José Miguel Cobián | 09 enero de 2021
Tribuna
Libre.- Toda
democracia debe estar basada en pesos y contrapesos. Por ello, en principio estoy de acuerdo en
que una cámara baja dividida es lo mejor que le puede pasar a México en el
2021. Pero, para lograrlo los partidos opositores de la alianza Va Por México,
y Movimiento Ciudadano en los escasos lugares donde puede ganar, deben escuchar
la letra de la canción que inspira el título de esta colaboración.
Es indudable que hay un sector de la
población que está absolutamente en contra de la mayoría de las políticas
públicas que ha llevado a cabo el gobierno actual, a ellos los partidos de
oposición no necesitan ofrecerles nada, son votos seguros, lo que se conoce
como voto duro.
Entendemos también que los distritos en los
que la alianza opositora decidió ir en conjunto son distritos en su mayoría que
solos ninguno de los tres partidos tendría posibilidades de ganar, así que
suman votos y esfuerzos, para ver si el elector los favorece en las urnas.
Enfrentan en 2021 el mismo problema que sufrió
la alianza PAN-PRD en 2018. En aquéllos
aciagos días resultaba un problema de conciencia para el elector perredista,
votar a favor de un candidato salido de las filas del eterno enemigo, la
derecha que llamaban reaccionaria dentro del partido amarillo. También para el elector panista había un
problema de conciencia, para votar por algún candidato emanado del partiducho
comunista ese. Tan fue un problema
que la suma de las votaciones de ambos partidos en muchos distritos electorales
fue inferior a los resultados históricos separados de cada uno de ellos sumado.
Ahora en la alianza Va por México son tres
los partidos, y tuvieron la gracia de manejar una unión que permita a los
priístas votar por el PRI, a los panistar por el PAN y a los perredistas por el
PRD. Y quizá funcione para diputados federales donde van unidos, pero en el
caso de alcaldías la situación es diferente, pues la integración de las
planillas será factor. Entiendo también
que cada partido presentará su planilla, así quedarán regidores en función de
la representación proporcional que cada partido obtenga, pero aún así, hay un
problema mucho más grave.
Sólo habrán pasado tres años desde la última
elección. Un sector de la población que votó por Morena en rechazo a la
historia de gobierno del PRI o del PAN, tendrá que decidir su voto. No estoy hablando del voto duro de Morena que
ese ni Dios Padre se los quita. Me
refiero al voto razonado de muchos mexicanos.
Algunos ya decidieron que deben frenar al
gobierno y por eso van a votar por el candidato a diputado federal o local que
pueda ganar a la coalición de Morena,
esos ya tomaron su decisión. Sin embargo, ni los votos de la coalición
de Morena ni los votos de la oposición alcanzan para ganar en la mayoría de los
distritos. Una vez más, elimina las
excepciones donde gana PRI, gana PAN, gana PRD, gana Morena o gana Verde. Esas son excepciones. La gran mayoría de los distritos serán
decididos por los que hoy todavía no están convencidos de a quien otorgar su
voto.
La alianza Va por México sufre del mismo
pecado que la alianza de Morena: ¡ La soberbia ¡. Ambos grupos piensan que tienen al elector
en la bolsa, ya sea por convencimiento o por capacidad de movilización y compra
de votos, por los programas sociales, en unos casos implementados y en otros
eliminados, etc. Ambos grupos se
consideran seguros ganadores gracias a sus estrategias, pero y he aquí el
problema más grave para el país, ninguno de los dos grupos ofrece algo
diferente a lo que ofrecieron en 2018, salvo en un caso, la continuación de las
políticas actuales y el otro caso, el freno a las políticas actuales. Es decir, se está jugando el futuro de
México en un referéndum según los partidos políticos, y olvidan los matices que
mueven a muchos electores que hoy por
indecisos, podrán convertirse el día de mañana en abstencionistas.
Ninguno de los dos grupos o coaliciones ha
decidido hacer un análisis de lo que se ha hecho mal y de lo que se ha hecho
bien. Ninguno de ellos ha intentado
ofrecer corregir sus errores del pasado, para beneficiar a México. Ambos grupos están haciendo política, -la de
siempre-, la de escoger a los allegados a quienes tienen puestos de poder e
influencia, para incrementar su poder e influencia. Ambos grupos afirman que harán una democrática
selección de candidatos, cuando una persona medianamente informada pude dar los
nombres de los candidatos de cada grupo.
Esto significa que México y los electores se
han convertido en rehenes de la clase política. Ni la terrible derrota del 2018
de la oposición, ni las muestras de rechazo y la baja de la intención de voto
por el partido oficial, han servido para empoderar al elector, para llevar a
primer plano sus intereses y sus necesidades.
Los partidos políticos de México hoy continúan siendo los mismos de
siempre, esos que se reparten el pastel que representa el presupuesto público,
los que se reparten los contratos federales y estatales, los que generan nuevos
ricos cada tres y seis años. Es decir,
políticos mexicanos actuando como políticos mexicanos.
Para cualquiera que viva en una democracia
desarrollada, resulta poco menos que ridículo observar la cantidad de
legisladores federales que buscan la reelección después de tan pobre desempeño.
Y más ridículo será observar cuántos de ellos lo logran, en opinión de quien
esto escribe serán muchos más de los que el sentido común aceptaría como un
número razonable.
Observar a funcionarios saltando de un
puesto público a una candidatura también
resulta ridículo. Para no entrar en muchos detalles, el candidato al gobierno
de Sonora por el partido oficial es el mismo que fracasó rotundamente al frente
de la secretaría de seguridad pública federal. Y aun así, tiene probabilidades
de ganar la elección. El candidato al
gobierno de Guerrero del partido oficial es el mismo que cuando fue alcalde de
Acapulco vio incrementarse brutalmente el negocio del narcotráfico en su
municipio.
A nivel estatal, en los partidos opositores,
hoy ya sabemos quiénes serán los candidatos, pues el reparto de cotos de poder resulta
obvio para quienes están ya iniciados en
la política estatal. Es decir, de los
dos lados, se reparten cotos de poder, sin importar ni los intereses ni las
necesidades de los mexicanos.
Nadie puede afirmar que serán candidatos los
mejores hombres y mujeres, los más preparados para el cargo, los que mejor
podrán desempeñarse para beneficio de los mexicanos. Al contrario, podemos desde ahora afirmar que
serán en muchos casos personajes incapaces para ocupar una curul, sin la
cultura cívica y legal requerida, pero eso sí, muy leales y amigos de algún
poderoso que los llevará al triunfo, ya sea con el presupuesto público
utilizado para la compra y movilización de votos, o con la manipulación del
rechazo de un sector de la población.
Una vez más, política mexicana como siempre.
Y México y los ciudadanos, que sigan
esperando un futuro mejor. Hoy como siempre, les va a tocar validar la
selección que se hizo a conveniencia de los intereses de otros.
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