* Otra
jornada violenta… y lo que falta *
Córdoba y Huatusco bajo fuego * Por
inepto, Cuitláhuac se debe ir * Pluvial
del Golfo: las mentiras de Agustín *
Ediles violan la ley * Oliver y Benito,
emboletando a todos * Cotemar: transa en
el sur * Liliana Velilla comprando
chueco * El ex alcalde y el H, cuates
Mussio Cárdenas Arellano | 26 febrero de 2020
Tribuna
Libre.- A
ritmo de bala, Córdoba y Huatusco, Veracruz entero se cimbra ante el andar de
los sicarios, el tableteo de las AK-47, el ataque a los cuarteles, la toma de
plazas y calles, viendo caer a policías, masacrados porque el Cártel Jalisco
Nueva Generación ya midió al gobernador.
A la base de la Fuerza Civil en Huatusco,
municipio enclavado en la ruta Córdoba-Xalapa, le dejan impactos en su fachada,
ráfagas con mensaje a muerte, el miedo que permea los cuerpos, la huella de la
violencia que va y viene, que no se quiere ir.
Córdoba vive horas de pánico. Se muestra el
CJNG con toda su fuerza letal. Ataca una torre policía aledaña a la plaza
Shangri-La y deja ahí dos elementos muertos. Suscita una oleada de pánico, los
que huyen, los que se refugian en Sams, los que se esconden en Walmart, los que
se resguardan entre los autos, suplicando que el infierno de las balas concluya
ya.
Otros dos policías fueron atacados y muertos
cuando su patrulla circulaba sobre el camino que va de Los Cerezos al poblado
La Luz Palotal.
Y agazapado, rebasado, el pánico en la piel,
Cuitláhuac García no reacciona porque no sabe qué hacer. Ni su policía estatal
tiene capacidad de respuesta. Ni la Guardia Nacional los puede contener.
Jornada violenta, una vez más, la del sábado
22. Responde el Cártel Jalisco a la aprehensión de Michael “N”, alias “El
Ingeniero”, líder en las plazas de Coatzacoalcos, Minatitlán, Cosoleacaque,
Jaltipan, Chinameca y Oteapan; junto con él, Rony de Jesús “N”, Jorge Luis “N”,
Sarahí 'N' y una menor de edad. Se les sorprendió con 166 dosis de droga
sintética denominada cristal.
Apañados el viernes 21, en Coatzacoalcos, la
reacción fue una oleada de ataques a puestos de vigilancia y cuarteles de la
Fuerza Civil en la zona Córdoba-Fortín-Huatusco, enclavada en la zona centro de
Veracruz, camino a Puebla.
Jornada crítica a solo 11 días del
zafarrancho en Ciudad Isla, donde la Fuerza Civil enfrentó una protesta y quema
de patrulla con fuego a discreción, 12 detenidos, periodistas agredidos, el
caos y la incertidumbre.
Sirve la violencia como catalizador de un
gobernador, Cuitláhuac García, extraviado, sin brújula, perdido en el discurso
pejista, las culpas al pasado, el pretexto como divisa, la obsesión por fiscal
yunista depuesto, Jorge Winckler, el estancamiento de Veracruz y la inseguridad
a todo lo que da.
Deja la jornada del sábado 22 una lección
clara: ni la Secretaría de Seguridad, ni las policías municipales, ni la
Guardia Nacional, ni Cuitláhuac García tuvieron capacidad de reacción.
Hechos trizas, solo les quedó recoger sus
muertos, levantar las balas, iniciar el rito forense, velar los cuerpos,
rendirle honores y volver al discurso de la justicia, los culpables ante la
ley.
Es, pues, un gobierno reactivo y lento.
Vapuleado como anda, el sonsonete de vendedor
de helados, Cuitláhuac García es vergüenza nacional. Su respuesta es más de lo
mismo: el ofrecimiento de que no vuelve a pasar, castigo a los responsables,
nosotros no pactamos con la delincuencia.
Y Veracruz en las mismas.
De la prevención del delito, nada.
De la inteligencia que permita desmantelar
bandas delincuenciales, nada.
De los operativos de contención y repliegue,
nada.
Su estrategia de seguridad es espejismo,
fincada en proyectos de saliva, verborrea que marea, promesas de paz, rencores
hacia el pasado.
Pero de efectividad, nada.
Lo que se vio en las escenas de Córdoba fue
el pasmo y el terror, una policía arrollada por los sicarios del CJNG, sometida
al escarnio y a la condena popular. Si esos son quienes cuidan a Veracruz, los
veracruzanos están perdidos.
Frente al embate del Cártel Jalisco, las
fuerzas de seguridad son nada.
Veracruz, en 15 meses, ha transitado por la
masacre de Minatitlán, la barbarie del Caballo Blanco, ejecuciones sumarias,
taxistas acribillados en Xalapa, policías implicados en desaparición forzada,
atentados molotov, una empresaria levantada y decapitada, la revuelta de Ciudad
Isla y hoy la embestida que cimbró a Córdoba, Huatusco, Fortín.
Y a la par, el cuento cómplice, el discurso
maniqueo, la sorna, la burla, la trivialidad, la descalificación, la ira, el
exabrupto del gobernador.
Los argumentos del gobernador son de risa:
los criminales “andan un poco molestos” y no se va a permitir que “cualquier
grupo que atenten contra la tranquilidad, contra la vida, contra el derecho a
vivir libremente de las personas, tendrán que… atender… lo que la ley está…
dando… en su contra”.
¿No se va a permitir? Los cárteles lo
arrodillan, lo someten, lo rebasan, le incendian Veracruz.
Inútil como es, Cuitláhuac no está solo. Lo
secundan el secretario de Seguridad Pública, Hugo Gutiérrez Maldonado; el
titular de Gobierno, Eric Cisneros; la fiscal espuria, Verónica Hernández
Giadáns, y diputados de Morena que tras la violencia en Córdoba presumen un
estado de derecho que sólo existe en su imaginación.
Payasos sin gracia, dos legisladores de
ínfimo nivel ven en la paliza asestada a Cuitláhuac y al shérif Hugo Gutiérrez
un espacio de oportunidad a la justicia. Ellos —Juan Javier Gómez Cazarín y
Rubén Ríos Uribe— repiten y repiten que la paz no se va a alterar.
Ríos Uribe, quien preside la Mesa Directiva
del Congreso de Veracruz, va más allá. Su indignación se enfoca a un punto
crucial: ¿por qué la torre policíaca atacada por los sicarios no estaba
blindada?
Su alegato es demencial. Veracruz debe saber
quién adquirió ese equipo táctico, si debió contar con espacio para
francotiradores, si hay rasgos de corrupción.
“En Veracruz no vamos a permitir que se
pierda ninguna vida por cuestiones de corrupción”. ¿En serio? Ante el reiterado
despliegue del Cártel Jalisco, la violencia en Isla, en Minatitlán, en
Coatzacoalcos, en Córdoba, en Huatusco, la prioridad es saber por qué la torre
policíaca no estaba blindada.
Los dislates del morenista son proporcionales
a su masa cerebral. El meollo no se halla en la torre policíaca sino en la
fragilidad del aparato de seguridad, la falta de estrategia, la ignorancia del
secretario de Seguridad, ignorantes sus peones en la SSP.
“Vamos a alzar la voz. Los cordobeses estamos
indignados”, apunta Ríos Uribe.
Nada dicen Gómez Cazarín y Ríos Uribe del
incremento en la actividad delictiva. No identifican cómo los delincuentes
comunes asumen el rol de delincuencia organizada. Plazas no controladas por los
cárteles se han vuelto espacio para la extorsión y el cobro de piso, la quema
de inmuebles vía el atentado molotov por parte de raterillos y ladrones de
autos.
Nada refieren del binomio
policía-delincuente, la filtración de información, los agentes policíacos
implicados en desaparición forzada.
A partir de ahí, el diagnóstico no existe. Su
lectura es verbo. Su rollo es matizar el nivel de violencia que devora a
Veracruz.
Morena persiste en vender la realidad irreal
como éxito político. En la capitulación de Culiacán, el del día de la
aprehensión y liberación de Ovidio Guzmán, el hijo del Chapo, el catedrático
propagandista de la 4T, John Ackerman, vio una victoria inexistente. El punto
crucial fue que en un operativo fallido y el amago de derramar sangre inocente,
al junior del líder narco se le dejó ir. Pero Ackerman lo interpreta como el
triunfo del gobierno de Andrés Manuel.
Quince meses van. La violencia sobrepasa a
Cuitláhuac García. No hay contención ni estrategia para confinar a los
cárteles. Contrario a eso, el CJNG ataca bases de la Fuerza Civil, puestos de
vigilancia, bloquea carreteras, incendia tráileres, reta al estado.
Inepto por naturaleza, Cuitláhuac sobra en el
contexto político. Debiera irse, dejar que los políticos asuman el control del
gobierno, que regrese el orden, que se vayan los que interpretan mal su rol en
el poder.
Córdoba fue una lección amarga, violenta,
reveladora de la fragilidad de Morena, de la limitaciones de Cuitláhuac García,
de la indefensión de la sociedad pues en los hechos no hay autoridad.
Córdoba, Fortín, Huatusco, el día en el que Cártel
Jalisco se comió al gobernador.
Archivo muerto
Vulgar embustero, Agustín Jiménez no le habla
con la verdad a los ediles de Coatzacoalcos. Del caso Pluvial del Golfo, la
compañía que venció al ayuntamiento en juicio, dice el director jurídico que la
empresa se negó en tres ocasiones a suscribir un convenio para pago en
parcialidades que amortizaran el adeudo por la construcción de la última etapa
del malecón costero. Según acta de cabildo, fechada el 2 de septiembre de 2019,
Agustín Jiménez arguyó que Pluvial del Golfo “sigue en la misma postura de querer
todo su dinero, lo que no es posible porque no lo hay. Entonces, al igual el
convenio no se puede llevar a cabo cuando el acto (la constructora) se niega a
firmarlo”. Falso. Pluvial del Golfo ha acudido en siete ocasiones al
ayuntamiento de Coatzacoalcos y ha convenido el pago en parcialidades, unas con
el área jurídica, otras con la síndica Yazmín Martinez Irigoyen. Un convenio,
validado ante el Tribunal de Justicia Administrativa de Veracruz, fue
incumplido por el ayuntamiento en 2019, lo que llevó al alcalde Víctor Manuel
Carranza y al cabildo a incurrir en desacato. El 7 de enero de 2020, cuatro
abogados de la Dirección Jurídica Municipal ofrecieron suscribir el convenio y
pagar en tres parcialidades; dos días después se plantearía al cabildo y una vez
validado, al día siguiente se suscribiría un nuevo convenio. Nada ha ocurrido.
Han sido tácticas dilatorias. El desacato continúa. Agustín Jiménez, el
embustero mayor, engaña a los ediles incluso con el tema de las multas
impuestas a los regidores, la sindica y el alcalde. Les dice que no las tendrán
que pagar. Falso. Interpuso dos amparos, uno de ellos contra destitución del
tesorero municipal, Mario Pintos Guillén, y los perdió. Otros dos maniobreros
deplorables son el regidor priista Oliver Damas de los Santos y el morenista
Benito Soriano, cada uno con su propio historial, uno hasta con orden de
aprehensión y una fastuosa residencia —el castillo de la pasión—, inaugurada
justo cuando era el cancerbero del ex alcalde Joaquín Caballero Rosiñol, el de
los 142 millones de daño patrimonial, y el otro con una proverbial cadena de
borrachazos, excesos, autos destruidos, vida disipada, herederos por aquí y por
allá, financiados siempre por el erario. Ambos en la línea del alcalde Víctor
Carranza, secundando las patrañas del director Jurídico, Agustín Jiménez, que
llevó a los ediles de Coatzacoalcos a incurrir en desacato —sus amparos fueron
sobreseídos— al Tribunal de Justicia Administrativa. El próximo llamado del
Tejav será con el uso de la fuerza pública… A nombre de Cotemar se extrae
petróleo en mar y en tierra. De sus pozos en el sur de Veracruz brota agua y
crudo, más agua que crudo, que se valúa en millones y más millones. Y una
fracción del hidrocarburo contamina ríos y arroyos. Y otra fracción no pasa por
la contabilidad oficial. Semarnat nada dice, así vea el derrame. El gobierno de
Veracruz, igual. Al alto círculo de Pemex nada le llega de este robo a la
nación. Menos al Dios Peje, trabado en su guerra contra los fifí. Un personaje,
sudamericano de origen, es la clave de un embrollo fenomenal. Es el que entrega
los moches y compra el silencio y la complicidad. Un audaz… A Liliana Velilla
se le pilló, como dicen los cánones, con las manos en la masa. Llegó la ex
regidora choapense a bordo de una camioneta a una bodega en Coatzacoalcos y
tras adquirir algunos enseres de casa, se quiso ir. Ahí le cayó la Ministerial.
Lo adquirido era producto robado, sin factura, ofertado a bajísmo precio.
Velilla, cuya historia política arranca en la colonia Polanco, en Las Choapas,
el municipio más al sur de Veracruz, cuya nacionalidad se ha cuestionado en
redes, con raíces en Medellín, Colombia, que quiso ser diputada local y fracasó
—sabrá con qué documentación ostenta ser mexicana y acceder a cargos públicos—,
tuvo que explicar por qué andaba de shopping en una bodega de chueco, sin
reparar en el origen de lo que tenía a la venta una banda de rufianes de
apellidos Hidalgo Carrión. Hay testigos del hecho. Hay versión de abogados. Hay
enseres de hogar pero sin factura. Hay denuncia de robo. Hay políticos que
acudieron en su ayuda. Falta que la Fiscalía morenista haga valer aquello de
que se le sorprendió en flagrancia y Liliana Velilla Muñoz sepa cuál ha de ser
su suerte o si ya la libró y por qué… ¿Cuánto pagó el pueblo por la inmunidad
de un ex alcalde del sur, por ser intocado por los cárteles? ¿De qué partida
presupuestal salió? ¿O con qué erogaciones se disfrazó lo entregado a los
malosos? ¿Y cuántos de los recomendados por el Comandante H, jefe zeta de esos
tiempos, fueron a parar a la nómina municipal? ¿En qué municipio ocurrió?
Alfonso Durazo, chéquele por ahí. Los malosos y el alcalde eran cuates…