Agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) cazan a migrantes quienes señalan ser “una marcha pacífica protestando por racismo y xenofobia del INM
*Mujeres y hombres migrantes de diversas nacionalidades, algunos con bebés de brazos, niñas, niños, se armaron de valor. Ese día no lograron detenerlos ni el operativo disuasivo, ni la experiencia previa de las tres caravanas anteriores, que fueron sometidas con violencia, y sus integrantes deportados.
Tapachula | 06 septiembre 2021
Tribuna
Libre.- Desde
un día antes de que la cuarta caravana migrante saliera de la ciudad de
Tapachula -lugar donde más de 50 mil solicitantes de refugio son obligados a
permanecer-, agentes migratorios y de la Guardia Nacional (GN) armados,
buscaron disuadirlos efectuando detenciones y rondines. No lo lograron. Los
migrantes caminaron 42 kilómetros cuando, al amanecer, finalmente los
detuvieron en un operativo violento.
La jornada inició para Giovany con una golpiza. Para ahorrar recursos, el joven migrante decidió dormir la noche del viernes en el parque central de la ciudad de Tapachula y, junto a personas de otras nacionalidades, esperar ahí la salida de la cuarta caravana.
A la una de la mañana del sábado, agentes del
Instituto Nacional de Migración (INM) y la GN, armados con equipo táctico,
chalecos antibalas y armas largas, llegaron al parque a detenerlos, en un
intento por disuadir la salida de cientos de migrantes que este sábado salieron
buscando escapar de esa ciudad.
Otros más se intimidaron por el operativo de
los agentes migratorios, y decidieron no presentarse a la cita para formar la
cuarta caravana migrante que en un periodo de una semana, ha salido de la
ciudad de Tapachula.
Mujeres y hombres migrantes de diversas
nacionalidades, algunos con bebés de brazos, niñas, niños, se armaron de valor.
Ese día no lograron detenerlos ni el operativo disuasivo, ni la experiencia
previa de las tres caravanas anteriores, que fueron sometidas con violencia, y
sus integrantes deportados.
Su objetivo fue salir de la ciudad de
Tapachula, ciudad donde cada día suman entre 150 y 300 el número de personas
migrantes que llegan huyendo de sus países. La Comisión Mexicana de Ayuda a
Refugiados (Comar) informó que de enero a agosto, 55 mil 5 personas migrantes
solicitaron refugio en esa ciudad, tres veces más que las solicitudes del año
anterior.
Al realizar su solicitud de refugio, las
personas migrantes son advertidas de que no podrán salir de Tapachula, bajo
pena de que si lo hacen, las autoridades mexicanas considerarán abandonado el
proceso, y serán deportados a sus países de origen.
Fue así como en meses recientes la ciudad de
Tapachula se convirtió de pronto en una Babel de personas que son obligadas a
permanecer en un lugar donde no tienen medios de subsistencia, no pueden
acceder a trabajos formales; y donde según denuncian, sufren abusos,
discriminación, y actos de xenofobia por parte de la población local. Una suma
de elementos que los hace querer escapar.
Un migrante de voz fuerte y atlético, tomó la
palabra. Con un paliacate rojo, una playera blanca y su mochila a cuestas,
logró hacerse escuchar por el grupo de migrantes que el sábado se dieron cita
en la plaza central de Tapachula.
La diferencia con las tres caravanas
anteriores, es que esta tuvo por un momento un vocero que de forma clara
planteó su situación y sus peticiones. La primera petición fue que les
permitieran salir de Tapachula para poder buscar trabajo en otras ciudades; la
segunda, sostener un diálogo con el gobierno de México.
“Somos una marcha pacífica, somos una marcha
de protesta, no somos una caravana. Estamos protestando por las corrupciones
que hay en el INM, por el racismo y xenofobia”, dijo el migrante antes de que
la caravana emprendiera el camino.
Explicó que “sacar una visa humanitaria lleva
más de 8 meses, pero si tienes 4 mil dólares, o 5 mil dólares, te la entregan.
Queremos hablar con las máximas autoridades de la Comar, con el director del
INM, porque nosotros queremos saber qué es lo que está pasando con nuestro
trámite, ¿Porqué no nos quieren dejar salir de Tapachula?”, cuestionó.
Detalló que la mayor parte de los migrantes
que están en Tapachula han solicitado refugio, y tienen documentos que según la
ley de migración, les permiten movilizarse libremente por todo el estado de
Chiapas, “pero no nos dejan salir, nos tienen retenidos (en Tapachula)”.
Esta situación y la falta de oportunidades de
empleo y subsistencia, en los hechos, los coloca en una situación desesperada.
“Aquí nos están obligando a dejar nuestros procesos (migratorios), no nos dejan
buscar trabajo, nos tienen retenidos. Estamos viviendo solamente de las remesas
que nos envían. Hay gente que duerme en la plaza porque no sabe qué hacer. Ese
es el problema”.
“Cómo quieren que vivamos acá (en Tapachula)
si no podemos. Ya no cabe la gente, la gente ya no sabe qué hacer. Se están
aprovechando (las autoridades mexicanas) con nosotros. Son cosas que ya no
podemos, no aguantamos Migración nos tiene atrapados. Ya no sabemos qué hacer,
porque nos quieren retener acá. No podemos trabajar, no podemos hacer nada, no
nos dejan trabajar el país”, explicó antes de emprender la caravana.
Estephany es hondureña, tiene 26 años, tres
hijos y camina sola con ellos. Delgada, pequeña, sonriente, caminó el primer
día de la caravana, más de 42 kilómetros cargando a su bebé de 5 meses. Los
otros dos niños iban por su propio pie, pegados a ella.
En un momento dado, no pudo más, el sol de 36
grados la vencía, cuando se subió a un auto cuyos ocupantes la vieron y le
ofrecieron adelantarla un poco en el camino. Al subir ella y sus hijos, otros
tres niños de entre 5 y 10 años también corrieron al coche, son hijos de una
amiga de ella, quien también viajaba en la caravana.
Estephany habló de la situación por la que
atraviesa, dijo que es difícil mantener sola a sus hijos, trabajando de
ayudante en una cocina; ganando 200 pesos diarios, y pagando la mitad de ese
salario a alguien que cuide a sus hijos.
“Es una situación muy triste, por eso
decidimos salir en caravana, para ver si más adelante nos va mejor”, dijo. “Yo
no estoy triste”, la interpeló su hijo de 7 años, quien iba cargando una de las
mochilas. El niño lo que quiere -dijo- es vivir en otro lugar y no en el
pequeño cuarto que rentan.
La caravana es una fila larga de historias de
lucha y esperanza, de quien escapa de su país en guerra, de quien huye del
reclutamiento de las pandillas, de quien no quiere vivir más en pobreza
extrema; de niños y niñas que quieren un lugar donde jugar y sueñan con comer lo
que se les antoje.
Tras el primer día de caminata, con los pies
destrozados, sin haber comido más que algunos bocados y un poco de agua, la
cuarta caravana migrante llegó a la cabecera municipal de Huixtla.
En ese lugar pernoctaron, bajo el domo de una
cancha, con el miedo de que en cualquier momento, llegaran los agentes
migratorios a detenerlos. Su miedo se hizo realidad y alrededor de las 5 de la
mañana, cerca de 200 uniformados los rodearon.
Llegaron en camiones, armados con equipo
antimotines, algunos con armas largas y chalecos antibalas. Las personas
migrantes corrieron entre la oscuridad, se dispersaron entre las calles, otros
por la orilla del río que este día tenían sus aguas crecidas.
A Eunice una de sus hijas se le zafó de los
brazos. La otra más pequeña la llevaba su esposo cargando. Gritó desesperada
cuando agentes migratorios intentaron someterla por la fuerza para subirla a
una camioneta. “Yo no me voy sin mi hija, yo no me voy sin mi hija”, gritaba
una y otras vez resistiéndose.
Forcejeó junto con su esposo y la otra niña
que lloraba asustada. Los agentes migratorios pretendían someterla por la
fuerza; “este es un rescate humanitario”, dijo uno de los agentes, pero la
presencia de observadores de derechos humanos y periodistas los disuadieron y
la dejaron ir. Eunice regresó al parque buscando quien le ayudara a encontrar a
su hija.
A este lugar fueron regresando algunos
migrantes una vez que los agentes empezaron a dispersarse. Entonces otra mujer
migrante apareció con la niña que Eunice buscaba. Al menos en esta ocasión esa
familia no fue separada, como ha sucedido con otras durante los operativos de
contención migratoria.
Durante toda la mañana de este domingo, los
agentes migratorios se dedicaron a cazar a los migrantes que escaparon de la redada;
en camionetas recorrieron las calles de Huixtla, la rivera de sus ríos, la
carretera.
Los corretearon. Cuando lograban atrapar a
alguno, lo sometían por la fuerza para subirlo a los camiones enrejadas que en
la jerga se le conoce como “perreras”. “Déjenos pasar, déjenos pasar, nosotros
solo queremos buscar un lugar donde trabajar”, gritaban en vano los migrantes.
Este día la caravana quedó disuelta.
(aristeguinoticias)
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