Se gobierna con hechos, los resultados hablan. Las palabras y la retórica, a la larga, se las lleva el viento. JMCE
José Miguel Cobián | 24 noviembre de 2020
Tribuna
Libre.- Señor
presidente, continúo con mis ejercicios de catarsis, pues sé que jamás leerá
estas cartas. No importa, unos cuantos
mexicanos las leerán, y uno que otro se formará una opinión, o discrepará
abiertamente. Para eso escribo, para que
se reflexione en el tema que toco con cada colaboración.
Primero que nada, el presidente debería
comprender que a muchos mexicanos nos interesa que le vaya bien en su
administración. Cuando se votó por el
cambio, se votó por lo que ofrecía, que incluía entre otras cosas, un México
más justo, pero no solo en el reparto de la riqueza, sino un México que ofrezca
cada día una mejor opción de vida para todos (OJO DICE TODOS) los mexicanos, y
eso incluye la expectativa de percibir un mejor ingreso, lo cual exige
crecimiento económico y toma de decisiones de manera inteligente, basadas en
resultados posibles y no en caprichos, o peor aún, en ideologías, que han
probado hacer sufrir y empobrecer a naciones enteras.
Dicho lo anterior, vale la pena comentar
también que muchos entendemos la soledad de palacio, el ser útil para la
esposa, para los supuestos amigos cercanos, para los hijos, únicamente como
fuente de beneficios personales. Recibir presiones e ideas, que no van a favor
de México ni del legado que pueda dejar su sexenio, sino simplemente beneficios
a corto plazo para unos cuantos. Por ello,
presidente, recuerde que deber rodearse de estadistas, no de ideólogos. Aleje a los radicales, acerque a quienes
pueden ayudarlo a terminar bien un sexenio que tan mal ha comenzado.
También exige poner de su parte, dejar la
soberbia a un lado, dejar ese terrible complejo que lo aqueja y lo obliga
pensar que siempre debe de tener la razón.
Supere esos traumas que tanto daño le hacen a usted y a la nación.
Porque un presidente que quiere pasar a la historia no puede gobernar para unos
cuantos, que por cierto, cada vez son menos, si se contabilizan los seguidores
y simpatizantes. Un presidente no puede
discriminar a la mayoría de los mexicanos tan solo porque tienen ojos y
criterio para comprender los errores que comete en su administración y sobre todo,
el valor de comentarlos y exigir que el primer servidor público del país
enmiende el rumbo. Ojo, no escribí el
propietario del presupuesto de la Nación.
No mencioné al dueño de los recursos del país, porque de eso, usted y
ningún presidente anterior o posterior tienen lo mínimo. Somos una democracia y usted y su gobierno se
deben al pueblo.
Aunque lo niegue, y aunque los miembros de su
culto lo aplaudan, el resto del país se da cuenta de sus limitaciones, de sus
grandes y pequeños errores, los cuales al no admitirlos y atacar en sus conferencias
a quienes lo señalan, solo ha logrado generar división y odio entre los
mexicanos.
Gobernar no se trata de la persona del
presidente. Quizá nadie se lo haya
dicho, pero sus mañaneras son un ejercicio ramplón de auto defensa, simple y
pueblerino, que no va más allá de lo más elemental.
Le voy a contar un secreto: A nadie le
importa si un periódico lo ataca o no, si hay un grupo que está a favor o en
contra de usted. Gobernar no se trata
de usted. Criticar no es atacar. Señalar
los errores de su gobierno debería ser un ejercicio cotidiano para todos los
mexicanos, buscando mejorar todo aquello que se haga mal. Defenderse de ataques imaginarios e imaginar
enemigos no es gobernar. Tal parece que
usted vive en un mundo alterno, quizá por el efecto de las drogas que le dan
para prevenir males mayores debido a las enfermedades que ya le aquejan. Pero a ningún mexicano le interesa tener un
presidente para quién todo gira alrededor suyo.
No queremos un presidente que todos los días cuente una historia
diferente, invente un enemigo diferente o señale a un periodista
diferente. Lo invito a superar sus
complejos y traumas.
Trate de comenzar a gobernar. Ya lleva dos años de grilla, de estridencia,
de miles y miles de palabras vanas, vacías, que no llevan a nada. Puede pasarse los próximos cuatro años
recibiendo loas de los miembros de su culto, inventando una realidad alterna
que se caerá a pedazos poco a poco, o puede comenzar a gobernar, rodeándose de
los mejores hombres y mujeres, y para que sean los mejores tendrían que ser de
esos que le digan: * No señor presidente, está ud equivocado *. Porque los lamesuelas que tiene usted a su
alrededor, no le sirven ni a usted ni a su país, si acaso a su psique dañada,
necesitada de reconocimiento abyecto como el que le brindan los seudo
periodistas a los que diariamente les otorga la palabra, para que lean lo que
su jefe de comunicación social les indica que lean como preámbulo a sus
preguntas a modo.
No, no queremos un presidente que requiera
sumisión abyecta de colaboradores y prensa.
No queremos un presidente que permita que personajes como la secta de
los puros en su gobierno, tengan más posiciones, pues ellos solo desean
enriquecerse y ubicar en puestos clave a sus sumisos colaboradores. No queremos a un presidente que mienta
descaradamente a la nación.
No, señor presidente, el que baje el dólar no
es mérito de su gobierno. No, señor
presidente, no presuma las remesas de quienes tienen que trabajar fuera del
país porque México no les ofrece la oportunidad de un trabajo digno, y su
gobierno nada hace para que al final de su sexenio esta situación cambie. No, señor presidente, no es buena noticia
que el dólar baje, porque encarece nuestras exportaciones y nos resta
competitividad, también reduce el valor adquisitivo de las remesas que mandan
los paisanos, y al hacernos menos competitivos, sacamos del país y los
generamos en otros países, los empleos que tanto necesitamos.
No, señor presidente, el que la gasolina haya
bajado no es mérito de su gobierno, bajaron los precios internacionales del
petróleo. Usted la vende en México más
cara que su costo en todo el mundo.
Usted y su gobierno aplican un impuesto especial a las gasolinas, lo
cual hace que sean más caras que en el mercado internacional y que en Estados
Unidos.
No, señor presidente, las inundaciones son
responsabilidad absoluta de su gobierno, y usted no ha tomado medidas para
evitarlas. Se deben entre otras cosas,
al reparto de puestos públicos a miembros del equipo de campaña, personas que
no tienen la menor idea para ejercer el puesto, pero que usted o sus allegados
nombraron, para que obtengan su parte del botín que representa cada puesto
público. Por lo tanto, son de su
absoluta responsabilidad.
No, señor presidente, México ha sido entre
los países del mundo, uno de los peores en el manejo de la pandemia, y los
muertos de la pandemia, así como los muertos en manos de criminales hoy son los
muertos de López Obrador. Por cierto,
ud ya superó por mucho a Calderón y a Peña comparando sus dos primeros años de
gobierno.
No, señor presidente, el dinero de los
mexicanos es para beneficio de los mexicanos. Se equivoca cuando desvía
recursos para el tren maya o la refinería de dos bocas, ambos proyectos
fallidos desde el día en que se propusieron.
Y usted no usa el dinero de los mexicanos para beneficio de los
mexicanos, prefiere aplicarlo en esos proyectos inútiles. O peor aún, tirar y tirar dinero que podría
servir para salvar empleos, para salvar empresas, para mejorar la
economía. Ese dinero que es nuestro
usted lo tira en CFE y en PEMEX.
Todavía está a tiempo de corregir el
rumbo. Apóyese en verdaderos patriotas y
deshágase de las lacras que lo acompañan en una parte de su gobierno. Es eso o pasar a la historia como el peor
presidente de México. La decisión es
suya. Como suya es la opción de romper
con el culto a su personalidad por el bien de México y de aquéllos mexicanos
que pertenecen a dicho culto. Para ello
debe renunciar al ego.
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