Ángel Rafael Martínez Alarcón| 19 abril 2021
Tribuna
Libre. - En las vísperas del segundo domingo de Resurrección del
2021, o como también San Juan Pablo II, (1920-2005) lo bautizó como el Domingo
de la Misericordia, el sábado 10 de abril del 2021, paso a la Casa de Padre, mi
amigo, vecino, hermano de Comunidad, Marco Alfredo Amezcua Tejeda, luego varios
años de sufrir una enfermedad terminal, por la cual lucho hasta el último
momento de su vida. Acompañado por el apoyo de sus familiares más cercanos. En
lo personal tenía la confianza de que superaría esta etapa de su vida. Ya que venía
de familia longeva, como fueron sus señores padres: Alejandro Amezcua Hernández
y doña Carmelita Tejeda, de muy grata memoria, por sus finas atenciones para un
servidor.
Aprovecho
las presentes líneas para mandar mi sentido pésame, a sus hermanos: Alejandro,
Humberto, Alicia, y en particular a su amado sobrino Mauricio, quien supo estar
en la altura de apoyar hasta el último aliento a su tío; vaya un fraternal
abrazo, por ese valor cristiano en favor de su vida.
La
familia Amezcua, se establece a principios del siglo XX, en la ciudad de
Xalapa, procedente del Estado de Michoacán, siendo su principal actividad el
comercio. Estableciéndose en la zona comercial de Xalapa, ahí donde en el siglo
XVIII, se establecía la feria comercial del pueblo; en la calle de
Constitución, en el centro histórico de la ciudad. La familia Amezcua, tenía
parentesco, con doña Felicitas del Rio Amezcua, (1865-1918) madre del
presidente Lázaro Cárdenas. (1895-1970). Son varias generaciones de la familia
Amezcua, ya nacidas en estas tierras xalapeñas, algunos distinguidos comerciantes
como profesionales, todos ellos reconocidos y respetados.
Alfredo
Amezcua, como era conocido, nació aquí en la ciudad de Xalapa, el doce de enero
de 1954, sus estudios los realizó en el Instituto de Clavijero, posteriormente
incursiono en el área de ciencia de la salud de la Universidad Veracruzana. Más
tarde siguió la tradición familiar, a sumarse a la mercería “Alex Amezcua”, en
la avenida Revolución, por muchos años dicha mercería fue la más importante de
la ciudad, sino también de la región. Una segunda etapa la encontramos en el
número 303, ya muy cercano a la zona conocida como la Cruz de la Misión, por el
año de 1978. Luego de muchos años de
ejercer la actividad comercial se dio una oportunidad de tener una experiencia
religiosa, en el monasterio de Texis, con los monjes benedictinos, y más tarde
regresaría a Este valle de lagrima, como el mismo lo afirmaba, para dedicarse a
una de sus vocaciones, como fue la cocina, ahí donde por muchos años atendió la
mercería Alex, monto un restaurante. Una de sus especialidades, fueron los
chiles en nogada, entre finales del verano, cada año, eran bien demandados sus
chiles, que este año están cumpliendo 200 años, hay que recordar para la firma
del acta de independencia, en septiembre de 1821, se elaboró dicho platillo.
En 1978, cuando la mercería “Alex”, cambio de
domicilio al número 303 de la Avenida Revolución, centro histórico, ahí se
inició nuestra amistad, misma que se consolidó a su regreso a las comunidades
del Camino Neocatecumanal de la Parroquia de Nuestro Señor del Calvario, él
había iniciado su experiencia en 1975, junto con su hermana Alicia. Todos estos
años, fue un hermano mayor, con quién fui creciendo. Son millones de recuerdos,
ya como vecinos. Desde ir los conciertos de la cantante Doris, en recién
inaugurado IMAC. Muchas veces por ejerció subimos caminando al cerro de
Macuiltpec. Una época gimnasio, en compañía de Alberto Ruiz Sánchez, hoy
sacerdote en Roma. Miles de horas viendo películas, ya sea en el cine como lo
que su puso de moda, los videos. Muchas veces al caer la tarde, nos íbamos a
las aguas termales de Carrizal. Era un extraordinario bailarín, cuantas veces
nos abrió plaza, en las discoquecas de moda, en esta Xalapa de los principios
de los ochenta del pasado siglo. Seria larguísimo que contar toda la
experiencia religiosa con sus hermanos del Camino, en particular con los
hermanos de la Quinta comunidad, con sus celebraciones eucarísticas, de
palabra, convivencias, y hermanando que siempre mostró. Sus cumpleaños, donde
reunía a todos su amigos y conocidos, y a celebrar. Con Dora Emilia Jiménez,
también de unía un lazo de fraternidad. Hoy con partida física a la eternidad,
regresan esos agradables fantasmas que son los recuerdos, y sobre todo en su
alegría, en esa forma de amar a la vida y sus semejantes. Era un hombre de
carácter fuerte, pero siempre con un noble corazón, de ayudar, dar el consejo;
abierto y solidario con el prójimo.
En
estos últimos años de operaciones, citas médicas, examine clínicos, de subir y
bajar en busca de la salud, estuvo a acompañado por la señorita Inés Gómez
Aburto, y del auxilió espiritual del sacerdote Ángel Piña, ambos del ambiente
del Camino.
Siempre
es muy difícil escribir un obituario de un ser querido, pero también es
necesario dejar constancia de la amistad, el cariño o de todo el bien que dejó
el finado.
P.
D. También celebrando la vida, este 18 de abril, cumpleaños, sus primeros 80
años de vida de mi amigo y maestro, Javier Ortiz Aguilar, Altotonga, Ver; 18 de
abril de 1941. Amigo desde 1982, con la fundación del Instituto de Intercambio
Cultural México- URSS “José Mancisidor”, y luego mi maestro en las aulas de la
facultad de Historia, luego mi colega en la Universidad Veracruzana,
Universidad Pedagógica Nacional 301, en la Academia Mexicana de la Educación, y
de muchas luchas por un mejor mundo. Muchas felicidades.¡¡¡ Javier, siempre nos
decía Maestro Jesucristo y Lombardo Toledano,
yo soy tu amigo.
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