José Miguel Cobián | 16 octubre 2021
Tribuna
Libre.- Durante
muchos años vivimos la dictadura del PRI, dónde veíamos una y otra vez a las
mismas personas enriquecerse a costillas del erario público. Vimos cómo jugaban con el futuro de México
permitiendo que las sindicatos educativos heredaran plazas, vendieran plazas,
permitieran que personajes sin la mínima vocación dieran clases a las futuras
generaciones de México, e incluso llegaron a prohibir reprobar alumnos con el
fin de mejorar a ojos del mundo en esos porcentajes. En una palabra, impidieron
que varias generaciones (hoy vivas) de mexicanos aprendieran a pensar y
analizar.
Llegó el PAN al poder, y con ellos la
esperanza de un mejor país renació. Al
fin y al cabo, era el partido de los católicos, de los que tienen valores, de
la ¨gente decente¨. Y lo que vimos fue
más de lo mismo. El gabinetazo de Fox
fue un fraude, pero vivimos el renacimiento de la política del Bla, Bla, Bla,
Bla. Fox hablaba mucho y hacía
poco. Calderón repartió puestos (el
botín del erario) entre simpatizantes y amigos para poder controlar a su
partido y al final decidió apoyar al candidato del PRI. Se disciplinó y realizó las acostumbradas
componendas desde el poder.
Mientras tanto, el norte y el centro del país
avanzaban en su desarrollo social y económico. Los mejores sueldos y las
mejores ciudades para vivir estaban en el norte y centro de México, mientras el
sur y sureste continuaba atrasado, igual que en tiempos de la colonia. Caciques y grupos explotaban a la mayoría de
la población, mientras el mexicano veía como unos cuantos seguían
enriqueciéndose de manera escandalosa.
La corrupción del sistema político allí seguía, a pesar de la transición
democrática, a pesar del cambio de gobierno de PRI a PAN a PRI.
Muchos mexicanos estaban olvidados en este
sistema. El índice de GINI cada día más
cercano al 1 y más alejado del 0.
Mientras muchos mexicanos rumiaban sus frustraciones o veían cómo unos
cuantos se beneficiaban de lo que supuestamente era de todos: el Erario, Pemex,
CFE, Luz y Fuerza del Centro, IMSS, ISSSTE, etc., los empleados privilegiados
mientras el resto de México era olvidado.
De repente surge un personaje populachero,
divertido, muy cercano a la forma que le gusta al mexicano de comunicarse,
mediante burla, chisme, relajo y poca seriedad. Un personaje que a todas luces no era
inteligente, pero sí tenía una enorme sensibilidad para comunicarse con el
pueblo. Y de una vez aclaro, no es que
la suerte del pueblo le interese, le interesaba manipular al pueblo para lograr
sus fines.
En México es casi imposible que un particular
logre cambiar su destino o enfrentar a los poderes fácticos, así que hay una
especie de resignación colectiva, que permite considerar a los mexicanos como
Agachones en su mayoría. Pero agachones
porque no encuentran la opción, más que porque no tengan las ganas de enfrentar
sus problemas (espero).
Acumulando frustraciones y rencores, con
pésima educación resulta muy difícil lograr la movilidad social, pero teníamos
un PAN señalando todas las corruptelas reales e imaginarias o inventadas de los
gobiernos prístas, alimentando aún más el rencor social. Y de repente existe la
posibilidad de mandar al rancho de AMLO tanto a los rojos como a los azules, y
lograr llevar a cabo la esperanza de un México mejor para cada mexicano. De ahí derivó el voto masivo que no alcanzó
durante dos intentos, pero en el tercer intento AMLO aprendió la lección y
acordó con el presidente Peña, lo cual le permitió llegar a sustituirlo. Y no hizo nada que no se acostumbre en el
sistema político mexicano, ya vimos a Calderón negarle el apoyo a Josefina para
que Enrique llegara a sucederlo.
No es ilegal pero es inmoral. Inmoral porque se manipula la necesidad de
la gente para que vote por quién los que manejan nuestros recursos fiscales
decidieron que se vote. Inmoral porque
se aprovechan de las necesidades de millones de mexicanos que están en posición
económica precaria debido al mismo sistema que los utiliza.
Llega AMLO al poder y genera una reacción de
enorme esperanza por un cambio para bien, sobre todo después de todo lo que
quién le escribe sus libros anotó en cada uno de ellos, pero en ese momento no
sabíamos que AMLO no había escrito ninguno de los libros que llevan su
firma.
Esperanza a la que no se desea renunciar, es
el primer factor para creerle a AMLO, de ahí vienen otros, como el que algunos
son personajes frustrados por no haber logrado sus metas en la vida, otros más
envidian a quién ha sabido crear un pequeño patrimonio legalmente y envidian
aún más a quienes han acumulado un gran patrimonio de manera ilegal, pero
quieren que a ambos les vaya mal en la vida.
Algunos más han sido históricamente adoctrinados en un comunismo, un
maoísmo o un marxismo mal entendido, y odian al imperialismo, odian a las
empresas, odian a la propiedad privada y odian todo, por ello aplauden la
destrucción de todo. Algunos más
trabajan en el gobierno y saben que se exige lealtad absoluta, así que siendo
empleados públicos o beneficiarios de algún contrato o incluso de algún
programa social, todos y cada uno de
ellos, aplaude y defiende las propuestas del gobierno sin importar que en su
fuero interno sepan que son equivocadas, pues primero está la comida de la
familia y luego la patria.
Por último hay un sector que no tiene
capacidad de análisis, que no puede ni sabe cómo confirmar los dichos y los
hechos mencionados en la mañanera y en la machacona propaganda del gobierno,
pero que tiene respeto por las figuras de autoridad y cree todo lo que le
dicen. Este grupo se denomina
popularmente como los atolizados o lavados de cerebro.
Algunos alcanzan a enterarse de los
argumentos a favor del día leyendo a Julio el guerrillero, o los mensajes de
whats con los que los bombardean a diario, los pequeños videos de
simpatizantes, en fin, y se quedan en lo superficial, porque no tienen la
capacidad de profundizar en el análisis y la investigación. O simplemente no
les interesa, porque están demasiado ocupados por buscar ganarse el sustento
cada día.
Lo más grave es que no me atrevo a
criticarlos, porque fanáticos los hay en todos los ámbitos de nuestra
sociedad. La religión católica nos ha
enseñado a creer sin cuestionar. A escuchar a la autoridad que siempre sabe más
que el pueblo, esa autoridad es el sacerdote o el Obispo o el Cardenal. Nadie
los cuestionaba, so pena corporal o de vida.
Lo mismo sucedía con los tlatoanis precolombinos, y posteriormente con
los encomenderos a pesar de las leyes en defensa de los indios que promulgó la
corona, y luego todavía peor a partir de la independencia pues en esas épocas
el peor explotador del mexicano era el mexicano. Y a partir de la revolución, ya sabemos que
México se convirtió en el paraíso de la robo-lución.
México es un país en el cual cometer delitos
es parte de la vida cotidiana. No se sanciona socialmente al delincuente, pues
delinquir es cultural, sino al que agarran y exhiben, y eso a veces. Por eso,
es imposible que una persona sin valores, sin cultura, sin educación y sin
experiencia en análisis y razonamiento pueda entender los problemas técnicos
que está generando la 4T en economía, salud, educación, seguridad, etc. Eso solo lo entienden los especialistas, pero
a esos, nadie los escucha, y el propio presidente se ha encargado de
descalificarlos y convencer al pueblo que el conocimiento, la técnica, la
ciencia y la experiencia no son necesarios.
Mientras tanto, cómo convencer a la población
de que la época neoliberal a la mexicana es mejor para ellos, si ellos no
vieron mejoría en su nivel de vida durante 30 o 40 años.
En México convivimos personajes que siguen en
la edad de piedra, en la de hierro, en la de bronce, en la edad media, en el
renacimiento, tenemos un presidente que quedó atrapado en el nacionalismo
revolucionario de los 70´s del siglo pasado, con creencias medievales. Tenemos también unos cuantos mexicanos
subidos en la modernidad del siglo XXI, pero lamentablemente son muy
pocos. Por eso es imposible romper el
manto de manipulación y polarización que se teje todos los días desde el poder.
www.josecobian.blogspot.comelbaldondecobian@gmail.com @jmcmex
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