José Miguel Cobián | 20 enero de 2021
Tribuna
Libre.-Todos
los días escucho y leo a muchos mexicanos comentando la urgencia de ganarle a
AMLO la cámara de diputados. Escucho
desde argumentos brillantes con los cuales coincido, como la necesidad de los
contrapesos en una democracia, los cuáles obligarían a AMLO a consensuar las
decisiones en la segunda mitad de su gobierno, hasta estupideces que no vale la
pena recordar.
Los adversarios del gobierno en turno se
subdividen en diversos estratos, que van desde el conocedor y analista de la
vida pública al totalmente ignorante que está siendo manipulado, y entre ambos,
hay una infinidad de matices, así que clasificarlos no es fácil.
Cuando escucho a Ángel Verdugo razonar sobre los errores de esta
administración, en muchas ocasiones le otorgo la razón, pero en el momento en
que escucho frases como ¨sus babeantes seguidores¨ entiendo que este periodista
que se ha vuelto célebre youtuber conserva rencor en su corazón, mismo que con
amargura vierte en sus comentarios. De todos es sabido que el rencor es un
enemigo de la razón, así que pasa de fuente de referencia a cruel diversión.
Leo a personajes activos en grupos y redes
sociales reclamar a los 30 millones de ¨idiotas¨ que votaron por AMLO. Y lo repiten una y otra vez. Sin darse cuenta de que los idiotas son exactamente
aquéllos que critican a quienes votaron por López Obrador, pues en su pequeñez
no acaban de comprender las razones que llevaron a 30 millones de mexicanos a
elegirlo. Y mucho menos, logran asumir la propia responsabilidad de haber
creado un México que llevara a 30 millones de personas a votar por alguien como
López Obrador, o mejor aún, a llevar a más millones de personas a simplemente
olvidarse de las elecciones y no participar en ellas.
Los análisis simples llevan siempre a
conclusiones simples. Verdugo
seguramente ha sido vapuleado en redes sociales por las hordas de trolls
pagados por el gobierno, fortalecidas por ingenuos voluntarios que combaten la
libertad de expresión. Por eso utiliza
un lenguaje polarizante, tanto o más que el del propio presidente y se
convierte en un tonto útil a quien desea dividir a los mexicanos.
Haré un recuento que de antemano sé que es
inútil, pues la cerrazón y la obcecación son características del mexicano, sea
cual sea su posición en el espectro político.
Esos que hoy se quejan amargamente del
triunfo de AMLO en muchos casos son los que gozaban de cierto nivel económico o
social. Son los que gozaron las mieles
del neoliberalismo, que fue el sistema económico que –en toda la historia de la
humanidad- mejor ha funcionado para
reducir el número de pobres en el mundo.
Sin embargo, permitieron que en México se llevara a cabo a medias,
beneficiando a unos cuantos y apartando del progreso a una inmensa mayoría.
Esos que hoy se quejan, estuvieron muy
entretenidos en sus asuntos, y quizá también agrediendo y debilitando día con
día a los gobiernos del PRI, no para que México mejorara, sino para que llegara
el PAN al poder para hacer lo mismo que hizo el PRI, dejar olvidado del
progreso a un enorme sector de la población.
México entendió que la tendencia neoliberal estaba liberando de la
pobreza a millones de personas en todo el mundo. También entendió que el PRI privilegiaba a
unos cuántos en contra del beneficio del bien común. Se le dio el voto y el poder al partido que
durante toda su historia promovió el bien común, y sin embargo, otra vez el
bien y los beneficios fueron para unos cuántos.
No se me mal interprete, no me refiero que tú
o yo nos hayamos beneficiado directamente de los gobiernos priístas o panistas,
quizá jamás tuvimos la mínima relación con ellos. Pero nuestra posición,
nuestra educación, nuestros negocios, sí salieron beneficiados. Mientras que la
masa asalariada veía cada día perder poder adquisitivo a su único producto en
venta, su fuerza laboral. Quizá el peor
error del período neoliberal en México fue reducir en un 70% el poder
adquisitivo del salario. Y no, no se
vale decir que lo regían la oferta y la demanda, pues la historia muestra que
en México se establecía acorde a los designios del presidente. Tampoco podemos afirmar que pocos mexicanos
ganan un salario mínimo. Mejor veamos
que el 70% de la población percibe cinco salarios mínimos o menos.
Imaginemos un país donde todos los mexicanos
hoy tuviéramos un ingreso equivalente a tres veces el actual. El mercado interno habría crecido mucho más,
estaríamos mucho mejor preparados para enfrentar choques externos, ya que la
fortaleza de la economía dependería del consumo interno y no de las exportaciones. Sin embargo, la política económica se olvidó
de una inmensa mayoría de mexicanos, al grado que cuando menos dos generaciones
vivieron cada día con menos dinero. Esta
contradicción entre las fuerzas económicas fue algo que ni el propio crecimiento
pudo resolver por sí solo.
El debilitamiento mutuo y la falta de defensa
ante la opinión pública de las reformas de Peña Nieto, hizo que la mayoría de
los mexicanos no comprendieran los beneficios de tener un nivel de enseñanza
superior al que hoy ofrece el control de la CNTE y del SNTE. Grupos rentistas que se benefician de obtener
recursos inmerecidos de la economía a costillas del resto de los mexicanos.
Tampoco se supo defender la reforma energética que nos liberaría de la pandilla
de saqueadores que medra en PEMEX y en CFE, saqueos que año con año pagamos
todos los mexicanos y que en dos años de este sexenio nos han constado una
verdadera fortuna.
Las pugnas por el poder entre el PRI y el PAN
llevaron a que un enorme sector de la población los considerara inadecuados
para gobernar. Mientras que las injusticias inherentes de nuestro sistema
económico (injusticias que pocos denunciaron y exigieron corregir), llevaron a
una enorme mayoría de la población a sentirse excluida del progreso aparente o
real que tenía México.
Así llegamos con un gobierno corrupto
exhibido a ojos de México y el mundo a la elección del 18. La corrupción opacó
el gran logro de las reformas estructurales.
El PRI volvió a ser el mismo PRI de siempre, buen administrador pero
extremadamente corrupto. La elección se
convirtió en una parejera entre PAN y Morena, con cierta tendencia a que Anaya
ganara la elección, y ahí, los enemigos internos de Anaya dentro del PAN y el
aparato de gobierno de Peña actuaron para convencer a la opinión pública de que
era un delincuente, era soberbio, un tipo sin escrúpulos, traicionero y
peligroso para México, tanto que Anaya se convirtió en alguien más peligroso
para México que el propio López Obrador.
Los pocos o muchos que creyeron la historia tejida desde las entrañas
del PRI y del PAN, inclinaron la balanza hacia López Obrador. Y hoy, son los mismos que se quejan de su
triunfo y acusan a 30 millones de idiotas, o señalan de babeantes, a los que
ellos manipularon y convencieron de que AMLO era la opción menos mala.
Ni el PRI ha cambiado, ni el PAN ha cambiado.
Morena ha demostrado que es incompetente para gobernar. Entre ellos tendremos que escoger en la
elección de este año. ¡Pobre País!
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