José Miguel Cobián | 06 enero de 2021
Tribuna
Libre.- Cuando
supe que algunos aspirantes a puestos de elección popular habían sido escogidos
mediante tómbola, traté de justificar, pensando que AMLO no creía ganar la
elección y que estaba cuidando a sus bases, a pesar del daño que podría causar
que esos personajes llegaran a ganar la elección. Lamentablemente ganaron y como hemos visto,
le han hecho mucho daño a México. Sin
embargo, pensaba yo que era una acción razonada por parte del hoy presidente.
Con el pasar de los días, observaba con
desesperación que en cada órgano independiente de vigilancia y control, el
presidente incrustaba personajes sin el mínimo conocimiento técnico ni las
credenciales para poder estar en esos puestos y tomar las mejores decisiones por
el bien de México.
Cuando pusieron al bulto como titular de la
Comisión Nacional de Derechos Humanos, comencé a preocuparme en serio, pues la
creación de esa comisión había sido un gran logro de la izquierda, lo cual
implicaba que poner incondicionales ineptos e incompetentes como la señora
Piedra, lo único que lograría sería hacerla inoperante. Es decir, se estaba siguiendo al pie de la
letra el manual del gobierno de ultraderecha dictatorial.
Conforme los meses avanzaban, poco a poco fui
comprendiendo que el gobierno de Andrés Manuel no es de izquierda. Que el gran engaño y uno de sus grandes
logros han sido hacerle creer a personas que no tienen la menor idea de lo que
significan las luchas progresistas, pero que se consideran a sí mismas de
izquierda, que ahora estamos gobernados por la izquierda, con lo cual han
logrado obtener de ese sector de la población una lealtad absoluta.
Poco a poco han salido a flote grandes
errores de los personajes principales y actores segundarios de este gran show
que llamamos gobierno de México. Desde
tonterías en las publicaciones con graves errores, que por cierto, se repiten
una y otra vez, hasta ridículos internacionales como el que vistió a todo
México en la reunión de la OPEP gracias a la secretaría de energía, quien sin
empacho, todavía se exhibió en una mañanera, pues en su torpeza e ingenuidad
pensó que el aplauso de los ministros, había sido por su desempeño, sin
percibir jamás que era una burla, tanto para México como para ella misma.
Incluso en otros gobiernos, los errores
garrafales, la incapacidad de la anterior secretaria de economía para leer
números de más allá de siete cifras, la grosera forma de expresarse del
director del fondo de cultura económica, los abusos contra trabajadores de base
en Notimex, las conversaciones de la directora de Conacyt buscando intrigar
para destruir las organizaciones de los científicos mexicanos, el interés de
atacar a creadores de contenido cultural, etc., hubieran provocado la renuncia
(despido) inmediato del funcionario.
Cuando gobernaba el PRI, salvo contadas
excepciones, a los funcionarios les preocupaba guardar las formas y
apariencias. Con el gobierno de Fox
comenzó a considerarse gracioso el ser campechano, silvestre e ignorante, de lo
cual hacía mucha gala Fox. Calderón
regresó un poco la institucionalidad al gobierno, pero cometió el gravísimo
error de repartir el botín entre panistas y colaboradores, de tal manera que
gobernaba con amigos, que manejaron el presupuesto a discreción y en muchos
casos para su propio beneficio. El daño
al país causado con el desmantelamiento de los mandos medios de la policía
federal para incrustar a personajes panistas recomendados y para incrustar a
operadores de García Luna fue brutal, al grado que en este sexenio se tuvo que
desmantelar la red de corrupción y protección a criminales que existía dentro
de la propia PF.
Llegó Peña, cuidadoso de las formas, con la
imagen de recuperar la institucionalidad en el gobierno, y durante tres años
brilló la esperanza de un México mejor, hasta que embriagados de poder, sacaron
a flote la verdadera personalidad del grupo Atlacomulco, y comenzaron los
escándalos de corrupción, dañando severamente el futuro del país.
El daño fue tan grande que llegó AMLO al
poder, con todo el apoyo de la maquinaria PRIísta, así como Peña lo logró con
todo el apoyo de la maquinaria PANista.
Para llegar a la situación en la que hoy estamos.
Tenemos un general que en su puesto tiene la
responsabilidad de ser el dirigente militar en la lucha contra el COVID, se le
conoce como Dr. López Gatell, pero es un general que jamás se ha ensuciado las
botas, jamás ha acudido a un hospital, jamás se ha preocupado por abastecer a
sus tropas con equipo pesado como respiradores, ni con equipo ligero como
medicamentos suficientes, ni siquiera por su uniforme de batalla, ya que no
tienen equipo de protección personal suficiente. Peor aún el general jamás ha
visitado una trinchera, ni por error ha visitado un hospital COVID y mucho
menos una terapia intensiva. Es un
general que se siente tocado por los dioses del Olimpo que le han hecho creer
que ¨si se puede, si se puede¨.
Y éste general no cumple sus propias normas,
no pone el ejemplo, no se parte la madre como sus soldados, y mientras médicos
y personal sanitario no puede vacacionar, no ha visto a su familia en meses,
están agotados, frustrados, desesperados, el general viola sus propias
recomendaciones de ¨quédate en casa¨ y sale a pasear. Invita a usar cubrebocas, pero él, que está
por encima del resto de los mortales, no lo usa en un espacio cerrado como la
cabina de un avión. Ni pone el ejemplo
a los ciudadanos, ni defiende a su personal, al cual obliga a estar horas bajo
el rayo de sol, haciendo una inútil e interminable fila para ser vacunados,
perdiendo un tiempo valioso que podía servir ya sea para atender pacientes o
para tomarse un merecido descanso.
López Gatell y el resto de los funcionarios
pueden cometer los errores que sea, no importa que en el resto del mundo quien
ha vacacionado en lugar de poner el ejemplo, ha renunciado por dignidad.
En el gobierno que pretende educar al pueblo
con una cartilla moral, no hay moralidad, no hay ética, no hay rendición de
cuentas. Se justifica el que el señor
vacacione, en lugar de entender que el problema no es que descanse, sino que
con su ejemplo daña al país. Se
justifica una política de salud errónea que ha causado más de trescientos mil
muertos, y que causará cuando menos otro tanto igual, antes de que se controle
la descontrolada epidemia, porque el gobierno y el presidente prefieren cientos
de miles de muertos, a reconocer un error y rectificar.
El daño que le hace al país la falta de
rendición de cuentas, es enorme. La nula
exigencia de una población que en unos casos es apática, en otros cobarde y
agachona y en otros casos babeante aplaudidora, permite que un gobierno como el
actual actúe igual que quien ha invadido un país. Me explico, quien llega a gobernar por el
bien de todos, procura hacer lo mejor, y si su gente no es la mejor, la cambia
de inmediato, pues el bien de todos, está por encima de amigos y compañeros de
lucha.
Por el contrario, un gobierno invasor, llega
al poder para repartir el botín de puestos públicos y poder, entre sus
incondicionales. Llega a otorgar contratos a amigos y socios, para enriquecerse
con el presupuestos público, en lugar de utilizar el gasto y la inversión
pública como un mecanismo de crecimiento económico. Y sobre todo, un gobierno invasor, llega a
respaldar hasta la ignominia a sus peores hombres y mujeres, con tal de
conservar el poder, sin importar si la labor en el gobierno es positiva o
negativa.
Un gobierno invasor es un gobierno de
incondicionales, que aceptan hasta el daño a quienes deben de cuidar y
proteger, a cambio del puesto, del poder, del dinero y de la desgracia de
México y los mexicanos.
La nula rendición de cuentas es una ofensa
para el ciudadano. El pueblo por el contrario comprende que tiene emperadores y
espera que hagan lo que quieran con el presupuesto y con el país. El presidente está a tiempo de recapacitar,
corregir lo que está mal y salvar su sexenio por el bien de todos, por el bien
de México. ¿Lo hará?
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