José Miguel Cobián | 17 noviembre de 2020
Tribuna
Libre.- Ocurrencias,
pues nada se analiza a fondo ni se escucha la opinión de los que saben. Hoy por hoy, en México ser experto en algo en
México resulta un estigma para la igorantecracia que nos gobierna. (No uso el
término Oclocracia, pues no gobiernan las muchedumbres, en la práctica tenemos
dictadoruzuelos en todos los niveles de gobierno).
Improvisación, pues jamás hay planeación, ni
proyecto, ni planes, solo la solución que el sentido común, o la mente urgida
de dar una respuesta genera. Hasta un
viaje se planea, un recorrido se planea.
Si llevas personas de paseo a cualquier lugar, se planea. Si eres responsable por un grupo, siempre vas
a planear, y sin embargo, quien es responsable de un país no planea, salvo lo
poco que conoce de política, que son las elecciones y cómo faltar a los
principios de la democracia para ejercer el poder.
Voluntarismo, pues literalmente se hace la
voluntad de un solo hombre, que premia siempre la obediencia ciega y la
lealtad, por encima de la capacidad y el conocimiento. Baste
señalar que el manejo de las presas de Tabasco y Chiapas fue dictado en un
discurso por parte del presidente quien no tiene los conocimientos necesarios
para emitir una recomendación de esa naturaleza, y sus leales funcionarios lo
ejercieron, aún a sabiendas del daño que causaría, daño del cual hoy todos los
mexicanos somos testigos.
Pues resulta que Ocurrencias, Improvisación y
Voluntarismo también son los principios que rigen nuestra política exterior en
tiempos de la 4T. Se ha despedido a
diplomáticos de carrera para otorgar sus puestos a beneficiarios del régimen
debido a favores recibidos y simpatías generadas. Esto no quiere decir que no se hiciera en
gobiernos anteriores, pero la gran diferencia es que en los gobiernos de
¨antes¨ no sólo en comercio exterior, sino en general, había algo que se
denomina ¨rendición de cuentas¨. Si no
sabes y te equivocas, simplemente te vas.
Hoy por el contrario, tal parece
que es un gran mérito para el presidente que sus funcionarios queden en
ridículo a nivel internacional, y con ello hagan pasar un ridículo a México y
al propio presidente, como fue el caso del sonado y presumido aplauso de burla
a Rocío Nahle entre los ministros de la OPEP.
El trato a presidentes ganadores en
Argentina, en Bolivia, en Venezuela, ha sido de felicitar en el momento en que
se sabe que ya ganaron, sin esperar a que alguna instancia gubernamental
otorgue el documento legal que ampare el triunfo. Incluso cuando el presidente López ganó la
elección en 2018, los gobiernos del mundo se apresuraron a felicitarlo,
incluido el de Estados Unidos, sin esperar a que el INE entregara la constancia
de mayoría o a que la elección hubiera sido sancionada legalmente.
En el caso de la elección americana, tal
parece que el presidente López confunde sus intereses y deseos personales con
aquello que le conviene a México. En el
dislate de considerar que el estado es él, ha decidido reivindicar rencores,
como el que le guardaba a la administración Obama por haber reconocido a Felipe
Calderón como presidente electo, en una elección en la cual los partidos que
postulaban al hoy presidente López decidieron por voluntad propia dejar el 22%
de las casillas a nivel nacional sin representante de partido.
El presidente López olvida que los demócratas
son de izquierda o cuando menos están mas a la izquierda del espectro político
que un populista de derecha como es el caso de Donald Trump. El presidente López debería de cuidar las
formas y no identificarse con otros populistas de derecha, sobre todo cuando su
base electoral sigue pensando que es un gobernante de izquierda.
La agenda progresista de la izquierda
moderada mundial es la que asumen los miembros del partido demócrata, siendo el
más moderado entre todos ellos, el presidente Biden. El cuidado al medio ambiente, el respeto a la
libertad de expresión, el respeto y la
defensa irrestricta de la prensa libre, la defensa a ultranza de los derechos
humanos, el cuidado de los valores democráticos como es el caso del respeto a
la ley e impedir que algún presidente se perpetúe en el poder de una manera
ilegal o paralegal, el respeto y la defensa del trabajador, son valores que la
verdadera izquierda aplaudiría.
Entendemos que son valores que el presidente de México repudia, sin
embargo, por el bien de la nación debería acercarse al único demócrata en
Estados Unidos que podrá matizar las demandas de una cámara baja en poder de su
partido político y una cámara alta que hoy todavía no sabemos en manos de qué
partido quedará.
Pensar que se podrá dejar la relación
diplomática con nuestro principal socio comercial en manos del canciller es un
grave error del presidente. Suponer que
el país dónde más mexicanos viven después de México no es importante para la
población mexicana es un acto de soberbia.
Quizá Estados Unidos no le importe al presidente López, quizá deseaba de
todo corazón que el presidente Trump lograra la reelección y por eso violó el
principio de la doctrina Estrada que hoy invoca, y participó activamente,
incluso en comerciales de la campaña de Trump para apoyarlo en su
reelección.
De entrada su apuesta no debió de haberse
realizado. En segundo lugar, es a todas luces una apuesta fallida, que pone en
peligro el bienestar de millones de mexicanos, allende el bravo y de este lado
de la frontera. La relación bilateral
con Estados Unidos es la más importante para este país, y si la llegada de
Biden impide lograr sueños autoritarios o de reelección, eso debe quedar en
segundo plano, la obligación del presidente López es trabajar por el bienestar
de TODOS los mexicanos, no nada más jugar a la soberbia según sus propios
intereses, con lo cual, a ojos vistas, daña a México.
Ya es tiempo de un poco de humildad. Sin
temor a las represalias de Trump. El
futuro de México, los próximos cuatro años, así lo exigen.
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