José Miguel Cobián | 05 septiembre 2022
Tribuna
Libre.- Año 2020. Guardia Nacional con mando militar.
Asesinatos en el país 32,000. Detenidos
por la guardia nacional puestos a disposición de las autoridades ministeriales:
16 personas.
La futilidad de la discusión (distracción)
del mando militar o civil de la guardia nacional queda de manifiesto cuando
observamos la realidad de la situación de prevención del crimen en el
país. Sea mando militar o civil, no hay
ninguna intención de prevenir los delitos en México, desde el cambio de milenio
a la fecha.
Ni Fox, ni Calderón, ni Peña, ni López
invirtieron tiempo y dinero en fortalecer la seguridad pública municipal,
estatal o federal. Desde hace más de 20
años, se habla de fortalecer las policías locales, sin que ningún mandatario
haga algo al respecto. Paradójicamente, en Veracruz, Javier Duarte fue de los
pocos gobernadores que invirtió en tener una policía estatal equipada con el
suficiente poder de fuego para enfrentar y frenar a los grupos de delincuencia
organizada. Esfuerzo que Miguel Ángel
tiró a la calle por razones políticas.
Aunque a los mexicanos no les quede claro,
las fuerzas armadas no están capacitadas para investigar delitos, para
prevenirlos y mucho menos para tratar con la población civil. A ellos se les ha instruido y capacitado para
enfrentar y matar a un enemigo. Sin miedo y sin piedad. Esto es verdad, aunque en este sexenio hayan
recibido la orden de permitir ser humillados y vejados, ante los ojos
asombrados, indignados y apenados de decenas de millones de mexicanos.
Si reflexionamos un poco, sabemos que el
mando civil o militar de la guardia nacional no hará diferencia alguna en
cuanto a la cantidad de delitos que se cometen en el país. Eso lo sabemos intuitivamente todos los
mexicanos, porque también sabemos que todos los cuerpos de seguridad del país
están coludidos con el crimen organizado. Hay contactos, y hay tolerancia en el
mejor de los casos, y complicidad en el peor de ellos.
Es irrelevante quién dirija la guardia
nacional. Los argumentos de la oposición
en cuanto a teoría jurídica, tienen una validez intachable. Pero fuera de eso,
para el mexicano de a pie, es una discusión bizantina. Ni el mando civil, ni el mando militar hacen
diferencia en un país en el cual la ley es letra muerta, y solo se aplica a
conveniencia del poder en turno.
Se menciona que el ejército está sujeto al
fuero militar, y con ello, resulta muy difícil acusar, demostrar y castigar una
violación de derechos humanos. Cómo si
las autoridades civiles fueran impolutas. Exactamente lo mismo sucede con los
funcionarios de seguridad civiles. Viven en la totalidad impunidad. Al grado de que muchas veces son las mismas
autoridades las que cometen crímenes a sabiendas de que su carácter de
autoridad los protege en un país en dónde la ley es solo una palabra sin
sentido para la mayoría de la población.
El tema de fondo va mucho más allá de quién
mande o dirija una institución de seguridad. Dejemos que los ministros de la
Suprema Corte diriman esta discusión de mando militar o civil, y prestemos
atención a lo verdaderamente importante:
La seguridad pública está dentro de las últimas prioridades de cualquier
gobierno.
En México, el alcalde, el gobernador, el
presidente de la República, todos ellos y todos los funcionarios por ellos
seleccionados en el poder ejecutivo federal, estatal o municipal, sumando
también a los integrantes del poder legislativo estatal o federal, y pasando
por los funcionarios del poder judicial, todos ellos, llegan a sus puestos
buscando crear un patrimonio más allá de lo que su salario les permite. México es una República de Ladrones, en la
cual no sólo los funcionarios públicos, sino una inmensa mayoría de la población,
roba ante la primera oportunidad que se le presenta. Es más, quien llega a un puesto público y no
roba ni se enriquece, es visto como tonto, como idiota, o simplemente nadie
cree que sea honesto, a pesar de que lo sea, porque todos los que observan
desde fuera, si estuvieran en su lugar, no conciben actuar con honestidad.
No me malinterpretes, también hay millones de
mexicanos honestos, hombres y mujeres que trabajan, que se esfuerzan, que jamás
dispondrían de lo ajeno para su beneficio. Pero ellos, en una situación como la
actual, son una población silenciosa.
Los que se notan, son los que aprovechan cualquier situación para
hacerse de lo que no es suyo.
Desde el peón de campo que le roba a su
patrón, el patrón que le paga lo menos posible al peón de campo. El humilde trabajador que piensa que por ser
humilde tiene derecho a robar o a saquear. El que es feliz al encontrar un
accidente y acude a la rapiña, el que se encuentra un objeto perdido y se
apropia de él. El que dispone de
recursos públicos para su beneficio, ya sea para un gasto menor, un viaje o
para hacer un gran patrimonio. En todos
lados observamos mexicanos robando…. ¡Y no pasa nada! Ni siquiera rechazo social. El ladrón, el
criminal, es visto como una persona hábil ¨que la supo hacer¨, envidiado y
aplaudido por un amplio sector de la población.
Muy escaso rechazo, nulo repudio.
En una República de Ladrones, el criminal es bienvenido.
Miles de puestos públicos cambian cada
período, regidores, síndicos, alcaldes, funcionarios, gobernadores, diputados,
senadores, y todos (quizá el 99%), se benefician indebidamente de sus
puestos.
Ante esto, si el mando de la guardia nacional
es civil o militar, se convierte en una discusión bizantina, absolutamente
irrelevante.
elbaldondecobian@gmail.com @jmcmex
https://josecobian.blogspot.com/2022/09/discusiones-bizantinas-en-un-pais-de.html
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