* Luis Uriel Gómez sobrevivió a los ataques perpetrados contra normalistas el 26 de septiembre de 2014, pero le costó mucho reconstruir su vida.
Ciudad de México. | 27 septiembre 2023
Tribuna
Libre.- Luis
Uriel Gómez no quería dormir, durante casi cinco años, tomaba drogas para evitar el sueño lo más que
podía, para no tener pesadillas, y cuando estaba despierto y fuera de su
trabajo consumía alcohol para evitar los recuerdos durante casi largos cinco
años.
Luis Uriel es sobreviviente de los ataques
del 26 y 27 de septiembre de 2014 perpetrados contra estudiantes de la Normal
Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, en los que desaparecieron 43
estudiantes, de los que solo se han encontrado restos de tres.
Aquel 26 de septiembre de hace nueve años,
Luis Uriel, que entonces cursaba el segundo año en la normal, se unió a sus
compañeros de primer grado para ir a “tomar” autobuses a Iguala, en los que se irían
después a la Ciudad de México a las marchas por la conmemoración del 2 de
octubre.
Los normalistas ya tenían dos autobuses
tomados y dentro de la escuela. En estos salieron alrededor de las 5 de la
tarde, rumbo a Iguala para ir por más. Lograron tomar otros tres, para retener
cinco en total, tres se enfilaron hacia el norte de Iguala y dos hacia el sur.
De los tres que tomaron hacia el norte, Luis
Uriel iba en el primero, en el de hasta adelante. Pasaron por el zócalo de
Iguala, donde el entonces alcalde, José Luis Abarca, y su esposa, celebraban un
acto político. Ahí se produjo el primer ataque, los policías empezaron a
dispararle a los autobuses.
Dos hipótesis surgieron respecto a por qué se
habían producido los ataques. La primera se encaminaba a una represión para que
los estudiantes no interrumpieran la actividad política de la esposa de Abarca.
Y la segunda que uno de los autobuses que secuestraron, y sin que los
estudiantes siquiera lo sospecharan, estaba cargado con droga.
Desde el zócalo de Iguala y hasta el norte
del Periférico, avenida que rodea la ciudad, los policías municipales
persiguieron los tres camiones. En el cruce con Periférico y Luis N Álvarez les
cerraron el paso.
“Yo fui de los que se bajó del autobús para
intentar mover del camino la patrulla que estaba atravesada, pero en eso nos
empezaron a disparar otra vez”.
En esa balacera hirieron a Aldo Gutiérrez,
quien hasta el día de hoy permanece en coma. Los policías se llevaron a todos
los muchachos del último autobús del convoy, el tercero. Eran alrededor de 20.
Los estudiantes que pudieron corrieron a esconderse entre el primero y el
segundo autobús. Desde ahí hicieron algunas llamadas de auxilio a sus
compañeros en la Normal.
“Los policías seguían disparando y nos
gritaban que saliéramos y nos entregaremos, porque si no más noche iban a
regresar por nosotros y nos iba a ir peor, pero nosotros nos quedamos
escondidos. Así estuvimos yo creo que unas dos horas. Después un policía le
hizo la seña a los otros de que se retiraran, pero ya habían agarrado a unos
compañeros, los tenían golpeando ahí en el piso y los subieron a dos patrullas
de la Policía Municipal”.
Solo cuando vieron que los policías se habían
ido es que los estudiantes que estaban escondidos salieron. Alrededor de media
hora después llegaron sus compañeros de la Normal que habían recibido las
llamadas de auxilio. Convocaron entonces a una rueda de prensa. Eran alrededor
de la 1 de la madrugada. Con todo y los medios ahí, empezó el tercer ataque,
esta vez perpetrado por hombres encapuchados y vestidos de negro.
Para salvarse, Luis Uriel corrió unas cuadras
y se escondió en un lote baldío, junto con otros cinco compañeros. Ahí estuvo
entre tres y cuatro horas. Dice que ese fue el lapso más aterrador de los
ataques, cuando escuchaba las ráfagas y sentía que en cualquier momento, los
hombres armados los iban a encontrar y a matarlos.
“Sentía mucha impotencia en ese momento,
impotencia de saber que podían herir y hasta matar a mis compañeros, a mí y no
poder hacer nada”.
De hecho, dos estudiantes murieron en ese
ataque y otros más resultaron heridos. El cuerpo de un tercer normalista
apareció al día siguiente en un camino cerca de allí, con el rostro desfigurado.
Cuando el ataque cesó, los sobrevivientes se
encaminaron a la Fiscalía a declarar, estuvieron ahí todo el día. Después
vendría para Luis Uriel una vorágine de entrevistas, recorridos por el país
dando conferencias con su historia y tareas de activismo.
La vida para él nunca volvió a la rutina
normal, aunque aquella vorágine poco a poco se fue apagando y él volvió a sus
clases para terminar su carrera de maestro, ya había empezado a consumir
alcohol y drogas para tratar de encontrar un poco de tranquilidad. Pese a todo,
en el 2017 logró egresar de la Normal Rural Isidro Burgos de Ayotzinapa.
Acabando la normal, se fue a trabajar, estuvo
en Acapulco un año, de ahí se fue a Tierra Colorada, después a unas comunidades
de la Sierra y de la Montaña de Guerrero, donde impartió clases en primaria.
“Pero a veces llegaba a trabajar bien crudo,
estaba tirado al vicio, al alcohol, a las drogas, en ese entonces no me habían
dado acompañamiento psicológico, entre 2014 y 2018 no tuve nada de apoyo, y
mucho me decían que fuera al psicólogo, pero yo no quería entender que sí lo
necesitaba”.
Luis Uriel no quería dormir. “consumía una
droga que usan los traileros para mantenerse despiertos, porque si me dormía,
venían todas esas imágenes de los ataques que nos hicieron los policías y el
grupo armado, tenía pesadillas, lo que yo quería era no dormir estar despierto
para no volver a recordar todos esos hechos”.
Pero despierto tampoco
lograba quitarse los recuerdos. “Me venían las imágenes de esa noche y
madrugada, sobre todo si escuchaba o veía una patrulla o cuando escuchaba
cohetes, se me venían los recuerdos”.
Así
llevaba la vida, sin darse cuenta que el alcohol y las drogas solo
lo estaban destruyendo. Hasta que un amigo de su comunidad, Xalpatlahuac, en el
municipio de Tecoanapa, en la Costa Chica de Guerrero, lo convenció de ir a
Alcohólicos Anónimos.
“Yo no quería ir, decía no, eso no es para
mí, pero mi amigo me convenció, me dijo que probara y ya decidiera, cuando
empecé a ir me di cuenta que sí estaba muy mal”. Después, ya con el actual
gobierno, Luis Uriel recibió también terapia psicológica por parte de la
Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV).
Dice que antes de Alcohólicos Anónimos y las
terapias psicológicas no podía expresar todo lo sentía respecto a los hechos de
aquella noche y madrugada del 26 y 27 de septiembre.
“Fue ahí con la psicóloga y en Alcohólicos
Anónimos donde puede expresar todo que sentía, me sentía mal, con deseos de
morir, de desaparecer o irme a otro lado y que nunca más supieran de mí, ahí lo
expresé todo e incluso lloré, lloré mucho, después de eso empecé a sentirme
tranquilo, fue como reiniciarme y me di cuenta que si sobreviví esa noche debió
ser por algo, y no podía desperdiciar esa oportunidad de la vida”.
Ya fuera del alcohol y las drogas, Luis Uriel
se enfocó en dar sus clases. Se volcó también al deporte, le gusta jugar
futbol, ir al gimnasio. También lee mucho y escribe. “Después de que me
atienden, ya es cuando empiezo a recapacitar todo lo que estaba haciendo mal, y
fue entonces que ya retorné mi vida normal, cerca de la familia, el trabajo, los
buenos amigos”.
Por ahora, no está dando clases. Uno de sus
amigos, y también sobreviviente de Ayotzinapa, Omar García, quedó como diputado
plurinominal por Morena y lo llamó, hace un año, para formar parte de su
equipo.
“Me dijo, vente, ocupo apoyo, sobre todo de
alguien que también haya estado en el hecho de los 43, porque quien va a
entender mejor el tema de la desaparición forzada, que nosotros que lo vivimos
de cerca, y las familias claro, lo que él necesitaba era que le echara la mano
para ayudar a las organizaciones sociales enfocadas en ese tema y claro para
hacer todo lo posible para esclarecer lo de Ayotzinapa y pues sí, acepté”.
Pero Luis Uriel no piensa quedarse en el tema
de la política. “Terminando aquí de apoyar a Omar pienso regresar a dar clases,
tengo mi trabajo en la sierra de Guerrero”. Además tiene un sueño, quiere
estudiar derecho.
“Siempre he querido estudiar leyes, también
para ayudar a la gente, porque en mi comunidad hay mucha desigualdad y
discriminación, les hacen muchos engaños y yo quiero centrarme en la defensa de
los derechos de la gente, mientras sigo trabajando en el tema de la
desaparición”.
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