* Eusebia Cortés, la ahijada de Rocío Nahle * Complicidad entre las Fiscalías y la Dirección de Transporte * Ego López Obrador y su delirio por marchar * Sheinbaum dejó a Cuitláhuac como novia de rancho * Caso Delgadillo: los sobornos millonarios * Hay más denuncias * Samuel Ortega va sobre las áreas verdes
Mussio Cárdenas Arellano | 28 nov. 2022
Tribuna
Libre.- Eusebia
—Cheva Cortés— quiso cimbrar al Congreso, sacudir a Veracruz, acusar corrupción
en la Secretaría de Seguridad y Cuitláhuac la exhibió. La diputada taxista
quise negociar. Es chantajista, le espetó el gobernador.
Hechura de Rocío Nahle, la madrina de todas
sus trampas, Eusebia Cortés Pérez suele increpar, ser altanera, procaz y
majadera, tildar de “ratas” a mujeres priistas y categorizar de “hijos de puta”
a Peña Nieto y Videgaray, pero con Cuitláhuac se jodió.
No terminaba de exponer la corrupción que
carcome a la Dirección de Transporte, dependiente de la SSP, cuando el aparato
de poder la hizo callar.
“Chantajes no”, le recetó Cuitláhuac
advirtiendo que la diputada local por Coatzacoalcos tiene placas de taxi, es
concesionaria y realizó gestiones ante la Dirección de Transporte que no le han
sido aceptadas.
“Si tiene pruebas que las presente”, revira
el coordinador de la fracción de Morena en el Congreso de Veracruz, Juan Javier
Gómez Cazarín, un antiguo vendedor de automóviles con múltiples denuncias,
señalamientos de cobrar y no entregar los autos y demandas en juzgados civiles
por pagarés que no quiere saldar.
Y así el conflicto entre la diputada
morenista y el gobernador de Veracruz.
Frente al secretario de Seguridad, Cuauhtémoc
Zúñiga Bonilla, en la glosa del informe de gobierno, Eusebia Cortés había
reclamado la extorsión aplicada a taxistas, su gremio; trámites engorrosos que
forzaran el “moche”; cobro de hasta de 30 mil pesos por liberar vehículos en
los corralones; la duplicidad de permisos en unidades del servicio público; el
negocio de las grúas con cobros excesivos y sin control que por meses ha
ventilado en el Congreso, y la colusión entre la Fiscalía de Veracruz, Tránsito
y los concesionarios de las grúas.
A Zúñiga Bonilla le había descrito la
mecánica de la extorsión. Habiendo delegaciones en toda la entidad, son tantos
los trámites que terminan acudiendo a Xalapa, capital de Veracruz. Y los
trámites no avanzan. Les aplican la aburridora, “para que caiga el afloja todo,
como así lo llamamos los taxistas”, pagando para obtener o renovar sus
permisos.
Eusebia Cortés sabe de lo que habla. Es
taxista aunque nadie la vea frente al volante. O mejor dicho, cuenta con las
placas de taxi que le concedió el ex gobernador priista, Javier Duarte de
Ochoa, a un grupo de conductores alineados con el Partido de la Revolución
Democrática, de las que Cheva se llevó la mayor parte.
Al
secretario de Seguridad lo centró:
“Hay taxis con números sobrepuestos en
diferentes carros. Qué quiere decir: un número en tres vehículos con permisos,
inclusive permisos que ni siquiera son del mismo vehículo. Por decir, un Tsuru
lo trae un Spark con el mismo número”.
Zúñiga Bonilla intentó matizar. Hay 20
módulos a lo largo y ancho de Veracruz. Los taxistas no tienen por qué acudir a
Xalapa.
Pero Eusebia Cortés lo atajó y activó la
bomba: “está siendo engañado”. Y por ahí se fue:
“Muchas Fiscalías parecieran tener
complicidad con las grúas y los corralones. No pueden ver un vehículo que esté
estacionado por un tiempo, dos o tres horas, porque enseguida la Fiscalía manda
y los detiene. Los detiene y de inmediato los mandan al corralón.
“Empiezan a hacer la investigación y se pasan
uno, dos, tres… Inclusive pareciera que ya tuvieran una fecha determinada de
más o menos 16 días para dar la liberación de tal vehículo porque resulta que
el vehículo ni es robado, ni es acusado por ningún delito y ni le dan su carta
de liberación. Y ahí viene lo bueno: ir al corralón a sacar ese vehículo.
Primero ya está desmantelado, las piezas cambiadas; segundo, el gran costo que
esto conlleva. Estamos hablando que por 16 días han cobrado hasta 30 mil pesos
por corralón. No entregan factura, no entregan listado de por qué ese costo y
uno habla, aquí sea a Transporte, Tránsito o a Seguridad y lo primero que te
dicen, son grúas particulares”.
Para los delicados oídos del gobernador,
aquello fue un estruendo. La increpó. La descalificó. Le imputó ignorancia,
falta de pruebas y chantaje.
“Esos chantajes los hacían los priístas
—dijo—, pero la diputada habla así porque tiene placas de taxi. La gente no
sabe que la Diputada se ha acercado a la Dirección de Transporte para solicitar
acciones, no le han sido aceptadas. Ojalá que si tiene pruebas las presente a
la Fiscalía”.
“Chantajes no, yo tengo la moral muy alta
—agregó—, a mí no me van acusar que tengo placas de taxi, he dado muestra que
cuando hay indicios claro, lo quitamos, aquí no solapamos corrupción. Pero si
no sabemos ni quien es el Director, si tienes placas de taxi, eso no es 4T, por
favor. Si una representante popular no sabe poner una denuncia, qué nos
espera”.
Gómez Cazarín, coordinador de Morena en el
Congreso de Veracruz, también embistió a la diputada consentida de Rocío Nahle.
“Tampoco se trata de solo alzar la voz y buscar el protagonismo que no nos
lleva a nada. Hay que trabajar, pero con pruebas y con mucha certeza”, dijo.
Aquella noche, se difundió una respuesta
presuntamente falsa en que Eusebia Cortés imputaba corrupción en el gobierno de
Cuitláhuac García, agradecía a Javier Duarte por las placas de taxi recibidas y
advertía que informaría del incidente a su jefa política y madrina, la
secretaria de Energía del gobierno federal, Rocío Nahle García.
Minutos más tarde, Eusebia Cortés se deslindó
del escrito que circulaba en redes sociales.
Entre gitanos no se leen la buenaventura. Se
conocen, se huelen, se sienten, se detestan, se rasguñan y luego se lamen las
heridas. Así metabolizan sus odios en Morena.
Eusebia Cortés no es mejor que Cuitláhuac
García ni Cuitláhuac es mejor que Eusebia.
El gobernador de Veracruz es un sátrapa de
marras, delincuente institucional, arbitrario con el inocente y cómplice de la
delincuencia. Y un adicto a fabricar delitos y maniobrar para mantener en las
cárceles a sus enemigos políticos.
Eusebia es procaz, altanera, superlativamente
majadera, sicaria verbal del ex alcalde de Coatzacoalcos, Víctor Manuel Carranza
Rosaldo, cuando fue regidora, la que hablaba y gritaba, golpeaba en la mesa
atajando las propuestas y los reclamos de la oposición.
Siendo taxista sin taxi, en los tiempos del
gasolinazo, tomó literalmente la ciudad de Coatzacoalcos, bloqueando camiones y
automóviles de servicio público, bajando pasajeros, amenazado a los
conductores, cumpliendo las instrucciones del obradorismo locuaz.
Agitadora sin freno, se valió de la protesta
para sacarle decenas de concesiones de taxi a Javier Duarte. A la fecha,
decenas de quienes la secundaron siguen esperando las placas prometidas.
Cuitláhuac no es mejor. Ardido por el tamaño
de la denuncia, quiso apagar el fuego descalificando a la alumna y protegida de
Rocío Nahle. Exhibió su ignorancia —“si una representante popular no sabe poner
una denuncia, qué nos espera”—. Y la categorizó como chantajista —“se ha
acercado a la Dirección de Transporte para solicitar acciones, no le han sido
aceptadas. Chantajes no”—.
El reclamo de Eusebia es justo pero
políticamente incorrecto. Cuitláhuac García es pieza clave en el proyecto de
Rocío Nahle al gobierno de Veracruz y de Claudia Sheinbaum a la Presidencia de
México. Es el motor financiero, el que controla el erario, el que mueve a la
burocracia, a los órganos electorales, a la prensa vendida. Y Cheva le suelta
que en su gobierno hay corrupción.
Nahle es la jefa política de Cuitláhuac y
Eusebia Cortés lo sabe. Nahle solapa y sostiene a Cuitláhuac García. Cuatro
jodiendo a Veracruz y Nahle lo mantiene ahí.
El reclamo es válido. Eusebia denuncia
corrupción en la Dirección de Transporte y acusa que el secretario de Seguridad
“está siendo engañado”.
Y en respuesta, el gobernador le imputa
chantaje.
Archivo muerto
Ego López Obrador sólo sabe verse al espejo.
Soy el agitador. Soy el mesiánico. Soy el imán de los metales, y si es en cash,
mejor. Soy de izquierda aunque sea mocho y de derecha. Soy el acarreador.
Divierte con su marcha, la del ardor. Divierte a los que mandan al diablo su
reforma electoral. Divierte a los que le pican la cresta y detonan su ira y
provocan el berrinche y lo exhiben como el peleador callejero que es. Y desatan
sus demonios. Cualquiera que le gane la calle —los que defienden al INE, el
movimiento femenil, los que exigen medicamentos, los que lo increpan en
carreteras, los que vencen las barricadas y rompen el cerco policíaco llegando
a Palacio Nacional— merecen una lección. Y por eso el pata de perro vuelve a
marchar. La diferencia estriba en que cientos de miles acuden sin acarreo a
defender al INE y el remedo de Juárez convoca a un millón teniendo que recurrir
al acarreo con un gasto descomunal. Por eso es tan divertido provocar a Ego
López Obrador… Vestido y alborotado, como novia de rancho, dejó Claudia
Sheinbaum a Cuitláhuac. Ahí lo tuvo, comiendo de su mano, y nunca llegó al
Informe del gobernador de Veracruz. Días y noches alardeando. Días y noches
escuchándose el estribillo de la prensa vendida, y los coros de la Cuarta
Putrefacción, y la masa chaira que opera en modo aplauso, y al final la jefa de
Gobierno de la Ciudad de México —y corcholata favorita de Andrés Manuel López
Obrador— no apareció. Desaire no es; tomada de pelo, sí. Apenas supo la doctora
Sheinbaum que el tal Cuitláhuac García Jiménez, desgobernador de Veracruz, ya
tenía listas la maletas para dejar el cargo e irse desmadrar la campaña
anticipada de la corcholata puntera en el galgódromo obradorista, tomó una
sabia y sensata decisión: enfriarle la nacha al Cuit. La ausencia, como signo
político, es rechazo. Cuitláhuac se tuvo que conformar con la compañía de Rocío
Nahle García, cuyos bonos se devalúan cada vez que la alberca de Dos Bocas
alcanza niveles sin precedente, nutrida por los torrenciales aguaceros que
suelen caer en Tabasco, y peor cuando en palacio nacional se desata la ira por
la embarcada que le diera la secretaria de energía al mesiánico Andrés Manuel
López Obrador de inaugurar una refinería construida a medias y con el riesgo de
que procese su primer barril de petróleo allá por el año 2025 cuando Andrés
Manuel ya se haya ido a residir a La Chingada, su finca en Palenque, Chiapas…
No enfrenta Arturo Delgadillo solo un par de denuncias por corrupción en la
asignación de obras públicas. Hay otras dos. Y la suma del daño, los moches,
los servicios que pidió y que serían cubiertos con contratos vía asignación
directa, se acerca al millón de pesos. Y Onésimo Mendoza, su subalterno, otro
tanto igual. Delgadillo Medina, director general de Obras Públicas, Desarrollo
Urbano y Medio Ambiente, es el objetivo de una amplia investigación interna. Lo
tienen en la mira la síndica, Ana Bertha Hernández Aguilar; la tesorera, Grace
del Carmen Mendoza Chesty, y el Departamento Jurídico. Arturo Delgadillo, cita
una de las denuncias, habría pedido dos cantidades en diciembre de 2021: más de
50 mil pesos los destinaría una operación que se le practicaría a una activista
de colonia; otros 250 mil dijo que serían para cumplir diversos compromisos con
colonos. A cambio soltaría una obra de alrededor de 5 millones de pesos. Su
director de Obras Públicas, Onésimo Mendoza Flores, que llegó al cargo con la
venia del constructor Oscar Fosado Monzalvo, según relato del personal
municipal, acumula más de una decena de señalamientos de maniobrar con las
licitaciones públicas y asignar contratos u obligar a subcontratar obras a
empresas favoritas y controlarles el manejo financiero teniendo acceso al token
bancario. Las denuncias son contundentes. Una de ellas incluye la ubicación de
un inmueble en una colonia aledaña al centro de Coatzacoalcos donde se consuman
los actos de corrupción. Y hay más… Día a día, los siervos de Samuel Ordaz
apuntan hacia las áreas verdes de Coatzacoalcos. Hurgan en Desarrollo Urbano,
abren expedientes, consultan documentos, ven cada terreno, sus dimensiones, sus
colindancias. Y luego harán la revisión in situ, en vivo. Los vasallos del
secretario del ayuntamiento de Coatzacoalcos, Samuel Ordaz Ortega —los
Gilbertos, los Lizandros, los Eliezeres, los Rodríguez, los Nelson—, se afanan
por tener el control de las áreas verdes. Y una vez con la información en la
talega, procederán a la modificación de uso de suelo, pasando el trámite a
cabildo, remitiéndolo al Congreso de Veracruz para su anuencia y luego su
venta. O sea, lucrar con los bienes del pueblo. Más o menos como lo hicieron el
ex alcalde Iván Hillman Chapoy y el depredador de cabecera, Mariano Moreno
Canepa, o como ocurrió cuando un maloso como el Comandante H, alias Hernán
Martínez Zavaleta, líder zeta en Coatzacoalcos, hoy condenado a 20 años de
prisión, se apropió, vía prestanombres, de diversas áreas verdes en los límites
de la colonia Petrolera. Samuel Ordaz, el vicealcalde, es la viva presencia del
marcelismo en el ayuntamiento morenista de Coatzacoalcos. Y sus siervos operan
en alta, escudriñando en los archivos de Desarrollo Urbano, identificando áreas
verdes como lo hicieran el marcelismo y el ivanismo años atrás. En once meses
como secretario del ayuntamiento muestra todo lo voraz que es…
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