglas sintácticas y semántica,
que se repiten en la economía, en la política social, incluso en la moral, y
que está demostrado que no deja de ser más que
una gramática insolvente, injusta y contradictoria, que pregona por un
lado la igualdad, la justicia, la equidad, y por otro lado, no deja de ser más
que un instrumento para el dominio y el engaño descarada del poder imperial.
Por lo que la única salida, es exactamente
plantear una nueva gramática que tiene que ver exactamente con el verdadero
marxismo, rescatando no tanto sólo el materialismo dialectico, sino el concepto
fundamental de la igualdad y de la comunidad de oportunidades que todos tenemos
que tener en una sociedad sin exclusión y, obviamente, contraviniendo toda idea
neoliberal que nos sitúa una especie de convergencia en el cual millones
pierden y pocos ganan, donde es común tener, como en nuestro México, un país
lleno de gente que vive en la miseria, pero con el contraste de tener a algunos
de los hombres más ricos del mundo. Lo anterior sin que ello represente una
apuesta radical contra el mundo y las naciones económicas, no, simplemente
restituyendo una visión que permita garantizar la vida digna de los hombres, ya
que toda vida merece la pena ser vivida.
¿Desde dónde podemos comenzar esa refundación
del Estado Mexicano? Primero, reconociendo que mirar hacia la organización
global de las instituciones sería un error, puestos que como lo hemos comentado
esos procesos globales han fracasado, pues han sido instrumentos hecho para el
dominio; por lo que debemos apostar por un estado totalmente comunal que
recupere la vieja noción de communitas (todos con la carga en común). Esto es
importante señalarlo, porque creemos que desde ahí es donde podemos teorizar y
volver a debatir y a luchar para que este mundo sea un mundo realmente justo, y
que se tiene que revisar desde la demografía y la psicología social la
democracia representativa, acercándonos a ejercer a una democracia directa.
Fundamentalmente, se trata de recuperar el
concepto de las polis griega, la ciudad-estado, la República Municipal en el
sentido del empoderamiento de lo local y del municipio, en otras palabras,
voltear la pirámide del poder implicaría una nueva estructura jurídica,
política, social y económica, la tarea de un Nuevo Constituyente que empodere
lo local y el municipio como las estructuras elementales del Pacto Federal, de
la República, está en juego las nuevas reglas de políticas de la
representativa, por lo que viene bien hacer memoria histórica, el 31 de enero
de 1824 se aprueba la Primera Acta Constitutiva de la Federación Mexicana, hace
195 años, y México tenía alrededor de 6,500,000 (notas sobre México, Joel R.
Poinsett, 1824), en la actualidad, México tiene 133,326,827
(www.populationpyramid.net), por lo que la inclusión de la demografía es
sumamente importante para esa nueva refundación del estado mexicano, incluso la
revisión y el papel del concepto del pacto federal basado en los estados,
cuando a simple vista, podemos observar la necesidad del empoderamiento del
Municipio y su importante papel que debe tener dentro de un nuevo pacto federal
que lo incluya formalmente.
Hay una agenda común política, social y moral
ineludible que necesita ser reconocida por todos los actores de la vida pública
mexicana, que es el reconocimiento que México vive un estado de excepción, y
que demanda la participación de esos actores, no puede haber una oposición sana
y leal a los intereses de la patria sin el reconocimiento de esa agenda común.
Primer acto para una sana oposición política.
Vivimos tiempos en que las construcciones de
nuestros espacios públicos implican la corresponsabilidad, y una actitud
crítica fuera de todo dogma, así como la participación cívica de cada uno de
los mexicanos.
En resumen, podemos decir, que la
gobernabilidad republicana se dirige únicamente a Restituir la Funcionalidad
Institucional, por lo que el diagnóstico monotemático: el Combate a la
Corrupción tiene temporalidad, por lo que no servirá para responder a los graves
problemas que vive el Estado mexicano, ni para mantenerla como estandarte de
lucha y estrategia política.
A todas luces falta un Proyecto de Nación
fundamentado en una nueva teoría política e ideológica, que sostenga el poder
público de forma consecutiva, es decir, que las acciones de la función pública
estén vinculadas con esta nueva teoría política e ideológica, teniendo la
garantía que ésta nueva teoría política e ideológica sea capaz de enfrentar y
resolver los graves problemas sociales, de certeza, económicos, educativos, y
de seguridad, entre otros, que vive la sociedad mexicana; considerando que no
debe entenderse como una posición puramente moral y ejemplar, sino como una
perspectiva de ética y acción que involucre a la sociedad en general.
Hay un punto de coincidencia metodológico
donde todos debemos participar y partir: La necesidad de la Refundación del
Estado Mexicano a través de un Nuevo Constituyente.
Acuerdos republicanos mínimos del nuevo
constituyente: Revertir el pacto federal, en un pacto federal entre los
municipios, construir una república municipal, estos implica empoderar al
municipio, construir una economía comunitaria (no marxista), y lograr una
educación social universal, así como regenerar el poder político, fortalecer la
democracia, fomentar una cultura del progreso, eliminar totalmente la pobreza y
la marginación, justicia social universal, protección social universal a la
familia, lograr una equidad integral de género, consolidar una justicia
jurídica solidaria, y lograr una salud pública universal y de calidad.
¿Qué debe ser la cuarta transformación social
y política de México?:
La Cuarta Transformación social y política de
México no es sólo restituir la funcionalidad institucional perdida y gangrenada
por la decadente clase política y los voceros del imperio.
La Cuarta Transformación social y política de
México implica una refundación del Estado mexicano desde lo local, lo
comunitario, tomando en cuenta la demografía y la psicología.
La Cuarta Transformación social y política de
México representa invertir la pirámide, y es desde lo local donde debe
construirse el poder público.
La Cuarta Transformación social y política de
México representa renunciar a las viejas fórmulas de “la representatividad” hoy
obsoletas y tomar en cuenta con todo la legitimidad y la legalidad del
empoderamiento del municipio.
La Cuarta Transformación social y política de
México implica construir una República Municipal y si queremos podemos ir más
abajo, de jefe de manzana, de agentes municipales, de comisariados ejidales a
fin de crear nuevas estructuras políticas y sociales.
La Cuarta Transformación social y política de
México implica integrar la Educación Popular (social) como una de los ejes
fundamentales del discurso político y las políticas públicas, la educación como
el instrumento de la liberación y el progreso.
La Cuarta Transformación social y política de
México implica una Revolución de la Representatividad, si queremos hacer frente
al imperio y a los graves problemas que laceran el lazo social y nuestra
viabilidad de futuro.
Marzo de 2019