José Miguel Cobián | 08 enero de 2021
Tribuna
Libre.- Cualquier
gobierno trata de ocultar sus errores y culpar a otros. En el caso de los
efectos de la pandemia causada por el virus SARS-COV-2, ante el fracaso de la
apuesta del gobierno mexicano y en particular del zar anti Covid, el Dr. López
Gatell, se ha manejado una campaña en todos los medios de comunicación y redes
sociales, tratando de culpar a los ciudadanos mexicanos de el fracaso de las
políticas gubernamentales. Sin quitar
la responsabilidad a un pueblo irresponsable cabe señalar lo que se debió haber
hecho y se debe hacer, pero que no se hizo ni se hará para reducir el número de
muertes, por parte de la autoridad.
Acepto que cerrar aeropuertos solo retrasaba
la llegada del virus, sin embargo, el permitir el paso indiscriminado de
pasajeros de países dónde el virus ya se expandía, sin ningún tipo de control
fue una enorme irresponsabilidad por parte de la autoridad sanitaria.
Una vez dado a conocer por China el nuevo
virus, en febrero se vendió a ese país equipo de protección personal, que a
partir de marzo y mucho más evidente en abril y mayo le hizo mucha falta (y le
sigue haciendo falta) al personal médico-sanitario. Vendimos barato un bien escaso, y lo
compramos caro, sin satisfacer jamás la demanda de médicos y enfermeras. La consecuencia
es que México tiene la mayor tasa de mortalidad entre ese grupo de
profesionales por COVID.
Las reglas básicas para controlar un brote
todos las conocemos gracias a las películas de Hollywood. El primer paso es detectar casos, ya sean
sintomáticos o asintomáticos, ya que ambos propagan la infección. Si se desea cooptar el avance se deben de
realizar pruebas y más pruebas, nuestro gobierno decidió ahorrar el dinero de
todos los mexicanos y no realizar pruebas, en lugar de utilizarlo para salvar
vidas. Entiendo que López Gatell venía
resentido desde la época en que fue despedido por parte del presidente
Calderón, y quiso demostrar que el método centinela servía para el mismo
efecto, la realidad ha demostrado que estuvo y está equivocado. No es lo mismo detectar cada caso y sus contactos,
para aislarlos y darles seguimiento médico, que permitir que el virus circule
de manera indiscriminada y se contagie la mayor cantidad de gente.
El pleito del presidente López Obrador con
las farmacéuticas y distribuidoras de medicinas nacionales, se inicia cuando le
pasan el dato de cuánto les compra el gobierno mexicano. Considera que es mucho
dinero y decide cancelar contratos. El
tomar decisiones con absoluto desconocimiento de causa ha traído consecuencias
desastrosas para el sistema de salud nacional.
En primer lugar se rompe la cadena de distribución, misma que el
gobierno a la fecha no ha podido sustituir ya que no es especialista, con lo
cual se ha incrementado el número de faltantes de medicamentos, que ha llevado
incluso a pérdidas de vidas humanas. El escándalo de la falta de medicamentos
para niños con cáncer es de sobra conocido y comentado, pero no es el único.
Incluso a la fecha faltan medicamentos que se utilizan para pacientes
intubados, lo cual ha impedido que se intuben pacientes que así lo requieren,
cuando hay respiradores disponibles.
Otra grave consecuencia fue la de pérdidas de
empleos para mexicanos. Hoy pagamos a empresas chinas e indias por la
adquisición de los mismos medicamentos, con dudosa calidad, generando empleos en
China e India, en lugar de apoyar la creación de empleos de mexicanos. La
industria farmacéutica mexicana también sufre, y perdemos terreno y
autosuficiencia.
Los sub ejercicios y reducciones en el gasto
público en el ramo de salud, han traído como consecuencia escases de camas, de
respiradores, de medicinas, de equipo médico y de equipo de protección
personal. La realidad ha demostrado que
ahorrar doce mil millones de pesos en salud, ha generado incluso hasta brotes
de sarampión, ya que problemas de salud pública aparentemente superados, ante
la ausencia de suficientes vacunas, regresan con mayor fuerza.
La mayoría de los países del mundo entendió
que un sector de su población necesita salir a trabajar todos los días para
obtener sus alimentos ¡del día!. Por
ello establecieron políticas para que cuando se requiriera que la población se
quedara en casa, recibiera dinero del gobierno (dinero que es de todos los
mexicanos, no es propiedad del presidente) y con ello evitar más
contagios. México decidió no apoyar a
los más humildes, obligándolos a salir y a exponerse en plena pandemia. Los
resultados están a la vista, con cálculos de hasta 350,000 muertos y más de un
millón de sobrevivientes con secuelas causadas por el virus.
La pérdida de empleos ha sido enorme. Y el
daño a la economía implica que muy probablemente ni al término del sexenio sea
similar en tamaño a la de 2018. Una
vez más, la mayoría de los países sabedores de que es mucho más barato conservar
un empleo que crearlo, apoyaron a los asalariados con un porcentaje de su
salario, durante los meses en que está cerrada la economía, con el fin de que
no fueran despedidos, y no se cerraran las empresas por incapacidad de
pago. México decidió dejar a las
pequeñas empresa y a los asalariados a su suerte, sin el mínimo apoyo.
Muchos pensábamos que el dinero de México
debía de usarse para proteger a los mexicanos, su salud y su economía. El gobierno actual decidió no suspender
ninguna de las tres obras que muchos consideramos innecesarias, o cuando menos
no urgentes. Escoger entre suspender un
año la construcción del aeropuerto Felipe Ángeles, el tren maya y la refinería
de dos bocas, para salvar vidas y economía de los mexicanos, tiene una
respuesta obvia. Primero los mexicanos.
Pero el gobierno de López Obrador tomó otra decisión, y hoy la
presume. Da la impresión de que al
presidente le preocupan mas las finanzas del gobierno que las de los mexicanos,
se ha olvidado de que el gobierno está para servir al pueblo, no para servirse
del pueblo como si fuera una empresa privada.
Así, sin medicinas, sin pruebas, sin
seguimiento de infectados y sus contactos, sin equipo de protección personal,
se cuidó que no se saturaran las camas de los hospitales, una medida que
provocó que muchos enfermos por COVID se vieran obligados a regresar a morir a
sus casas, ya que los hospitales no los recibían, o los recibían tan tarde, con
un grado de avance de la enfermedad tan grande,
que solo llegaban a morir a los hospitales.
Ya no voy a elaborar en cuanto a los mensajes
contradictorios, prueba de una absoluta ignorancia e incapacidad para
comprender las formas de transmisión, y mucho menos los ejemplos contrarios a
las recomendaciones verbales… No uses y
usa cubrebocas, abrazos, salgan a consumir, quédate en casa aunque el principal
responsable salga de vacaciones, etc.
Un gobierno que no tiene la mínima autocrítica y un pueblo que no exige
rendición de cuentas.
Por último, justificando una actitud
populista para no molestar a la población, cuando se detecta que aumentan los
casos de infección, la autoridad no toma medidas drásticas e incluso punitivas
para evitar la movilidad de las personas.
Es decir multas y sanciones a quien salga a la calle, cuando no debe de
salir. La defensa de la libertad personal
justifica que no se defienda la vida y la salud de los mexicanos.
Todo lo anterior explica porque México,
incluso por encima de USA (allá hacen pruebas masivas), es considerado un caso
de libro de texto en las escuelas de medicina y salud pública, sobre todo lo
que no se debe hacer en caso de una pandemia.
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