José Miguel Cobián | 16 abril de 2020
Tribuna
Libre.- Cuando
en la edad media no existían mecanismos para comprender la transmisión de una
pandemia, las cuarentenas funcionaban a la perfección. A lo largo de la
historia, quien se ha enfermado de alguna enfermedad contagiosa debía separarse
del resto de la sociedad para evitar continuar la cadena de contagio-infección.
El día de hoy la situación que manejan los
gobiernos del mundo es totalmente la opuesta a la que la lógica indica. Procedo
a explicarme: Hoy por hoy se conoce perfectamente el mecanismo de transmisión
de el COVID-19, sabemos sin temor a equivocarnos que las pruebas serológicas
permiten a partir del sexto o séptimo día conocer quien está infectado, y las
pruebas moleculares permiten conocer quien ha sido víctima del virus
prácticamente desde del primer día.
Los gobiernos del planeta han tenido que
escoger entre dos opciones básicas, o le exigen cuarentena a toda su población
o le exigen cuarentena únicamente a los contagiados.
La primera opción, la de exigir cuarentena a
toda la población resulta que genera más problemas que soluciones, entre otras
razones, porque no toda la población tiene la capacidad económica para estar en
cuarentena un mes o dos, y porque no toda la población atiende el llamado a la
cuarentena. Además, el gravísimo problema económico que genera la cuarentena
puede causar mas muertes y daño que la propia pandemia.
La otra opción que tienen los gobiernos es la
cerrar sus fronteras antes del inicio de la pandemia, obligar a todos los
viajeros internacionales a participar en una cuarentena obligada y con ello se
evita el contagio nacional. Incluso, si existen fronteras porosas, entonces lo
que hay que hacer, es realizar una enorme cantidad de pruebas, tanto
moleculares como serológicas, para detectar a quien pudiera estar infectado y
mandarlo a cuarentena obligatoria. Cuando hablo de pruebas masivas, me refiero
a realizar pruebas al 100% de la población en riesgo.
Adicionalmente limitar la movilidad de la
parte de la población que está en mayor riesgo en caso de ser contagiada y
aplicar medidas como adelantar períodos vacacionales para reducir la cantidad
de personas en contacto unas con otras, y sobre todo, la sana distancia.
Uno se pregunta la razón por la cual los
gobiernos no optaron por la segunda opción, esa que dañaría mucho menos la
economía, que implicaría pérdida de vidas mucho menor y pérdida de empleos
reducida. La respuesta es muy simple, porque los gobiernos son incompetentes.
Hoy como en muchas ocasiones de la historia
de la humanidad, muchos gobernantes ignorantes y enemigos de la ciencia, no le
dieron la suficiente importancia al problema
que se originó en China. Por eso a pesar de
estar avisados desde diciembre, no prepararon sus sistemas de salud para el
problema que venía. Lo lógico es que hubieran equipado a la brevedad sus
hospitales, terminar los que tenían casi construidos, habilitar espacios como
los centros de convenciones, pero no nada más construir muros e instalar camas,
sino equipar con todo el equipo México que sabían se requería, en función de la
información que fluía de China.
Uno a uno, los gobernantes decidieron
ahorrar, no gastar en la salud de sus pueblos, gastos que se pagaría ¡Con el
propio dinero de los pueblos!, y así, uno a uno en el momento de mayor pico de
la pandemia, se vieron rebasados. Lo mismo Brasil, que España, Italia, Estados
Unidos y México.
En cada uno de esos países, los gobiernos
tomaron a la ligera la enfermedad que venía ya avisada. En México tuvimos
episodios verdaderamente patéticos por parte del presidente de la República,
como ese de salgan hasta que yo les diga, o no voy a cerrar fronteras, o ese de
abrazos, o la tan comentada mordida en el cachete a la niña en medio de
multitudes cuando ya había emergencia internacional.
Hoy, 14 de abril de 2020 fecha en que escribo
esta colaboración, en lugar de que menos de 200,000 mexicanos que seguramente
están contagiados de COVID-19 guarden su cuarentena ellos, resulta que somos
130 millones de mexicanos los que debemos estar en cuarentena, dañando el
futuro de los próximos cinco o diez años, ya que de la crisis que estamos
generando por malas decisiones de gobierno, vamos a tardar mucho en salir.
Lo ideal hubiera sido prepararse, con
suficientes pruebas, y con todas las precauciones posibles, para evitar frenar
la economía. Hoy se frena la economía, no porque las muertes vayan a ser
significativas desde el punto de vista estadístico, ni siquiera porque exista
una preocupación por que no mueran mexicanos, sino para prevenir un desastre en
el sistema de salud pública.
Todo el sacrificio económico de los países,
es el pago de la ineficiencia de los gobiernos. Si preocupara la salud de los
mexicanos, ya tendríamos hospitales y médicos equipados, y se aplicarían cien
millones de pruebas para saber quien si y quien no está infectado. Pero eso no
sucede. Lo único que aplica y por lo cual todos estamos encerrados, es porque
el gobierno no se preparó, no hizo lo correcto y por lo tanto, para evitar que
haga el ridículo y quede mal, todos debemos de practicar una prevención tipo
edad media, en lugar de aplicar técnicas modernas de prevención y detección.
Salvo tu mejor opinión, yo veo el daño que
las malas decisiones de varios gobiernos, incluido el nuestro le hacen a
nuestro presente y nuestro futuro. Peor aún en México, porque el gobierno
federal y la mayoría de los estatales, no están tomando la mínima medida
contracíclica para prevenir el daño a la economía en su conjunto, ni se ha
aplicado ninguna medida para apoyar a cada mexicano en particular. Los que no
pueden trabajar porque perdieron el empleo no reciben apoyo, el que trabaja en economía
informal y ha visto mermados sus ingresos tampoco tiene ningún apoyo. Es más,
los programas federales no se han ampliado para proteger a esos 60 millones de
mexicanos en situación de pobreza, que verán muy afectada su economía y su vida
por este paro económico.
Literalmente estamos solos. El dinero de
todos los mexicanos que es el dinero del presupuesto, no se va a usar para
apoyar a los mexicanos en el momento de mayor necesidad, por razones que nadie
alcanza a comprender.