José Miguel Cobián | 07 febrero 2022
Tribuna
Libre.-Escuché
hace unos días una respuesta del presidente Vladimir Vladimirovich Putin a una
reportera, en la cual explicaba que a Rusia le preocupa la presencia de la OTAN
en su vecindario más cercano. Habló de la incomodidad de tener misiles
americanos a unos cuantos metros de la frontera de Rusia, y de cómo Rusia había
cumplido a cabalidad acuerdos de paz y seguridad en la región.
Escucharlo y convencerse de que tiene razón y
que occidente es el malo en esta película es muy fácil, hasta que comienzas a
investigar un poco que ha pasado en la relación de Rusia y los países que
antiguamente integraron el imperio de la URSS, y si nos vamos más atrás en la
historia, las bases de la cultura moderna rusa, derivadas de dos grandes ejes,
la religión cristiana ortodoxa y las decisiones de un siempre poderoso Zar de
todas las Rusias.
La influencia que tiene de manera directa en
los gobiernos de BIelorusia, Kasajastán, Kirguistán, las presiones sobre
Letonia, pero sobre todo, la anexión de la península de Crimea y el apoyo que
desde 2014 le ha otorgado Rusia a los separatistas en la región de Donbás en
Ucrania, hacen pensar que entre las palabras suaves de Putin y los hechos hay
un mundo de distancia.
Las naciones que en alguna época estuvieron
sometidas al dominio ruso después de la segunda guerra mundial, y que lograron
alejarse del manto ruso con la caída de la URSS no encontraron mejor camino
para protegerse que ingresar a la OTAN, y lo hicieron, no para amenazar a
Rusia, sino para proteger su propia independencia, ante las amenazas crecientes
de que el oso ruso, una vez más volviera por sus dominios en Europa y Asia.
Alemania principalmente y el resto de Europa
dependen del gas ruso. Los rusos dependen de los euros europeos para mantener
una economía sana. Si ante la invasión
de Crimea occidente quedó pasmado, ahora ante la amenaza a Ucrania ha habido
una respuesta diferente. Alemania,
Inglaterra y Estados Unidos, como aliados principales, así como Polonia y otros
estados con menor poderío militar, han enviado todo tipo de apoyo a Ucrania. Lo
cual complica la invasión, aunque nadie duda del triunfo ruso en el mediano plazo.
El problema son los costos para Rusia. La economía no está en su mejor momento, y
las sanciones que vendrían después de una invasión armada generarían malestar
social, que hoy podría ser perfectamente controlado por las huestes de policía
interior de Putin, pero que puede llegar a tensiones sociales incalculables en
el mediano plazo. ¿Le conviene a Putin
generar molestia social para lograr un objetivo que a la mayoría de los rusos
no les importa? Incluso no importa que
Vladimir IlichUliánov Lenin situara el origen de Rusia en Ucrania, al pueblo
llano no le importa más que su propio bienestar, que con dificultad logran en
estos días en Rusia.
Xi Jinpingel líder chino, en su reunión con
Putin afirmó que apoyaba las pretensiones rusas de seguridad en su vecindario,
y que se unía a Rusia en un bloque de Oriente contra Occidente. La mayoría de los internacionalistas
interpretaron este respaldo como un pago a cambio de que las hostilidades no
inicien antes del 20 de febrero, que es cuando terminan las olimpiadas de
invierno en China. Un precio muy bajo
para China, a cambio de no perder reflectores internacionales en un momento
cumbre para exhibir el poderío
tecnológico chino ante el mundo entero.
Más allá de la retórica de esta declaración no se espera que China tome
partido, pues para ellos, tanto Rusia como occidente son adversarios no muy confiables.
Desde esta óptica de análisis, y mientras
Putin espera que las nieves se descongelen, y se reduzca el frío en el invierno
ruso, todos los jugadores mueven sus piezas para evitar el conflicto armado, y
encontrar una salida airosa que permita a Putin evitar la invasión, con los
consiguientes costos para su país, pues como buen Zar, no admitirá jamás que
cometió un error al iniciar la movilización de tropas a sus frontera, y
amenazar con una invasión que no llevaría a cabo.
El problema es que ya se le ofreció que
Ucrania no se sume a la OTAN y lo rechazó.
No hay mucho más que ofrecer, salvo quizá la aprobación del gasoducto
que llevará gas ruso a Europa Occidental, y al cual se ha opuesto
terminantemente el gobierno estadounidense ante el riesgo de una mayor
influencia Rusa en las decisiones de los países más importantes de la Unión
Europea.
En los mercados bursátiles la posible
invasión a Ucrania no ha generado gran expectativa. Los occidentales saben que
lo que suceda en las planicies de Asia Central no van a impactar en los
negocios que realizan entre ellos mismos.
Si acaso, los futuros del rublo van a la baja, y las expectativas de las
empresas rusas también son negativas.
La única y verdadera víctima ha sido la
población de Ucrania. Más de 50,000
casas destruidas, más de medio millón de desplazados, cierre de comercios,
pérdida de oportunidades de crecimiento económico, y hasta hace poco una
población dividida entre pro rusos y contra rusos. Hoy esta amenaza ha unido al pueblo ucraniano
que exige de manera terminante la incorporación de Ucrania a la OTAN, y
salvaguardar la soberanía de su país ante la amenaza de sus hermanos cristianos
ortodoxos rusos.
Parece que la apuesta de Putin se le ha
complicado mucho.
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@jmcmex
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