Madres buscan “tesoros” desaparecidos
*Colectivo
‘Madres Luna’ de Córdoba remueven tierra, lodo y piedras para extraer restos del
pozo utilizado para la desaparición de cadáveres.
Córdoba, Ver. | 09 enero de 2020
Tribuna
Libre.- “Ya
pasaron 20 minutos. ¡Va para arriba!”, avisa don Humberto a cuatro hombres y
pide que juntos tiren de una cuerda para sacar a Marcela de un pozo de 16
metros que ellos han escarbado con picos y palas; la meta aún se mira lejana.
Hombres y mujeres han removido tierra, lodo y
piedras durante dos meses -incluyendo fines de semana y días festivos- para dar
con lo que ellos llaman “tesoros”. No se trata de agua ni de petróleo, son
restos de personas que desaparecieron en este lugar, referido como un
campamento del cartel de Los Zetas.
Con la ayuda de un mapa anónimo y de dos
testigos de identidad protegida, integrantes del colectivo ‘Madres Luna’ dieron
con la ubicación de este predio, oculto entre cerros y cañaverales, en el
municipio de Córdoba, en la zona centro de Veracruz.
Los informantes señalaron a los familiares
-con una equis en el croquis- las ruinas de una exhacienda, en cuyo patio
sobresale un tubo de 80 centímetros de diámetro y una profundidad de 40 metros.
“Ahí echaban los cuerpos y por lo profundo del tubo era ideal para desaparecer
víctimas”, cuenta Marcela, mientras recupera un poco del oxígeno que en el
subsuelo se vuelve escaso.
La madre de Dorian Rivera Zurita,
desaparecido el 11 de octubre de 2012, viste un uniforme blanco de perito que
en nada se parece a los trajes ajustados que usaba hace siete años cuando,
junto a su hijo, se dedicaba a la venta de bienes raíces.
Marcela cuenta que el tubo de acero donde hoy
buscan restos humanos, fue instalado por Hidrosistemas de Córdoba (una
dependencia municipal), con la finalidad de encontrar agua y surtir a
campesinos que siembran caña, chayotes y café a los alrededores.
“No encontraron agua y lo dejaron abandonado
(el tubo). La delincuencia lo aprovechó para tirar cuerpos. Puedo decirte que
esta hacienda fue una zona de ejecuciones”, agrega la mujer de 1 metro con 60
centímetros, quien coordina desde hace dos meses la brigada en este pedazo de
tierra, apartado de la zona habitada.
Para confirmar los señalamientos anónimos, y
convencer a las autoridades de emprender una diligencia, el grupo de familiares
lanzó una varilla al fondo del tubo, misma que reforzaron con cemento para que
ganara peso y que su punta de fierro se hundiera.
“Sacamos la varilla con una cuerda y vimos
que salió embarrada de cal. Es común que criminales avienten cal y piedras para
que los restos no huelan mal. Conseguimos ese indicio y comenzamos a hacer un
pozo junto al tubo. Y no nos iremos de aquí hasta saber que hay abajo”, dice
Marcela.
En unos 60 días, nueve familiares de
desaparecidos acumulan 16 metros de excavación, así como prendas de vestir de
distintas tallas, zapatos y credenciales que han encontrado al interior de la
exhacienda que custodian al menos 15 policías estatales y de la Guardia
Nacional.
“Es imposible que yo piense, después de 7
años, que mi hijo está vivo. Claro que todas guardamos esa esperanza, pero
también tenemos que estar preparados para cualquier cosa y buscar; nosotros lo
hacemos mejor que cualquier autoridad”, presume Marcela, en un descanso de la
jornada de ocho horas.
Las tareas que realizan Marcela, Rosario,
Humberto, Guadalupe, Abigail, Carlos, Elías, Jesús y Kevin no son algo nuevo
para ellos. Su última búsqueda concluyó en mayo de 2019, en unos pozos del
municipio de Omealca (ubicado en la misma región), donde hallaron -en más pozos-
15 cráneos de personas, de los cuales dos ya fueron identificados gracias a
prendas de vestir, credenciales y cadenas.
“Aquí han llegado campesinos y lugareños que
nos dicen que busquemos bien, que ellos veían cómo aquí mataban a personas y
las aventaban por el tubo”, comparte Rosario, otra integrante de la brigada
encargada de realizar bitácoras y que busca a su padre, Artemio Solano,
desaparecido desde el 1 de junio de 2017 en esta región montañosa.
El campamento se ubica a escasos 500 metros
de la comunidad de San Rafael Calería, donde más familias (en abril de 2016),
guiadas por la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas,
encontraron 10 mil fragmentos carbonizados al fondo de 11 pozos de riego; los
restos permanecen resguardados por la Fiscalía de Veracruz.
Sufrir
claustrofobia y buscar restos humanos debajo de la tierra
La cita para este nuevo día de búsqueda
comenzó a las 8:00 horas en una casa que el grupo adaptó como bodega.
“¿Herramienta?, ¿Comida?, ¿Falta alguien?”, pregunta la líder antes de que una
caravana de vehículos parta hacia el terreno de expedición.
Para llegar al “punto”, hay que atravesar
viviendas con techos de lámina, campos de futbol bien empastados, jardines
floreados y escuelas por donde desfilan pequeños que regresan de vacaciones.
Conforme el convoy avanza, aparecen parcelas de caña que simulan laberintos con
muros formados por plantas de dos metros de altura.
En el camino hay campesinos que saludan
ocultando sus rostros detrás de sombreros de palma, quizá temerosos por las
patrullas y rifles que portan policías con gafas oscuras. Al término de 20
minutos -cada vez más cerca de un cerro imponente- los familiares llegan a su
destino.
Lo que hace dos meses era una hacienda en
ruinas -donde solo se veía zacate y ramas del tamaño de un jugador de
basquetbol- hoy es una zona de carpas, donde incluso dos cuartos fueron
improvisados como bodega y cocina, respectivamente.
El equipo (con ayuda de la Comisión Estatal
de Búsqueda) adaptó a un lado del tubo de acero una estructura de metal y una
polea por donde es deslizada una cuerda. Así, un familiar desciende en el pozo
mientras los demás lo sujetan.
Cada integrante del colectivo tiene designada
una tarea en la brigada: Abigail, es quien reparte herramientas a sus
compañeros; ella busca a su hermano, David Hernández López, desaparecido en
Córdoba desde el 23 de julio de 2018.
Guadalupe es madre de Diego Castañeda,
desaparecido en Orizaba en 2014, ella tiene a su cargo la cocina donde instaló
un microondas y un pequeño tanque de gas; este día prepara pambazos y lentejas
para todos.
Quienes escarban junto al tubo de acero son
cinco: Marcela; los hermanos Jesús y Elías Enríquez García (este último busca a
su suegro, Artemio Solano); Humberto, padre de Humberto Domínguez, desaparecido
en Río Blanco el 17 de junio de 2014; y Carlos y Kevin, hermano y amigo de
Dorian Rivera Zurita.
Ninguno de los que desciende al pozo, por
seguridad, puede exceder los 30 minutos bajo tierra.
“Cuando hace calor en la superficie, abajo se
siente chida la temperatura; pero cuando hace frío -como ahora- la humedad te
sofoca bien cabrón”, cuenta Elías, quien, por su destreza para partir rocas
pesadas, se ha ganado el mote de “El Picapiedra”.
Marcela -la primera en ponerse su traje de
perito- pide cubetas, pico y pala para seguir escarbando. Una vez concluido su
tiempo, confiesa: “En mi vida pensé bajar a una profundidad como esta porque
sufro de claustrofobia. Si me subo al elevador me pongo mal”.
La jornada es amenizada por bromas que lanza
Jesús, alias “Chabelo”, quien presume que después de las cenas de fin de año,
no le costará trabajo bajar de peso gracias a los kilos que perderá en la
búsqueda.
A los familiares se les pregunta por qué
dicen -durante las diligencias- que buscan "tesoros". La respuesta la
da Guadalupe, madre de Diego Olaf Castañeda, “Así les llamamos porque nos
dolieron. Nuestros hijos desde que los concebimos, para nosotros, son nuestros
tesoros. Son un regalo de Dios, buenos o malos siempre vamos a creer que son
nuestros tesoros”.
“Nosotros necesitamos tener una certeza de
dónde están nuestros hijos. Si él (Dorian) está con Dios yo tendré la paz.
Sabré que sufrió, pero que ya pasó. Sabré que ya no pasa hambre ni frío”,
agrega Marcela.
La jornada concluye y la distancia entre los
“tesoros” marcados en el mapa y la tierra aun es de 24 metros. La recompensa a
la perseverancia de nueve personas será solo hallar la muerte, algo que en
Veracruz -el segundo estado con más fosas clandestinas en el país- aseguran que
termina siendo “un alivio”.