*
Javier Duarte TV * El privilegio de
cuentear * Se calma Peña Nieto o el ex
gobernador habla * Las empresas de
Andrés Manuel, puro rollo * Eric y Hugo,
sin evaluación de control de confianza *
Edel: más tretas para reelegirse *
Sesión falsa en la Quinta Sala *
Mijangos: las horas contadas * Las dos
caras de la directora de Catastro.
Mussio Cárdenas Arellano |
01 octubre de
2019
Tribuna Libre.- Parloteando, Javier Duarte se asume útil y
bocón, vil y servil, apegado al guión de la 4T mientras la élite postneoliberal
tramita su pasaporte a la impunidad. “Fui la caja china” en el peñanietismo,
dice. No, es la caja gorda de López Obrador.
Reo gris, cínico y despreciado, protagonista
del saqueo a las arcas de Veracruz, se regodea en los privilegios que la casta
obradorista no le concede ni a los capos ni los sicarios, ni al H de los
Beltrán Leyva, ni a los hijos del Chapo y del Mayo o a los parientes del Señor
de los Cielos, ni al Mochaorejas, pues. Pero a Duarte sí.
A Duarte lo que pida y la Cuarteada
Transformación se rinde a sus pies.
De su celda brotan mensajes en Twitter o a la
crujía acude la prensa nacional y estatal a registrar el trato laxo del
gobierno morenista, las ínfulas y los desplantes del ladrón confeso que por un
procedimiento abreviado, reconociendo el delito, transó con el gobierno de
Enrique Peña Nieto una condena ínfima, nueve años, cuando debió purgar 40 si le
hubieran sostenido los cargos por delincuencia organizada.
Al Reclusorio Norte van los corifeos.
Escuchan y repiten. Asumen cierta la verdad mañosa de Javier Duarte, las
proclamas de inocencia y la mentira con que se exculpa del desvío de 60 mil
millones de pesos, según las denuncias encausadas por la Auditoría Superior de
la Federación.
Javier Duarte es el reo estrella de la 4T, la
caja gorda de López Obrador.
Dice lo que Andrés Manuel no quiere, no sabe
o no puede expresar.
Si el Dios Peje no se lanza contra Peña
Nieto, Javier Duarte lo hace por él.
Si el Dios Peje no menciona a Miguel Ángel
Yunes, Javier Duarte se le tira a matar.
Y así se va convirtiendo en la conciencia
moral, y ahora vocero, del presidente López Obrador.
Literalmente, Javier Duarte se llenaba la
boca vociferando su filia peñanietista. “El mejor amigo de Peña Nieto en
Veracruz soy yo”, soltó a un grupo de periodistas en Xalapa cuando ideaba cómo
imponer candidato en el PRI.
Era, por decisión de Peña Nieto, el dueño de
la sucesión. Le había concedido el entonces presidente, dijo Duarte, tomar los
hilos, alinear los astros y designar al priista que sería su sucesor.
A contrapelo de muchos, Peña Nieto le
concedió acortar el mandato del siguiente gobernador de Veracruz. Así, el
sexenio se convirtió en bienio, con el avieso fin de desalentar a quienes
pretendían sumir el cargo, los Yunes azules —Miguel Ángel, el panista— y los
Yunes rojos —Héctor Yunes Landa y José Yunes Zorrilla, priistas— y dejar el
camino libre a Alberto Silva Ramos, el Pato de Tuxpan, su vocero, su operador
en el pago a empresas fantasma, el encarcelador de periodistas, el de los
excesos hasta con los chayotes de su prensa afín.
Y ahora pregona que fue la caja china del
peñanietismo, el distractor por los líos y los escándalos del ex presidente,
por la Casa Blanca y el tufo a corrupción, por Ayotzinapa y los 43 normalistas
desparecidos y asesinados por los cárteles del narco.
Javier Duarte TV concita a Televisa, a Imagen
TV, a la radio y a las redes sociales. Súbitamente se despliegan múltiples
espacios en la prensa que milita en la Cuarteada Transformación. Aplauden las
focas a una voz replicando lo que conviene al Dios Peje, y canta el coro de los
pejistas puros que ya comulgan con el sátrapa que saqueó a Veracruz, o la yihad
pejista que no sabe lo que es razonar, o el ejército de bots que responden a un
sí o sí con el aliado de López Obrador, o que sirven para insultar, golpear o
descalificar. Todos en torno a Duarte.
Goza Andrés Manuel de la presidencia y goza
Peña Nieto de impunidad… por ahora. El pacto se firmó iniciando campaña. A
cambio de parar al panista Ricardo Anaya, por no respetar acuerdos y batear a
Felipe Calderón que intentaba gobernar vía Margarita Zavala, su esposa, La
Calderona, Peña Nieto inició la persecución usando a la Procuraduría General de
la República que acusaba el supuesto uso de dinero de procedencia ilícita en la
compra de un terreno y la venta de una nave industrial. Anaya ya no creció,
perdió la elección y la PGR se replegó.
Ya en palacio nacional, López Obrador gana y
pierde a diario. Desmantela al régimen anterior, cancela programas, reorienta
presupuesto, recorta gasto. Y a cambio el sector privado no invierte. Y la
clase política lo fustiga. Y Peña Nieto anda hiperactivo, protagonista, rompiendo
la regla que obliga a los ex presidentes a sumirse en el olvido.
Una fiesta le permitió a Andrés Manuel palpar
el desprecio de la élite. A la boda de la hija del abogado Juan Collado acudió
Peña Nieto, su nueva novia, amigos y la cúpula del poder económico.
Entre ellos hubo grabaciones en las mesas de
invitados, en los pasillos y jardines. Se registró la sorna, la burla, el
desprecio a López Obrador. Y Andrés Manuel se irritó. Lo consigna el periodista
Salvador García Soto en su columna Serpientes y Escaleras, el 21 de septiembre.
Días después fue encarcelado Juan Collado,
abogado de ex presidentes y adinerados. Y después la ex secretaria de
Desarrollo Social y Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, Rosario Robles
Berlanga, acusada de ser la pieza clave en la Estafa Maestra. Y llegó la
advertencia a Peña Nieto.
“ ‘El Presidente le pide, de la forma más
atenta y respetuosa —cita Salvador García Soto—, que cuide su perfil, que lo
baje y no se exponga’. Pero la respuesta del mexiquense, lejos de corresponder
a la cortesía política, fue seca y cortante: ‘¿O sea que para no molestar al
Presidente yo tengo que abandonar mi vida social? Pues dígale al Presidente que
tomo nota’. Y colgó”.
Al quinto día —26 de septiembre— Televisa
dedica tiempo a Duarte. Y su tema es Peña Nieto.
“Fui la caja china”, dice el reo. Fue el
distractor, sostiene, para desviar la atención de la opinión pública que se
centraba en la Casa Blanca, Ayotzinapa y su pérdida de popularidad. Había que
sacrificar a uno de los suyos y Duarte fue, dice, el personaje ideal.
Era el mejor amigo de Peña Nieto en Veracruz,
según pregonaba Duarte, y lo llevó a prisión.
De Yunes redunda casi ni lo toca: es un
psicópata, le inventó pruebas, persiguió a su familia, asedió a su esposa
Karime, la que asumía funciones de gobernadora en reuniones con el gabinete.
Y a lo que difunde Televisa se suma la prensa
obradorista y hasta la que busca su tajada del pastel.
Duarte habla por López Obrador. Habla a
medias. Habla de la Casa Blanca y Ayotzinapa.
De lo que no habla es del saqueo del erario
siendo gobernador, entregas de dinero al PRI, las cajas de huevo conteniendo
efectivo, trasladadas en helicóptero a un edificio de la Ciudad de México.
Tan solo en un viaje, Duarte ordenó a Tarek
Abdala, su tesorero, el desvío de mil millones para el PRI. Era el 7 de febrero
de 2012, a punto de iniciar la campaña de Peña Nieto.
Víctor Hugo Arteaga, periodista y colaborador
del portal Animal Político, sostiene que en 2012 Duarte trasladó 3 mil 500
millones al PRI.
Eran los lodos en que solía andar Duarte
cuando era el mejor amigo de Peña Nieto en Veracruz.
Ahora transmite la advertencia.
Y le sirve de vocero a López Obrador.
Archivo muerto
Trabado en el escándalo Bartlett —inútil
defender lo indefendible—, Andrés Manuel suelta a media mañanera un complot que
no se lo cree ni el mismo Andrés Manuel. Un domingo, día de descanso, fueron
inscritas en el Servicio de Administración Tributaria 26 empresas a nombre del
presidente de México y su esposa Beatriz Gutiérrez Müller. “Ya me rayé” —bromeó
López Obrador—. Me convertí en empresario”. Luego acotó: “Todas las
inscribieron el 11 de agosto del 2019, en Boca del Río, Veracruz, en las
oficinas del SAT. Me ponen a mí como socio y también a mi esposa”. Y se lanzó:
“Están muy mal acostumbrados a hacer eso, como sea, si fue por venganza,
alguien dolido que quiso vulnerar el sistema del SAT, o alguien que constituye
estas empresas que puede hacer negocio engañando de que yo soy miembro de la
empresa, socio de la empresa, o mis adversarios políticos para que el día de
mañana aparezca de que estoy yo haciendo negocios chuecos”. Justo cuando los
reportajes de Areli Quintero, impulsados por Carlos Loret de Mola, sobre el
director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett Díaz,
entrampan a la Cuarteada Transformación. Bartlett omitió 25 casas, valuadas en
800 millones de pesos, y 12 empresas. AMLO lo justifica, lo cobija, lo encubre.
Acusa a quienes realizaron la investigación de no ser honestos. Y muy a modo, tira
el rollo de las 26 empresas inscritas en el SAT de Boca del Río. Sí, pero en
los hechos su versión es tácitamente imposible. Crear una empresa implica un
acta constitutiva, protocolizarla ante notario, solicitar registro del nombre
en la Secretaría de Economía, inscribirla en el SAT, que el representante de la
sociedad anónima se identifique, que estampe su firma, que le capten el iris de
sus ojos, que le asignen la firma electrónica y que quede una huella fiscal. Y
es demencialmente imposible que pase desapercibido que los dueños de las 26
empresas lleven por nombres Andrés Manuel López Obrador y Beatriz Gutiérrez
Müller. Fanático de las cajas chinas —y de las cajas gordas, marca Javier—, del
distractor y las bolas de humo, el presidente quiere sembrar en el imaginario
colectivo la idea de que cualquiera inventa empresas, las inscribe en el SAT y
luego las convierte en noticia nacional. Y si lo hicieron en Boca del Río,
según sus “otros datos”, también lo pudo hacer Loret de Mola. Y a partir de
ahí, desacreditar los reportajes sobre Manuel Bartlett. Strike a López Obrador
y riesgo de que se autoponche la 4T… Seco y al hígado del gobernador, el gancho
del diputado Maleno Rosales, de Morena. Ni el secretario de Seguridad Pública,
Hugo Gutiérrez Maldonado, ni el secretario de Gobierno, Eric Cisneros Burgos,
contaban con la certificación del examen de control de confianza. Acorralado
ante la grave delación, Cuitláhuac García comenzó entonces a chimoltufiar. Y
terminó admitiendo que sí, ni el shérif ni el impolítico secretario de Gobierno
habían cumplido el requisito. Lo hicieron hasta el miércoles 25, casi 10 meses
después de asumir el cargo y casi ocho meses después que comenzaron a acudir a
las mesas de seguridad pues en 50 días no ni el gobernador, ni Eric, ni Hugo se
pararon por ahí. Gravísimo el hecho por la cantidad de información de seguridad
nacional, la estrategia contra el crimen organizado, los operativos en que
intervienen Ejército y Marina, en manos de don Hugo y don Eric que no habían
presentado el examen de control de confianza. Peor aún que lo hayan aprobado
cuando que Hugo Gutiérrez llegó a Veracruz precedido de un historial nefasto,
acusado en su natal Nuevo León de tener entre su personal de la Procuraduría
estatal a agentes extorsionadores de empresarios, y Eric Patrocinio hablando de
un fiscal, Jorge Winckler, al que le imputaba nexos con la delincuencia y
vertiendo amenazas abiertas y directas contra periodistas que no entran en su
juego demencial. A Winckler lo separó ilegalmente la Diputación Permanente del
Congreso de Veracruz arguyendo que carecía de certificación. Y los bufones del
gobernador pecando del delito que aún no le han podido acreditar al fiscal.
Jodido y más, don Cuitláhuac… Ruin, tramposo, Edel Álvarez naufraga en un mar
de desatinos, tretas y maniobras por el control del Poder Judicial de Veracruz.
Una falsa sesión de la Sala Quinta quedó al descubierto cuando la magistrada
Beatriz Rivera Hernández desmintió, acreditó que no pudo estar presente, y por
lo tanto no votar, en la elección de Amadeo Flores Villalba como presidente. El
acta dice que Beatriz Rivera estuvo ahí y ella demuestra que no. Beatriz Rivera
se encontraba en carretera el domingo 22 a la hora que supuestamente se realizó
la elección. Lo acreditó con los recibos del peaje pagado en las casetas del
municipio La Antigua y la congregación Plan del Río donde consta la hora. La
sesión, pues, fue una farsa y conforma una transgresión al Reglamento Interior
del Poder Judicial. Revela la escasa moral de los magistrados Flores Villalba y
el habilitado magistrado Marco Antonio Rodríguez Lobato, y muestra su
proclividad a violar la ley. Define a Edel Álvarez, su naturaleza chueca, la
saña conque avasalla el orden y su obsesión por echar a sus enemigos de la
contienda y consumar su reelección como presidente del Poder Judicial de
Veracruz con las mismas mañas y con las mismas tretas del PRI… Unas palabras en
Facebook y Alberto Mijangos se hizo tendencia: “Quédate con la tranquilidad de
saber que todo lo que hiciste fue con buena intención, sonríe y permanece
tranquilo, porque tú no perdiste… a ti te perdieron”. Y el secreto a voces de
su remoción fue in crescendo. Por la tarde del miércoles 18, circulaba el texto
en la red social, interpretado como la inminente salida del aún secretario de
Gobierno del ayuntamiento de Coatzacoalcos. Mijangos fue seguidor de Roberto
Madrazo Pintado —¿qué dirá de eso Andrés Manuel?—, allegado al círculo de
Marcelo Montiel Montiel, pero de tanto fanfarronear que sin él el de las tres
“M” no hubiera sido alcalde, fue enviado al PRI como secretario general y de
ahí a la oscuridad. Lo adoptó Iván Hillman. Lo hizo director de la Comisión
Municipal de Agua y Saneamiento, presidente de Grupo Integra y tras renunciar
al PRI se fue a Morena. Cuando inició el ayuntamiento del morenista Víctor
Manuel Carranza, Mijangos era el ajonjolí de todos los moles, operando y
corrigiendo errores, protagonista como suele ser. Y el morenismo replicó,
siendo enviado de nuevo a la oscuridad, con bajísimo perfil. Y ahora el mensaje
en Face que suena a renuncia… Intransigente, de día Rosa Rodríguez es la “Dama
de Hierro”. Y entrada la tarde, en el sigilo y el silencio, suaviza el trato;
bien motivada, cede. Es Catastro Municipal un infierno para notarios y dueños
de predios a los que la arquitecta Rosa Rodríguez, su directora, les tasa las
operaciones con el impuesto más elevado, provocando que el propietario venda a
bajo precio, pague altos impuestos y vea mermada su utilidad, u opte por no
vender. Rosa Rodríguez es, a la par, perito valuador de Bancomer, lo que suena
a negocio redondo. Necia, la inmensa funcionaria del ayuntamiento de
Coatzacoalcos por las mañanas revienta a todos por igual. Pero ya tarde, cuando
sólo unos cuantos empleados de Catastro acuden a laborar, la intransigencia se
vuelve suavidad. Por algo muy explicable será…