*El
asesinato pasó como un feminicidio más en Xalapa, el número 93 en la
administración de Cuitláhuac García, ligado, quizá, al cobro de piso.
Tribuna Libre.- A Esther la asesinaron con el tiro de
gracia. A la mujer de 43 años de edad la encerraron en una recamara de la casa
de citas Seducción. Su cuerpo muerto quedó hincado, su cara sobre la cama de
sábanas rojas. A su lado, una veladora encendida. Como una triste pintura
renacentista de la violencia en México.
Eran las 15:00 horas en la avenida Lázaro
Cárdenas –la más transitada de Xalapa-, personas armadas a bordo de
motocicletas se estacionaron con violencia afuera del establecimiento
Seducción, marcado con el número 409. La tranquilidad para las mujeres que ahí
trabajan se esfumó con el corte de cartuchos de grueso calibre.
De acuerdo con fuentes ministeriales, a todas
ataron de manos y preguntaron por la administradora del lugar, por Esther. A
ella la encerraron en una recámara de muros rosados y bajaron la única cortina
roja en esa habitación. Su objetivo estaba a su merced.
Los responsables utilizaron una sábana para
atarla de las manos y vendarla de los ojos. Ella vestía una blusa azul con
rayas blancas, pantalón negro y unas sandalias de plástico. Tenía el cabello
recogido. Le ordenaron que se arrodillara.
En el lugar del crimen fue encontrada una
sola bala calibre 9 milímetros. A Esther la asesinaron con el tiro de gracia.
Los responsables descendieron el segundo piso, salieron del lugar y se dieron a
la fuga. De ellos no hay rastro. Se esfumaron como la tranquilidad de las
trabajadoras del bar Seducción.
Personas que solicitaron el anonimato y que
saben la logística de la casa de citas, refieren que el costo por servicio es
de 270 pesos, el más barato, que incluye una cerveza y 370 pesos el más caro,
por el que los clientes reciben “el final feliz”, dicen. Todo ello, con
tolerancia de las autoridades.
En la casa de citas, agregan, al menos fueron
contratadas cuatro jóvenes. “La mayoría son chamaquitas. Una de ellas nos dice
que estudia enfermería y que trabaja para costear su carrera de enfermera”,
comenta una mujer quien suplica su nombre no sea revelado.
El
crimen que a nadie importó en la calle independencia
Un vendedor de cigarros que deambula por la
calle Independencia comparte con la naturalidad que alguien muestra al dar la
dirección de un domicilio, que la finada se llamó Esther, que administraba el
establecimiento de masajes ‘Seducción’. “Era una chulada de persona. Bien
amable y bonita. Ni modo, ahora le tocó a ella”, dice levantando los hombros.
El resto de la gente que transita por la zona
acordonada y que transmite el hecho con sus celulares, parece acostumbrada a
estos eventos en la capital veracruzana: un feminicidio más, el número 93 en la
administración de Cuitláhuac García, ligado, quizá, al cobro de piso.
Los comerciantes, después de documentar los
trabajos de peritos con la vista y de confirmar el nombre de la víctima,
regresan a sus locales dedicados a la venta de alcohol. El dueño del lugar
contiguo al bar Seducción instruye echar a andar la rocola. Celso Piña aminora
el llanto de tres personas que ven salir a Esther sobre una camilla, en una
bolsa de plástico.