José Miguel Cobián | 18 diciembre de 2020
Tribuna Libre.-Vemos la
efervescencia política incrementarse día con día. Vemos a un presidente que perdona que le
digan pinche presidente, pero que ataca de manera despiadada a Lorenzo Córdova
por haberse atrevido a pedirle que respete la ley y no intervenga en las
elecciones. Vemos a un tribunal federal electoral sometido al poder del
presidente y su partido político. Vemos
a partidos de oposición seguir en su soberbia eterna preocupados por su
participación en el pastel, escogiendo en muchos casos a impresentables como
abanderados, y sin otorgar el esperado (por la sociedad) acto de
contrición.
Basta observar que un Hank puede ser
abanderado de la oposición en Baja California, o que en Nuevo León PAN y PRI no
quisieron unir fuerzas, con lo cual dejan la gubernatura en manos de Morena
(según las encuestas de hoy). Mientras
que Morena lleva como candidatos a personajes cuyo origen es rojo o azul según
el estado, distrito o municipio. Y por otra parte, en Nuevo León, si otra vez
Nuevo León, uno de los estados más importantes del país desde el punto de vista
económico, tanto como Jalisco, Edomex y la cdmx, manda como candidato a un
simplón frívolo e impresentable que cada vez que abre la boca excreta
tonterías. ¿Qué implica esto? Por un lado, que los partidos de oposición
siguen pensando y actuando conforme a sus propios intereses, e incluso acuerdos
que si salieran a la luz pública provocarían el absoluto repudio de los
ciudadanos.
Uno de los dos o tres aciertos del gobierno
actual ha sido el aumento al salario mínimo, muy popular entre la clase
trabajadora que por cierto es mayoría.
Solo los que no tienen empleo formal, los que no pueden aspirar a un
aumento del 15% porque de solicitarlo perderían su trabajo, los empresarios que
no pueden pagarlo en este momento debido a la crisis y sus empleados que
perderán sus trabajos o verán sus incrementos inferiores al 15%, entenderán que
a ellos no los beneficia.
Entiendo por otro lado a AMLO. Durante 40 o 50 años, fue política
gubernamental reducir el poder adquisitivo del salario mínimo. Sólo tiene unos
años para revertir esa política económica deliberada. Por ello sin importarle
que estemos en crisis, decide que debe ser de un 15%. De no hacerlo así, el año que viene tendría
que ser del 30% o más, para terminar el sexenio con un poder adquisitivo del
salario que alcance cuando menos para los mínimos indispensables. Supongo que pensará que dentro de dos años,
la crisis ya habrá pasado, y los valores de salario mínimo estarán en mejor
nivel, cueste lo que cueste durante estos próximos dos años.
Volviendo al tema inicial. Transcribo la
opinión del Lic. Luis Julián Kaluff sobre lo que son y ofrecen los políticos
mexicanos y los partidos políticos del país: ¨ México secuestrado por
individuos que no logran en sus vidas destacar porque no tienen una profesión o
un oficio acorde a sus ambiciones de obtener riqueza o bienes y/o satisfactores
y ven en la partidocracia un modo de obtenerlo. En México los partidos
políticos no tienen nada positivo que ofrecer a sus electores. Nada más que
utilizar al voto como producto desechable "Úsese y tírese". ¨
Esa visión del abogado, es la que muchos
mexicanos tienen o tenemos sobre el ejercicio de la política en México y es la
base fundamental del abstencionismo. Desde el personaje que vende su voto
porque gane quien gane, su situación no cambia, hasta aquél que sabe que votar
por quien sea, dará el mismo resultado en su vida cotidiana. Confirmado además por los resultados a partir
de la transición democrática de México.
Pasó Fox, pasó Calderón, pasó Peña, y a pesar
de pequeños avances, los problemas fundamentales de México seguían igual. La
desigualdad, la pobreza, la inseguridad, la falta de calidad en la atención a
la salud pública, el terrible cáncer de la corrupción. Sólo un grupo privilegiado de mexicanos
prosperaba medianamente, otros medraban y se convertían en los nuevos ricos del
sexenio, mientras decenas de millones veían sus vidas transcurrir sin esperanza
de un mejor futuro, no sólo para ellos, sino también para sus
descendientes. De ello derivó el
hartazgo y la desesperación que llevaron a millones a votar por quien ofrecía
un verdadero cambio, mismo que al día de hoy, vemos como simple ofrecimiento,
con algunos avances, como el multimencionado en el poder adquisitivo del
salario, pero nada más. Un gobierno con
más oscuros que claros, sin un destino claro que brinde esa ansiada esperanza
de un mejor futuro para los 130 millones de mexicanos que habitamos este bello
país.
Todavía no he logrado descifrar el galimatías
que para mí representa el que quienes en verdad detentan el poder en México
hayan decidido llevar al poder a Andrés Manuel.
Yo no me trago la idea de que fue el pueblo el que lo decidió. Tantos años observando el manejo y
manipulación del elector me obligan a pensar en un poder superior que lo
decidió. Y me parece extremadamente
simplista pensar que el acuerdo de Impunidad entre Peña y López sea el motivo
de que hoy esté sentado en la silla del águila. Hay algo más profundo. Quizá la percepción de que la base social ya
no aguantaba más abusos, y era necesario traer a alguien en quien creyeran
aunque solo resolviera en mínima parte el problema de pobreza y desigualdad. Quizá en un futuro no lejano logremos
entender los porqués, porque los cómos ya quedaron muy claros.
Hoy entramos en la simulación de la lucha
electoral, en la cual, muy probablemente el reparto de puestos ya esté definido
en su mayoría. A fin de cuentas, la
pelea es por los millones de pesos del presupuesto, no por servir a
México. ¿O acaso tú, amable lector, has
visto que algún funcionario electo anteponga los intereses de México a los
suyos propios?
Podemos y debemos involucrarnos en las elecciones,
para que gane quien nosotros queremos que gane, sin olvidar preguntarnos ¿En el
fondo, por qué deseo que gane fulano y no mengano? ¿Me manipulan, me asustan,
me ofrecen? ¿O mis motivaciones son propias y legítimas?
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