*Con
profundo dolor y sufrimiento, familiares buscan identificar a las víctimas del
ataque al bar Caballo Blanco en Coatzacoalcos.
Tribuna Libre.- En la Fiscalía de Coatzacoalcos todos urgen
noticias sobre sus familiares desaparecidos, aunque, paradójicamente, nadie
quiere ser llamado a un cubículo privado en ese edificio. Allí lo único que
recibirán será la confirmación de que sus hijos, esposas o nietos murieron
entre llamas, durante el atentado del bar Caballo Blanco.
“¡Familiares de Xóchitl Nayeli Irineo Gómez!”
pregunta una secretaria con voz fría y produce un silencio fúnebre en la sala
de espera. Una mujer cierra los ojos y se lleva las manos a sus cabellos
rubios; camina arrastrando sus pasos mientras otras madres piden torundas con
alcohol para controlar su presión arterial.
Diez minutos se viven con angustia, bajo una
temperatura que rebasa los 45 grados centígrados. El plazo se vence y América
del Carmen Gómez sale del cuarto refrigerado para estallar en llanto con los
suyos en un rincón de la sala. “¿Por qué, Dios mío? No puede ser. No puedo
creer que mi muñequita quedó así de hinchada de la cara”, se lamenta.

La Fiscalía General del Estado (FGE),
calificó lo ocurrido en el bar Caballo Blanco, de Coatzacoalcos, como un hecho
que podría constituir un ataque artero, derivado de la carpeta de investigación
UIPJ/DXXI/F5/2003/2019. El saldo preliminar es de 29 personas muertas (10
mujeres) y nueve más heridas de gravedad.
Xóchitl Nayeli es una de las 25 bailarinas
que trabajaron la noche del 27 de agosto; de las cuales algunas han sido
declaradas muertas, otras agonizan por quemaduras en el 90 por ciento de sus
cuerpos y el resto están desaparecidas.
La joven de 24 años de edad, como todas sus
compañeras, trabajaba 11 horas en el bar Caballo Blanco –de 6 de la tarde a 5
de la mañana- y así mantenía a sus dos hijos, Hellen y Alexander, de 3 y 7 años
de edad.
Pese al maltrato que sufrió el cuerpo de
Nayeli por el fuego, su madre pudo identificarla gracias a dos tatuajes, uno en
el brazo y otro en la espalda en los que ella plasmó los nombres de su esposo y
de su hijo.
Valeria
y Zuleima, dos bailarinas más desaparecidas
En la sala de espera de la Fiscalía, la
incertidumbre no ha terminado para el esposo de Valeria Valencia Martínez, ni
para la hermana de Zuleyma Hernández Sánchez. Las mujeres, de 30 y 26 años de
edad, reportaron la entrada a su trabajo, pero no así su salida. Cumplen 24
horas desaparecidas.
Por Valeria, originaria de Jesús Carranza,
habla su esposo, Fortino Gutiérrez. Él relata que, como todos los días, la
acompañó a la avenida a tomar un taxi que la llevaría hasta su trabajo. “Lo
recuerdo muy especial, porque como siempre que se despide de nosotros, nos da
beso a mí y a mi hijo (de 8 años)”.
“La chaparrita”, como llama Fortino a su
esposa de cariño, salió de su casa con una camisa roja, pantalón de mezclilla
en vivos azules y unas sandalias. Él se enteró por redes sociales que el bar
Caballo Blanco había sido incendiado; que había muertos: 5, 10, 20, 28… y que
Valeria no regresó a casa a las 5:00 horas, como es habitual.
“Enseguida me fui a ver, fui a hospitales y
nos dijeron que había heridos con ese nombre. Estoy angustiado porque no nos
dan respuesta. Imagínese desde qué horas estamos aquí y no nos dan nada. Nada
más nos traen con que ‘ahorita’, ‘ahorita’, y que ‘ahorita’”, agrega Fortino.
A unos metros de Fortino, la hermana de
Zuleyma Hernández Sánchez, originaria de Coatzacoalcos, refiere desesperada sus
características con la esperanza de dar con ella en hospitales y no en el
Servicio Médico Forense.
“Tiene cabello largo; un lunar en la quijada.
Es alta, color clarito de piel, tiene brackets. Ella porta un short color azul
marino, una blusa con florecitas azul clarito y unas sandalias rosadas”,
comparte la hermana de Zuleyma, quien prefiere guardar el anonimato.
Zuleyma cumple tres meses con su empleo en el
bar Caballo Blanco. Al igual que sus compañeras Xóchitl (muerta) y Valeria
(desaparecida) ella bailaba 11 horas diarias para sostener a sus dos hijos, de
cuatro y seis años, respectivamente.
“La imagen que sale en medios se parece a mi
hermano”
Patricia del Carmen Cortés Ávalos es hermana
de Felipe Daniel Cortés Ávalos, quien avisó que pasaría un rato en el bar
Caballo Blanco junto con sus amigos Carlos Michelle y Pedro después de trabajar
como estibadores. Al momento, los tres están desaparecidos.
La diferencia en el caso de Felipe -explica
Carmen- es que minutos después del atentado en el puerto de Coatzacoalcos, a
ella se le hizo familiar la imagen de un cuerpo tiznado, que yacía sin vida
sobre un sofá al interior del bar. “Pues todo parece indicar que sí, el de la
imagen parece el cuerpo de mi hermano”, cuenta con la mirada cristalina.
A Felipe, de 32 años, apodado “El negro”, lo
describen como un hombre de piel morena, alto y regordete; con un tatuaje en la
espalda, con un atrapa sueños y unos globos que representan a su esposa y a sus
hijos. La noche del atentado, él platicaba con su pareja por el celular.
Alrededor de las 00:00 horas perdió comunicación con ella.
“Desde que vimos esa foto fuimos a varios
lugares a preguntar por él. Mi hermana fue al SEMEFO a preguntar y no la
dejaron pasar, le dijeron que todo es aquí. Entonces aquí seguimos. Entiendo
que es una situación difícil, pero no te dan información. Es la angustia, la
zozobra de no saber si tu familiar está allí o no”, recrimina Carmen Cortés.
“Agarren
a los pinches asesinos, presidente”
“Que esto llegue hasta los oídos del
presidente, que agarren a los pinches asesinos”, es la petición de otra mujer
que recién ha sido notificada sobre la muerte de su sobrino, Habib Ojeda
Sierra, un almacenista de la empresa Soriana.
Los gritos de la víctima indirecta resuenan
como truenos en una tormenta eléctrica. Maldice a los victimarios de su familia
y amaga “Estamos indignados porque los agarran y los sueltan. Todos saben
quiénes son los que cobran el derecho de piso”.
Habib Ojeda -padre de una niña y un niño de 1
y 7 años- avisó que iría con un amigo al bar Caballo Blanco. Su madre habló con
él a las 5 de la tarde, pero luego perdió comunicación como muchos más
envueltos en la tragedia de Caballo Blanco.
La mañana de este 28 de agosto, un familiar
de Habib lo reconoció en el SEMEFO de Cosoleacaque por medio de un tatuaje con
unas letras en el antebrazo. “Ellos no tenían por qué matar gente sin culpa.
Tenemos que hacer justicia por nuestra mano, porque bien sabemos que son
muertes que quedan impunes”, recalca la mujer entrecana.