Mussio Cárdenas Arellano | 29 dic. 2022
Tribuna
Libre.- Dos
balas dieron en el cristal izquierdo; dos más en el cofre; otra impactó el
parabrisas. De haber traspasado el blindaje, Ciro estaría muerto, destrozado el
rostro, el cuello, el tórax. Y se habría electrizado el país. Pero dice Andrés
Manuel que la víctima es él.
El sicario no segó la vida de Ciro Gómez
Leyva, pero aniquiló la neurona presidencial.
Las balas no dieron en el blanco, pero
acorralaron a López Obrador.
No vulneraron el blindaje, pero desnudaron
que el odio a los críticos crece.
Las balas dejaron intocado a Ciro, pero
hundieron al narciso en el lodazal.
Aquella noche —15 de diciembre—, Ciro Gómez
Leyva, figura del periodismo nacional, estuvo a un tris de morir. Dos sicarios,
uno al volante, el otro activando el arma, y un vehículo que encajonó al
periodista, colocándose delante de él y bajando la velocidad, intentaron
concretar el crimen. Y el intento falló.
A eso de las 11 PM dejó las instalaciones de
Imagen TV. Concluida la emisión de Imagen Noticias, de la que es conductor,
Ciro Gómez Leyva se dirigió a su hogar, ubicado en la colonia Florida, un
fraccionamiento de clase media alta al sur de la Ciudad de México.
A 200 metros de su destino, sobre avenida
Universidad y calle Hortensia, el automóvil que se colocó delante suyo aminoró
la marcha. Tácitamente lo bloqueó. En ese momento, una motocicleta con dos
individuos a bordo se le emparejó por el lado izquierdo. Fue el momento
crucial.
Gómez Leyva sintió el primer impacto sobre el
cristal izquierdo, del lado del conductor. Y uno más. Por instinto, se ladeó
hacia su costado derecho, como si se recostara. Alcanzó a escuchar otros
impactos. Luego vería dos orificios en el cofre de la camioneta y el rastro de
un balazo sobre el parabrisas.
Apenas repuesto, la adrenalina a tope,
sabiendo que se hallaba ileso, el periodista condujo la camioneta con
dificultad. Se movía lentamente pero avanzaba. Así llegó hasta el condominio
donde habita el ex senador priista, ex subsecretario de Gobernación y ex líder
nacional del PRI, Manlio Fabio Beltrones Rivera.
Al vigilante que se hallaba en la caseta le
informó lo ocurrido. Le dijo que era amigo de Beltrones. Vio los impactos en el
vehículo y de inmediato se alzó la pluma e ingresó. Beltrones le dio espacio en
su hogar. Desde ahí fue informada la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, y el
secretario de Seguridad y Protección Ciudadana de la capital, Omar García
Harfuch.
“Fue un ataque directo”, dijo Ciro. Y en un
tuit relató la agresión.
Lo salvó el blindaje. Las dos balas que
impactaron el cristal izquierdo eran mortales. El disparo que alcanzó el
parabrisas pudo alcanzar su humanidad. Pero no le tocaba morir.
Las balas no ultimaron a Ciro. Hirieron
políticamente a Andrés Manuel.
Las balas no tocaron al periodista. Sólo
llevaron al paredón a López Obrador.
No traspasaron el blindaje del vehículo.
Quebraron, en cambio, la coraza de espinas en que se envuelve el agitador.
Lengua floja, López Obrador ha sido hiriente
con la prensa crítica, ácido con los que discrepan, con los que evidencian las
malas cuentas de la pandemia; el baño de sangre de la política de “abrazos (a
los narcos), no balazos”, incluida la liberación del junior capo Ovidio Guzmán;
o la vida fifí del trivago mayor, José Ramón López Beltrán (la Casa Gris, el
nexo con Baker-Hughes), el hijo del presidente aspirando a ser como los hijos
de Porfirio Díaz, o las corruptelas de Bartlett, Nahle, Esquer, Ovalle, Zoé,
May, o la obsesión por destruir el sistema electoral, o la militarización.
Un día antes del atentado —diciembre 14—, el
mesiánico le vació el hígado a Ciro Gómez Leyva. “Imagínense si nada más
escucha uno a Ciro —dijo— o a Loret de Mola o a Sarmiento, no pues es hasta
dañino hasta para la salud. Si los escucha uno mucho le puede salir a uno un
tumor en el cerebro”.
La analogía es infame. Los tumores deben ser
extirpados. Ciro, pues, debe ser extirpado. ¿El sicario lo entendió?
López Obrador no tripulaba la motocicleta. No
jaló el gatillo. No lanzó los disparos. No ordenó el ataque. Su pecado fue
cortar la leña, prenderle fuego y atizar la hoguera. Y se quemó.
No es culpable directo pero lleva cuatro años
armando un escenario de linchamiento. El ambiente tenso, violento, lo creó
Andrés Manuel. Y la hostilidad en redes sociales. Y los insultos de la secta,
la furia, la ira, el agravio, la difamación, la descalificación. La demencia de
los fieles en su máxima expresión. Diría Raymundo Riva Palacio, “el clima
también mata, presidente”.
Hablador empedernido, no hay mañanera en que
no embista con el mote de la “prensa inmunda”, la que sirve al prianismo,
medios chayoteros, intelectuales orgánicos, críticos con intereses en la
derecha, conservadores y mil bravuconadas más.
Y la recua secunda al pastor, atizando el
encono, diseminando la perorata demencial. “Nunca dijeron nada”, “callaron como
momias”, “chayoteros inmundos”.
La hoguera crece en proporción a las crisis
de Andrés Manuel. Ataca cada vez que la prensa lo acribilla. Los reportajes lo
enloquecen, las opiniones lo desquician. Y reacciona con violencia verbal. Es
el vómito del poder.
Lleva cuatro años en la fallida tarea de
alinear a los medios, de someterlos, recurriendo a la calumnia, a la
descalificación, trepado en el atril, usando el aparato de gobierno, los recursos
públicos, los reflectores. Y al final, así se envalentone, la prensa crítica lo
vuelve a apalear.
“Si se pasan, ya saben lo que sucede”, dijo
en una de sus diatribas. “Pero no soy yo, es la gente”.
Implícita, la amenaza prendió alarmas. Era
abril de 2019. Llevaba cinco meses en el poder. “Si se pasan, ya saben lo que
sucede”. Y con Ciro Gómez Leyva sucedió.
Artículo 19, la organización no gubernamental
que documenta agresiones a periodistas, reaccionó:
"El mensaje que está dando el presidente
es una autorización y una instigación para realizar cualquier ataque u
hostigamiento contra los periodistas”.
Pero López Obrador continuó. Y los fieles de
la secta, igual.
"La sección de comentarios —dice Bloomberg—
en las transmisiones en YouTube de las conferencias de prensa presidenciales es
una catarata de insultos dirigidos a los periodistas que toman el micrófono. Se
les acusa de recibir sobornos, ser irrespetuosos o cosas peores. Los
comentarios contra reporteras tienden a mostrar un sesgo de género. Se les
llama ‘putas’ o ‘perras’ o se burlan de ellas por no usar maquillaje y en
ocasiones se les denigra con referencias a actos sexuales”.
Aquella noche, Ciro Gómez Leyva pudo salir
ileso, pero Andrés Manuel no. Ciro la libró; López Obrador cargó con la
sospecha. El escenario de odio, el ataque verbal, la difamación y el lodo a
granel, se le revirtió. Y volvió al agravio.
“No descarto que la agresión contra Ciro se
trate de un autoatentado, que alguien hizo para afectar al gobierno”.
Y apuntó:
“Cuando planteo lo de Ciro, de que pudo ser
un autoatentado, no porque él se lo haya fabricado, sino porque alguien lo hizo
para afectarnos a nosotros. No lo descarto”.
O sea, los sicarios van por Ciro Gómez Leyva
pero la víctima es López Obrador.
Prende el fuego, incendia el bosque, crea la
hoguera para hacer arder a la prensa y cuando se perpetra un atentado la
víctima no es el periodista, es Andrés Manuel.
Y así, día a día, año tras año, hasta sumar
más de 40 asesinatos de comunicadores, 15 de ellos en 2022, reiterando que
México es el país más peligroso para el ejercer el periodismo.
De ahí que 180 periodistas lo increpen, le
demanden cesar el hostigamiento, el infundio y la infamia, el odio, la
difamación, la convocatoria a la violencia contra comunicadores. Dijeron:
“De no autocontrolarse el presidente López
Obrador en sus impulsos de ira hacia periodistas críticos, el país entrará en
una etapa aún más sangrienta que ya han experimentado otros países latinoamericanos:
asesinar periodistas para desestabilizar al gobierno, o matar en pago de
favores al gobierno”.
Y López Obrador volvió a atacar.
Las balas no ultimaron a Ciro, pero
exhibieron la bajeza de Andrés Manuel.
Las balas no traspasaron el blindaje;
destrozaron a la Cuarta Putrefacción.
Las balas no mataron a Ciro. Sólo mostraron
al narciso en el lodazal.
Pero el villano dice que la víctima es él.
Archivo muerto
Ahí va Carranza, el fardo al hombro, con su estela
de corrupción. Ahí se ve a Víctor Carranza Rosaldo, desenfadado, cuando su
ayuntamiento es el peor de la historia de Coatzacoalcos, embarrado en
corruptelas, obras entregadas a un pull de contratistas, el pequeño club de
Pepe Peña y Miguel Pintos, uno marido de la secretaria de Energía, Rocío Nahle,
y el otro cometiendo todo tipo de tropelías desde la Secretaría del
ayuntamiento, incluyendo el escandaloso caso del acta de cabildo falsa, usada
para despojar a Ember Ballinas de sus derechos sobre dos canchas de pasto
sintético en el malogrado Parque Deportivo Miguel Hidalgo. Treinta millones
observados por el Órgano de Fiscalización Superior del Estado de Veracruz en la
cuenta pública 2021, remataron la faena. Carranza Rosaldo fue el capitán en
jefe de la nave insignia de la corrupción morenista, de uña afilada, cola larga
y cinismo mayor. Y aún así, se dejó ver en el primer informe de labores del
alcalde Amado Cruz Malpica, como aquel que hace de las suyas y lo sale a
presumir, sabiendo que a los integrantes del Cártel de Zacatecas en Veracruz la
ley no los toca. Lo alcanza, en cambio, el repudio, la condena social, la
repulsa de los originarios y adoptivos de Coatzacoalcos, que lo vieron
desgobernar, bailar, tirarse al piso cual vil bufón, mientras la violencia, el
sadismo, la crueldad de los sicarios, de los narcos y la delincuencia
levantaban a sus víctimas y las entregaban fragmentadas. Carranza, con su
indiferencia, terminó de matar la inversión en Coatzacoalcos. Y hoy hay que
verlo pasearse como si hubiera gobernado con tantita dignidad… Primero Dos
Bocas, luego, si acaso, Veracruz. Van dos veces que Rocío Nahle brilla por su
ausencia. Primero, cuando su patrón, el célebre mesiánico oriundo de Tepetitán,
Tabasco, la dejó fuera de su elenco en su última visita a Veracruz. Y si no
entendió la falta de invitación, Andrés Manuel dejó claro que aún no la veía
como candidata, guardándola para cuando sean los tiempos, si es que para la
zacatecana aún hay tiempo electoral. La segunda ausencia fue en el informe del
alcalde de Coatzacoalcos, Amado Cruz Malpica. En su feudo, del que se hizo
matrona con la venia del ex presidente municipal, Marcelo Montiel, y sus
pandilleros de cabecera, no se le vio. La extrañaron sus peones, los que
deambulan en palacio y en la estructura municipal donde echan todo a perder.
Cesará la ausencia cuando Dos Bocas termine de armarse, pegando tubos y
válvulas, disponiendo de un sistema de generación de energía propia y, sobre
todo, evitando que al menor aguacero Dos Bocas se transforme en la alberca que
tanto ha dado de qué hablar. Primero a sacar la chamba que para eso se le paga,
luego a pedalearle antes que la yunista Patricia Lobeira, el alcalde de Xalapa,
Ricardo Ahued, y hasta el tal Gutierritos la dejen atrás en la encuesta y pongan
fin al delirio de que una zacatecana del mero Río Grande venga a gobernar
Veracruz… ¿Cuál es ese afán desmedido de Cuitláhuac García de tener cerca a
Manuel Fernández Olivares, “El Pámpano”? No es que el secretario técnico de la
Fiscalía de Veracruz acuda a las mesas para la supuesta reconstrucción de la
paz por capricho de su jefa, Verónica Hernández Giadáns, la fiscal espuria. Su
presencia es una exigencia del gobernador. Salen sobrando los indicios de
favores y enredos del “Pámpano” con líderes zetas, según consta en actas.
Cuitláhuac lo quiere ahí y ahí está. Hay voces de la Fiscalía de Veracruz que
afirman que si por la fiscal espuria fuera, El Pámpano estaría relevado de toda
función. Peor si la información que se comparte en la mesa para la paz la
aportan jefes militares y navales y tiene que ver con operativos contra el
crimen organizado. Tácitamente, la delincuencia estará enterada a primera hora
de la mañana. Al gobernador Cuitláhuac García nada le importa. Lo que lo mueve
es tener a Manuel Fernández Olivares a tiro de piedra. Aunque la seguridad
nacional se vea vulnerada…
mussiocardenas_arellano@hotmail.com
https://mussiocardenas.com/informe-rojo/116896/tras-el-atentado-la-furia-del-peje-crece
Comentarios
Publicar un comentario