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agosto 02, 2021

El Baldón. ¿Son responsabilidad del gobierno las muertes por COVID?

                                                                         José Miguel Cobián | 02 agosto 2021

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Tribuna Libre.- Vivimos en un país surrealista. Decía un buen amigo, que si México no existiera, hubiera habido una asociación entre Waltt Disney y Frankz Kafka para inventarlo.    Cada vez que analizo lo que pasa en México, pienso que mi amigo era muy sabio y tenía razón.

Partamos de algunos datos:   Forbes publicó hace poco, que el 91% de los mexicanos está contento  (aprueba) el manejo de la pandemia por parte del gobierno federal.   Para cualquier persona que viva en el extranjero y conozca los datos duros de la pandemia, esta noticia sería algo absolutamente asombroso y digno de un estudio profundo de comunicación política, debido a que México es un país que ronda ya las 600,000 muertes por COVID, es el país con más muertes por cada cien mil habitantes, y además es todo un caso de estudio, pues ni el país más atrasado de África manejó tan mal la pandemia como el nuestro.  

Tuvimos y tenemos un asesor científico del presidente que lo único que sabe decir es ¨Sí señor Presidente, lo que usted diga señor Presidente¨ que a estas alturas ya corre riesgo de ser juzgado por genocidio.   Tenemos a un presidente que no entiende absolutamente nada de temas científicos, pero gobierna en base a ocurrencias.  Un presidente que queriendo agradar a Trump decidió no usar cubrebocas, ni siquiera cuando su hijo estuvo contagiado, siendo el propio presidente un posible factor de contagio.   Tenemos a López Gatell saliendo a la playa en medio de lo más álgido de la segunda ola, caminando por las calles de la ciudad de México sin cubrebocas. Tenemos a un director de Comisión Federal de Electricidad que le dice a un reportero ¨¡Quítate el bozal !¨  en alusión al uso de cubrebocas cuando lo estaba entrevistando.  

Vivimos en un país, uno de los pocos países que acepta viajeros de todo el mundo, aún de los países con nuevas cepas del virus, o que sufren la mayor virulencia.  Uno de los pocos del mundo que no solicita una prueba PCR para sus viajeros internacionales, que solo realiza un cuestionario que al recibirlo, las autoridades lo tiran a la basura.   Un país donde a la población no se le hacen pruebas para poder identificar a los asintomáticos y evitar que propaguen el virus.  Un país donde al gobierno le importaba que la gente no llenara los hospitales, y convencieron a muchos de morir en su cama en su casa, para posteriormente presumir que había camas disponibles.   Un país en el cual la COFEPRIS autoriza vacunas como la Sinovac o la Cansino por razones políticas, y hoy también en un país que vacuna poco a poco a la población por temor a tener que informar que se acabaron las vacunas.

Después de leer la letanía anterior, cualquier se sorprende del 91% de aprobación del manejo de la pandemia por parte del gobierno.   Y ahí es dónde podemos partir para comenzar a evaluar al mexicano promedio.   Primero tenemos que recordar que hoy no hay mexicano que no sepa que es el COVID ni cómo se transmite.   Por lo tanto, si no hubiera gobierno ni mensajes de las autoridades, todos sabemos que debemos de hacer para cuidarnos y cuidar a nuestras familias.  

A pesar de la infodemia, sabemos que los bebés, que los niños pequeños, que los adolescentes, que los adultos jóvenes, y que el resto de la población se puede infectar.   Sabemos que aunque la Delta ahora mata menos gente,  sigue matando el virus.   Sabemos también que las vacunas han funcionado, porque si antes eran los adultos mayores los que llegaban a los hospitales, hoy los que llegan vienen de categorías de edad mucho menores.  

Por lo tanto si todos sabemos que no podemos confiar en el gobierno, en teoría, los propios ciudadanos serían los responsables de cuidarse.  Pero el problema surge en los muchos Méxicos que existen.   Hay un México en el cual la gente le hace caso al presidente, que no tiene la capacidad para darse cuenta de que el presidente miente y pone en riesgo la salud de quién lo escucha y la de la familia de quién lo escucha.    Ese México le cree a López Gatell y al presidente y a Bartlett cuando los ve sin cubrebocas.

Es el México que cree que es seguro que los niños vuelvan a clases, y es el mismo México que cree que si alguien se contagia de Covid es porque Dios o la Virgen de Guadalupe así lo decidieron, o les agradece a ellos el no haberse contagiado, a pesar de no cumplir con las medidas de seguridad.  Y es a ellos a quienes agradece si algún familiar enferma y se cura, si considerar que el 98% de los que enferman sobreviven invariablemente.  

Hay una enorme cantidad de mexicanos sin el mínimo conocimiento científico para poder entender la relación de causa y efecto, entre exponerse y enfermarse.  En hospitales es común escuchar ¨pero si sólo fuimos a una comida familiar¨.      La ignorancia abunda.   Al grado de que aquéllos que no cuestionaron por vacunar a sus hijos contra sarampión, polio, y el resto del cuadro básico, esos que comprenden que la mortandad por esas enfermedades se redujo gracias los avances científicos, hoy rechazan, sin ningún conocimiento científico, sino simplemente por haber escuchado a un charlatán en youtube o leído en internet, rechazan las vacunas.  

Podemos concluir que el gobierno tiene mucha culpa en cuanto a la transmisión de la enfermedad, pues siendo su obligación educar a la gente, manejaron la pandemia a capricho del presidente, quien a pesar de ser muy querido  no posee los conocimientos para hacer recomendaciones sobre el manejo de una pandemia, ni posee la humildad suficiente como para escuchar y aprender de los que saben.  

Sin embargo, al final, cada quién es responsable de su propia vida y la de los suyos. Así que también hay un componente de responsabilidad personal, en la falta de cuidado para prevenir los contagios.  Baste ver gente sin cubrebocas, gente con cubre papada o usándolo pero debajo de la nariz. Leer y escuchar a los ignorantes anti vacunas, o a los fieles creyentes en remedios mágicos como el dióxido de cloro, o cualquier otro remedio inútil pero que sirve como placebo para un sector de la población.

 

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