*Joseph Ratzinger, tal era su nombre, ocupó el trono de Pedro durante 8 años, para luego facilitar una renovación necesaria.
Vaticano | 31 dic. 2022
Tribuna
Libre.- Este sábado murió Benedicto XVI a las 9.34
horas locales (8.34 GMT) con 95 años de edad, en el monasterio Mater Ecclesiae
del Vaticano, donde residía desde su histórica renuncia al pontificado en 2013.
“Con pesar doy a
conocer que el Papa emérito Benedicto XVI ha fallecido hoy a las 9:34 horas en
el Monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano. Apenas sea posible se proporcionará
mayor información”. Informa el Director de la oficina de Prensa vaticana.
La preocupación por
el estado de salud del papa y teólogo alemán surgió el miércoles 28 de
diciembre, cuando su sucesor, Francisco, reconoció que estaba “muy enfermo” y
pidió “una oración especial” a los fieles que asistían a su audiencia general.
Poco después, el
portavoz de la Santa Sede, Matteo Bruni, confirmó que la situación de Benedicto
XVI se habían “agravado a causa de su avanzada edad”.
El secretario
personal del pontífice emérito, monseñor Georg Ganswein, había afirmado en
repetidas ocasiones en los últimos años que este era como “una vela que se
apaga lenta y serenamente”.
Un día después, la
Santa Sede aseguraba que Benedicto XVI había “logrado reposar bien en la noche,
estaba absolutamente lúcido y atento” y permanecía “estable” pese a la
gravedad.
Una situación que
prosiguió el 30 de diciembre, cuando presentó unas condiciones “estable”,
aunque pudo asistir a una misa celebrada en su habitación.
Su elección como
Papa, el 19 de abril de 2005, no causó demasiada sorpresa: Joseph Ratzinger,
entonces de 78 años, y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe,
era el más estrecho colaborador de Juan Pablo II desde comienzos de los años
80.
Fue elegido en el 4°
escrutinio, en un cónclave que él mismo presidió como decano del Colegio
Cardenalicio.
Sus primeras palabras
desde la ventana que da a la Plaza de San Pedro, ya como papa Benedicto XVI,
fueron dichas con la humildad y sencillez que lo caracterizaron siempre:
“queridos hermanos y queridas hermanas, después del gran Papa Juan Pablo II,
los cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador en la viña
del Señor…”
Casi 8 años después,
sorprendió al mundo entero presentando su renuncia, el 28 de febrero de 2013,
algo que no sucedía desde el siglo XIII. Ningún pontífice renunciaba, sólo la
muerte abría el proceso de la sucesión.
Aquel gesto inédito
inició el camino de una renovación que tuvo su primera manifestación en la
elección por primera vez en la historia de un pontífice no europeo, el
argentino Jorge Bergoglio.
Benedicto XVI ha
pasado los años de su retiro en una residencia en el interior del Vaticano. No
padecía ninguna enfermedad severa, sólo los achaques normales de su edad
avanzada. Progresivamente había ido perdiendo la movilidad y la voz, lo que
limitaba aun más sus apariciones públicas y su participación en oficios
religiosos.
La única vez que dejó
el Vaticano desde su renuncia fue para visitar a su hermano Georg en Alemania,
en el año 2020, poco antes de que éste falleciera.
Durante su
pontificado debió enfrentar varias crisis, siendo la más grave el escándalo
producido por los delitos de abusos sexuales a menores por parte de miembros de
la Iglesia en varios países del mundo. Fue él quien tomó las primeras medidas
para lidiar con estos casos de un modo más efectivo y transparente.
Pero desde antes de
ser elegido Papa, ya enfrentaba Ratzinger una permanente campaña de calumnias,
que iban desde la clásica y abusiva asociación “alemán = nazi”, en su caso
especialmente infundada, a ota asociación igualmente caprichosa entre la
Congregación de la Doctrina de la Fe y un tribunal de Inquisición.
La difamación también
implicó acusar al propio Benedicto XVI de encubrimiento de los crímenes de
pederastia; sin embargo, la verdad se impuso y Ratzinger fue llamado “el
barrendero de Dios”, por la tarea de limpieza que llevó adelante no sólo
respecto de los sacerdotes abusadores sino también de las finanzas vaticanas.
Dos líneas de trabajo continuadas por su sucesor, Francisco.
Benedicto se reunió
en varias ocasiones con víctimas de abusos y ordenó “tolerancia cero” para
estos crímenes en la Iglesia. Pero nada de eso frenó la maledicencia de cierta
prensa, sumado a las dificultades y trabas internas para enfrentar el tema. Las
normas que actualmente se aplican en estos casos fueron diseñadas bajo su
pontificado.
Posiblemente haya
sido el desgaste que le generaron estos combates, con intrigas, presiones y
espionaje interno incluidos, lo que lo llevó a presentar su renuncia.
En sus casi ocho años
de pontificado, Benedicto XVI visitó 24 países en cuatro continentes. Publicó
tres encíclicas. La primera en 2006, “Deus Caritast Est”, que comienza con
«Dios es amor, quien está en el amor habita en Dios y Dios habita en él». El
Pontífice sorprendió con este mensaje luego de que muchos vaticinaran que esta
primera encíclica sería una lección severa sobre la doctrina cristiana,
especulación más acorde a la imagen que de él crearon sus detractores que a la
realidad de su sacerdocio.
“Salvados en la
esperanza”, fue su segunda Encíclica, un texto en el que Benedicto XVI suscita
un ansia de eternidad. “No es un continuo sucederse de días del calendario sino
el momento gratísimo de sumergirse en el cocénao del amor infinito”. La
tercera, “Caridad en la verdad»”, se vale de la coyuntura económica para indicar
que “la fuerza más podersosa al servicio del desarrollo es el humanismo
cristiano”.
En materia de diálogo
interreligioso, diocontinuidad al diálogo con los protestantes y en su viaje a
Alemania en 2005, fue el primer Papa en visitar una sinagoga en ese país. Del
mismo modo, en su viaje a Turquía, visitó la mezquita Sultóna Ahmed. En el año
2008, modificó al iturgia de Semana Santa eliminado la mención a los judíos.
También visitó el campo de exterminio de Auschwitz.
Abandonó el título de
“Patriarca de Occidente”, que representaba un obstáculo para el diálogo con las
iglesias cristianas ortodoxas; y se reunió con el metropolitano Kiril,
iniciando un camino que sería continuado por Francisco.
Llamó a los países
del G-8 a cancelar la deuda externa de los países más pobres, siguiendo una
política ya inaugurada por Juan Pablo II. Fue el primer pontífice en referirse
a América Latina como “el continente de la esperanza”, en contraste con la
Europa envejecida, por el dinamismo de su fe y su fuerza evangelizadora.
Otro legado
fundmaental de Ratzinger es el intelectual, ya que fue un destacado teólogo, de
lo que dejó constancia en varios libros. Entre ellos, ocupan un lugar destacado
su Introducción al Cristianismo, recopilación de lecciones universitarias
publicadas en 1968 sobre la profesión de fe apostólica; y Dogma y revelación
(1973), antología de ensayos, predicaciones y reflexiones, dedicadas a la
pastoral.
Joseph Ratzinger
nació en Marktl am Inn, diócesis de Passau (Alemania), el 16 de abril de 1927
(era Sábado santo, algo que el propio futuro Papa consideró siempre como una
predestinación), y fue bautizado ese mismo día. Su padre, comisario de la
gendarmería, provenía de una familia de agricultores de la Baja Baviera, de
condiciones económicas más bien modestas. Su madre era hija de artesanos de
Rimsting, en el lago Chiem, y antes de casarse trabajó como cocinera en varios
hoteles.
En su familia, este
nacimiento en un día tan significativo para la fe cristiana, fue considerado
“un privilegio en el cual residian una singular esperanza y una predestinación,
que debían revelarse con el transcurrir del tiempo”, diría Ratzinger en una
entrevista en 1998. Y a su biógrafo Peter Seewald, le dijo: “parece que mis
padres habían sentido esas gracias como providenciales y me lo dijeron desde el
comienzo”.
El Sábado Santo
refleja “la situación de nuestro siglo, y también la de mi vida”, decía
Ratzinger. “De un lado, hya oscuridad, cuesitonamient9o, peligros, amenaza, y
del otro la certeza de que hay luz, de que vale la pena vivir y seguir. El
sábado santo es un día en que Cristo está misteriosamente oculto y a la vez
presente, y eso se ha vuelto un programa de vida para mí”, explicaba, este Papa
de profunda fe y extensa formación teológica.
Según su biografía
oficial en la web vaticana, el futuro Benedicto XVI pasó su infancia y
adolescencia en Traunstein, una pequeña localidad cerca de la frontera con
Austria, a treinta kilómetros de Salzburgo. En ese marco, que él mismo ha
definido “mozartiano”, recibió su formación cristiana, humana y cultural.
El período de su
juventud no fue fácil. “La fe y la educación de su familia lo preparó para
afrontar la dura experiencia de esos tiempos, en los que el régimen nazi mantenía
un clima de fuerte hostilidad contra la Iglesia católica. El joven Joseph vio
cómo los nazis golpeaban al párroco antes de la celebración de la santa misa”,
reseña el apartado del Papa emérito en la web del Vaticano.
Precisamente en esa
compleja situación, explica el texto, “descubrió la belleza y la verdad de la
fe en Cristo”. En los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial fue enrolado
en los servicios auxiliares antiaéreos. De 1946 a 1951 estudió filosofía y
teología en la Escuela Superior de Filosofía y Teología de Freising y en la
Universidad de Munich. Se ordenó sacerdote el 29 de junio de 1951.
Un año después,
inició su actividad de profesor en la Escuela Superior de Freising. En el año
1953 se doctoró en Teología con la tesis: “Pueblo y casa de Dios en la doctrina
de la Iglesia de San Agustín”. Cuatro años más tarde, bajo la dirección del
conocido profesor de teología fundamental Gottlieb Söhngen, obtuvo la
habilitación para la enseñanza con una disertación sobre: “La teología de la
historia de San Buenaventura”.
Tras ejercer el cargo
de profesor de Teología Dogmática y Fundamental en Freising, siguió su
actividad de enseñanza en Bonn, de 1959 a 1963; en Münster, de 1963 a 1966; y
en Tubinga, de 1966 a 1969. En este último año pasó a ser catedrático de
Dogmática e Historia del dogma en la Universidad de Ratisbona, donde ocupó
también el cargo de vicepresidente de la Universidad.
De 1962 a 1965
realizó una notable contribución al Concilio Vaticano II como “experto”; acudió
en calidad de consultor teológico del cardenal Joseph Frings, arzobispo de
Colonia.
Su intensa actividad
académica lo llevó a desempeñar importantes cargos al servicio de la
Conferencia Episcopal Alemana y en la Comisión Teológica Internacional. En
1972, juntamente con Hans Urs von Balthasar, Henri de Lubac y otros grandes
teólogos de la época, creó la revista de teología “Communio”.
El 25 de marzo de
1977, el Papa Pablo VI lo nombró arzobispo de Munich y Freising. El 28 de mayo
del mismo año recibió la consagración episcopal. Fue el primer sacerdote
diocesano, después de 80 años, que asumió el gobierno pastoral de la gran
arquidiócesis bávara. Escogió como lema episcopal: “Colaborador de la verdad”.
Él mismo explicó el porqué: “Por un lado, me parecía que esa era la relación
entre mi tarea previa como profesor y mi nueva misión. A pesar de los
diferentes modos, lo que estaba en juego y seguía estándolo era seguir la
verdad, estar a su servicio. Y, por otro, escogí ese lema porque en el mundo de
hoy el tema de la verdad se omite casi totalmente, pues parece algo demasiado
grande para el hombre y, sin embargo, todo se desmorona si falta la verdad”.
Pablo VI lo hizo
cardenal en el consistorio del 27 de junio de ese mismo año 77.
En 1978 participó en
el Cónclave, celebrado del 25 al 26 de agosto, que eligió a Juan Pablo I, quien
lo nombró enviado especial suyo al III Congreso mariológico internacional,
celebrado en Guayaquil (Ecuador), del 16 al 24 de septiembre. En el mes de
octubre de ese mismo año, luego de la muerte prematura y repentina de Juan
Pablo I, participó también en el Cónclave que eligió a Juan Pablo II.
Actuó de relator en
la V Asamblea general ordinaria del Sínodo de los obispos, celebrada en 1980,
sobre el tema: “Misión de la familia cristiana en el mundo contemporáneo”, y
fue presidente delegado de la VI Asamblea general ordinaria, celebrada en 1983,
sobre “La reconciliación y la penitencia en la misión de la Iglesia”.
Juan Pablo II lo
nombró prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, y presidente de la
Pontificia Comisión bíblica y de la Comisión teológica internacional el 25 de
noviembre de 1981. El 15 de febrero de 1982 renunció al gobierno pastoral de la
arquidiócesis de Munich y Freising. Se iniciaba así un largo período de
estrecha colaboración con el papa polaco, Karol Wojtyla, que sólo acabaría con
la muerte de éste, a quien Ratzinger sucedió como Papa.
Fue presidente de la
comisión para la preparación del Catecismo de la Iglesia católica, que, después
de seis años de trabajo (1986-1992), pudo presentar al Sumo Pontífice un nuevo
Catecismo.
El 6 de noviembre de
1998, Juan Pablo II aprobó la elección de Ratzinger como vicedecano del Colegio
cardenalicio, y el 30 de noviembre de 2002, cuatro años despues, aprobó su
elección como decano.
Desde el 13 de
noviembre de 2000, Jospeh Ratzinger fue Académico honorario de la Academia
pontificia de ciencias.
En la Curia romana,
fue miembro del Consejo de la Secretaría de Estado para las Relaciones con los
Estados; de las Congregaciones para las Iglesias orientales, para el culto
divino y la disciplina de los sacramentos, para los obispos, para la
evangelización de los pueblos, para la educación católica, para el clero y para
las causas de los santos; de los Consejos pontificios para la promoción de la
unidad de los cristianos y para la cultura; del Tribunal supremo de la
Signatura apostólica; y de las Comisiones pontificias para América Latina,
"Ecclesia Dei", para la interpretación auténtica del Código de
derecho canónico y para la revisión del Código de derecho canónico oriental.
Pero la función con
la cual más identificado quedó de cara al mundo fue la de Prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la Fe, para la cual lo nombró Juan Pablo II el
25 de noviembre de 1981.
Obtuvo gran
resonancia el discurso que pronunció ante la Academia católica bávara sobre el
tema “¿Por qué sigo aún en la Iglesia?”, en el que, con su habitual precisión,
afirmó: “Sólo en la Iglesia es posible ser cristiano y no al lado de la
Iglesia”.
Ha recibido numerosos
doctorados "honoris causa" por el College of St. Thomas in St. Paul
(Minnesota, Estados Unidos), en 1984; por la Universidad católica de Eichstätt,
en 1985; por la Universidad católica de Lima, en 1986; por la Universidad
católica de Lublin, en 1988; por la Universidad de Navarra (Pamplona, España),
en 1998; por la Libre Universidad María Santísima Asunta (LUMSA) Roma, en 1999;
por la Facultad de teología de la Universidad de Wroclaw (Polonia) en 2000.
El viernes 8 de abril
de 2005, el Cardenal Ratzinger presidió la Santa Misa en la Plaza de San Pedro
para el funeral del Papa Juan Pablo II. Días después se escucharía en esa misma
plaza la frase más esperada: “Habemus Papam”(‘¡Tenemos Papa!’) . El elegido
número 265 era el propio Ratzinger, el nuevo Pontífice de la Iglesia Católica
Romana, y esa noche eligió por el nombre de Benedicto XVI.
El 28 de octubre de
2007 aprobó la mayor beatificación que ha tenido lugar en la historia de la
Iglesia: 498 personas, en su mayoría de nacionalidad española, entre ellos 47
hermanos maristas. Y el 1° de mayo de 2011, beatificó a su antecesor, Juan
Pablo II -luego canonizado bajo el pontificado de Fancisco-, en una
multitudinaria ceremonia que tuvo lugar en la Plaza de San Pedro del Vaticano.
Desde la Edad Media, ningún Papa había beatificado a su antecesor.
Además, impulso un
cambio en las reglas para la elección papal. En 2007 convirtió en absoluto el
requisito de mayoría calificada, de dos tercios de los cardenales electores,
derogando el paso a mayoría absoluta (la mitad más uno) a partir del trigésimo
tercer escrutinio. Desde entonces, sólo pueden ser “papables” los candidatos de
muy amplio consenso.
Uno de los hitos de
su papado, y uno de los acontecimientos más importantes dentro de la Iglesia,
se dio cuando el Vaticano reconoció que 4.000 casos de abusos sexuales a
menores por parte de clérigos habían llegado a la Congregación para la Doctrina
de la Fe en los últimos diez años.
Durante sus ocho años
al frente de la Iglesia, enfrentó el Vatileaks, el escándalo sobre la divulgación
de la correspondencia privada de Ratzinger en 2010.
En 2013, Benedicto
XVI sorprendió al mundo y a la Iglesia Católica al anunciar su renuncia, algo
que no ocurría desde Celestino V en 1294.
Tras su paso al
costado, aseguró que viviría “apartado del mundo” y, de hecho, en muy pocas
ocasiones ha roto su silencio, pero sí se han conocido dos libros-entrevista en
los que detallaba ampliamente su decisión.
En Ultime
conversazioní (Últimas conversaciones), escrito por el periodista alemán y
biógrafo del papa emérito, Peter Sewald, el papa emérito reflexiona sobre su
pontificado, sobre cómo va aceptando la muerte, sobre el papa Francisco, o el
contexto en el que presentó su renuncia como sucesor de Pedro. “El texto de la
renuncia lo escribí yo. No puedo decir con precisión cuándo, pero como máximo
dos semanas antes. Lo escribí en latín porque una cosa tan importante se hace
en latín”, dijo.
Su decisión fue
serena y meditada, libre de presiones y fruto de un “estado de ánimo pacífico”
que le permitió “pasar tranquilamente el timón” a su sucesor. “No se trató de
una retirada bajo presión de los acontecimientos o de una huida por la
incapacidad de hacerlos frente”, sostuvo. Tampoco consecuencia de una
desilusión o a algún tipo de coacción: “No lo habría permitido”, ni “hubiera
renunciado” al pontificado si hubiera estado “bajo presión”, insistió.
En otro de los
capítulos, recordó sus años al frente de la Iglesia Católica e hizo autocrítica
al admitir que una de sus debilidades fue “la poca determinación” que tuvo en
algunas ocasiones a la hora de “gobernar y tomar decisiones”. “Hubo momentos
difíciles, basta pensar, por ejemplo, en el escándalo de la pederastia, el caso
Williamson o incluso el escándalo del Vatileaks”.
La convivencia
inusual entre el 265º papa emérito y el 266º, el argentino Francisco,
transcurrió sin problemas. Benedicto XVI deefendió a Jorge Bergoglio de la
acusación de que no tenía formacion teológica, algo que negó rotundamente.
Ambos pontífices se han reunido en varias ocasiones, para conversar y rezar
juntos, y Francisco se ha referido muchas veces a su predecesor con cariño y respeto.